2. «Pero.solo hay una Misery Nox»
12 de septiembre de 2025, 13:18
Capítulo 2
«Pero solo hay una Misery Nox»
Misery Nox se encontraba muy triste, y a la vez muy feliz. Sus padres descubrieron que cada vez que ella estornudaba, su cabello producía estática, poniéndose de punta, o cada vez que se enojaba los objetos de a su alrededor temblaban. No fue hasta que un día llegó una lechuza a la casa con una carta atada a la pata, sus padres empezaron a llorar y chillar de felicidad, Misery Nox no sabía de que se trataba, solo era un pájaro extraño con una carta extraña.
Resultaba ser que había llegado su carta de Hogwarts, era una bruja. Ni ella se lo esperaba en lo absoluto, mucho menos sus padres. Realmente era una coincidencia enorme que la hayan adoptado justo a ella, un bruja escondida en aquél orfanato, haciendo mucho más felices a sus padres. «¡Por eso nos aprobaron! ¡La vida quería que fuéramos sus padres!», festejaban frente a ella, y Misery Nox no podía creerlo. Ella estaba a punto de empezar a festejar también, pero el peso le cayó encima, volviendo su rostro triste.
—¿Qué pasa cariño? ¡Deberías estar muy feliz! —empezó su madre.
—Te vamos a poner al corriente con todo lo que necesites saber, mucho más de lo que ya sabes, porque pues... ¡Eres una bruja!
El rostro de la menor no cambió, seguía sombrío y triste.
—Ya no podré ver a Harry —dijo con tristeza. Sus padres dejaron de brincotear, cayendo el peso a ellos igual.
—Oh, cariño... Ahí... Esto...
—¡Harás más amigos! —intentó ayudar a su esposa, mirándola con complicidad —, aprenderás a hacer magia, ¡igual que nosotros! ¿No te emociona?
—Si, cariño, iremos en cuando podamos a primera hora por tus útiles, mira —su mamá tomó la lista de útiles —, una mascota, un caldero, guantes de piel de dragón, ¡tu varita!
Eso no parecía ayudar mucho con el humor de Misery Nox, pero tuvo de otra más que aceptarlo. Intentaron ayudarla diciendo que lo vería durante las vacaciones de verano, y ponerlo al tanto de como han estado, eso ayudó un poco. Pasaron los días y no llegaba la oportunidad de que se volvieron a ver, eso entristeció un poco a Misery Nox, quería contarle que había ido a una tienda muy extraña con cosas extrañas, además de que un hombre muy enorme casi le pisaba ambos pies, pero simplemente ese día nunca llegó.
Un día que se encontraba en casa de su abuela Figgy se armó de valor, y con un pastelito con una vela encima se dirigió a la casa de los Dursley, era su cumpleaños, y quería despedirlo mínimo de esa forma, sin importarle que sus tíos se enteraran que tenía una amiguita secreta que sabía dónde vivían. Al llegar, su vista se extrañó demasiado, ya que el buzón de la entrada estaba repleta de cartas sin abrir, y varios excrementos de aves decorando la fachada de la casa, asqueando a Misery Nox. Intentó no prestar atención y se aproximó a la puerta, tocando varias veces a un ritmo con los nudillos. Estaba esperando ver una silueta acercarse por el cristal borroso de la puerta, pero nunca sucedió. Volvió a tocar de nuevo, y no volvió a recibir respuesta.
«Quizás lo castigaron y lo dejaron olvidado», pensó tristemente, así que volvió a tocar más fuerte —¿Harry? ¿Estás ahí? ¡Soy Nox!
Ninguna respuesta. Minutos... Y más minutos, y seguía recibiendo el mismo silencio que esperaba que cambiara. Se sentó en la orilla del pavimento que daba a la calle, cerca de la pequeña y baja valla, esperando por alguien más. Se levantaba de inmediato cuando veía un carro acercarse por alguno de los dos lados de la calle, pero ninguno aparcaba en el número 4 de Privet Drive. El sol se empezaba a ocultar, la vela se había consumido completamente, la crema batida se embarraba en sus manos, y las lágrimas finas bajaban de su rostro silenciosamente.
El reconocible ruido de los zapatos de su abuela le hizo levantar la mirada, llevaba consigo la comida para los miles de gatos que la esperaban en casa. Miró a su nieta con tristeza, ya que era un dolor que tal vez tendría que pasar, pero se alegraría más por lo que vendría después.
—Será mejor que nos vayamos, empezará a oscurecer pronto —le dijo la abuela Figgy. Misery Nox asintió tristemente, dejando el pastelito en donde estaba sentada, marchándose de ahí, dando miradas hacia atrás con la esperanza de ver un auto llegar al número 4.
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La pelinegra no dejaba de llorar a la hora de partir el tren, con el hipo atravesándose en sus palabras mientras abrazaba a sus padres, ya que los extrañaría demasiado, y también por supuesto a su abuela Figgy y a Harry. Con la cara seca y acartonada de lágrimas subió después de besar a sus padres en la mejilla. Con el baúl en mano, avanzó entre el pasillo del vagón, pisándole los talones a un niño pelirrojo que parecía estar tan perdido como ella, pero ya no tanto, ya que le había ganado un lugar vacío después de preguntar si podía sentarse, ella bufó con algo de desesperación.
De pronto un compartimiento se abrió a su derecha, y de este salió una chica muy guapa, de cabello lacio y largo, tan oscuro como el de ella. En su rostro adornaban ligeras pecas, pero no tantas como las que manchaban en el rostro de Misery Nox. Ella se quedó sin habla por un instante, era muy bonita, y guapa, por supuesto.
—Eh... Disculpa, ¿Me dejas pasar? —hizo una seña con su mano, estaba obstruyendo su salida.
—Oh, si, yo, perdón, estaba, yo —no podía hablar, era como si una fuerza invisible le hubiera tomado la punta de la lengua y no la dejara formular con congruencia.
—¿Buscando un lugar? —la miró con cierta ternura y diversión, ella asintió desenfrenadamente, parecía ser que no se intimidaba con la oscura mirada de Misery Nox, que extraño — Nosotros estamos desocupados, si quieres puedes sentarte aquí, yo iré a buscar a la señora del carrito de dulces.
Se marchó por el pasillo en su búsqueda de aquella señora, con la mirada de Misery Nox quemándole la espalda. ¿Qué había sido aquello? Se adentró en el vagón, encontrándose con un chico bastante apuesto, de ojos miel y una cabellera castaña, con unas mejillas ligeramente sonrojadas por naturaleza, ahora se sentía bastante fea ahí dentro.
—Veo que te encontraste con Cho, puede ser un poco agresiva —dijo con diversión, su mirada no le quemó.
—¿Así se llama? —dijo volviendo la mirada a la puerta. «Es muy bonita», pensó ingenuamente —. ¿Cuál es el tuyo?
—Cedric, sin uve —sonrió.
—Pero Cedric no lleva uve.
—¿Qué fue lo que dije?
Misery Nox soltó una risa contagiosa. No tardaron en llover preguntas entre ambos, que si eran hijos de magos, en qué parte de Gran Bretaña venía el acento de Misery Nox, y el por qué te tenía aquel tan peculiar y espeluznante nombre, hasta que Cho volvió a abrir la puerta y adentrarse en la cabina con algo de molestia.
—Un idiota de otro vagón compró todo lo que había, ahora tendremos que esperar un poco más para que vuelvan a rellenar el carrito —bufó Cho dejándose caer en el asiento a lado del chico llamado Cedric sin uve —. No recuerdo tu nombre.
—No te lo dije —por fin pudo decir cuatro palabras sin trabarse.
—Bueno, ¿entonces cuál es, linda?
«Linda...». Sentía sus ojeras hirviendo, y tenía miedo de que empezara a salir humo de su cabeza, como si de un gigantesco carbón encendido se tratara. Abrió la boca pero no podía salir nada de ella, no entendía por qué se sentía de aquella forma, tan intimidada; nunca le había sucedido algo similar, usualmente era ella la que ponía de nervios a otros con sus oscuros y grises ojos. El castaño al ver que no podía decir otra palabra por su lengua atascada, respondió por ella.
—Su nombre es Misery Nox.
—Mis padres me dicen Nox —agregó cuando se le soltó la lengua.
—¿Tus padres? —preguntó la chica, Misery Nox asintió con vergüenza —. Vaya, eso es muy lindo, creo que te llamaré también de esa manera, ¿Te parece bien, Nox?
Nox sintió su mundo flotar al escuchar como Cho pronunciaba su nombre, sonaba suave, coqueto y dulce.
—Nox, suena genial —repitió también Cedric, en él sonaba como si fuera el nombre más usado y común en el mundo, tal vez consideraría el hecho de que solo Cho tuviera la exclusividad de usar su nombre en sus labios.
Era algo totalmente nuevo para Nox y de lo más común para Cedric y Cho fue el viaje en el tren, un trayecto tan largo que desapareció la luz que entraba por las ventanas de su vagón. En algún momento abrió la puerta un chico gordo y rubio preguntando por un sapo, haciendo a Nox torcer la cara y negar con la cabeza, y minutos después una niña de un cabello tan alborotado como el de Nox, pero de color castaño. Tenía un tono ridículamente estricto, que hizo caer mal a Nox, ahora deseaba no estar en la misma casa que ella.
El trayecto al castillo era maravilloso, a pesar de ir sola, disfrutó de las vistas del lago, de la entrada, el vestíbulo, el cielo del gran comedor, todo. Sus padres habían mencionado que la forma de selección era muy sencilla, pero a veces podía durar mucho, dependiendo de cada persona. Ella se mantenía hasta atrás de la fila, siguiendo las túnicas de quienes se encontraban frente a ella, ignorando todo, a excepción de las decoraciones que daban vida al castillo. Hasta al frente logró distinguir a una mujer de rostro severo, que llevaba en una de sus manos un sombrero desgastado y muy viejo, que para sorpresa de muchos, empezó a cantar.
No tardaron en empezar a mencionar a los nuevos alumnos de Hogwarts en orden alfabético, y por ende, no tardaron en mencionar a Misery Nox:
—¡Figg, Misery!
Su cuerpo se tensó en automático, y los nervios que no tenía, se apoderaron de su cuerpo, sus manos empezaron a sudar y sus pies a tropezar, sobre todo al escuchar demasiados murmullos, y realmente de esperarse, era su nombre demasiado feo y llamativo para todos, mago, bruja o muggle que escuchara a una niña decir que su nombre era aquél.
«Lo tienes todo controlado, sólo es ponértelo y ya», intentaba calmarse.
Evitó a toda costa mirar a todos los presentes, nuevos y no tan nuevos, ahora entendía cómo se sentían las personas cuando se intimidaban con su mirada, porque ahora a quién quemaban era a ella. Se sentó e inmediatamente sus ojos fueron cubiertos con el sombrero parlante, y su mente ya no habitaba más que sus pensamientos, sino también unos ajenos:
—¡Oh, vaya! Extrañamente... Peculiar... —hablaban en su mente, pero ella no interrumpió —, eres la candidata perfecta para Hufflepuff, pero... Algo me dice que irías mucho mejor en otra; la oscuridad que te rodea no te afecta, te atrae y la dominas... La educación que recibiste es bastante útil, ágil, y natural, no la que muchos esperan... Te pondré en... ¡RAVENCLAW!
Le quitaron el sombrero, y la luz de las velas que flotaban del techo oscuro y estrellado le segaron la mirada, y vio la mesa de azul y cobre que aplaudía. Sonrió bastante al ver a Cho aplaudir y hacerle señas de que se sentara junto a ella, y sin más rodeos, fue directamente hacia ella. No tardaron en subir más nuevos integrantes de nuevas casas. Nox hizo una mueca al ver a la chica que le había caído mal en el tren, se llamaba Hermione Granger, y suspiró con alivio al ver que quedó en Gryffindor. Cho le dio la gran bienvenida a su casa, y a pesar de estar un año arriba que ella, le aseguraba que intentaría guiarla en todo lo que pudiera, no pudo encantar más a Nox.
Tal vez no era tan malo, intentaba almacenar todo muy bien en su mente, cada detalle, pero buscaría la manera correcta de contarlo, o al menos hasta que sintió su sangre caerle a los pies, y no sabía si sentirse feliz, enojada o hasta decepcionada.
—¡Potter, Harry!
No, no debía ser la misma persona, hay muchas personas en el mundo con los mismos nombres, incluso los apellidos. «Pero solo hay una Misery Nox». Ella misma silenció sus pensamientos cuando vió a su amigo subir hasta al mismo banco y ponerse el mismo sombrero que ella. Los murmullos y cuchicheos sonaban por todo el comedor, incluso unos venían por parte de Cho que se encontraba sentada a su lado. ¿Había visto bien? Tal vez solo lo confundió con alguien muy parecido y con el mismo nombre que él. «Pero solo hay una Misery Nox...».
Pareció ser una eternidad la que estuvo él ahí sentado, pero poco tiempo para que Nox pusiera sus ideas en orden, recordando el pastelito pegajoso en sus manos, sentada en el caliente pavimento, esperando a que llegase. Aún no decidía si sentirse molesta, triste, decepcionada o incluso traicionada. ¿Cómo por qué no le había contado que era un mago? «Al igual que tú ».
—¡GRYFFINDOR! —anunció el sombrero en voz alta, sobresaltando a Nox.
Le quitaron el sombrero, y tambaleando se fue a la mesa de Gryffindor que se encontraba celebrando a viva voz. «¡Tenemos a Potter!», escuchaba que vitoreaban desde la mesa del otro extremo. Sintió como la sangre seguía en sus pies cuando confirmó que se trataba de la misma persona que ella conocía como su amigo, pero, ¿Por qué la gente murmuraba tanto? ¿Había algo que ella no conocía?
—Vaya, parece ser que Gryffindor se ganó a Harry Potter —dijo el recién llegado Terry Boot mientras asomaba la cabeza para tener mejor vista hacia la mesa de Gryffindor.
—¿Por qué todo el mundo habla mucho de él? —preguntó Nox. Muchos la vieron como si hubiese pedido vísceras de pollo crudas como cena.
—¿Porque es Harry Potter? ¿No lo conoces? —Nox no sabía si responder que sí o que no —. Solo tenía un año cuando derrotó a Quién-tú-sabes...
—Es el más famoso del mundo mágico, se supone que deberías de saberlo, ¿No? —agregó Cho.
¿Famoso? ¿Derrotar a Quién-tú-sabes? No sonaba como al Harry que ella conocía. Se giró para intentar ver también la mesa de Gryffindor, pero las cabezas de los Hufflepuff no la dejaban ver en lo absoluto. Espera... ¿Harry la habrá identificado? Ella tampoco le contó sobre que era una bruja al igual que sus padres, o que iría a Hogwarts, tal vez se imagine también que era alguien igual de parecida que ella. «Pero solo hay una Misery Nox».
El banquete no tardó en comenzar. Los platos frente a ella se llenaron a tope, con toda la comida que jamás podría imaginar, pero desafortunadamente pudo comer muy poco, ya que los nervios jugueteaban en su estómago, ya que no sabría qué más hacer durante su estancia en el colegio.
Nox fue criada como una muggle, ya que se pensaba que lo era, así que sus conocimientos sobre la magia no eran tan extensos como lo era de lo no mágico, pero aún así no entendía el por qué ocultarle su historia. Pensaba y pensaba, no sabía cómo reaccionar, o qué pensar. Estaba sola con sus palabras revueltas en su estómago y mente, mientras que escuchaba las voces de todos en el comedor ser parte de un fondo blanco en aquel lugar. No tardaron en cantar el himno del colegio, dar indicaciones y reglas —algo exageradas para Nox— sobre que no hacer durante la estadía, para terminar siendo guiados por los prefectos de cada casa. Una prefecta de nombre Penélope Clearwater caminaba mientras mencionaba unas cosas que se encontraban en los pasillos, entre cuadros, estatuas y fantasmas. Subieron una torre que tenía unas escaleras en forma de caracol, pero Nox no prestaba demasiada atención hasta que se detuvieron frente a una puerta sin pomo, ésta solo tenía una aldaba de cobre en forma de águila.
—Bueno, aquí nosotros para poder entrar a la sala común es algo distinto a otras cosas —explicaba Penélope —, tenemos que resolver el enigma que se nos dé, y de no ser resuelto, debemos de esperar a que alguien más lo resuelva de manera correcta.
Todos guardaron silencio, ya que la aldaba tembló ligeramente, y de esta sonó una voz suave y misteriosa, dando su primer acertijo. Nox temía demasiado por no saber la respuesta. ¿Qué pasaría si nunca la adivinaba? Era una respuesta que esperaba nunca saber.
—Soy alto cuando soy joven y soy bajo cuando soy viejo. ¿Qué soy?
De nuevo un ligero silencio. Alto y joven... Bajo y viejo... ¿La edad? Nox no quería responder, ya que sabía por sí misma que la respuesta no sería la correcta. Tantos libros de misterios, dramas y horrores deberían de empezar a surgir
—Una vela —respondió la prefecta de Ravenclaw.
Maldición.
El águila se encogió y se abrió paso al interior, al cual todos se introdujeron. Nox ahora se sentía estúpida al pensar en su vieja respuesta. ¿La edad? ¿En serio? Estaba frita. La sala común era redonda con grandes y largas ventanas, dando a ver el cielo oscuro de la noche, cosa que encantaba demasiado a Nox, como si fuera parte de ella misma. Subió unas escaleras que daban a los dormitorios, buscando entre ellos su baúl con su nombre, hasta que por fin dió al suyo. Lo abrió y todo estaba intacto. En este había más libros por terminar que túnicas y ropa muggle para usar. El cansancio de subir tantas escaleras y de haber cenado algo le estaban cayendo de peso en los ojos, no se había percatado de lo agotada que se sentía, así que solo se cambió y se metió a la cama.
En sus sueños se encontraba en el gran comedor, justo como había sido en esa noche, y ahí estaba su amigo, muy molesto con ella, reclamando por qué lo había abandonado con sus tíos, por su culpa seguía durmiendo en una alacena. Después aparecía Cho y Cedric, diciendo que por culpa de ella sus padres estaban muertos y tenía la vida que no merecía.
Despertó de repente, y la ligera luz del exterior se metió en su ventana. Tardó en recordar que se encontraba en los dormitorios de Ravenclaw. Miró a su alrededor y se encontraba sola. Levantó ligeramente la mirada y se percató que su almohada estaba ligeramente húmeda, al igual que su rostro; había llorado entre sueños.
Le parecía impresionante aquella situación, usualmente cuando era más pequeña no se lamentaba o entristecía por dejar de tener amigos, o cambiar de estos, pero este caso era uno muy extraño y particular.