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Mil motivos para odiarme

Het
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planificada Maxi, escritos 188 páginas, 96.807 palabras, 22 capítulos
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Capítulo 21

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CAPÍTULO 20

Observaba incrédula a las cuatro personas que acababan de entrar de golpe en su hogar. Se dejaba abrazar por Mimi, quien temblaba sin parar en su agarre, pero lo peor era que en su cabeza retumbaba una y otra vez aquellas palabras que le había soltado sin cuidado alguno. No podía hablar, estaba aturdida y sentía como si su cuerpo hubiera perdido toda la fuerza de golpe. Se separó de Mimi con cuidado para sentarse en la primera silla que tuviera más cerca. Notó como la sujetaban con cuidado, pero no sabría decir quién era quien lo hacía. Cuando se sentó se tapó su rostro con sus manos. —Mikasa… Todo forma parte del plan… —Habló Mateo ahora con debilidad, apoyando sus manos sobre los hombros ajenos— Rivo vino a buscarnos al cuartel y nos lo ha contado todo… —Lleváis un mes fuera… Mis amigos por lo menos tuvieron la decencia de hacer una fiesta para despedirse… —Nos pillaron por sorpresa en la taberna, Mikasa. —Mimi se sentó frente a la mencionada, no pudiendo evitar sentirse fatal por aquello, pues ojalá hubiera podido avisarla de su ausencia— No nos dejaron dar aviso alguno y nada más llegar, incluso el padre de Mateo estaba atacado por los nervios… No desconfiaba de las palabras de Mimi, ni mucho menos, pero era cierto que se habían marchado sin previo aviso, que había preguntado a varios compañeros del cuartel y nadie había sido capaz de darle una respuesta sobre el paradero y ahora, después de aquella entrada en su casa, se había dado cuenta de que no le había preguntado a Eren por el paradero de sus tres compañeros, cosa que ahora la sorprendía de sobremanera. Alzó su mirada para toparse con la de Mimi y en su interior algo de removió al ver la verdadera pena que se alojaba en su mirada. Estiró sus brazos para agarrar las manos contrarias. —No sé si por exceso de confianza o por idiota, pero no he sido capaz de preguntarle a Eren por vosotros… —No creo que te hubiera respondido, ya sabes que le gusta mucho contar medias verdades o lo que a él le interesa. —Respondió ahora Mateo, aprovechando para sentarse a su lado. —Mikasa… Rivo ha venido a buscarnos tan pronto como se ha enterado de que habíamos llegado al cuartel. Estábamos hablando con él aquella noche cuando vinieron unos generales a buscarnos para una misión. No nos dejaron avisar a nadie y bueno… Ha sido una misión sin más, pero que han intentado alargar lo máximo posible. —Mimi se justificaba temblorosa, pues no quería que Mikasa se sintiera traicionada, ya que en su estado y con todo lo que le estaba tocando vivir, aunque no lo quisiera, podía sentirse así. —¿Y cómo se ha enterado de vuestra vuelta…? —Preguntó la morena buscando ahora a Rivo con la mirada, quien se acercó a ella para dejar delante suya un montón de papeles. Le miró ahora mucho más curiosa. —Cuando tengas tiempo los lees. De todas formas, respondiendo a tu pregunta: Julio tiene una buena red de informadores por todo el lugar, así que después de lo que vimos en la taberna, no era de extrañar que me avisara. —¿Quién es Julio ahora? —El dueño de la taberna, aquel que se acercó a ti en la plaza. Quiere conocerte cuando no tengas el bombo, dice. —Le respondió Mateo ahora antes de hacer una mueca de sorpresa extraña. —Y sobre eso, Mikasa… —La voz de Mimi sonó quebrada de pronto— En esos papeles están los planes de Jimmy para tu parto. Quieren que tengas al bebé en el palacio para así poder quitártelo. Mikasa rió de forma nerviosa ante aquella afirmación de Mimi, cuya había sido demasiado profunda incluso para ella. Alternó su mirada entre sus compañeros y el añadido, consiguiendo que aquella risa se viera totalmente muerta al poco de iniciarse. Negó con rapidez antes de levantarse nerviosa, haciendo que todos los presentes se preocupasen por aquella reacción. Mikasa no pudo sino empezar a llorar con nerviosismo. ¡No podía ser! Eren se había pasado toda la tarde con ella, ¡habían hecho un punto y aparte! No podía traicionarla así, ¿verdad? Era su hermano, supuestamente se habían arreglado y le había pedido estar con ella en un momento tan importante. Vio como Mateo quiso acercarse a ella, pero rechazó aquella intención. Se abrazó a sí misma sin poder evitar llorar con intensidad. Sentía que se ahogaba, que el aire no le estaba llegando y empezó a encontrarse mal, muy mal. No podía, simplemente no podía hacer frente a la idea de tener aquel vacío en su vida. Su bebé era lo único que la había mantenido de pie en todo aquel mundo de agonía y aunque no había nacido, no quería perderlo. Sintió unos brazos abrazarla con cuidado, los brazos de Mimi, quien también lloraba. La había acompañado todo lo posible en su etapa de gestación, con las ausencias que requería su trabajo, pero siempre que estuvo a su lado fue un pilar bastante importante. —Mikasa… Lo siento… Pero no vamos a dejar que le hagan nada, ¿verdad? —Mikasa negó sin poder dejar de llorar, aferrándose ahora con muchísima fuerza a la contraria— Por eso… Rivo ha propuesto un plan, pero tú eres quien debe tomar la última decisión. La morena, con la respiración totalmente descompasada, se alejó de su compañera, quien la acompañó para sentarla de nuevo en su silla. Mateo acarició su hombro derecho con cariño, queriendo ser una parte fundamental de apoyo para ella. Mikasa no podía dejar de llorar, mas empezó a intentar controlar su respiración antes de observar a Rivo, quien estaba totalmente derrotado por verla así. Odiaba la posición en la que el mundo le había puesto, pero más odiaba ver a una pobre madre verse tan aterrada por actos ajenos a ella. ¿Qué mal había hecho como para tener que verse envuelta en algo así? ¿Por qué no la dejaban disfrutar de su maternidad en paz? ¿Por qué justamente aquella criatura debía ser elegida para algo tan atroz como ser un titán, en caso de sobrevivir? Rivo se acercó para quedar al lado de Mimi, tragando saliva con la máxima calma posible— Quieren quedarse con el bebé para inyectarle el suero que Jimmy está investigando… —Su corazón se hizo más pequeño aún al ver cómo Mikasa reaccionaba con aquellos gemidos tan desesperados, agarrando ahora a Mateo por sus manos— Jimmy quiere crear un ejército que esté a merced de la corona desde el nacimiento, así, según él, será un ejército puro que nunca pondrá en entredicho ninguna decisión de la misma. —¿Y tú…? —Mikasa no podía hablar, no le salían las palabras y sólo pudo ocultar su rostro entre sus manos, llorando sin cesar. —Rivo es parte del equipo de Jimmy, Mikasa… —Respondió Mateo con calma— Salió de Quinta para desarrollar la cura y poder salvar tanto a Virginia como a Emma… Pero llegó todo tarde. Ese es el resumen. —Odio todo lo que tengo que hacer para ello y sé que cuando muera todas las vidas que he arrebatado me pedirán cuentas, pero hasta entonces no quiero hacer más daño del debido… Y Julio tiene razón y sé que estamos en el mismo bando. Mikasa se limpiaba las lágrimas como podía, intentando asimilar todo aquello. Ahora mismo se encontraba en una situación en la que no sabía qué decidir, qué bando era el mejor, pero si sus amigos habían confiado en Rivo, igual era la decisión correcta el confiar en lo que ellos habían decidido, pero también era cierto que había confiado en Eren y que iba a aceptar el ir a palacio a tener su bebé y todo era una trampa. Estaba dolida, aturdida y con el único deseo de que todo aquello pasara cuanto antes. —Eren debía convencerte de tener al bebé en palacio para quitártelo. Te dirían que había nacido muerto y ya… Recupérate como puedas. —Rivo sonó apenado de verdad, como si sus palabras estuvieran viendo un futuro incierto y desolador. Mikasa le observó sin fuerzas, cerrando sus ojos con pesadez y vio aquel deseo de una persona que quería terminar con aquello cuanto antes— Por eso, Mikasa, ¿estás dispuestas a provocarte el parto ahora? La morena abrió sus ojos de par en par y fue tal la impresión de aquella pregunta, que la humedad que había en ellos por las lágrimas se cortó de golpe. Dirigió su mirada a Mimi, quien le asintió con debilidad. Movió sus labios, intentando hablar, mas se había quedado sin fuerza alguna y las palabras no salieron. Miró entonces a Mateo, luego a John y por último a Rivo, todos expectantes por su decisión— Mimi… —Fue lo único capaz de decir. —Es muy arriesgado, Mikasa. Son unas hierbas que van a adelantar lo que debía ser un proceso natural. Te las prepararemos en té, están asquerosas, pero es la solución que hemos encontrado para evitar que se lleven al bebé. Pero tú tienes la última palabra. —Mimi agarró a Mikasa de sus manos, mientras le hablaba, y ninguna de las dos podía decir quién era la que más temblaba. —¿Y de cara a futuro le afectará? —Mimi negó con debilidad— ¿Vas a estar conmigo todo el rato? Mimi asintió sin poder evitar derramar unas pocas lágrimas de la emoción nerviosa que había en su interior— Me lo pediste, ¿recuerdas? Mikasa asintió riendo nerviosa sin poder evitar llorar de nuevo— Tengo mucho miedo… —Susurró de forma entrecortada. —Estamos aquí, contigo. Rivo se marchará cuando te haya preparado el té y nosotros nos iremos al orfanato, ¿vale? Mikasa asintió tras las palabras de Mateo— ¿Y cuánto tardará…? —Eso lo decide la naturaleza, Mikasa. —Susurró Rivo dando inicio al plan tal y como se había estudiado. Bajo la luz de la luna Rivo se dispuso a preparar aquel té de hierbas. Lo hizo calculando los tiempos como había estudiado y cuando lo tuvo, le sirvió la taza a la futura madre, la cual observaba el contenido abrazada por su compañera. Temblaba sin parar y sus piernas no dejaban de moverse con nerviosismo. Mikasa le observó y cuando le vio asentir, agarró con fuerza aquella taza para empezar a consumir el contenido. Se quejó con malestar por el sabor agrio y asqueroso de aquellas hierbas, mas aguantó hasta el final y de una se tomó todo el contenido. La observó hacer el amago de vomitar, pero ella misma se contuvo. Empezó a inspirar y a expirar con intensidad y entonces fue cuando él debía marchar. Le dio unas últimas indicaciones a Mimi antes de salir con el máximo sigilo, rezando porque todo saliera bien. El ambiente se tornó totalmente tenso. Mateo y John estaban incómodos porque ahora estaba todo en el aire y la naturaleza es la que iba a decidir los tiempos de aquel parto. Mimi se mantuvo sujetando a Mikasa en todo momento, observándola en silencio, mientras iba limpiando todas las lágrimas que iban saliendo de su interior. —Cuando digas, Mikasa… —Susurró con cariño sin dejar su acción de ir limpiando todas aquellas lágrimas. Mikasa sólo asintió antes de hacer el amago de levantarse, señal de que ella había notado que todo había dado comienzo— Antes de ir… ¿Podemos parar antes por casa de Sandra…? —Su voz sonaba rota, como si intentase contener en ellas el dolor que empezaba a surgir de su interior. Un dolor punzante que nunca antes había sentido. Sus compañeros se miraron interrogantes, pues ninguno de ellos quería tardar de más para llegar al orfanato, pero Mimi no era capaz de negarle nada. Mateo y Mimi la ayudaron a levantarse y mientras John se encargó de asegurarse de que no había nadie vigilando. Todo libre para iniciar el camino. Mimi tapó a Mikasa con una manta gorda sobre ella y sin separarse de ella ni un milímetro, empezaron a caminar rumbo al hogar de los Kirstein. Caminaban en silencio, cuyo era roto por los débiles gemidos dolorosos de la morena y los cuales eran la respuesta a los miles de síntomas que estaba sintiendo en su interior y que ahora mismo era incapaz de descifrar. Tardaron sin tardar, pues a ojos de los dos chicos del grupo aquello les era un mundo y estaban en un momento agónico, ya que les aterraba imaginar que el bebé podía nacer en medio del bosque o algo peor. Mikasa llamó a la puerta con toda la fuerza que pudo, mas su mano temblorosa no daba mucho de sí e hizo lo que pudo. La puerta no tardó en abrirse, mostrando a un Jean padre totalmente asustado por aquella visita a esas horas de la noche. Exclamó su nombre, queriendo hacerla entrar en el hogar, a lo que Mikasa rechazó entre lágrimas. Sandra no tardó en aparecer para abrazar a la madre de su futura nieta. —Sandra… ¿Me puedes acompañar…? —Sintió un abrazo mayor antes de escuchar aquel sí por respuesta. Ambos futuros abuelos se pusieron lo que pudieron por encima antes de salir para acompañarles. Se dividieron en dos grupos no muy alejados. Mimi y Sandra abrazaban a Mikasa, quien cada vez iba gimiendo con más dolor, mientras que Mateo y John, con Jean padre tras ellos, se aseguraban de que el camino estaba libre. No querían alejarse demasiado de las féminas, pero estaban desesperados. Aquella parada lo retrasó todo, pero finalmente lograron salir de las calles para entrar al bosque y coger así a los caballos, los cuales les esperaban con cierta desesperación. Se organizaron en aquellos cuatro corceles. Ayudaron a Mikasa a subir, la cual cada vez iba teniendo menos fuerzas y se le iba haciendo cada vez más palpable las contracciones. Mimi decidió subirse con ella. Los padres de Jean se subieron juntos a uno y Mateo y John se subieron a los propios. El dolor cada vez era mayor, notando como todo su interior se removía sin parar, como aquellas punzadas que correspondían a las contracciones cada vez iban tomando más intensidad. Mimi le pidió que le fuera dando indicaciones de cuando le venían y así hacía. Cogía aire con intensidad y lo expulsaba de la misma manera. Empezó a notar cómo su cuerpo sudaba sin parar, sintiendo un calor sofocante que hizo que se tuviera que quitar aquella manta que Mimi le puso por encima. Todas las miradas estaban puestas en ella, mientras que la protagonista sólo podía mirar hacia abajo. Su barriga bajó de golpe y con ello no tardó en notar a su criatura hacerse hueco. Paró el caballo de golpe tras el aviso de John, pues el orfanato, para desahogo de muchos, estaba empezando a asomar. Mikasa se bajó del mismo con rapidez, asustando a Mimi, quien la acompañó. La morena cogió los agarres del caballo con fuerza antes de soltar un quejido totalmente doloroso. Rompió a llorar de nuevo, pues se encontraba terriblemente mal y el pánico se hizo con ella ante aquellas contracciones que cada vez iban siendo más y más intensas. —Mikasa… —Escuchó la voz de Sandra por sorpresa, quien se acercaba a ella con rapidez para limpiar el sudor de su frente. La observó sin añadir mucho más, sólo empezando a guiar su respiración para intentar controlarla lo máximo posible. Las frías manos de la mujer agarraron el rostro de la contraria, quien seguía cada una de las acciones que llevaba a cabo— Es un dolor horrible, lo sé… Tienes el cuerpo lleno de dolor, sientes que todo se te está desgarrando… Lo sé, mi niña, lo sé… —Acercó su frente a la contraria, quien no podía dejar de gemir de dolor— Quieres morir, pero piensa que estamos a nada… Que es el último empujón, Mikasa… —No tenía que ser así… Sandra agarró a la morena por sus hombros para empezar a caminar, le susurraba sin parar que ya lo sabía, pues así era. Mikasa no le había contado casi nada a ella, pero era capaz de intuir que algo estaba yendo mal. Un embarazo debía ser una experiencia positiva tanto para la madre como para el padre, si era algo deseado, y muy a pesar para incluso ella, su hijo se había perdido todo aquel proceso y la madre había hecho todo lo posible para que saliera adelante. De Mikasa sabía lo poco que Jean le había contado, mas sus ojos se iluminaban cuando la mencionaba y siempre aparecía algo en él que le pinchaba el corazón, sin embargo, nunca supo qué era hasta que Mikasa apareció por primera vez en su casa y de ahí lo poco que fue descubriendo gracias a Lisa y a Megumi: Eren. El rey era quien le pellizcaba el corazón a su hijo porque era quien le arrebataba aquella felicidad, pero al final el destino era caprichoso y deseos ocultos que no parecían existir salían como una bomba para encontrarse con aquellos que nunca se escondieron. La futura mamá se aferraba aún más a ella y sus agarres le iban indicando las contracciones, las cuales cada vez estaban siendo más habituales. Limpiaba su frente intentando mantener la máxima compostura, pero aquella futura abuela estaba contagiada del mismo pesar que aquella madre en faena, pues ambas de verdad creyeron que Jean iba a poder estar presente en aquel nacimiento. A la abuela se le encogió el corazón al imaginarse cómo iba a reaccionar cuando se enterase, pues haberse perdido el nacimiento de su bebé le iba a doler en lo más profundo de su ser. La fachada del orfanato ya asomaba al completo cuando Mikasa ya no era capaz de aguantar más y la acción de empujar empezó a ser cada vez más imperativa. Se agachó a causa del dolor punzante, aguantando con su mano izquierda la zona baja de su abultada barriga y no pudo contener aquella primera acción. Mimi y Sandra se miraron, sabiendo perfectamente que ahora sí que había llegado el momento. Sandra ordenó a su marido que cogiera en brazos a Mikasa para meterla cuanto antes en el orfanato. Cumplió con lo ordenado y entraron con tanta prisa y jaleo, que no tardaron en salir alertados el resto de adultos del lugar. Artur y Lisa corrieron hacia Jean para acompañarle con rapidez hacia la habitación de la morena. Lisa cogió a la pequeña Emma con todo el cuidado posible, quien sobresaltada, no pudo evitar llorar por la impresión de lo que estaba ocurriendo, mas Lisa no tardó en explicarle lo que estaba pasando mientras la llevaba a una de las habitaciones conjuntas. Jean padre dejó a la morena con el máximo cuidado posible y cuando lo hizo, no tardó en ser expulsado de la habitación, quedando entonces solamente las mujeres del orfanato. Mikasa buscó con la mirada a Sandra, quien no tardó en agarrar su mano con fuerza, mientras que con la otra libre limpiaba el sudor de su frente. Mimi, sin poder dejar de temblar, se dispuso a desvestir a su amiga para empezar oficialmente con el momento de la expulsión. Lisa y Megumi empezaron a preparar una palangana de agua caliente antes de tomar sus posiciones. Megumi tenía experiencia en partos, por lo que se puso al lado de Mimi, mientras que Lisa se puso al lado de la futura mamá, dedicándole una emocionada sonrisa. Era abrumador y sentía mil cosas, pero la que más destacaba era el miedo por aquella situación. Sus manos eran agarradas con una fuerza cariñosa, igual que todas las órdenes que iba recibiendo. Las cuatro mujeres que acompañaban a la futura madre estaban igual de nerviosas, pues todas habían visto la evolución de aquel embarazo y todas sentían el mismo pinchazo triste al ver a Mikasa tan sola pese a estar tan acompañada. Ellas podrían seguir allí, pero faltaba alguien de máxima importancia allí. Sandra y Lisa se intercambiaron miradas y las dos sabían qué era lo que se estaban diciendo, igual que aquella pena que estaban compartiendo. Limpiaban el sudor y sus lágrimas entre palabras de aliento. La morena seguía de forma ciega las órdenes de Mimi y quizá porque era más fuerte de lo que aparentaba, pero apenas soltaba ningún grito. Gemía de forma dolorosa y sus manos apretaban de tal manera que era capaz de romper los huesos de las manos contrarias. Cuando finalizaba un nuevo empujón, Lisa aprovechaba para intentar controlar su respiración, animándola al hacerle saber que cada uno nuevo era uno menos para poder ver a aquella criatura. Mikasa sólo asentía tras aquellas palabras. Y llegó el momento. El último empujón por fin sucedió. Mikasa se dejó la piel ante la última petición de Mimi, haciéndolo con todas sus fuerzas, notando como su interior se unía en uno ante aquel dolor para por fin hacer salir a aquella criatura que tras ocho meses se había estado gestando allí. Gimió con todas sus fuerzas, terminando con un débil grito ahogado y sintió como su interior se quedaba vacío, como si de pronto hubiera perdido algo fundamental en él. Se dejó caer como si fuera un peso muerto sobre el colchón, girando su rostro para observar la oscuridad de la noche, mientras intentaba recomponer su totalmente descompasada respiración. Se hizo un silencio aterrador que apenas duró unos segundos, pero fueron los suficientes como para parar el corazón de todas las presentes, mas el llanto desolador de aquella criatura rompió con todo aquel pánico que se había hecho con todas. Las risas nerviosas no tardaron en llegar, mientras que Mikasa sólo pudo romper a llorar de forma desconsolada por la cantidad de cosas que de pronto le vinieron a la mente, ya fueran todas las buenas como las malas vividas durante aquellos ocho meses de gestación, en los que apenas pudo hacer nada y siempre tuvo el sentimiento de estar fallando, de no estar haciendo lo suficiente como para proteger a su bebé y con el miedo constante por no perderlo. —Ya está… Aquí tienes a tu nena, Mikasa… —Escuchó anunciar a Mimi emocionada mientras le dejaba a su criatura sobre su regazo. Si le preguntaban en un futuro cuál es su momento favorito en la vida, respondería que tener a su hija sobre ella, sentir su fina piel con la suya. La morena no podía dejar de llorar, ya fuera por la emoción del momento como por todo lo que había tenido que sentir hasta llegar a él. Posó sus temblorosas manos sobre la pequeña, la cual se removía débilmente por su llanto. Lisa tapó a ambas con cuidado, dejando disfrutar de aquel momento a ambas. —Hola, Sasha… —La saludó de forma entrecortada por el llanto. Su mano derecha empezó a acariciar aquella matita de pelo negro, mientras que la otra acariciaba su diminuta espalda. Ladeó su rostro para observar por primera vez el rostro de su hija y era preciosa. No había criatura en el mundo más bonita que ella y ahora pasaba a reír con debilidad sin poder reprimir sus lágrimas— Qué bonita eres… —Le susurró sin parar antes de empezar a depositar pequeños besos en su frente, intentando calmar a la recién nacida— No llores… Porque yo lloro también… Prometo hacerlo mejor ahora, ¿vale? El embarazo ha sido un desastre, pero gracias por haber sido tan fuerte y estar aquí conmigo… Por no dejarme sola… Te quiero… Estuvo un pequeño rato hablándole, acariciándola y disfrutándola antes de que se la llevaran para lavarla por primera vez. Mimi no tardó mucho en tener las curas hechas, acercándose a ella con lágrimas en los ojos— Has estado increíble, Mikasa. —Le anunció sin poder evitar la emoción. —Gracias, Mimi… —Mikasa extendió su mano izquierda hacia ella para agarrarla con toda la fuerza que pudo— Ha sido una locura… Que ha salido bien… —Mimi se limitó a asentir con debilidad— Nunca te estaré lo suficientemente agradecida. —No tienes que agradecerme nada… —Mimi… Cuando me he bajado del caballo… Te juro que pensaba que iba a nacer allí… —Me he cagado encima, te lo juro yo. —Mimi y Mikasa carcajearon de forma entrecortada por el llanto. —Y no he gritado como Annie titán… Mimi volvió a carcajear con algo más de intensidad— Has sido toda una señorita… —Mimi le dio un débil golpe en su hombro— Voy a salir para avisar de que todo ha ido bien, ¿vale? Mikasa sólo asintió antes de acomodarse un poco sobre la cama, observando como Megumi le traía de nuevo a su pequeña, esta vez vestida con el primer conjunto que la orgullosa mamá le había creado. Le había llevado más de lo esperado y creyó que era más fácil, pero su inexperiencia se hizo palpable allí, por lo que al final las tres abuelas tuvieron que ayudarla. Se notaba la falta de habilidad, pero aún así vestía a la pequeña de forma preciosa. Mikasa emitió un débil sonido de emoción al verla. Se la dejaron sobre sus brazos con cuidado, mientras ahora la abuela se acercaba a ellas sin poder evitar las lágrimas que aquello le suponía. La morena miró a Sandra con la misma emoción, notando como ésta la abrazaba por la cintura y besaba su frente con cariño. —Al final, todo ese dolor merece la pena, ¿verdad…? —Mikasa asintió con debilidad antes de dirigir su mirada hacia la nena, la cual hacía débiles gemidos y movimientos con sus pies y manitas— No tiene nada de su padre, Mikasa… —Sandra rió con debilidad antes de acariciar aquellas rojizas y redonditas mejillas— Jean fue más grandote, redondito, con poco pelo y súper castañito… Si a él su madre le volvía loco, tener a una clon de la misma… Va a ser un orgullo. —Volvió a reír antes de empezar a emitir débiles sonidos a su nieta, haciendo que aquel último comentario sonrojase la cara de la morena— ¿Quieres que la abuela te tenga en sus brazos? La abuela también quiere, pero antes tienes que comer un poco, mi niña… Tras aquel comentario vino la siguiente prueba, la cual tampoco fue para tanto, pues gracias a la ayuda de las tres mujeres, la pequeña se agarró a la primera al pecho de su madre. Aquello fue algo espectacular para Mikasa, ya que si después de ocho meses gestando, con todos los cambios que sufrió, con todo lo que vivió, no hubieran sido suficientes para sentir conexión con su hija, el sentir cómo volvían a estar conectadas por aquel momento de alimentar, lo superaba. Su hija ya no iba a estar dándole patadas sin parar, no se le iba a encajonar en el costado y su interior iba a descansar después de tanta paliza, por lo que amamantarla iba a ser lo último que le iba a quedar para tener esa conexión física con su hija. Ya no la iba a gestar de nuevo y cuando llegase el momento, aquellos momentos de estar la una para la otra también iban a llegar a su fin, por lo que iba a disfrutar de cada uno de ellos. Acariciaba su mejilla con debilidad sin dejar de observarla. Su carita aún mantenía bastante hinchazón, pero tras la impresión inicial de llegar al mundo, la pequeña Sasha no estaba dejando pasar la oportunidad de mostrar su belleza recién nacida. Su belleza asiática heredada de su madre con aquella mata de pelo a la que ya le podría hacer una pequeña cola. Mikasa se la había imaginado de mil maneras y no había acertado en ninguna, pues era mejor de lo que esperaba. Cuando terminó aquel momento especial tanto para la madre como para la hija, Mikasa le hizo un pequeño gesto a Sandra, quien al principio se mostró dubitativa por aquello— Le has dicho que después de comer ibas a cogerla… —Susurró con debilidad, notando como tras aquello Sandra agarró a la pequeña con todo el cuidado posible, empezando a golpear su espalda con cuidado y así ayudarla a expulsar el aire. Mikasa aprovechó para colocarse la parte superior antes de observar como Lisa abría la puerta para dejar entrar al resto de amigos y familiares. El abuelo de la criatura entró ya emocionado de base, no pudiendo evitar llorar con emoción al ver a su mujer cargando a su nieta. No pudo evitar correr hacia ellas para empezar a hablar totalmente orgulloso. Dirigió su mirada hacia Artur, quien también se emocionó al verla. Mikasa entonces sólo pudo dirigir su mirada al cielo una vez más, preguntándose si su mejor amiga estaría por allí cerca, observando también el espectáculo que aquellos adultos estaban llevando a cabo. Y dio gracias. Agradeció que después de todo al final aquello hubiera acabado bien. Sentía que se había quitado un peso de encima al no estar cargando con su hija, pero a la misma vez acababa de nacer uno nuevo: el de no perderla. No iba a dejar que nada ni nadie le hiciera daño y si existía alguna idea de hacérselo, no iba a reparar en ninguna acción. A su hija nadie iba a tocarla.

***

Había pasado una hora desde que por fin las dejaron solas en la habitación. Todos habían conocido a la pequeña Sasha, todos se habían emocionado con ella y, con mucho pesar, habían decidido que era el momento de dejarlas descansar, sobre todo a la mamá. Aunque la cuna estaba lista, Mikasa quiso intentar dormir con su nena al lado, sólo por esa noche. No podía dejar de mirarla, acariciando su carita sin parar y memorizando su débil respiración. No se le borraba la sonrisa de la cara al ver cómo sus bracitos y piernecitas se movían débilmente. Se la estaría comiendo a besos sin parar. Según como la pillase, la caricia en su mejilla derecha hacía que un atisbo de sonrisa se dibujase en su carita, haciendo que a la mamá se le cayera la baba. Suspiró de forma tendida con algo de pesar— Jean… ¿En serio te has querido perder esto…? —Susurró rompiendo el silencio de la noche— Ojalá hubieras estado, de verdad. Es algo que no se va a repetir y cada momento de verdad que ha merecido la pena… —Justo entonces fue cuando sus lágrimas empezaron a derramarse una vez más— Yo quería vivir esto contigo… Te quería a mi lado… —Susurró de nuevo antes de posar su dedo índice sobre la palma de aquella diminuta mano, notando como se cerraba ante el contacto, por lo que depositó un débil beso en aquella frente— Y seguro que tú también… La puerta de la habitación se abrió con debilidad, como si quien la estuviera abriendo lo hiciera con el máximo cuidado posible. Mikasa alzó su cabeza para observar quién estaba allí, encontrándose con una preocupada Emma tras ella— Emma… —Susurró con cierta emoción. —¿Puedo pasar…? —Mikasa asintió con una amplia sonrisa antes de dar débiles golpes sobre la almohada con su mano libre. La pequeña correspondió una vez cerró tras de sí, subiéndose a la cama con el máximo cuidado antes de observar a aquella bebé tan pequeña— ¡Qué pequeña! —Exclamó débilmente antes de reír con calma. —¿Verdad que sí? Tiene su cuna, pero hoy quería intentar dormir a su lado. —Mikasa observó entonces que la pequeña traía algo entre sus brazos— ¿Qué es eso? —Le pedí a Sandra hacerle un peluche. Era un secreto y lo tenía guardado en el baúl de la habitación de los pequeños. —Mikasa rió con debilidad antes de acariciarlo con cuidado— Lo hemos hecho entre las dos. No es tan bonito como el de los otros niños, pero bueno… —Seguro que le encantará, además, es un regalo hecho con mucho cariño. Seguro que lo valorará. —¿Tú crees? —Mikasa asintió con debilidad— Mikasa… ¿Puedo ayudarte a cuidarla? —¿Quieres? Emma asintió emocionada— Como una hermana mayor. —¡¿Tanto?! —Emma volvió a asentir, esta vez ampliando aún más su sonrisa— No tengo ningún problema, entonces. Tras aquello, Emma no pudo evitar hacer un movimiento nervioso, consiguiendo que la morena riese con debilidad. Se tumbó tras aquello con cuidado, sin dejar de observar a la recién nacida. Puso el peluche con sumo cuidado a su lado antes de acariciarla por primera vez, emitiendo un sonido de emoción, totalmente adorable para Mikasa, quien la observaba con atención. Y como en otras ocasiones: el sol estaba saliendo cuando Mikasa logró concebir algo del sueño.

***

No sabía dónde estaba. No reconocía el lugar y se sentía totalmente irreal. Dirigió su mirada a su alrededor y no había nada, todo estaba blanco. Quería hablar, mas no había manera de que le salieran las palabras. ¿Qué estaba pasando? ¿Dónde estaba? Si aquello era una broma, estaba siendo de muy mal gusto. —Ni se te ocurra morirte. —Escuchó tras él, girándose totalmente sobresaltado. Su corazón se le paró al ver a aquella persona allí, observándole con el uniforme, igual que la última vez que la vio con vida. Aunque quisiera, no podía hablar— Me pidió que fuera su ángel de la guarda. Y voy a serlo, más después de todo lo que ha tenido que vivir, pero a cambio tú no puedes morirte. Tienes que hacerle frente a tus marrones, ¿sabes? —¿De qué estaba hablando? ¿Y por qué una muerta se estaba dirigiendo a él? ¿Acaso él también había muerto? Claro, había recibido un tiro por la espalda, por lo que estaría en la sala de recepción para ver si iba al cielo o al infierno— No te vas a morir, no voy a dejar que dejes a Mikasa sola. Además, tengo que disfrutar de ver cómo te acuerdas de mí todos y cada uno de tus próximos días. —Escuchó reír con sorna a la contraria, mas pronto aquella risa se apagó— Intentad volver cuanto antes, Jean… Juro que la protegeré, pero no puedo hacer milagros, ¿vale? Todo empezó a volverse difuso y diferentes sonidos empezaron a aparecer a su alrededor. Seguía sin reconocer nada, mas si prestaba algo de atención podía intuir algunas voces. ¡Sus amigos! Se giró desesperado intentando seguirlas, cuyas cada vez iban teniendo más intensidad y cuando quiso alcanzarlas, todo desapareció. Abrió sus ojos con ímpetu, haciendo que tanto Armin como Connie empezasen a celebrar que su compañero había vuelto con ellos. Empezaron a preguntarle cómo se encontraba y sólo pudo responder que totalmente aturdido, consiguiendo que sus amigos entendiesen la respuesta y comenzasen a darle algo de espacio. —No has asustado de más, Jean… —Anunció Connie entre risas— No puedes darle ese gusto al rey… Jean chasqueó con molestia, consiguiendo que sus dos amigos riesen con debilidad. No quería oír hablar de Eren, menos después de aquella conversación irreal con Sasha, la cual, no iba a negarlo, se había sentido totalmente real. ¿Acaso Mikasa le había pedido a Sasha ser su ángel de la guarda? Eso era imposible. Mikasa no necesitaba de eso y tampoco se la veía muy creyente en esas historias, pero todo había sido muy raro y si antes quería volver a casa, ahora era algo que necesitaba con todas sus fuerzas.
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