9. Manos temblorosas
12 de septiembre de 2025, 13:18
Capítulo 9
Manos temblorosas
Al día siguiente, llegó a visitar a Harry. Llevaba una tarjeta que decía «recuperate pronto, amigo», pero Nox tachó la última palabra y la remplazó escribiendo «cuatro ojos». Harry se había sonrojado ligeramente cuando vio a Nox entrar con tal detalle, pero cuando leyó la tarjeta, puso los ojos en blanco.
—Nunca vas a cambiar —decía mientras guardaba la tarjeta por debajo de su almohada.
—¿Por qué no la dejas con los demás obsequios? —señaló Nox.
—Esto... Porque es demasiado estúpida como para ponerla junto a los demás, puede ensuciar todo, ¿sabes? —se justificó, ahora Nox rodó los ojos.
—Entonces ponte debajo de la almohada.
—Me vas a tener que hacer compañía.
—Muy gracioso, cuatro ojos.
Un suspiro salió de sus labios y algo volvió a su mente, así que decidió preguntar:
—¿Y tu escoba? —preguntó Nox, tomando asiento al lado de la cama, cerca de Harry. Este hizo una mueca extraña, ya sabía a qué se refería —. Oh, lo siento Harry, no tenía idea de eso. Supongo que ahora tendrás que usar una de la escuela, o pedirla prestada...
—No creo que quieran prestarme una después de como terminó la mía —interrumpió con tristeza en sus palabras.
—Esos dementores... no debieron estar ahí —se quejó—. Sé que te afectan más que a los demás; Malfoy no para de hacer bromas sobre lo que pasó, y sé que no es la primera vez —Harry comenzó a sonrojarse —. Me contaron que te desmayaste en el tren, de venida aquí. Me hubiese gustado que me lo contaras tú, y no enterarme por las maromas ridículas que hace Malfoy en el comedor.
Sabía que tal vez habían perdido un poco la confianza que antes existía entre ellos, como cuando tenían diez años, pero no podía evitar sentirse mal. Los secretos eran algo que ella adoraba, pero era más por la confianza que el secreto en sí.
Harry evitó mirarla a los ojos, porque se ponía muy nervioso cuando le quemaba con su mirada oscura. Veía como buscaba las palabras para intentar justificarse, pero tratándose de Nox, le ponía muy nervioso la situación.
—Creí que fue algo muy tonto —dijo Harry —. Y más al ver qué nadie más en el vagón se había desmayado. Fue una sensación muy fea, fría y deprimente. Yo solo escuchaba...
Se pausó de pronto, supuso que tal vez consideraba igual de vergonzoso que confesar que se había desmayado dos veces gracias a los dementores, pero para Nox era importante escucharlo, así que le hizo un gesto con la cabeza.
—¿Qué escuchaste? —le insistió, pero parecía no tener intenciones de hacerlo. Ya no le tenía la misma confianza que antes, pero no estaba dispuesta a perderla —. Está bien si no lo quieres decir, Harry. O si te hace sentir mejor, te puedo decir algo yo —Harry parecía dudar, pero al final terminó asintiendo con la cabeza. Nox tomó aire, y suspiró.
»Cuando nos enfrentamos al boggart, tenía claro (según yo) tenerle miedo a las abejas, me aterra solo escuchar el zumbido, pero lo que apareció ese día —intentaba recordar mientras sacudía las manos — fue muy diferente. He de confesar que no recuerdo con exactitud quien era ese chico, pero lo que si sé, es que lo conocí cuando tenía como seis años. Y solo recuerdo algo tan inocente que... Que cambió algo en él...
—¿Qué fue? —fue lo único que se atrevió a preguntar, Harry.
—Un beso —dijo con algo de pena —. Y después de eso... No sonreía, no jugaba, no hacía nada. Creía que estaba enojado conmigo, pero era demasiado, y no solo actuaba conmigo así, sino era con todos. Cuando me petrificaron, soñé con él. Así mismo como apareció en la clase de defensa, gritándome que le devolviera algo, pero nunca supe qué era, sin embargo, me disculpaba sin saber qué —se removió en su lugar, intentando aligerar el ambiente—. Mi memoria suele ser pésima. Ya no recuerdo muy bien lo que pasó con exactitud, pero cuando desperté después de la poción de mandrágora, se sentía muy resiente, y recordaba todo, ahora no.
El silencio reinaba entre los dos; Nox trataba de mantener una postura relajada, mientras Harry buscaba las palabras adecuadas. No quería que aquello la hiciera parecer una loca, pero estaba segura de que lo que Harry diría sería igual de descabellado que lo suyo.
—Lo que escucho cada vez que los dementores se acercan, son los gritos de mi madre —Nox se llevó la mano a la boca, sorprendida —. Y sé que es ella, porque también escuchaba la risa de Voldemort, antes de asesinarla. Ella suplicaba por mi vida...
Nox se quedó profundamente sorprendida. Ahora comprendía qué él no se atrevía a hablar del tema; no se trataba de algo vergonzoso, sino de algo terrible de escuchar y rememorar. Nox le tomó la mano sobre las sábanas, tratando de brindarle apoyo.
—Oh, Harry, eso es horrible —le miró con ojos tristes —, es algo que nadie debe de escuchar, o recordar, o lo que sea. Debes aprender a defenderte de ellos, debe de haber alguna manera; Dumbledore los espantó cuando estabas cayendo el día del partido.
—El día del tren, el profesor Lupin estaba en nuestro vagón cuando eso pasó, el también supo cómo ahuyentar el que estaba ahí...
—Entonces pídele que te ayude —sugirió de inmediato —. Digo, es parte de su trabajo, ¿No? Enseñarnos a defendernos, y qué mejor profesor que él.
—Y en realidad, es el mejor profesor que hemos tenido en años —aprobó Harry. Se percató que tenía la mano de Nox sobre la suya, y sintió las orejas calentarse —. Tienes razón, hablaré con él. Además de eso, la otra vez quería preguntarte algo.
—¿Qué era? —se acercó más, Harry empezó a temblar.
—Lo que viste en mi taza, en la primera clase de adivinación, ¿era cierto? —intentaba controlar el temblor nervioso de su voz, tener a Nox tan cerca no ayudaba —. Pregunto porque me estoy cansando demasiado de que a cada rato la profesora Trelawney me mire con lástima.
Nox no sabía si decir la verdad o no, ya que alguna de las dos respuestas tendría reacción diferente, o se enojaría con la profesora, o se preocuparía por saber que se puede encontrar con un Grim.
—No lo sé, yo solo dije lo que vi, no estoy al cien por ciento segura. Tantas materias me han tenido con la mente ocupada, que he comenzado a olvidar muchas cosas irrelevantes —sonrió de repente—. Por ejemplo: ¿Qué haces aquí? Deberías de salir de aquí, es un día muy bonito...
—Siempre tan graciosa en el momento menos oportuno —dijo mientras sonreía.
—Bueno, al menos no voy por ahí diciendo sarcasmo por sarcasmo. Tu estupidez es contagiosa —volvió a ponerse neutral—. Pero, me temo que puede ser real, pero no confíes en mí, no soy una vidente.
—Eso mismo pensé. Pero ya sabes, muchas de las cosas que suele decir la profesora son más que locuras, o exageraciones —afirmó, Harry—. Pero tampoco ayudas mucho, prestando demasiada atención a lo que dice.
—Bueno, me parece una materia de lo más interesante, no puedo evitar hacerlo, además de que siempre tiene algo nuevo que decirte.
—Eso no ayuda mucho, Nox.
—No, pero a mí si, cuatro ojos —tomó la mano de Harry, pero le dio la vuelta para ver la hora en su reloj que tenía puesto en la muñeca y ahogó un grito y comprobó la hora en el reloj de la pared de la enfermería, se puso de pie muy rápido, casi tirando hacia atrás la silla en donde estaba sentada —. Rayos, me tengo que ir.
No se había percatado de la hora. Había quedado de verse con Terry en el vestíbulo, ya que caminarían por ahí, pero a pesar de tener una montaña de deberes, Nox no se pudo negar a vivir la misma experiencia que había tenido con Terry la última vez que fueron a Hogsmeade, así que solo le dijo que no tenía nada importante que hacer por la tarde.
Abran paso, mentirosa en camino.
Nox se acercó a Harry y le depositó un beso en la mejilla, que por rara razón estaba ardiendo antes de. Estaba por salir, pero la voz de su amigo la detuvo:
—¿Nox? —ella se dio vuelta, haciendo rebotar los oscuros rizos que caían de los broches laterales que ahora solía usar.
—¿Sí? —respondió cuando se dio la vuelta, tan brillante y sonriendo como siempre.
Parecía que iba a decir una cosa, estaba a nada de hacerlo, pero su mente decidió cambiar de parecer, haciendo decir algo completamente diferente:
—¿Crees que pueda con los dementores?
Nox sonrió más.
—Claro, si pudiste con un basilisco, o peor aún; conmigo, puedes lograr todo lo que te propongas.
—¿Lo prometes? —preguntó, sonriendo también.
—Por el ojo izquierdo —con el dedo índice jaló ligeramente su párpado inferior izquierdo.
—Por el ojo izquierdo —Harry hizo lo mismo.
Nox hizo un gesto con la mano, en forma de despedida —. Te veo después.
Salió de ahí a paso veloz, no quería perder tiempo en el trayecto, y tampoco hacer esperar demasiado tiempo a Terry. Cuando lo vió por el vestíbulo, se dispusieron a caminar hacia el lago negro, mientras charlaban y contaban sobre gustos que posiblemente podrían tener en común.
—Es gracioso, te conozco desde hace dos años y no sabía que detestabas las varitas de regaliz —comentó Terry.
—Si, tuve una mala experiencia con ellas —dijo Nox, mirando al calamar gigante a lo lejos.
—Cuentame.
—Bueno, una vez en vacaciones mi madre me regaló una caja —comenzó, Nox—, me comí a escondidas toda la caja en un solo día. Estuve vomitando toda la noche, y desde entonces la idea de pensar en ellas que da asco. Aún recuerdo que le insistí a mis padres que me dieran una poción para aliviarme, pero no quisieron.
—¿Y por qué no? —preguntó el chico.
—Me lo hicieron como castigo, me dieron solo remedios muggles que son más lentos que los mágicos —explicó—. Me puse muy triste, porque al siguiente día iría a ver a Harry en casa de la abuela Figgy. Así que me puse triste por tres cosas: sentirme mal del estómago, acabarme las varitas de regaliz y sobretodo, no ver a Harry.
Terry puso una expresión extraña, como de desconfianza y algo de curiosidad, Nox notó el cambio de su humor, y el chico se dispuso a preguntarle algo que tal vez no se esperaba ella.
—¿Ustedes son muy cercanos? Tú y Harry.
—Bueno, tal vez... Tal vez un poco.
Asintió lentamente, como si estuviera analizando la siguente tirada en el juego de cartas.
—Lo conozco desde que tengo como diez años —continuó Nox—. Fui su primera amiga, y él el mío.
—Y no has sentido que te ve de otra... ¿Forma? —preguntó el chico. Nox negó ligeramente con la cabeza.
—No te entiendo.
—Me refiero —se acomodó para quedar mejor frente a ella— a que he visto que te mira distinto, sobretodo en las clases de defensa.
Nox soltó una risita nerviosa y apagada. Tenía la vaga idea de saber a dónde iba todo aquello, una idea muy absurda y alborotada.
—Creo que sé a dónde vas, Terry. No, no creo que sea lo que estás intentando decirme. Él es mi amigo, y si te hace sentir mejor: no estoy interesada en él.
Pareció ser que aquello había funcionado, ya que volvió a respirar normal, y mejor decidió cambiar de tema, eso también alivió bastante a Nox.
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Todos estaban muy alegres de ver al profesor Lupin regresar a dar clases como antes. En cuando todos lo vieron, no dudaron en bombardearlo con quejas sobre el profesor Snape, que había sido su suplente mientras él no estaba. «¡...dos pergaminos!», se quejaba Ron cada vez que podía. El profesor Lupin sostuvo que no era necesario entregar aquel trabajo, Nox y Hermione soltaron un quejido, ya que habían terminado la tarea a tiempo para entregarla.
Al terminar la clase, Nox sonrió al ver a Harry acercarse al profesor, lo más seguro que a pedirle ayuda con los dementores, eso dejaba más tranquila a la pelinegra. No quería que siguiera teniendo problemas con esas criaturas, y que mejor manera de defenderse que aprendiendo con el mejor maestro que hay tenido.
Las semanas pasaban, y Nox se había acostumbrado a la muy fuerte presencia de Hermione, no le terminaba de agradar, pero acostumbrada estaba. Aunque notaba algo resentida con ella, y no entendía el por qué, pero eso no significaba que le importase.
Olvidó todo ese asunto cuando vio otro anuncio a Hogsmeade en el tablón de la sala común de Ravenclaw, y así como lo vio, Terry invitó a Nox a salir de nuevo, y tan rápido como preguntó; Nox aceptó. Nieve, más frio, más Terry, más Hogsmeade, igual a felicidad.
Eso le recordó que no había respondido a la última carga de sus padres, así que en su momento libre (que era algo casi imposible) decidió responderles, aunque desafortunadamente de una manera de la cuál no quería, pero debía:
Queridos mamá y papá:
Lamento decir esto; pero tendré que pasar las fiestas en Hogwarts. Los deberes me tienen agarrada de los cabellos, y no quiero retrasarme con ninguno solo, sino perderé el control, tanto de estos como de mí misma.
Prometo enviarles un regalo de compensación que les conseguí en Hogsmeade, además de mis buenas calificaciones que obtendré si me quedo a terminar todo esto aquí.
Saluden a la abuela Figgy por mí, y sí, también tengo un regalo para ella.
Besos, Nox.
Esa fue la carta que envió Nox antes de Navidad. Había quedado completamente sola, era la unica en la sala común de Ravenclaw, no le molestó en lo absoluto, ya que así tendría más espacio y concentración para terminar sus deberes. En esos momentos su mente estaba enfocada en acabar con todo lo atrasado que tenía, ya que ahora estaba saliendo más seguido con Terry, algo que no podía evitar
En la mañana de Navidad despertó con regalos a sus pies, no eran muchos, pero estaba encantada abriéndolos; Cho le había obsequiado un lindo suéter de lana, delgado y muy calientito, que puso a un lado para usar más tarde. Cedric le regaló una caja grande y delgada, con distintos sabores de chocolates. Harry le había regalado una pluma bastante bonita y elegante de color plateada y diminutas runas grabadas. En ese momento tenía bastante sueño como para ponerse a traducirlas.
Sorpresivamente recibió algo por parte de Hermione; un libro llamado «La temporada de paso», de Christopher Pike. Parecía ser algo interesante, terror en el espacio; se daría tiempo después para leerlo con calma, como le solía gustar tanto. Ron, tan solo le envió una caja de dulces y pastel de manzana, eso era más que suficiente.
Nox frunció las cejas al ver que no había nada por parte de Terry, más que una sola nota:
Querida Nox:
He decidido mejor entregarte tu regalo de Navidad en persona, ya que es algo especial, y me gustaría mucho ver tu reacción.
Nos vemos después
de vacaciones
.
Cariños, Terry.
Nox había vuelto a sonreír como una tonta, releyendo una y otra vez la nota de Terry. Si pudiera desgastarse la tinta con la mirada, las letras dejarían de existir. A continuación, abrió la de sus padres con extrañeza, ya que siempre le enviaban libros o cualquier otra cosa, no solo una carta. Al abrirla cayó unas fotografías en su regazo, pero decidió leer primero la nota:
Muy querida Nox:
Queriamos darte la noticia cuando fuese algo oficial.
Te esperamos en casa.
Mamá, papá,
Cedrine
y Lilianne.
Frunció las cejas sin comprender nada de nada. ¿Quién rayos eran Cedrine y Lilianne? Después se dispuso a ver las fotografías que habían caído sobre su regazo, y no pudo evitar gritar muy fuerte. Estaba agradecida de que la sala común era solo para ella, ya que hubiese despertado hasta Peeves que andaba por ahí.
Las lágrimas de felicidad caían sobre la fotografía, no lo podia creer. Lo imposible se había cumplido, después de tantos años. Y no solo uno, ¡dos!
Volvió a admirar la imagen: su padre; Brian, abrazando muy feliz a su esposa Rose, con una barriga de cuatro o cinco meses, algo bastante grande para ser de ese tiempo. ¡Iba a tener dos hermanitas! No podía dejar de gritar y saltar sobre su cama, viendo una y otra vez las fotografías, la de su madre acariciando su barriga, y la otra donde están manchados de pintura rosa, simbolizando que eran niñas. Nox no podría estar más feliz.
Más tarde, se recogió el cabello con una agujeta y se colocó el suéter que le había regalado su amiga, Cho, y salió al gran comedor. Encontrándose con una sola enorme mesa, donde las pocas personas que habían quedado en el castillo tomaron asiento en ella. Nox intentaba contener la felicidad, pero su rostro no ayudaba en lo absoluto.
Más tarde llegaron a unirse Harry, Ron y Hermione, pero con una actitud algo tensa que Nox no pudo percibir, ya que la noticia de que tendría dos hermanas no salía de su cabeza.
—¡Hola, chicos! —saludó Nox, bastante alegre —. Me encantaron sus regalos. ¿Es una muy bonita mañana de Navidad, no creen?
Todos se quedaron viendo extraño a Nox; ella no era alguien que se expresara a viva voz, pero no podía evitar estar tan feliz, y de alguna forma tendría que sacárselo del pecho.
—¿Te gustó mi regalo? —le preguntó Harry a Nox, cuando este tomó asiento a su lado.
—¡Por supuesto! Es una muy bonita pluma, gracias, Harry. ¿Salchichas?
Este aceptó el plato, temblando ligeramente, pero tal vez se debía a la gran energía que ahora cargaba Nox. Tal vez...
—¿Leíste las runas? —le preguntó con muchos nervios, unos de los que no notó Nox.
—La verdad es que no, estaba con bastante sueño como para ponerme a traducirlas —dijo sin pena. Harry pareció respirar de nuevo.
—¡Sybill, qué sorpresa tan agradable! —dijo Dumbledore, poniéndose en pie. Había llegado la profesora de adivinación.
—He estado consultando la bola de cristal, señor director —dijo la profesora Trelawney con su voz más lejana—. Y ante mi sorpresa, me he visto abandonando mi almuerzo solitario y reuniéndome con ustedes. ¿Quién soy yo para negar los designios del destino? Dejé la torre y vine a toda prisa, pero les ruego que me perdonen por la tardanza...
—Por supuesto —dijo Dumbledore, parpadeando—. Permíteme que te acerque una silla...
E hizo, con la varita, que por el aire se acercara una silla que dio unas vueltas antes de caer ruidosamente entre los profesores Snape y McGonagall. La profesora Trelawney, sin embargo, no se sentó. Sus enormes ojos habían vagado por toda la mesa y de pronto dio un leve grito.
—¡No me atrevo, señor director! ¡Si me siento, seremos trece! ¡Nada da peor suerte! ¡No olviden nunca que cuando trece comen juntos, el primero en levantarse es el primero en morir!
—Nos arriesgaremos, Sybill —dijo impaciente la profesora McGonagall—. Por favor, siéntate. El pavo se enfría.
La profesora Trelawney dudó. Luego se sentó en la silla vacía con los ojos cerrados y la boca muy apretada, como esperando que un rayo cayera en la mesa. Nox seguía sin escuchar a su alrededor.
Cedrine y Lilianne. Lilianne y Cedrine, que bonitos nombres...
—¡Queridos míos! ¿Quién de los dos se ha levantado primero? ¿Quién? —escuchó que gritó la profesora Trelawney, sacando a Nox de sus pensamientos.
—No sé —dijo Ron, mirando a Harry con inquietud.
—Dudo que haya mucha diferencia —dijo la profesora McGonagall fríamente—. A menos que un loco con un hacha esté esperando en la puerta para matar al primero que salga al vestíbulo.
Nox no volvió a prestar atención, ni cuando Harry y Ron se marcharon, ni cuando la profesora Trelawney soltó un bufido al comprobar que no había ningún loco con un hacha afuera. Distinguió a Hermione hablando con la profesora McGonagall, con algo de desesperación en su voz. Solo logró leer de sus labios «Saeta de fuego» y «¡Sirius Black!» pero Nox seguía en su mundo, esperando que terminara el curso y ver a sus hermanas.