1. Efecto mariposa
12 de septiembre de 2025, 13:18
Capítulo 1
Efecto mariposa
Cuando uno es pequeño, suele recordar las cosas de formas diferentes, a veces más alegres, más sencillas o más espectaculares, pero ese día para Misery Nox era un recuerdo muy borroso. Se encontraba en la ventana de su habitación compartida, tenía apenas cinco años, pero al parecer; la cantidad de días que tenía de vida, era el número exacto de dudas que tenía en mente para una edad tan corta.
La vida en el orfanato Norwood no era tan mala como solía contar a sus compañeros de clase, la alimentaban, bañaban y vestían, nada más que podía pedir. Ella les regresaba el favor con buenas calificaciones y buena conducta, y se agradecía bastante. Muchas de las noches se preguntaba cómo es que estaba ahí, y por qué nadie quería adoptarla, eso y muchas más cosas rondaban en su pequeña gran cabeza.
La conducta de aquella niña era impresionante, muchos decían que era como una fotografía, ya que si le decían «quédate ahí », se podía quedar todo el día si era necesario, no fue hasta que llegó el día que estaba esperando desde que tenía memoria; una pareja de aspecto demasiado extraño llegó de visita, dando varias vueltas por el lugar, viendo y platicando con varios niños y niñas, cargando y jugueteando con bebés, hasta que llegó el turno de Misery Nox.
Llevaba puesto un pomposo vestido color vino, y su muy rizado cabello recogido por una media coleta, decorado con un enorme moño negro, cómo era día de visitas, tenían que portar sus mejores ropas, y en este caso, ese era el de Misery Nox. Se encontraba leyendo un libro con una portada llena de dibujos y palabras muy básicas, se notaba que aún estaba aprendiendo a leer. La pareja algo joven se acercó a ella, con precaución de no asustarla.
—Hola —saludó primero el hombre, agachándose a la altura de la pequeña—. Soy Brian, ella es Rose, ¿Cómo te llamas tú?
Su voz sonaba lenta y perfectamente articulada, que hasta los sordos entenderían perfectamente cada palabra a kilómetros de ahí. Misery Nox alzó la mirada, quemando con ella a la pareja ligeramente, ya que tenía unos extraños y enormes ojos grises, en un tono peculiarmente oscuro y repleto de secretos que ni ella misma sabía.
—Me llamo Misery Nox —respondió con mucha alegría, cosa que su nombre para nada reflejaba.
La pareja se voltearon a ver, reflejando algo de precaución y escalofríos, algo de lo que nunca se percató Misery Nox. Ella mostraba las mejores de las sonrisas, a pesar de que le faltaban unos dientes, y en esos huecos se asomaban sus dientes permanentes. Los adultos se volvieron de nuevo a ella.
—¿Sabes lo que significa tu nombre? —preguntó ahora la mujer llamada Rose, de estatura baja y una ligera complexión robusta. Parecía ser una persona que hablaba antes de pensar, ya que su pareja volteó a verla al formular esa pregunta.
—No, y no me gusta mucho, pero dicen que mis papás verdaderos me lo pusieron, y es lo que me queda de ellos, y estoy dispuesta a aceptarlo —respondió aún con aquel brillo en su voz. La respuesta dejó pensando ligeramente a los adultos, era una niña pequeña con la suficiente madurez mental para aprender y tragar aquello.
—Oh... Eso es... Lindo —dijo la mujer, intentando recuperar la postura.
—Dime, ¿qué te gustaría ser de grande? —le preguntó más animado el hombre llamado Brian, intentando olvidar lo anterior.
La cara de Misery Nox se iluminó ligeramente más, como si hubiese estado esperando escuchar aquello desde hace mucho rato, mostrando una vez más los huecos entre sus dientes.
—Me gustaría ser cantante, domadora de leones y una paloma bailarina —soltó con un brillo en sus oscuros y grises ojos.
Ambos adultos soltaron unas risitas, enterneciéndose con la actitud de la infanta, más Rose, que parecía tener una postura más recta que su (por lo que parece ser) esposo, pero resultó ser la más blanda de los dos. Más preguntas fueron formuladas por la pareja de adultos, como si fuera una especie de prueba secreta, de la cual Misery Nox llevaba todas bien, y parecían no querer desaparecer de ahí, así que aquella vez no fue la unica visita que hicieron, fueron muchísimas más, hasta que por fin las sospechas de Misery Nox se hicieron realidad: finalmente la adoptaron.
No pudo evitar llorar en los brazos de su cuidadora que le había enseñado a leer y escribir. Para que llegara el gran momento tuvo que pasar Misery Nox por grandes charlas y preguntas ocultas, esta vez por parte de la gente del orfanato para ver si la pareja era apta para adoptarla, y mientras estos tenían que pasar por muchas más preguntas, y sobre todo mucho papeleo, para cuando por fin fuera el día en que Misery Nox pudiera ir con su nueva familia. Para ese momento ella ya había cumplido los siete años, una muy larga espera fue la que tuvo que pasar, pero finalmente pudo salir de aquel lugar con alguien a quien podía llamar mamá y papá.
Resultaba ser que Brian y Rose nunca pudieron concebir un hijo como habían deseado desde el día de su boda. Así que después de muchas platicas, terapia y acuerdos, tomaron la decisión de adoptar uno, y Misery Nox era perfecta. Al llegar a su nuevo hogar, no podía creerlo; tenía su propio cuarto y baño, demasiado espacio para ella sola. Jamás cuestionó porqué la habían elegido a ella, ya que con tal de tener una familia era capaz de aceptar todo.
◦•●◉✿◉●•◦
Pasó una semana y Misery Nox no lograba adaptarse del todo, ya que tenía que cursar en otro colegio, y el recorrido era bastante diferente. Brian (ahora padre) tenía que dejarla en el colegio por la mañana, y Rose (ahora madre) tenía que ir por ella en la tarde. Su padre trabajaba en reparaciones en varias partes de Londres, mientras que su madre se dedicaba a escribir notas en el periódico sobre cosas que Misery Nox no lograba entender, tal vez eran cosas de adultos.
Un día se encontraban cenando después de un largo día lunes, afuera la lluvia sonaba ligeramente, soltando un aroma a tierra mojada, cosa que Misery Nox adoraba. Cenaban una ensalada de papa, mientras que la menor leía en voz alta sus ejercicios que le habían dejado de tarea.
—El... Niño... Juega... Con la... Petola...
—Pelota, cariño —corrigió su madre —, pe-lo-ta.
—El niño juega con... La... Pelota... —volvió a repasar.
Algo que les importaba demasiado a sus padres era la educación, siempre con modales, y si vas a pelear, que sera con el debido respeto, y si te llegan a soltar un puñetazo, devuélvelo (consejo de Brian). Los estudios eran algo con lo cual Misery Nox se ganaba sus recompensas, era bastante inteligente, los estudios que le daban eran de gran calidad, y ella lo aprovechaba al máximo, ya fueran cursos, clases de ciencias, matemáticas, artes, musica, repostería, o lo que sea.
—Muy bien, ¿Te dejaron algo más? —preguntó su madre.
—No, solo fue eso. Este colegio es muy diferente —empezó Misery Nox mientras guardaba sus cuadernos y libros en su mochila que se encontraba en la silla vacía —. Aunque no me molesta...
—¿Los niños te dicen algo respecto de tu nombre? —preguntó esta vez su padre, era evidente que ambos se preocupaban por su nombre que se negaba a cambiar.
—No, parece que les doy miedo o algo así, pero no me molesta —dijo mientras se metía un bocado —. No he hecho amifos...
—Mastica y traga antes de hablar, Nox —regañó su madre. Misery Nox se ruborizó, asintió y tragó.
La soledad era una gran amiga para Misery Nox, no le molestaba. Muchas de las veces le agradaba el silencio que esta llevaba consigo. Durante el orfanato llegó a convivir con muchos niños y niñas, unos se iban y otros se quedaban, así que estaba acostumbrada al cambio de entorno amistoso, quedándose algunas veces sola hasta que encontrara a alguien con quién hacer click. En el colegio llegaba escuchar por ahí como llegaban a hacer bromas o malos comentarios sobre su peculiar nombre, pero era algo normal para ella, desafortunadamente. No se acercaban a ella porque su aspecto sombrío podía ser motivo de miedo, a pesar de su brillante sonrisa, sus oscuros ojos reflejaban muy poco lo que su carácter quería decir realmente.
Misery Nox notaba que sus padres solían discutir mucho, pero no de mala manera, sino que buscaban como decirle algo a alguien, hasta que un día se sentaron frente a ella, con un porte serio, creía que estaba en problemas.
—Nox... —empezó Rose—. Queremos platicarte sobre... Algo.
—¿Hice algo? —torció la boca, la pequeña.
—No, no, nada de eso, cariño, solo...
—Es un secreto, uno muy grande, que no se lo puedes contar a nadie, nadie —dijo Brian, agachándose a la altura de Misery Nox—. ¿Prometes que no se lo dirás a nadie?
Misery Nox asintió frenéticamente, le encantaban los secretos, pero no por el echo de que lo sean, sino porque sabia que estaban confiando en ella.
—Por el ojo izquierdo —se jaló ligeramente el párpado inferior con su dedo índice.
—¿Perfecto? —dijo con algo de duda Rose.
—Mira, mamá y papá son personas muy diferentes, pueden hacer cosas que otras personas no pueden —empezó Brian —, cosas muy... Mágicas.
—¿Enserio? —abrió mucho sus enormes ojos, ambos asintieron.
—Si, no te podemos mostrar mucho, pero tienes que guardar el secreto, ¿Vale? —volvió a asentir con energía.
Misery Nox jamás se imaginó que sus padres fueran magos, que la magia era real y que podía presenciarlo todos los días frente a ella, creía que eran cosas que solo pasaban en la tele. Le entristeció el hecho de que ella no hubiese nacido con tal don, pero que sus padres lo tuvieran, hacía ver su familia más perfecta de lo que ya era. Pasaron los meses, y el ambiente se empezó a desenvolver, parecía ser que desde un principio Brian y Rose habían adaptado todo de una forma no mágica para tener la aprobación del orfanato en adoptar a Misery Nox. Las tazas de té se llenaban solas, el reloj te gritaba la hora y sus padres empezaron a vestir diferente para ir a trabajar, como unos auténticos magos. Pero intentaban ser prudentes, Misery Nox seguía siendo una muggle (una persona sin magia), y ella no se podía dar el gusto de hacer magia por doquier como ellos dos, así que ella aprendía de su vida diaria como muggle por las mañanas, pero por las tardes aprendía sobre magia e historia por las tardes
Misery Nox no tardó en conocer a su familia por parte de su padre, ya que era la más cercana, ya que por parte de su madre vivían muy lejos del país, así que era algo difícil poder visitarlos con Misery Nox siendo menor de edad. Por fin había cumplido diez años (ya que se celebraba el día que estaba registrada en el orfanato), que fue un quince de noviembre. Gracias a esa fecha, ella iba un año atrasado del que debería ir en el colegio, así que apenas estaba en su penúltimo año.
Su padre estaba hablando en el teléfono que se encontraba pegado en la pared de la sala, parecía algo preocupado, pero al final dió un puñetazo al aire con felicidad.
—Si mamá... No, no hay problema, así se divierte... Si, llevaremos un cambio de ropa esta vez... Está bien, le diré que esta vez no lea eso en voz alta... De acuerdo, nos vemos ahí, gracias mamá, te quiero.
—¿Dijo que sí? —dijo emocionada su esposa, y el otro asintió.
Misery Nox se encontraba en su habitación, guardando la ropa de dormir en su mochila, iría a casa de su abuela, ya que sus padres tenían una cena con amigos suyos, pero como regresarían muy tarde, se quedaría a dormir ahí mismo. Bajó a la sala a esperar a sus padres mientras seguía leyendo un libro aparentemente de terror. Era muy extraño ver una niña de apenas diez años leyendo algo así de grotesco, pero aquello le ayudó a superar su miedo al monstruo que se encontraba en su armario cada vez que se metía el sol, ya que descubrió que los monstruos son escritos por personas talentosas, y los monstruos reales como los que se enfrentan mamá y papá son creados por gente mala, y en su casa no había gente mala.
No le disgustaba ir a la casa de su abuela, pero su casa que en un momento debió estar infestada de niños, fueron reemplazados por gatos y mitad gatos, así que prefería encerrarse en su cuarto a leer el centenar de libros que tenía por terminar, y no ver una vez más el álbum de fotografías de sus gatos feos.
Sus padres se despidieron de su hija en casa de su abuela, y se marcharon.
—Sube, ya está tu habitación, te hablaré cuando esté la cena, ¿vale? —le dijo su abuela mientras se adentraba a la cocina haciendo un ruido suave con sus zapatos de cuadros escoceses. Misery Nox hizo caso y subió a encerrarse y apoderarse del cuerpo de Jack Torrance.
Lo que leía no hacía justicia a su aspecto, pero no podía evitar leer sobre aquello, las novelas de terror y algo de misterio la volvían adicta. En su momento sus padres intentaron inculcarla con libros más educativos y acorde a su edad, pero Misery Nox se dejaba llevar por lo grotesco y terrorífico. Algo de lo que se hicieron cargo sus padres (Brian, para ser más exactos) fue decirle que subrayara una palabra que no entendiera, sea buena o mala, y ellos le explicarían como era debido. En ese momento el gato más viejo de la casa se encontraba con ella, ya que, al ser tan mayor, era menos juguetón, así que relajaba a Misery Nox con sus simples ronroneos.
El ruido que venía del piso de abajo desconcentró a la pelinegra, fue como si hubiesen tirado un enorme saco de papas, así que cerró el libro con fuerza y enfado, ya que se encontraba en una parte donde las cosas se volvían más emocionantes. Bajó con las zapatillas deportivas puestas, ya que, al tener tantos gatos, era fácil que el pelo de estos se le pegaran en los calcetines. Al bajar, vio a un niño escuálido, con un alborotado cabello azabache y anteojos, que vestía ropa tres veces su talla más grande. Misery Nox abrió mucho los ojos, ya que esté de encontraba en el suelo, probablemente se tropezó con uno de los gatos. Sus instintos se encendieron en ese momento, esperaba que todos los libros que ha leído le sirvieran de algo en ese momento.
—¿Vienes a robar? —preguntó acercándose al mueble más cercano que llevaba encima una figura muy pesada de una foca en una piedra.
—¡No, Nox! —saltó su abuela, saliendo de la cocina — Él es Harry, también cuidaré de él hoy.
Misery Nox quitó la mano de la figura, y se puso a analizar rápidamente a aquel chico que había palidecido unos tonos con tal acusación, hasta que un foco en su mente se encendió.
—Creo que te conozco —lo miró con curiosidad —. ¿Eres el primo de ese niño feo y gordo del colegio, no? Una vez intentó robarme un lápiz para metérselo en la nariz y ponerlo de nuevo en mi lugar, pero solo lo miré y bastó para que no lo hiciera, creo que se orinó encima.
No respondió.
—Vaya, eres de pocas palabras, me agradas.
◦•●◉✿◉●•◦
Misery Nox era muy rara en cuestión de formar lazos amistosos; parece ser algo intimidante por la forma que su mirada quemaba a los demás, pero escucharla hablar y hablar, parecía ser que las cosas se transforman y su mirada cambiarba a una llena de bondad. Desde ese día, Misery Nox se propuso a ser amiga de ese tal Harry, iban en el mismo colegio, así que sería mucho más fácil. Para Harry era muy extraño que alguien como Misery Nox se fijara en él para entablar una amistad, y mucho más raro aun sabiendo que esta con una sola mirada intimidaba a su primo, eso le animaba y ayudaba bastante.
—La última vez la abuela Figgy cuidó de alguien más —mencionó Misery Nox a la hora del desayuno —, es casi de mí misma edad, y vamos al mismo colegio. Es muy agradable, no hablaba mucho, pero le haré hablar.
—¿En serio? Es muy bueno que hagas amistades, Nox —dijo su padre tachando unos papeles que había sobre la mesa mientras bebía su café que nunca faltaba por las mañanas —. ¿Y cómo se llama?
—Su nombre es Harry Potter, es mucho más agradable que... —no siguió con su frase, ya que su padre había expulsado el café caliente por la nariz, y empezó a toser fuertemente, haciendo que Misery Nox le diera golpes en la espalda —. ¿Qué pasó? ¿Tan malo te quedó esa cosa?
Era muy evidente que la nueva sorpresa de Misery Nox hiciera reaccionar así a su padre, ¡Y apostaba que sería la misma reacción de su madre cuando se lo contara! La menor no tenía idea de la historia que llevaba Harry por detrás, y él mucho menos. Por alguna razón sus padres omitieron el hecho de contárselo a su hija, de quién se trataba Harry Potter y por qué era tan famoso en el mundo mágico, pero algo tan impresionante como esa era la historia que Misery Nox llevaba por detrás, con el pequeño gran detalle de que se trataba de una que nadie conocía.
Cada que vez que los Dursley (tíos de Harry) dejaban a cargo a Harry, su abuela llamaba a los padres de Misery Nox para que fuese a jugar con él, ya que era mucho más fácil que ella lo entretuviera que su abuela misma, y así como llamaba, Misery Nox llegaba en cuestión de minutos, y sería en segundos si pudiera. La abuela Figgy tuvo que prohibir y guardar a Harry el secreto de que se veía con Misery Nox cada vez que lo dejaban a su cargo, ya que, si sus tíos se enteraban de que si tenía una más minima pisca de felicidad con ella, descartarían automáticamente la idea de seguir dejándolo ahí, este gustosamente dijo que sí, no quitaría la única felicidad que tenía en la vida.
—Mamá me castigó con no terminar de leer mis libros —decía Misery Nox, balanceando sus pies en una banca que se encontraba en los pasillos de la escuela —. Le puso llave a mi repisa, dijo que no debí decirle tan feo a tu primo, ¡pero ella no sabe cómo es contigo!
Y tenía razón, pero sería bastante belleza que Misery Nox se saliera con la suya por haber pisado el enorme pie de Dudley Dursley y diciéndole «morsa fea» después de que él le jalara el cabello diciéndole «oveja negra».
—No deberías de defenderme, ya tienes suficientes castigos por mi —dijo Harry mientras se acomodaba las gafas con nerviosismo —. Sabes que ese cerdo con peluca siempre se saldrá con la suya.
—Lo sé, pero no me resistí, además —se rió ligeramente —, solo me castigaron por el resto de la semana.
—Pero es viernes.
—Exacto —sonrió—, y mañana tus tíos irán a esa ridícula junta de inversionistas, o algo así, y sabes lo que significa.
—¿Aún así te dejarán ir? —arqueó las cejas.
—Claro, sino, se las verán con mi abuela, ya que para ella es más fácil que vaya yo y darnos de comer, que entretenerte a ti ella misma, mostrándote una vez más ese aburrido álbum de fotografías.
Era evidente que estaba emocionada porque iría a casa de su abuela, a visitar a Harry, no a su abuela. Curiosa la forma en la entablaron una amistad ellos dos; habían pasado casi tres años en el mismo colegio y jamás se dieron la curiosidad de conocerse, hasta que coincidieron en que a ambos los cuidaría la abuela de Misery Nox. Ella no sabía si considerar a Harry oficialmente como su mejor amigo, ya que era con quién más tiempo pasaba, pero eso lo decidirá después de terminar el colegio, y si seguían comunicándose, sería algo oficial.