Eöl debería hacer sabido que habían estado demasiado tranquilos. En su defensa había estado ocupado; tenía que reforzar las defensas de su bosque y había tomado la decisión de trasladarse más cerca de Formenos, mover el bosque poco a poco, los hechizos y el embarazo había drenado casi toda su energía, por lo que no miró muy de cerca la paz que le habían dado con demasiada facilidad.
Tuvo que mirar dos veces antes de decir que si, ese rastro de sangre de medio metro de ancho de verdad estaba ahí, y llegaba hasta la habitación de uno de sus invitados. Resoplando, se dirigió al cuarto de Celegorm, dónde el rastro desaparecía debajo de la puerta, y tocó.
Se oyó un poco de estruendo dentro y algunas maldiciones ahogadas, momentos después, el Noldor salió.
- ¿Le ha pasado algo a Curvo? - Preguntó sin contemplaciones. Tenía la ropa y el cabello empapados de sangre, así como huellas en la cara y barro en los pantalones. Dentro de su casa.
Eöl le señaló en rastro de sangre que había estado siguiendo; luego, las marcas de barro en los bajos de la pared.
Celegorm tuvo la decencia de parecer avergonzado.
-La sangre ha calado la alfombra, será muy difícil de quitar- Le informó con la voz plana.
-Lo limpiaré, lo prometo. Primero quería acabar con esto, pero iba a hacerlo-
-Por supuesto que lo vas a limpiar tú- Eöl lo fulminó con la mirada - ¿O pensabas que lo haría yo?. Pensé que estabas usando el cobertizo de atrás-
-Por lo general, lo hago- Celegorm no ofreció más detalles, y Eöl no los exigió. Desde donde estaba podía ver el impresionante cadáver de un oso bastante grande y un montón de mantas y almohadas que parecía que el Noldor había intentado teñir con la sangre de su presa.
Eöl podía apostar que Celegorm lo hacía para su nido, el instinto te hacía hacer cosas extrañas y estar embarazado no ayudaba en ese sentido. Él mismo había forjado muchísimas más armas últimamente y algunas de las mejores habían sido incorporadas a su propio nido, así como algo de su sangre y mucho de su lubricante natural para asegurar el olor.
Cosas extrañas, él no era quien para juzgar.
-Asegúrate de que esté limpio para cuando vuelva- Resopló, no queriendo pelear más; no es tan divertido cuando vivían en la misma casa -Por favor-
Celegorm asintió, sin decir palabra. La parte de su cabello que no estaba llena de sangre brillaba bajo las lámparas como la plata más pulida (A diferencia de su propio pelo gris, más opaco y cercano al color de la ceniza), confiriéndole un aura extraña; la sangre le daba un aspecto aún más salvaje. Eöl recordó súbitamente que, en su día, él había sido parte de la Cacería de Oromë como si fuera uno más de sus maias. Eöl se preguntaba si lo extrañaba.
No lo preguntó. En las semanas que habían pasado viviendo bajo el mismo techo había llegado a darse cuenta de que Celegorm sentía un cierto… no temor exactamente, más bien cautela; como si tratará con un animal peligroso y salvaje que en cualquier momento se volvería contra él. Eöl pensó que sería comprensible, si bien un poco hipócrita, dado su amistad con su esposa; pero Curufin no se comportaba del mismo modo. Había una cierta tensión, por supuesto, pero se había ido aflojando con los días, y las horas compartidas en la forja había ayudado a forjar una tenue amistad.
No tenía sentido que Celegorm, quien no lo había conocido en su primera vida, le guardara rencor por matar a Aredhel mientras que Curufin, que se habían conocido en malos términos, no lo hacía. La única otra teoría que tenía era que tuviera que ver con Lúthien, sabía lo que se decía que había intentado hacer, pero también se decía algo parecido de Eöl (Oh, como le había ardido la sangre al escuchar, como se
atrevían a ensuciar la santidad de su matrimonio) y había dejado perfectamente claro que no tenía ningún cariño por su hermana. Por otro lado, podía ser una cosa completamente diferente.
Durante el poco tiempo que pasaron juntos, Lúthien siempre había tenido poco o ningún control sobre sus poderes maiarin, tampoco hacía nada por aprender; la mayoría de las veces los amplificaba voluntariamente, encantando personas a diestro y siniestro que caía enamorados víctimas de su hechizo. Otras veces, lanzaba pequeños hechizos para controlar a la gente, un sirviente que le traía dulces en contra de las órdenes de su padre (por supuesto, el sirviente era castigado y ella no, ya que el pobre elfo no podía recordar por su vida porque lo había hecho), un músico que tocaba, tocaba y tocaba hasta que le sangraban los dedos sin darse cuenta porque su princesa quería seguir bailando; un pretendiente que hacía artesanías una tras otras para regalarle a Lúthien, enamorado locamente solo para se abandonado, confundido sobre lo que había pasado las últimas semanas, cuando ella se aburría de su arte en particular. Por lo que le informaban algunos de sus artesanos que comerciaban con Menegroth, no mejoró con el tiempo.
Ella se molestaba con él cuando Eöl deshacía sus hechizos, lo que significa que estaba perpetuamente enfadada con él; hubo una época en la que Eöl pasaba la mitad de su día quitando hechizos y ayudando a las víctimas de Lúthien, ella solía odiar que dejaran a Eöl como su niñera ya que nunca la dejaba salirse con la suya. En algún momento, sus padres intentaron que Eöl fuera como un guardián de su hermana, pero abandonaron esa idea después de que Lúthien siempre volviera llorando de su tiempo con él.
Recuerda una vez en particular. Un joven herrero que Eöl había estado ayudando cayó en los hechizos de Lúthien y le regaló su mejor obra, un precioso collar opalescente que brillaba bajo la luz de las luciérnagas; Lúthien desechó al herrero. Cuando Eöl lo desencantó, el joven corrió a la corte, con el corazón destrozado, para acusar a la princesa, Thingol lo echó en el acto; Eöl había acompañado a su amigo mientras empacaba entre lágrimas y hasta el borde del Cinturón; había vuelto a la corte, furioso como un Balrog, y le había espetado a Lúthien que encajaría mucho mejor en los pozos de Angbang que entre los elfos.
Fue la única vez que su padre le había puesto la mano encima.
Era una mocosa horriblemente inconsciente del mundo a su alrededor que no podía molestarse en comprender a las demás personas; Eöl siempre había pensado que ella era más Ainur que elfo.
Sacudió la cabeza para deshacerse del recuerdo, si su hermana había jugado con la mente de Celegorm ese era un asunto más serio que un simple rencor, pues siempre quedaban rastros de todo hechizo, no lo seguiría considerando hasta tener más información.
Volvió la vista a lo que estaba haciendo. La gran mayoría de sus obras desde que había vuelto eran regalos, para su esposa e hijo, su instinto lo llevaba a hacer pequeñas armas y joyas que pudieran disfrutar, juguetes para bebés; incluso había vuelto a tejer, gorros y ropa para su bebé. Lo que tenía delante no era ninguna de esas cosas.
La pieza que tenía delante era oro, un adorno para el pelo más ostentoso de lo que nunca había llevado en su vida, engastado en rubíes. Su esposa nunca había llevado nada parecido, su hijo y él compartían la misma alergia por las cosas demasiado llamativas (Maeglin había disfrutado de algunas joyas, pero nada comparado con sus parientes Noldor); era exactamente el tipo de joya que Curufin parecía adorar.
Guardó la pieza y se volvió hacía la cuna que estaba construyendo. Miró de reojo al Noldor en cuestión, que trabajaba al otro lado de la forja y llevaba el pelo recogido con una pinza igual de ostentosa que lo que Eöl acababa de forjar; sabía que se había dado cuenta de la joya, pero no diría nada, igual que Eöl no había comentado nada sobre las pulseras y discretas pinzas que no encajaban en el gusto de ninguno de los dos hermanos, pero si en el suyo propio.
(Tampoco comentó nada de los brazaletes de cuero de Celegorm. Había estado fabricándolos en el salón mientras Eöl cocinaba; cuando miró, había un brazalete de cuero negro, muy diferente de los colores vivos que solía usar, con diseño de ramas en color ceniza igual a su propio cabello. Celegorm miraba el brazalete recién terminado con horror, como si no se hubiera dado cuenta de lo que hacían sus manos. Recogió todas sus cosas salió apresuradamente de la habitación. No cenó con ellos esa noche).
En fin, cosas extrañas.
No, su omega interior podía estar intentado incluir a los otros dos omegas en su manada, pero Eöl sabía que se trataba de una situación temporal. Y no, no se sentía repentinamente desolado por ese pensamiento; solo llevaban viviendo juntos tres semanas
(No mucha gente lo soportaba tanto tiempo).
De repente, sintió que algo cambiaba en su bosque. Los hechizos estaban llevando a un jinete por sus caminos trampa, tratando de perderlo en la espesura y, eventualmente, sacarlo del bosque; normalmente, Eöl no prestaría atención a los intrusos, todos los que estaba permitidos en su bosque tenían una forma de pasar sus protecciones, pero lo extraño de este es que estaba
cantando para que los árboles lo dejaran entrar. Sintió curiosidad.
Dejado sus herramientas de lado, expandió su mente hacía esa parte del bosque, buscando. Localizó un cuervo en una rama y pidió sus ojos prestados, que el pájaro amablemente le prestó.
Vio a un ellon montado a caballo, intentado cantar su camino a través de sus hechizos; tenía el cabello dorado brillante como un sol y los ojos profundamente azules del mismo tono que su esposa.
Volvió en sí y vio que Curufin se había acercado, con lo ojos muy abiertos y el ceño fruncido. Supuso que tendría un aspecto extraño para cualquiera que nunca lo hubiera visto.
-Hay un rubio de ojos azules cantando para entrar en mi bosque, viste como un teleri. ¿Es tuyo? –
La expresión en el rostro del otro omega fue suficiente respuesta.
/////
Finrod se resistía a decir que estaba perdido. Su vínculo con Curufin no era tan fuerte como para que pudieran sentirlo a tanta distancia y él se resistía a tirar por si Curvo lo notaba; pero estaba ahí y le indicaba la dirección general de donde se encontraba su omega embarazado, pero cada cierta distancia se encontraba caminando en una dirección diferente a la que le indicaba el vínculo. Él no estaba perdido, el bosque lo estaba perdiendo deliberadamente.
Hasta que no lo hizo. De un momento a otro, los árboles le mostraron un camino recto y bien despejado por el que podría pasar perfectamente; no había visto a los árboles moverse, pero estaba seguro del que ahí no había un camino segundos antes.
Quien quiera que fuera el dueño de este bosque, le estaba permitiendo el paso. Finrod deseaba fervientemente que eso significase que Curvo no iba a salir corriendo al verlo, pues obviamente vivía ahí.
No tardó tanto como debería antes de vislumbrar una pequeña aglomeración de casas en un claro del bosque. No llegaba a ser un pueblo exactamente, más como un puesto de avanzada, pero veía algunos comerciantes en sus puestos, intercambiado telas y animales, vendiendo joyas y armas; esto último le sorprendió, hacía demasiado que no veía armas tan abiertamente expuestas en Aman, era increíblemente tabú, aunque no se pudiera prohibir expresamente, había demasiados elfos provenientes de la Tierra Media que se sentía inseguros sin poder portar al menos una daga.
Findaráto sintió como se le clavaban las miradas en cuanto estuvo a la vista. La mayoría de los que podía ver eran probablemente Sindar o Avari, con algunos pocos Noldor; vio a un pequeño grupo noldorin un poco apartados, aparentemente negociando con unos mineros; llevaban la estrella de Fëanor en sus túnicas. Inmediatamente se dirigió a ellos.
Se quedó un poco retirado, mirando de reojo el resto del mercado mientras ellos terminaban de negociar, sabía que lo habían visto pues era el único que iba a caballo y le lanzaban miradas nerviosas de vez en cuando; reconoció algunas caras de las huestes fëanorianas en Beleriand.
Terminaron sus tratos con los mineros y se quedaron mirándolo, como si no supieran muy bien cómo actuar. Recordó súbitamente que su traje de montar, como toda su ropa últimamente, era de estilo telerin; concretamente del tipo que se usaba en Alqualodë. Lo usaba en un esfuerzo por calmar a su madre (que estaba terriblemente enfadada porque se codeaba con sus primos en la Tierra Media… No tenía ni idea de cómo iba explicarle esto); si bien los Teleri tenían sus razones para desconfiar de los Noldor, lo pocos Noldor reencarnados con lo que había hablado seguían teniendo cierto resentimiento contra ellos, pues consideraban que la matanza en el puerto pudo haberse evitado y, al parecer, ninguno de los dos bandos sabía quién había dado el primer golpe (No importaba mucho, al final).
Finalmente, uno de ellos se adelantó. Los demás se quedaron detrás de ella, en perfecta formación y aparentemente sin armas; Finrod se tensó imperceptiblemente y se esforzó por poner una cara perfectamente digna y una sonrisa plácida.
-Bien hallado, su alteza el príncipe Findaráto- La nís hizo una pequeña reverencia que el resto del grupo siguió, perfectamente cortés -Estos humildes sirvientes al servicio de la reina Míriel Þerindë lo saludan y lo honran-
Así que iba a ser de esa manera, por lo menos sabía que hablaba con la gente correcta. Por supuesto que Míriel estaría cuidando a su nieto.
-Saludos- Le respondió Finrod, manteniendo la sonrisa cortés –Me encuentro buscando a mi pariente vinculado, ¿podrían ustedes ayudarme? –
El rostro de la soldado no vaciló –Me temo que no nos encontramos en capacidad de ayudarle, príncipe. La casa de Fëanor no tiene tratos con la familia de lady Amarië y ninguno de nosotros tiene una conexión en particular-
-Me malinterpretáis. Busco al príncipe Curufinwë Atarinkë, mi omega vinculado que actualmente se encuentra embarazado de mi hijo por circunstancias especiales fuera de nuestro control- Finrod sabía que su sonrisa se volvía cada vez más dentuda, podía sentir sus colmillos crecer.
La nís no dio signos de inquietud, su aroma permaneció cuidadosamente bajo control sin revelar su casta y Finrod recordó porque siempre había sido tan frustrante tratar con los seguidores de su tío.
-Mis disculpas, príncipe, no fuimos informados sobre la ruptura de su compromiso con Lady Amarië ni de su reciente boda; escribiremos a la casa principal sobre este asunto y se debería difundir la noticia rápidamente para que no haya más errores como este- La nís no sonreía, pero podía oírlo en su voz.
El embarazo de un alto príncipe o su vinculación sin un compromiso, relación conocida o boda era muy inapropiado. Recuerda como en su día el primer nacimiento de Tyelpë fue un escándalo enorme, se habló mucho de la legitimidad del hijo de Curvo y de las circunstancias de su nacimiento; nadie en aquellos años se le ocurriría mencionar que lo hubieran forzado, pues se negarían a creer que algo así pudiera ocurrir en la Tierra Bendita, pero mucho se especuló de quién podía ser el otro padre, y de su moral por dejar a un omega embarazado. En algún momento tendrá que lidiar con ese problema, ya que de ninguna manera Tyelpë volvería a crecer como sí no tuviera padre alfa.
Le dirigió una mirada seria a la nís –Este es un asunto decretado por los propios Valar y perteneciente a las dos casas reales gobernantes, no te corresponde opinar sobre tales cosas, ni difundir rumores. Ahora, como príncipe heredero, les ordeno que me lleven al encuentro del príncipe Atarinkë- Normalmente no usaría el nombre materno tan a la ligera, pero conociendo a los fëanorianos eran capaces de llevarlo a la casa de su tío.
El pelotón hizo una reverencia perfectamente organizada y se giró para guiarlo. Finrod miró discretamente a la multitud a su alrededor y tuvo que reconocer que la nís sabía lo que hacía (Ella definitivamente estaba al servicio de Curvo, dijera lo que dijera); todos en ese mercado había escuchado su conversación y, por las miradas que le dirigían, mañana por la mañana en Tirion (Y, posiblemente, Valimar y Alqualodë) no habría un alma que no hubiera oído el rumor de que su magnífico y santo príncipe heredero fue el responsable de embarazar y abandonar a su medio primo, dejándolo en la deshonra edades atrás mientras él se comprometía alegremente con otra; Finrod temía como los rumores relacionaría eso con lo acontecido en Beleriand.
Él podía hacerlo mejor que esto, lo sabía; había sido rey en la Tierra Media y luego fue el único príncipe que había regresado para lidiar con el desastre que dejaron en Valinor, pero no quería pensar en esas cosas ahora, llevaba demasiado tiempo sin ver a Curvo, preocupado por su embarazo, necesitando preguntar tantas cosas (¿por qué no le dijo?, se habría casado alegremente con él, malditos fueran sus padres; hubiera sido valiente por él).
Se adentraron más en el bosque; las hojas sobre sus cabezas formaban un dosel que bloqueaba parcialmente la luz solar y los caminos se volvían más estrechos a medida que avanzaban. Los fëanorianos se movían sin problemas, pero Finrod cas podía jurar que las ramas bajas se movían para acertarle todas en la cara; pero como nadie más iba a caballo no podía probar su teoría.
Los fëanorianos llevaban caballos, pero estos tiraban del carro en llevaban varios bultos de aspecto pesado; la mayoría estaban cubiertos con lonas, pero Finrod podía distinguir cajas de comida, algunos de los dulces que recuerda que Curvo amaba, instrumentos para curtir el cuero, tintes y aceite para cuidar (Sin duda, para Celegorm).
A mitad de camino llegaron a una encrucijada en la que había otro grupo de elfos esperando; estos eran de aspecto más variado, algunos claramente Sindar, otros Avari y la mayoría demasiado mezclados para distinguir a simple vista. Llevaban una heráldica que no había visto nunca, tenía forma de diamante y era completamente negro, sin colores ni decoraciones, solo un pequeño topo rodeado pura oscuridad. Finrod no tiene ni idea de quien podría querer un escudo de armas así.
Quien parecía el capitán del nuevo grupo frunció el ceño al verlo y miró a la nís con la que Finrod había hablado, ella solo negó con la cabeza y lo miró fijamente de vuelta; el capitán lo volvió a escuadrillar con la mirada unos segundos más antes de finalmente asentir con la cabeza y hacer señas a los demás para emprender de nuevo el camino. No se intercambiaron palabras en ningún momento; al parecer, eran tan sobrios como su heráldica.
El grupo de topos (como había empezado a llamarlos en su cabeza) era el más grande e iba delante, los seguía en grupo de fëanorianos y Finrod iba a la cola; desde donde estaba podía ver que los topos llevaban carros llenos de minerales y tuvo que esforzarse por ahogar una sonrisa, definitivamente estaba en el grupo correcto, nadie más que Curvo pediría tantas gemas rojas. Notó un pequeño movimiento en el carro con los minerales y unos momentos después surgió una cabeza de una de las cajas; había un
topo real saliendo asomando de la caja, recostado sobre la montaña de tierra como un maldito rey. Se quedó mirando a Finrod un rato (O lo haría si los topos pudieran ver,
joder Ingo tienes que espabilar) antes de decidir que no valía su tiempo y volver a hundirse.
Definitivamente, eran demasiadas cosas en un día; y todavía no había visto a Curvo. Las cosas que se hacen por amor.
Por fin, llegaron a una casa con pequeños edificios de madera oscura alrededor; la casa en sí también se veía oscura, con pequeños motivos de ramas y hojas grabados.
“Definitivamente pertenece al señor de la heráldica del topo, todo sobrio y oscuro”
Los soldados empezaron a descargar las compras de los carros, dividiendo los distintos materiales en montones en el suelo para luego almacenarlos. La puerta de la casa principal se abrió y salió un omega medianamente alto, con el pelo gris ceniza y el ceño fruncido, vestido con ropa de trabajo bastante sucia, un cinturón de herramientas le ceñía la panza mínimamente embarazada. De alguna manera, Curvo se las había arreglado para irse a vivir con otro omega herrero gruñón.
Lo miró por un momento antes de dirigirse al jefe de los topos.
- ¿Ha habido algún problema? –
-No, mi señor. Los Noldor del valle aceptaron el trato por los minerales, se revisó que las telas vinieran en buen estado. No ha habido problemas con gondolindrims desde hace semanas-
-Bien, no bajéis la guardia. Sabéis donde guardarlo todo-
El señor de pelo gris se giró hacia él y lo apuntó con un dedo.
-Desmonta, puedes dejarle el caballo a mi mozo, él lo pondrá en el establo. El arco se queda fuera de la casa, los cuchillos puedes llevarlos. Vamos-
Finrod levantó una ceja ante el descaro y le hubiera dicho exactamente lo que pensaba sobre ordenar al príncipe heredero de los Noldor si el señor no se hubiera dado la vuelta inmediatamente y hubiera entrado en la casa.
Resoplando, se bajó del caballo y le pasó las riendas al joven Avari que se acercaba; dejó su arco como le habían indicado y dedicó un momento a revisar que sus trenzas y joyas estuvieran perfectas. Salió corriendo de Alqualodë con lo que le pareció más práctico para un viaje que duró semanas y en su mayor parte lo agradeció, pero ¡ay, ojalá hubiera pensado en empacar ropa más adecuada!, los bosques de Valinor era seguros y por suerte había podido lavarse en ríos para al menos no ver a Curvo apestando mucho a caballo. ¿Tal vez el señor Topo le permitiría asearse?. De repente, agradeció mucho no haber sido grosero con el desconocido.
Armándose de valor, se pasó la mano por el pelo una última vez y se encaminó hacia la casa.
Cerró la puerta tras de sí y vio al señor sentado en un sillón, delante de una mesa con tazas de té y algunos dulces, él ya estaba mordisqueando una galleta distraídamente, pero Finrod supone que se le pude perdonar al estar embarazado.
-Supongo que debería presentarme. Soy Eöl, y tú llevas toda la mañana dando vueltas por mi bosque e intentado romper mis hechizos. Tengo una ligera idea de lo que buscas, pero prefiero no asumir- Eöl tenía unos ojos muy oscuros que no dejaron de mirarlo ni siquiera cuando se movió para coger otra galleta, Finrod se sentía como si lo atravesasen.
-Saludos, pariente, Soy Findaráto Ingoldo Arafinwënion, aunque puede que me conozcas como Finrod. Vengo buscando a uno de mis parientes, que sospecho que podrían estar alojándose en tu propiedad. Si fuese tan amable de prestarme su ayuda en este asunto, le estaría inmensamente agradecido- Trató de ser lo más cortés posible, traicionar sus nervios ahora no le serviría de nada y podría perder su mejor oportunidad de hacer esto a su manera.
Para su sorpresa, Eöl resopló –Ustedes, Noldor, siempre tiene que ser tan horriblemente formales. Hay dos parientes tuyos que viven en mi casa, es verdad y sé por cuál de ellos has venido; pero tenía la impresión de que no venías a buscarlo en calidad de familia exactamente-
Finrod forzó una sonrisa mientras su mente corría a toda velocidad e intentaba no tambalearse donde estaba de pie. Curufin y él eran bastante estrictos sobre la naturaleza secreta, Finrod temía los rumores y lo que harían sus padres en los años de los Árboles si lo encontraban con uno de sus medios primos y luego, en Beleriand; Curvo no quería ni oír hablar de la posibilidad a pesar de que, según Findaráto, eran mayormente libres de las formalidades de Valinor; a ninguno de sus primos les importaría una mierda que estuvieran follando o incluso que se casasen. Pero aquí estaba este Sindar desconocido insinuando que conocía la naturaleza de su relación.
-Solíamos tener una relación muy cercana, de hecho. No nos hemos visto en mucho tiempo, pero un asunto de fuerza mayor ha surgido y debemos afrontarlo juntos. Esto seguro de que usted lo sabe-
El señor tarareó –Estoy al tanto, es cierto. También me dijeron que nuestro conocido en común paso una situación similar en el pasado sin tu asistencia y salió bastante bien; o eso me han dicho- Eöl lo miraba con una mirada penetrante, como si estuviera juzgando a Finrod y no estuviera saliendo muy bien parado.
Ingoldo sintió su sangre hervir ante tal insinuación, no eligió dejar a Tyelpë antes de nacer, Curvo le quitó la elección. Sin que se diera cuenta, la ira se infiltró en su aroma que se esparcía sutilmente por el salón; Eöl se puso tensó al oler el enfado del alfa en su hogar y empezó a derramar un fuerte olor posesivo, sus glándulas odoríferas supuraban en su cuello, y la advertencia en su aroma envolvía la estancia.
Un gruñido crecía dentro del pecho de Finrod, sintiendo instintivamente amenazado al estar rodeado de un olor tan hostil, en una casa ajena con su omega perdido en alguna parte, él estaba perdiendo el control rápidamente
- ¡ESTAOS QUIETOS LOS DOS! - Una voz que reconocía muy bien provino del pasillo.
Curufin llegó corriendo como podía, jadeaba mientras se sujetaba la barriga embarazada con una mano y se llevaba las manos al pecho.
- ¡¿No se suponía que tenías que evitar un conflicto?!, eres casi tan malo como Tyelko- Le espetó a Eöl.
-Quedamos en que era mejor que no fuera ninguno de vosotros para evitar una pelea
inmediata y también porque esta sigue siendo mi casa, no habría pasado nada de esto si tu alfa no fuera tan idiota-
- ¡No tenías por qué provocarlo! -
- ¡No hice!, él se niega a reconocerte y se molesta cuando le señalo que…-
No siguió escuchando lo que los omegas decían, podría haberse acabado el mundo en ese momento y Finrod hubiera estado demasiado ocupado para escuchar; porque Curvo estaba allí.
De alguna manera, estaba más hermoso que la última vez que lo había visto. Aún respiraba agitadamente y tenía las mejillas hermosamente sonrojadas; sus ojos plateados estaban brillantes como no lo había visto en mucho tiempo y olía deliciosamente embarazado. Su preciosa panza sobresalía suavemente acunada por la túnica suelta de color rojo y Finrod ansiaba pasar las manos por ella y alcanzar el precioso fëa que contenía; el pecho de Curvo se venía hinchado y turgente a través del ligero escote y él quería mordisquearlo y probar si acaso Curvo ya estaba dando leche.
Supo en momento exacto en el que Curvo volvió a reparar en su presencia (¿cómo podía olvidarse?, Finrod no podía ni apartar los ojos) porque dejó de discutir inmediatamente con Eöl y se quedó paralizado mirándolo, recorriéndolo de pies a cabeza; sus manos cayeron sobre su barriga, acunándola tiernamente. Pareciera como si su aroma se volviera cada vez más atractivo, llamando a Finrod a acercarse a calmar a su omega embarazado, oliendo maravillosamente vulnerable y suave.
Finrod se acercó en dos grandes zancadas hasta que pudo abrazar a Curvo por los hombros y hundió la nariz en su cuello, justo en las glándulas odoríferas, respirando su aroma que olía como el fuego, el carbón quemado, asfódelos y una tranquila tarde en Nargothrond frente a la chimenea solo ellos dos. Olía a hogar.
A Curvo se le escapó un suave ronroneo contra su cuello, oliendo feliz y acercándose inconscientemente al padre de su bebé. Finrod se restregó contra sus glándulas, empapándose de su olor, y empezó a lamerlas cariñosamente.
Entonces, Curvo se tensó. Pareció volver a la realidad de golpe y se revolvió en los brazos de Findaráto mientras se intentaba alejar. La angustia llenó el aroma antes tan feliz y Finrod, desconcertado y desolado, intentó calmarlo frotándose contra él y perfumándolo.
Sintió como lo apartaban de un tirón en la parte posterior su túnica y retrocedió tropezando mientras Eöl se colocaba entre él y Curvo. Celegorm había aparecido de la nada para abrazar a su hermano, que se calmaba gradualmente oliendo el cuello de su hermano mayor mientras este gruñía en dirección a Finrod.
Se quedaron así durante unos minutos en un silencio solo roto por la rápida respiración de Curufin, Celegorm y Eöl miraban fijamente a Finrod en tensión, mientras él intentaba comprender como había salido todo tan mal, contuvo las lágrimas como pudo y se enderezó, respirando pausadamente para calmarse; cuando por fin iba a intentar hablar, se le adelantaron.
-Creo- Empezó Eöl con cautela –Que ya es bastante tarde. Puedes lavarte y pasar la noche en el cuarto de invitados, hablaremos por la mañana-
Su tono no dejaba lugar a dudas de que eso era lo que se iba a hacer y Celegorm tomó a Curufin rápidamente en sus brazos, desapareciendo por el mismo pasillo por el que habían venido.
Él fue conducido en silencio hasta su cuarto de invitados, donde una vez en la bañera se derrumbó y empezó a sollozar.
/////
No podía dormir. Daba vueltas en la cama repasando su última interacción con Curvo en su cabeza. El cuello, por supuesto que fue el cuello lo que desencadenó todo; podían ignorar lo que había hecho hasta que estuvieron demasiado cerca y quedó al descubierto, Curvo no confiaba en que Finrod lo respetaría y tenía buenas razones.
Desde que retomaron su relación en Beleriand (Es decir, después de la primera vez que hablaron desde el hielo y se gritaron, pelearon y follaron furiosamente) Finrod había querido no mantenerse más en secreto, la cercanía a la muerte y la posibilidad muy real de no volver a ver a Curvo, más el hecho de estar muy lejos de Tirion y relativamente aislado de los juicios de su familia, lo había vuelto mucho más descarado con respecto a su afecto, quería poder amarlo libremente, quería vivir con él como su reina en Nargothrond, quería marcarlo, Finrod quería casarse con Curvo.
Curvo se había negado a todo.
Recuerda estar atónito la primera vez, pues solía ser Finrod quien no quería hacerlo público en Valinor siendo su padre cauteloso con la casa de Fëanor, y tardó un poco en recuperarse, conteniendo las lágrimas, para preguntar por qué, si ahora eran libres de elegirse.
Siempre recordará mirada furiosa con la que Curvo lo miró, antes de informarle fríamente que tenía un deber para con su gente, defendiendo Himlad junto a su hermano; que no veía porque cambiar su relación ahora y que sería incapaz de casarse sin la aprobación de su padre.
El maldito Fëanáro acechaba su vida como un maldito fantasma, Finrod sabía que nunca hubiera ganado su aprobación, ni en vida ni en muerte, pues su medio tío odiaba a todo el linaje de Indis y sus acciones eran lo que hacía que Arafinwë fuera tan cauteloso y que Findaráto no pudiera salir con Curvo abiertamente durante mucho tiempo.
Fue doloroso. Se enfrentaron, se gritaron en el mismo lecho en el que apenas unos momentos antes se abrazaban apasionadamente, Curvo volvió a Himlad y no se escribieron durante meses; a Finrod le remordía la consciencia por haberle mentado a su padre muerto y finalmente, después de pasar semanas sin dormir y de que su gobierno se viera afectado fue a visitar a Curvo sin avisar; no hablaron de lo sucedido, pero se reconciliaron y ambos admitieron echarse de menos, hicieron el amor en la forja y durante un tiempo todo estuvo bien.
Finrod había vuelto a insistir, pero nunca presionaba después de que Curvo se negara la primera vez; pensaba que cambiaría de opinión con el tiempo, más aún después de que él y Celegorm tuvieran que escapar del fuego de dragón y se refugiaran en Nargothrond, si Curvo quería poder Finrod lo hubiera hecho su reina en el momento en el que él se lo pidiera. Pero Curufin siguió negándose cada vez. Y entonces llegó Beren.
No recuerda mucha de esa última noche, estaba absolutamente consumido por la ira y el dolor, en todos los años que llevaban en Nargothrond Curvo y Tyelko lo había apoyado en sus decisiones militares, ya fuera que estuvieran de acuerdo con sus acciones (o falta de ellas) contra Morgoth o no, ellos se habían encargado de la defensa de su reino y solo expresaban sus opiniones más contundentes en privado. Dijera lo que dijera Orodreth, sabía que estaban de su lado en la mayoría de asuntos y lo contrariaban públicamente mucho menos que sus otros consejeros. Por eso fue tan impactante cuando no lo hicieron.
Estuvo a su lado tanto tiempo que Finrod se permitió olvidar que Curvo siempre pondría a su padre primero.
Curvo lo había dejado entrar esa noche y estaba casi tan enfadado como él. No podía recordar otra ocasión en la que lo hubiese visto llorar de esa manera y no sabía quién había dado el primer golpe ni el primer beso, solo sabía que acabaron en la cama sangrando mientras se acariciaban bruscamente. Y entonces pensó, él pensó…
“Mañana será como si nada hubiera pasado”
Por la mañana Finrod partiría rumbo a enfrentarse al mismísimo Enemigo y para el resto del mundo esto solo sería un desacuerdo, sus primos hablaron en su contra por los Silmarils y nadie sabría lo profundamente que esto los afectaba, como en menos de un día su endeble felicidad se había hecho añicos, los mordiscos de esa noche desaparecerían en pocos días, las marcas de uñas se cerrarían, los cuerpos sanarían y nada tangible quedaría en este mundo que corroborase su dolor, nada que pudiera probar que todo había sido real, que fueron felices por un tiempo. Sería como en hielo otra vez.
Tan pronto como se le ocurrió supo que no podía dejar que eso sucediera. No había sido un pensamiento consciente como había girado a Curvo bocabajo y lo había embestido duramente, gimiendo en voz alta, y finalmente había mordido su glándula de apareamiento.
Recordaba perfectamente el grito ahogado de Curvo, como sus ojos se habían abierto con horror había girado la cabeza para mirarlo, sin poder creer que realmente lo hubiera marcado.
Finrod
pensó, no dijo, pero pensó y en esa situación de absoluta intimidad realmente no era tan diferente…
“Me has hecho esperar y me has traicionado, me debes esto”… “Al menos esto, esto es real y no podrás negarlo”
Oh, sabía perfectamente que no tenía derecho a exigirlo, pero eso no le impedía sentirse herido cada vez que lo rechazaban, y tan dolido como estaba cuando Curvo se negó a seguirlo, que no le importó herirlo de vuelta.
Su vínculo no estaba completo, pero llevaban tanto tiempo juntos que el osanwë funcionaba casi sin quererlo; Curvo captó sus pensamientos traidores y Finrod apenas pudo sentir la asfixiante culpa antes de que él le cerrara su mente, justo antes de darle un tímido mordisco en sus glándulas, completando su vínculo de apareamiento.
Apenas pudo sentir el remordimiento por haber manipulado a Curvo en ese momento, el éxtasis consumió sus pensamientos y ambos tuvieron un orgasmo explosivo que los dejó desmayados en la cama, abrazados. A la mañana siguiente no tuvo el valor de hablar con Curvo, se quedó mirando la herida del mordisco en su cuello con verdadero horror de lo que había hecho y se prometió que lo arreglaría. Lo arreglaría todo.
Se marchó mientras Curvo dormía y, muy a su pesar, la realidad del mordisco en su cuello lo tranquilizó en todo lo que vino después.
Suspiró mientras se levantaba de la cama, llevándose las manos al cuello. La marca no estaba desde que renació, pero sus glándulas no era las misma de cuando no estaba apareado, tenían una pequeña hinchazón típica de los renacidos cuya pareja todavía no les había podido dar una nueva mordida. Usualmente, uno de la pareja estaba muerto.
Una risa sin gracia subió por su pecho. Un vínculo de apareamiento no era lo mismo que un matrimonio, no como lo entendían los Eldar, era más salvaje y visceral; esto era algo que nadie realmente comprendía, pues no podías forzar a alguien a que te devolviera el mordisco y la mutua aceptación de ambos siempre iba acompañada de un matrimonio. O eso pensaba Finrod, antes convertirse en posiblemente el único Eldar con un vínculo de apareamiento que, sin embargo, seguía soltero.
Dicho vínculo tiraba de él, dentro de su mente. Sabía exactamente el camino hacia Curvo y su instinto le exigía seguirlo. Dudó por un momento, su vínculo se sentía como si Curufin lo estuviera llamando, pero eso no tenía ningún sentido; pero nunca había sido muy bueno negándose a Curvo, así que, por supuesto, siguió el tirón.
Camino por el pasillo en total silencio, yendo más lento de lo que le gustaría para evitar que lo atraparan merodeando. La puerta de Curufin parecía estar lo más alejada posible de la suya (seguramente a propósito), siguió un camino serpenteante que se le hizo infinito hasta que llegó a una puerta por lo que escapa el divino olor de Curvo atenuado, pero Finrod lo reconocería en cualquier parte.
Abrió la puerta con cuidado.
Hubiera sabido que era de Curvo incluso sin el olor. Estaba lleno de joyas, baratijas de diferentes metales y planos sin acabar por todas partes; la cama de Curvo estaba en la esquina más alejada de puerta, debajo de una ventana, perfectamente puesta para que no pudieras verla en un primer vistazo y para que se pudiera escapar usando esos segundos de ventaja.
El nido estaba compuesto por mantas bordadas, algunas expertamente (seguramente por la mano de Míriel o Carnistir) y otras menos perfectas, pero igual de amorosas; al fin y al cabo, todos en la casa de Fëanor aprendieron a bordar y coser, aunque fuera un poco. Había cantidades ingentes de joyas y armas finamente elaboradas esparcidas entre las mantas, brazaletes de cuero y pequeñas tallas de madera.
Y, en el centro, la joya de la corona. El propio Curvo, embarazado, durmiendo, desnudo, hermoso.
No estaba tranquilo, se giraba y retorcía, tanto como su voluminosa panza le permitía, emitía pequeños gemidos lastimeros cada poco tiempo, su vínculo seguía tirando de él, llamándolo.
Finrod dudó. Curufin no estaba consciente y claramente no lo estaba invitando a su nido, ni siquiera era consciente del vínculo mental que compartían; por otro lado, estaba obviamente sufriendo por la ausencia de Finrod, después de todo, los embarazos no se hicieron para sostenerse en solitario y Findaráto ya lo había dejado en esa situación una vez (culpa de Curvo, cierto, pero, aun así). Y ese era su bebé el que estaba cargando y alimentado con su fuerza, por lo que no podía no hacer nada.
Respiró hondo, esto es lo que un buen alfa haría, ¿verdad?.
Se quitó la ropa en silencio, quedando desnudo tal como estaba Curvo, colocó su ropa estratégicamente en una silla cercana por si tenía que salir huyendo si Curufin lo echaba.
Se metió en la cama. El olor del nido era intenso de cerca, respiró el aroma seguro que olía como el hogar y la satisfacción de sentirse a salvo; Finrod suspiró mientras no podía evitar fantasear que, en un futuro no muy lejano, su aroma dominaría ese nido y él sería ese bastión de seguridad para Curvo.
Gateó con cautela hasta el centro, donde Curvo se revolvía. Emitió un ronroneo bajo desde el pecho que pareció calmarlo, dejó de removerse tanto, pero seguía con el ceño fruncido. Lentamente, Finrod se colocó de costado contra la espalda de Curvo, acurrucó el cuerpo del omega contra sí mismo mientras pasaba las manos por su panza; sin poder evitarlo, acercó su fëa a la del bebé.
Inmediatamente, el pequeño fëa se pegó al suyo buscando afecto; Finrod alimentó al bebé generosamente con su fëa mientras pensaba que no era extraño que Curvo lo llamara instintivamente, desesperado, alimentar solo el fëa del bebé debía estar agotándolo. Finrod se estremecía al pensar en cómo debió ser la primera vez, tenía el apoyo de su familia, pero no era lo mismo que tener al otro padre, la otra mitad de su hijo.
Alejando eso pensamientos aterradores, Finrod metió la cara en el hueco del cuello de Curufin, empapándose de él. Un ronroneo inconsciente salió de Curvo, instintivamente feliz de tener al padre de su bebé y alfa apareado cuidándolo; probablemente no estaría tan feliz si estuviera despierto.
Finrod suspiró una vez más mientras sentía que el cansancio lo invadía, no se había sentido tan a gusto en mucho tiempo, casi tanto como había pasado lejos del nido de Curvo. Oh, sabe perfectamente que tendrá que arreglar esto por la mañana, pero no puede evitar pensar que ambos merecen esto, un pequeño descanso en el caos para mimarse, una noche en la que poder dormir tranquilos sin pensar en nada más.
Finrod se durmió en paz, solo por ahora.
/////
La paz no duró mucho.
Finrod se despertó duro como una piedra, el olor embarazado de Curufin subía a toda velocidad a su cerebro anterior, animal y salvaje, su alfa gemía felizmente, teniendo a su omega marcado, embarazado con su bebé y durmiendo a salvo en sus brazos.
Gruñó en voz baja cuando su desesperada erección rozó el suave y regordete trasero de Curvo; lubricante natural se filtraba del hermoso omega, impregnándolo todo con su dulce aroma, empalagoso y fogoso, tan atractivo que le hacía querer hundir la cabeza entre sus piernas y lamerlo todo.
Curufin se revolvió en sueños, gimiendo dulcemente. Finrod llevó las manos a la parte baja de su espalda, masajeando suavemente. Curvo ronroneaba inconscientemente, despertándose poco a poco.
Por unos segundos estaba despierto y feliz, aún ronroneaba y miraba a Finrod con una expresión tan suave que le daban ganas de besarlo, su deseo se derritió momentáneamente en ternura y, por unos instantes todo era como debía ser.
Entonces Curvo parpadeó y el mundo volvió a girar.
Los ojos de Curufin se abrieron al máximo, su ronroneo se convirtió en un gemido angustiado, su olor agrio inundó el nido. Finrod apartó las manos rápidamente de su espalda, se alejó un poco y metió la barbilla hacia el pecho, girando la cabeza de lado para mostrar el cuello en señal de sumisión.
Tremendamente humillante, pero podría merecérselo.
Curufin se llevó las manos al vientre, encogiéndose sobre sí mismo en un gesto instintivo para proteger a su cachorro nonato. A Finrod le dolió el corazón verlo así y quiso calmarlo, decirle que no tenía que protegerse de
él, nunca le haría daño.
-Sé que no debería estar aquí- Empezó lentamente –El vínculo me estaba llamando, pensé que eras tú, ya estaba aquí cuando vi que estabas dormido, te revolvía y yo…-
Las palabras se atascaron en su garganta, sonaban a excusas. Había querido calmar a Curvo y lo había conseguido; pero también había querido calmarse a sí mismo y para ello había invadido el nido de Curvo, él era su omega vinculado, pero no lo había invitado y Finrod debería haber esperado.
-Lo siento- Concluyó en voz baja –Pensé que ambos necesitábamos esto-
Curvo lo miró durante unos momentos más, se incorporó para quedar sentado mientras respiraba lentamente para calmarse. La manta resbaló por su estómago dejando ver la preciosa curva de su embarazo.
Curufin le clavó sus ojos plateados, con sospecha.
- ¿Dijiste algo esta vez, o solo te callaste y desapareciste? - Tenía una de sus cejas enarcadas con ironía.
Porque la verdad, la verdad era que está no era la primera vez que se veían desde que Curvo reencarnó.
/////
Había sabido por un rumor que Curvo estaba en Tirion.
Claro, últimamente había habido muchas especulaciones sobre el posible regreso de los fëanorianos desde el regreso de Míriel y sus funciones en el gobierno. Algunos decían haber visto la altura imponente y el cabello de fuego de Nelyafinwë a lo lejos, otros decían reconocer la letra de Moryofinwë en las cuentas y declaraciones que salían de Formenos, pero nada que fuera más que una posible coincidencia.
Y entonces uno de sus conocidos dijo ver Curufin en el mercado.
Este hombre era guardia real desde los años de los Árboles, vio a su medio tío Fëanáro crecer y a su padre nacer; conoció a todos sus primos y los vigiló cuando sus padres estaban ocupados. Él no se equivocaría.
Así que se escabulló de palacio con ropa sencilla y una capa, decidido a encontrar la posada en la que le dijeron que Curufin se quedaba. O al menos, lo intentó.
Su madre lo encontró en la salida. Al instante supo lo que se disponía a hacer, pues ella también había oído lo que dijo el guardia, pero malinterpretó sus motivos.
¿y cómo no iba a hacerlo, si Finrod nunca habló de su amor?, ella le tomó el rostro en sus manos y lo tranquilizó como a un niño, diciendo que no necesitaba enfrentar esto solo. Eärwen tomó la delantera para encontrar a Curufin y Findaráto no tuvo más remedio que seguirla.
El mundo dejó de girar en cuanto se abrió la puerta.
Curvo estaba tan hermoso como la noche en que lo dejó, sus ojos de mercurio se abrieron de par en par al verlos y no pudo más que apartarse cuando Eärwen entró en su habitación, furiosa como un tornado, y empezó a gritarle.
Finrod no escuchó lo que decía su madre, no podía. Era incapaz de apartar lo ojos del rostro de Curufin, viendo como su sorpresa desaparecía y se encerraba en una máscara de hielo, sus suaves ojos se volvieron acero mientras su madre seguía lanzando sus acusaciones.
- ¿Es todo? - Preguntó calmadamente cuando Eärwen paró a tomar aire, con el rostro enrojecido de la rabia.
Eärwen parecía sorprendida de que Curufin no se moviera un ápice, Finrod no lo estaba. Sabía que Curvo se había enfrentado a lo peor de Beleriand y mantuvo sitiadas a las fuerzas del Enemigo durante 400 años, su madre era incapaz de hacerle nada; Finrod lo sabía, Curvo lo sabía.
Así que, ¿por qué seguía mirando en su dirección, con ese semblante cada vez más decepcionado?.
Su madre parecía lista para volver a empezar sus reclamos, cuando tocaron a la puerta.
Curufin les echó un vistazo rápido antes de empujarlos sin consideración contra la pared, abrió la puerta antes de dejar tiempo a que Eärwen se quejara.
Por el hueco entre la puerta y la pared vio una figura encapuchada parada en frente de Curvo.
-Mi señor Curufinwë, debe saber que vengo sin intenciones de causar daño- La voz sonaba extraña y distorsionada.
-Dices eso, pero una capucha oculta tu rostro y un hechizo enturbia tu voz- Respondió Curufin con voz fría.
-Debe perdonarme, mi señor; pero soy un cobarde y no puedo evitarlo. Más esto es algo que debo hacer y mi cobardía no me impedirá hacerle llegar este mensaje-
Hubo un momento de silencio, todos contuvieron la respiración.
-Debe saber que fui uno de los soldados que acompañó al príncipe Findaráto, entonces rey Felangund, en su misión suicida por el Silmaril. Vengo a agradecerle, mi señor, pues si su hermano y usted no hubieran hablado entonces, menos de los nuestro hubieran tenido el valor para negarse a emprender tal asunto- La voz del desconocido tembló por unos instantes.
-Mi-mis hermanos, hubieran ido. Estuve allí y vi las fuerzas de Gothaur con mis propios ojos, no hubiéramos tenido oportunidad; nuestra mejor esperanza era que el príncipe Findaráto pudiera derrotarlo, pero no pudo hacerlo estando mermado por haber mantenido el hechizo para escondernos a todos y menos habría podido si hubiera tenido que ocultar un ejecito entero. Ustedes salvaron a mi familia y muchas otras de un final en las mazmorras de Gothaur en nombre de un Segundo Nacido que nos era desconocido y de una princesa Sindar que poco nos importaba. Yo morí, pero el resto de mi familia vivó para ver como Nargothrond caía bajo el gobierno del príncipe Orodreth, no sé si realmente estabais ávidos de poder cuando os expulsaron u os preocupabais sinceramente por los habitantes del reino; de lo que sí puedo estar seguro es de que ustedes, que realmente mantuvieron al Enemigo a raya y sabía cómo mantener un asedio, no hubieran cometido lo errores que el príncipe Orodreth sí cometió-
No se oía una mosca zumbar. La tenue luz de la luna parecía haberse apagado, como si el mismísimo Tilion se hubiera quedado también atónito y hubiera olvidado su deber por unos instantes.
Finrod no podía oír su propia respiración, no podía entender lo que sucedía, lo único que pensaba era…
Que era una bendición no saber quién era el desconocido (No era un desconocido, era uno de los elfos que murió a su lado, en su nombre, y se arrepintió), no lo soportaría, no podría mirar a ese elfo a los ojos y saber que a quién le falló tan horriblemente.
Curufin no dijo nada, estaba congelado en la puerta, agarrando el marco con casi suficiente fuerza como para hacer crujir la madera. Finalmente, asintió con la cabeza rígidamente.
-Me disculpo una vez más por mi cobardía. Daría mis agradecimientos personalmente al príncipe Turkafinwë, pero no sé dónde encontrarlo y mucho me temo que me daría caza personalmente; no soy tan valiente. Debo pedirle, mi señor, que le transmita mi gratitud a vuestro hermano. Buenas noches-
La figura se retiró tan velozmente como había aparecido, apenas haciendo ruido al correr.
Se quedaron congelados en sus lugares unos buenos minutos, procesando ese giro de los acontecimientos. Eärwen se adelantó desde detrás de la puerta hasta Curufin, Finrod pudo ver su rostro contorsionado de furia.
-Eso…, es… ¿por dónde? - Apenas le salían las palabras a su usualmente serena madre.
Sin decir palabras, Curufin señaló lo que Finrod estaba seguro de que era la dirección contraria del pasillo por donde se había ido el misterioso soldado.
Su madre se giró y siguió esa dirección.
Finrod salió por la puerta, mirando a su madre avanzar. Se volvió para ver a Curvo y, justo cuando estaba a punto de decir algo, Curvo le tapó la boca.
No sabría describir lo que vio en sus ojos en ese momento, mezcla de furia, decepción y, sobre todo, un profundo cansancio y hastío, pero lo asustó terriblemente.
Curvo retrocedió en silencio y cerró la puerta. Finrod miró la puerta unos segundos más antes de seguir a su madre, sabiendo que no iban a encontrar a nadie.
Tampoco quería.
/////
Ahora, podía ver a Curvo mirándolo de esa manera que lo atemorizó aquella noche, tan conocedor su querido amor de lo cobarde que en verdad era Finrod, sabiendo que sin que nadie se lo hubiera dicho que había huido en silencio.
Curufin soltó un resoplido tremendamente sarcástico. Se lo quedó mirando con una intensidad que lo hacía querer retorcerse en su lugar.
Y finalmente, cuando estaba por disculparse y salir corriendo….
-De espaldas, brazos sobre la cabeza, agárrate las muñecas. Ahora- Su voz sonó autoritaria como la de un rey ordenando a su siervo.
El cuerpo de Finrod se movió antes de pensarlo, siguiendo sus órdenes instintivamente mientras su mente aún procesaba que no lo había expulsado.
Curvo observó su posición por un momento antes de acercarse trabajosamente. Finrod se sonrojó profundamente cuando él miró su erección furiosa y le dio un par de sacudidas con la mano. Un gemido necesitado salió de su garganta.
Curvo se colocó a horcajadas sobre su cadera, apoyando las manos, una en el costado del nido y la otra sobre su barriga, hasta que quedó sentado sobre su pene. Se balanceó un poco sobre él, frotando su agujero empapado contra su polla, haciéndolos jadear a ambos.
-No te muevas- Le advirtió.
Se apoyó en el pecho de Finrod para levantar un poco e introducir la erección del alfa por su estrecho canal. Se sentó de golpe y se enfundó completamente.
Los dos gimieron al unísono, sintiendo el calor abrasador y la presión enloquecedora abrumando sus sentidos, el aroma excitado de Finrod empezó a brotar sin control y Curvo respondió con el suyo.
Curvo empezó a embestirse, con las manos sujetando su barriga. Finrod emitió un gemido preocupado de que no se hubiera preparado, pero Curvo le gruñó y lo miró de manera que claramente decía que se ocupara de lo suyo y lo dejaran en paz.
Finrod sabiamente (por una vez) dejó que Curvo decidiera que era lo mejor para sí mismo y siguió dando suaves embestidas con las caderas.
Después de todo, ambos necesitaban esto.