ID de la obra: 790

MISERY NOX

Mezcla
R
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planificada Midi, escritos 218 páginas, 118.672 palabras, 26 capítulos
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18. El galés verde

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Capítulo 18 El galés verde —¿Nox? ¿Estás bien? —le habló Cho. Era domingo por la mañana, y Nox se sentía terrible. No podía evitar pensar en lo que había pasado la tarde del día anterior. Quería decírselo a sus dos amigos, pero eso podría delatar que Harry tenía una capa de invisibilidad, algo que era muy secreto suyo y de sus dos amigos. No sabía si sentirse enojada con Hermione Granger, ya que le había ocultado que Harry estaba ahí sentado con ellas todo el tiempo, y la hizo hablar de cosas que no tenía mentalizada para decirle en algún momento. —Yo... Esto... Si, solo, no tengo hambre —contestó Nox, mezclando su avena con la cuchara. —Bueno, Cedric está algo igual, por lo del torneo. —Lo sé... Nox agradecía que la mesa de Gryffindor estuviera mucho más lejos de la de Ravenclaw, ya que Nox evitaba moverse para evitar ser vista por cualquiera que tuviera ojos, pero su enorme cabello no ayudaba en lo absoluto, tal vez debería de completar sus trenzas... Para el lunes, Nox intentaba continuar con su vida como si no hubiese rechazado, roto y remplazado un corazón enfrente de la víctima. En clases de adivinación la profesora Trelawney no ayudaba mucho, «Mi querida niña, por fin lo hiciste, pero no te preocupes, no falta mucho para que lo arregles», le decía la profesora mientras Nox intentaba ocultar su rostro detrás de un libro. Por supuesto que Harry no decía nada, literalmente, ya que al estar Ron sentado en otra mesa, no le quedaba de otra más que sentarse en la única desocupada, que era la de Nox. Ya por la tarde, a la hora de la cena, Cedric llegó a sentarse junto a Cho y frente a Nox. Estaba muy pálido y habló tan inmediato como llegó: —Dragones —soltó. —¿Inventaste un nuevo insulto? Suena más como un halago —comentó Nox. —No, es la primera prueba. Cho comenzó ahogarse con el pastel de carne que tenía en la boca, y Cedric le dió pequeñas palmadas en la espalda. —¡¿Dragones?! —exclamó Cho en voz baja, mientras se secaba las lágrimas. Cedric asintió. —Están dementes, debemos encontrar la forma de como puedes burlar uno —comenzó Nox—. Esos malditos, y todavía lo dicen un día antes... —En realidad no lo dijeron los del torneo —dijo Cedric—. Fue Harry. —¿Y cómo rayos sabía él? —preguntó Cho. —Todos los sabían —agregó Nox —, por eso te lo dijo. Alguien se lo tuvo que decir. Es demasiado buena persona como para guardarse la información para él solo. Nox regresó a su memoria de hace unos días, estaban Hagrid y Moody juntos, lo más probable es que el semigigante sabía de los dragones, por eso estaba tan contento, él ama esas criaturas, y le contó a Moody sobre ello, y uno de los dos tuvo que decírselo a su amigo. Los tres pasaron el resto de la tarde en la biblioteca, investigando lo más que pudieran sobre los dragones. El más desesperado era Cedric, que tenía menos de un día para poder aprender todo sobre ellos. —Su piel es muy gruesa, por eso se necesitan más de dos personas para controlarlo —decía Nox mientras le daba otra ojeada al libro. —Si, pero el problema es que solo soy una persona —dijo Cedric. Llegaban a la más cercana conclusión de que lo mejor sería distraerlo, ya que Cedric era muy bueno en transformaciones. Nox no podía dejar de leer más información sobre dichas criaturas, ya que no estaba de más tener un dato más. «La piel y las escamas podrían jugar un papel en la regulación de la temperatura corporal, especialmente con la producción de fuego», leía lo más que podía, analizando y guardando la información en su mente. «... tendría que ser lo suficientemente complejo como para coordinar movimientos de vuelo, caza, comunicación y la compleja fisiología del aliento de fuego». «Todos sabemos que en su naturaleza está cazar y matar», pensó Nox, después de leer otro renglón. «Generar suficiente sustentación para un cuerpo tan masivo requeriría alas de un tamaño impensable o una densidad corporal extremadamente baja», «claro que sí, todos sabemos que son enormes... », seguía pensando. Para cuando llegó el martes, Cedric seguía blandiendo la varita en momentos, intentando recordar la mayor cantidad de encantamientos que podría. El día parecía ir extremadamente rápido, que cuando menos se lo esperaba, ya estaba en la gradas, esperando al primer campeón. Le dieron ganas de vomitar cuando vió que el primero era Cedric. Los nervios la estaban apoderando, y no quería ver lo que pasaba. Solo logró ver un perro, una quemadura en su rostro (que hizo gritar mucho a Cho) y un huevo dorado. Tenía las uñas enterradas en el rostro, y no tendría que pasar por el mismo estrés una, sino dos veces. Estaba que temblaba de arriba a abajo, con la mirada muy fija en quien entraría después, se relajó ligeramente al ver a Fleur Delacour, con su túnica y falda del color de su colegio. «Que honor ser la única chica entre todos ellos..., no quisiera ser ella...», pensó Nox, pero detuvo sus pensamientos en ciertas palabras. ...no quisiera ser ella... ...no quisiera ser ella... ...quisiera... ...quisiera ser ella... Tu alma no es mía, pero tú cuerpo si... Abrió los ojos, desconcertada por extraño entorno donde estaba. Quedó paralizada al ver lo que tenía enfrente, un enorme galés verde, mirándola con extraña elegancia y precaución. «No, no, no, debe ser un sueño. Si eso debe de ser...», pensaba Nox, sin apartar la mirada del dragón. Nox tropezó sobre sus propios pies (o los de Fleur) y cayó de lado al suelo. El dragón se defendió lanzando una larga, fina y directa línea de fuego de su boca, dándole directamente a la falda, que comenzaba a incendiarse. Rodó hasta detrás de una roca y comenzó a golpear la falda con las manos, intentando apagarla, pero solo lograba quemarse las propias manos. Sacó de la capa lo que parecía ser la varita de Fleur, sintiendo una textura totalmente distinta a la suya. —¡Aquamenti! —dijo en dirección a su falda, y de la varita salió un chorro de agua, y el fuego se apagó. Definitivamente no estaba en un sueño. Por accidente había cambiado de cuerpo con Fleur Delacour. Entre la multitud intentaba encontrar su cuerpo, pero eran tantas caras que le parecía imposible encontrarse, así que se terminó rindiendo. «Debo de continuar, o voy a morir... o mejor dicho, Fleur morirá por mi culpa...», pensó con desesperación. «La piel y las escamas podrían jugar un papel en la regulación de la temperatura corporal, especialmente con la producción de fuego», recordó, si quería apagar el fuego, debía hacer lo contrario a ello, ¿pero cómo? Volvió su vista al dragón, que seguía echado sobre su barriga llena de escamas, protegiendo sus huevos, que entre ellos visualizó al dorado, el que tenía que recuperar para superar la prueba. Sabía muy bien que las escamas de un dragón eran muy gruesas, así que de alguna forma tenía que hacer que se moviera para alcanzar el huevo, y sabía que no funcionaria un simple encantamiento. ¿Qué estaba haciendo? Divisó una enorme roca más adelante, lo suficientemente alta como para cubrirse, así que con todas sus fuerzas, corrió lo más que podía, esquivando otras rocas más pequeñas que se atravesaban en su camino. El galés verde ya había lanzado su chorro de fuego, fino y directo, quemando el piso que ya había caminado atrás. Cuándo sintió el fuego quemarle la espalda, se lanzó hacia la roca, como si de capturar una base en el baseball se tratase. Las cortinas entre doradas y plateadas que tenía por cabello le estorbaban demasiado, así que de la costura de la falda arrancó un trozo largo, se hizo una trenza lo más rápido que pudo y con la tira de tela, amarró la punta de la esta. Mientras lo hacía, escuchaba los rugidos melodiosos que soltaba el dragón por detrás de la roca, haciéndola temblar cada vez más. Quería llorar, tenía el corazón tan acelerado y prefería que explotara de una vez a tener que enfrentar un dragón. No debería de estar ahí ella, no debería estar pasando por ello, no debería de estarse enfrentando un dragón solo por error. Pero después recordó a Harry, que tendría que pasar por exactamente lo mismo, y por las mismas razones, pero a diferencia de ella; él si lo haría en su propio cuerpo y alma. Nox posiblemente tendría una segunda oportunidad, él no. Intentó respirar, tenía que lograrlo, y si lo hacía, también él podría. Asomó su cabeza por el lado derecho de la roca, el dragón estaba mirando a todos lados; la estaba buscando. Corrió hacia otra roca enorme y más cercana, pero al estar delante de ella se dió cuenta que era más pequeña, haciendo que se escondiera de rodillas, haciendo arder más las llagas en sus manos, pero se negaba rotundamente a soltar la varita. Miró a su alrededor, buscando que podría usar a su favor, hasta que vió algo que podría ayudarle: alzó la varita y con un movimiento una roca del tamaño de una pelota de bolo salió volando al lado contrario de dónde estaba ella, desviando la atención del galés verde. Salió corriendo una vez más por el lado contrario de la roca, pero el dragón pareció sentir su movimiento, así que dirigió un chorro de fuego directamente hacia ella. —¡Protego! —alzó la varita y desvío con todas sus fuerzas el chorro de fuego en dirección a la roca de dónde estaba antes. Él volvió a abrir el hocico, pero reaccionó muy rápido y Nox lanzó un segundo hechizo antes de que lanzara más fuego —: ¡Glacius! De la punta salió entre una especie de nieve y neblina. Nox se concentró mucho más y la tormenta de nieve se extendió, congelando y nevando todo el suelo de dónde se encontraba el dragón. Este batió las alas y soltó un chillido de dolor, elevándose en el aire, volandole los mechones rebeldes del rostro. Corrió crujiendo la nieve bajo sus pies, y se acercó lo más que pudo hacia los huevos, pero el dragón no estaba lo suficientemente elevado para dejarla pasar, así que rodó por debajo de la panza del dragón y volvió a batir la varita. —¡Ventus! —apuntó hacia las alas del dragón desde abajo. Un espiral de aire potente fue en dirección a las alas, haciendo retroceder al dragón, como si las velas de un barco se tratasen. Comenzó a empujarse con sus pies hasta acercarse a los huevos del dragón. Parecía que lanzaría otro chorro de fuego, pero Nox volvió a lanzar una tormenta de nieve y el dragón se detuvo. Cuando estaba a punto de tomar el huevo, ya no se encontraba ahí. Tentó con su mano desocupada donde se suponía que se encontraría el huevo, pero solo sentía la nieve que ella misma había provocado. No podía bajar la varita, ya que con el aire detenía al dragón en lo alto y alejado de ella, así que con la otra mano comenzó a escarbar con desesperación, volviendo de vez en cuando la mirada entre el galés verde y la nieve que enterraba el huevo. La adrenalina hacia que el dolor de sus manos quemadas y dedos congelados no existiera. Ya lo tenía, solo era cuestión de encontrarlo y sacarlo. La desesperación le ganó, así que apuntó su varita ahora en dirección a donde se supone que estaban los huevos. —¡Aquamenti! —volvió a conjurar, y un chorro de agua empapó la nieve, derritiendolo suficiente como para meter más fácilmente las manos. Excavó y sumergió las manos, empapando completamente las mangas del suéter. El frío recorrió sus brazos, pero no tenía ninguna intención de detenerse, tenía el tiempo contado. Tentó algo, lo tomó y empezó a jalarlo hacia la superficie, todo mientras escuchaba el aleteo del dragón cada vez más cerca. «Que sea el huevo, que sea el huevo de oro...», suplicó por dentro. Un grito ahogado salió de ella cuando vió una cabeza dorada empezar a salir —¡Si, si, si! ¡LO TENGO, LO TENGO! Por fin tenía el huevo dorado en sus manos, pero el aleteo del dragón comenzó a despeinarle el cabello una vez más. Abrazó el huevo con todas sus fuerzas y se echó a correr con el fuego quemando la espalda una vez más. Pero se detuvo cuando escuchó voces gritando y el dragón chillar: los cuidadores habían entrado a aturdirlo y detenerlo. Todas las cabezas rompieron en un sonido de festejo, y Nox se sintió muy alegre y satisfecha, así que alzó el huevo capturado sobre su cabeza. Era bastante pesado, pero su cuerpo estaba en un punto donde no sabía que era suave o que era duro. —¡Fleur! ¡Fleur! —escuchaba que hablaban, pero ella no volteaba —¡Fleur...! Nox cayó en cuenta que ella era Fleur, no Nox, así volvió en dirección a los llamados y vió a Madame Máxime, haciendo señas para que se acercara a la puerta que estaba en el cercado. —¡Brillant! ¡Tout simplement brillant! —le decía. Muy poco había entendido. —¡Vamos, señorita Delacour! Debe ir a atenderse —dijo el profesor Flitwick, que parecía un osito de gomita al lado de la directora de Beauxbatons —. ¡Lo ha hecho excelente! Y no recordaba un perfecto inglés de su parte... Atravesó el cercado, comenzando a temblar. Lo había logrado, había permanecido a Fleur con vida, y mejor aún, ¡había hecho un gran espectáculo!, ojalá podría verse a sí misma haciendo todo aquello para recordarlo. Caminó hasta llegar a una tienda con cubículos, suponía que era uno para cada campeón. Madame Pomfrey le puso una pomada en las palmas de las manos, después se las vendó. Revisó las heridas de sus rodillas y le puso cosas que no tenía idea de lo que eran. El cuerpo comenzó a dolerle, pero la adrenalina no evitaba que dejara de temblar, y la voz de Cedric la hizo reaccionar. —Creo que me ha dejado de arder... —decía a Madame Pomfrey. Ella le dió unas indicaciones más y se retiró para preparar otras cosas para el siguiente campeón. Nox se puso de pie y avanzó temblando y cojeando hasta el cubículo donde se encontraba su mejor amigo, que tenía parte del rostro cubierto con una extraña pomada. Ella sonrió sin evitarlo. Se abalanzó contra él, abrazándolo por el cuello, mientras intentaba no llorar, ya que estaba bastante preocupada por él desde que salió del gran comedor. —Esto... ¿Estás bien, Fleur? —preguntó Cedric, dándole palmadas incómodas en la espalda. Cierto, había olvidado una vez más que estaba en el cuerpo de Fleur Delacour. ¿Cuánto tiempo más estaría ahí? No había nadie intentando despertarla, y no sabía hasta qué momento saldría de ahí. —Yo... —empezó Nox, separándose —. Sé que va a sonar como lo más loco del universo, pero soy Nox. Cedric arqueó una ceja, como siempre solía hacer cuando encontraba algo sospechoso. Era mucho más que evidente que no se tragaría algo como aquello. —¿Esta es una broma que planeaste con ella y Cho? Porque si es así, es muy pésima. —¡No! Es enserio, soy yo. Verás, descubrí que puedo poseer los cuerpos de las personas —explicaba, Nox—, y ahora lo hice por accidente con Fleur, tuve que pasar la prueba por ella... —Vamos, está broma es de muy mala calidad, y debo de admitir que has mejorado bastante tu acento en tan poco tiempo —dijo Cedric, cruzado de brazos y mirando divertido. —Lo digo en serio, hazme una pregunta. —¿Una pregunta? ¿La que sea? —Nox asintió —. Veamos... ¿Cómo se escribe mi nombre? Nox soltó un bufido con burla. —¿Es enserio? —Claro, Nox y Cho saben perfectamente como se escribe de manera correcta —hizo un movimiento con la mano—. Si lo contestas bien, te creeré. Parecía una pregunta bastante simple, pero a la vez muy especial y secreto entre los tres amigos. Nox sonrió con complicidad, pero en el rostro de Fleur Delacour parecía más una mueca extraña. —Tu nombre se escribe sin uve, eres Cedric sin uve —respondió. El rostro de Cedric palideció unos tonos, y soltó sus brazos, sin creer lo que estaba viendo. —Qué... ¿Nox...? ¿De verdad eres tú? —preguntaba incrédulo, ella asintió. —¡Niña, deberías ir a escuchar tu puntuación! —la regañó Madame Pomfrey de repente. Le dió unos empujoncitos hasta la salida, donde caminó de vuelta a la cerca y pudo por fin ver a los jueces, que estaban hasta el otro extremo en altos asientos de oro. Madame Máxime había vuelto a su lugar en lo alto, pero no levantó la varita, quién lo hizo fue el director Dumbledore. De su varita salió una elegante cinta, formando un ocho. Nox sonrió, pero no aplaudió como los presentes, ya que le dolían las manos. Después Bartemius Crouch lanzó un siete, Igor Karkaroff puso un pestoso cinco, Nox abrió la boca indignada, y finalmente Ludovig Bagman, con un ocho también. Tal vez se le descontaron puntos por la falda quemada y las manos achicharradas. Se devolvió a la tienda de enfermería, para encontrarse de nuevo con Cedric, que parecía seguir pensativo y sin creer la respuesta de Nox. Ella se dispuso a explicarle todo, desde cuándo se enojó y tomó el cuerpo de Draco Malfoy, hasta cuando lo hizo dos veces con Pansy Parkinson, y todo aquello no parecía carburar muy bien en el cerebro de su mejor amigo. Más tarde llegó a la tienda Viktor Krum, y Madame Pomfrey corrió a atenderlo. —Vaya... Eso... Es aterrador —logró formular su amigo, después de una larga explicación. —Lo es. Sigo sin saber cómo es que terminé aquí, ¡pero conseguí el huevo! —señaló a su cubículo donde se encontraba —. Y me dieron veintiocho puntos. —A Fleur Delacour le dieron veintiocho puntos, querrás decir. Su mejor amigo no parecía tomar la situación con mucho gusto o diversión, ya que no mostraba la misma reacción que su amiga atrapada en el cuerpo de la chica veela. Un pequeño bullicio se escuchó en otro cubículo, así que ambos voltearon en dirección al ruido, prestando atención. —¡Harry, has estado genial! —dijo Hermione con voz chillona.  —. ¡Alucinante! ¡De verdad! Nox entendió sus alarmas. Había olvidado por un instante lo que estaba pasando después de su acto. Caminó con decisión, pero en su camino se atravesó Cho Chang, con una cara bastante preocupada, tal vez por no ver a Cedric en horas o menos. Le pareció demasiado impactante que la pasara de largo y no la saludara. Se abalanzó a los brazos del Hufflepuff, diciendo lo preocupada que estaba, pero después con voz muy fuerte le avisó: —Necesito que vengas, es urgente —dijo Cho, con voz temblorosa. —¿Qué pasa? —preguntó Cedric. —¡Es Nox! ¡Está... Mal! —no sabía cómo explicarlo —Ella no reacciona, solo está llorando, y parece que es metal líquido en lugar de lágrimas normales... O algo parecido. Nox, que estaba ahí parada sintió como el estómago dió vuelta y su piel se volvió verde. Algo le estaba pasando a su cuerpo. Nunca había estado tanto tiempo fuera del suyo, y mucho menos tan lejos, aunque no era algo que haya hecho bastantes veces o normalmente. Debían despertarla. Se volvió a Cedric, que tenía la misma cara de preocupación. Nox estaba a punto de salir de ahí corriendo, pero su amigo la detuvo. —¡No, Nox! ¡No debes de ir! —se le salió decir en voz alta. —¿Qué? —¿Cómo? —¿Nox? —¿Qué dijiste? La presión y la angustia no eran para nada una buena combinación. Todos estaban ahí presentes: Cho, Harry, Hermione y Ron, sin entender por qué su mejor amigo se había referido de esa forma a Fleur Delacour. Ella abrió bastante los ojos, sin saber muy bien qué decir. Cedric parecía querer pegarse la cabeza contra el suelo por rebelar aquello tan alto. La arrinconó a uno de los cubículos, ignorando la mirada de todos. —Nox, necesito que te quedes aquí, no sé qué tan seguro es que te veas a ti misma... —Ya lo he hecho antes —dijo Nox, en un tono suplicante —, solo es raro de momento... —No, no solo me refiero a ti, sino a Fleur, ella no sabe nada de lo que está pasando, y si las cosas son como me imagino, no creo que sea correcto que lo último que haya visto sea un dragón y después a ti. Tenía razón, Fleur Delacour estaría muy confundida y desconcertada por todo aquello que estaba ocurriendo, debía de buscar la forma más correcta de que pudiera digerir la situación. —Quiero que te quedes aquí, acuéstate e intenta descansar —le pidió mientras la hacia sentarse en una de las camillas del cubículo —. Fleur necesita descansar. Solo necesito que me digas como despertar. Nox por un instante se quedó en blanco. Ella negó, pero un extraño mareó llegó a ella, haciéndola tambalear ligeramente, sentándose bruscamente en la camilla, algo le estaba pasando. —Tienes que quedarte aquí —comenzó a indicar—. Cuando Fleur despierte aquí, creerá que se desmayó o algo así. —Ya sé cómo hacerlo —habló de pronto Cho, a espaldas de Cedric. Ambos se volvieron hacia ella, parecía algo desconcertada y muy nerviosa, mirando muy extraño a Nox —. Harry me ha dicho cómo. Te veo allá. Y salió de ahí. —Es sorpréndete... No puedo creer lo que lo logré —comentó Nox. —Si, pero, no lo sé, Nox... —Logré vencer un galés verde... Capturé el huevo, y todo fue gracias a que te ayudé a investigar todo lo que se podía sobre dra- No pudo terminar la frase. Fue como si le hubieran desenchufado de pronto los ojos. Solo sintió su cuerpo perder el control y caer al vacío. Pero de pronto despertó, con la sensación de como si de saltar de un lugar muy alto hubiese sido. Se sentía muy débil, con el rostro sudado. Intentó limpiarse el rostro, pero de sus ojos había salido un líquido plateado, tan ligero como la sangre. A su derecha estaba Cho, con el rostro muy preocupado, mirando de abajo a arriba a su mejor amiga. —¿Nox? ¿Si eres tú? —fue lo primero que preguntó. Miró a su alrededor, y estaba exactamente donde había estado antes de ver salir a Fleur Delacour a combatir con el galés verde. Ya no habían muchos alumnos, habían unos que otros, conversando y opinando sobre los enfrentamientos y los puntos que debieron tener cada uno. —Si, claro, estoy bien —sonrió abiertamente, como si no tuviera el rostro embarrado de sangre negra —. He hecho la cosa más loca que jamás te podrías imaginar.   ◦•●◉✿◉●•◦   Cho y Nox seguían muy impresionadas por lo que la última mencionada podía lograr hacer. Cedric no se lo estaba tomando muy bien, pero Nox siempre le decía que no fuera un aguafiestas, ya que era lo más genial que existía. —No, no lo es —gruñó Cedric, sentados en las escaleras del vestíbulo —. ¿No entiendes la gravedad de esto, Nox? —Le ayudé a enfrentar al dragón, y le dí una muy buena puntuación... —No solo es eso, ella ha estado muy distraída intentando recordar qué pasó —las sonrisas en los rostros de ambas chicas se esfumaron —. Le robaste horas de su vida, y tú lo ves como si hubiese sido algo estupendo —Nox miró en otra dirección, con bastante vergüenza —. Si, hiciste algo muy impresionante, pero ese era el momento de Fleur, no el tuyo. La verdad le había golpeado en la cara con un guante pesado y de cuero. Ahora se sentía muy mal al respecto. —Perdón, fue un accidente... —intentó justificarse, Nox. —Lo sé, y de verdad sugiero que aprendas a dominar eso. Ella alzó la mirada, sin entender de qué lado estaba él. »Porque no sabes cuándo podrías provocar algo similar, y será mejor que sepas cómo hacerlo, para ya no seguir cometiendo accidentes. No recordaba la última vez que Nox se había sentido así de regañada, a excepción de la vez que cuando su madre la había regañado por algo tan tonto como asustar a su padre mientras bebía café y este se quemara derramando sobre sus pantalones. Solo se dedicó a asentir con mucha vergüenza de ver que poseer el cuerpo ajeno de alguien era muy divertido. Mientras el invierno y diciembre se acercaban, Nox más se entristecía ligeramente, ya que la época le recordaba mucho a su madre. Adoraba cuando hacia la cena navideña junto a su padre, bailando y bebiendo en la cocina, mientras que el tocadiscos de la sala giraba los vinilos, tocando canciones que llenaban de vida el ambiente. Había recibido una respuesta de su padre hace tiempo, donde le sugería apoyar a sus amigos, lo más que pudiera, ya que no sabía de lo que se podría arrepentir en cualquier momento, así que Nox lo tomó gustosamente. Dos cosas en su mente se encontraban en la clase de encantamientos: cómo haría para dominar su «poder» sin afectar a los demás, y segundo, cómo serían sus vacaciones en casa... —¡Señorita Figg! —le llamó el profesor Flitwick. Parpadeó varias veces, tratando de borrar sus pensamientos que empañaron su vista a la clase. Todos la miraban, esperando una respuesta por parte de ella, sonrojandola levemente. —Perdon, ¿cómo decía usted, profesor? —Que si podría mencionar el nombre del encantamiento levitatorio que habíamos repasado la clase anterior. Nox sacudió la cabeza. —¡Ah! Era Wingardium Leviosa, profesor. —Perfecto, entonces, este es uno de los más importantes... Siguió explicando, el profesor, apuntando y girandose a la pizarra para seguir haciendo anotaciones con su varita (ya que al ser tan bajito, no alcanzaba). La campana sonó y todos comenzaron a guardar sus cosas, pero antes de que el primer alumno saliera, se subió a una pila de libros y detuvo a todos para dar un anuncio: —Se acerca el baile de Navidad: constituye una parte tradicional del Torneo de los tres magos y es al mismo tiempo una buena oportunidad para relacionarnos con nuestros invitados extranjeros. Al baile sólo irán los alumnos de cuarto en adelante, aunque si lo desean pueden invitar a un estudiante más joven... Risitas y cuchicheos se escucharon por todo el aula. Padma que estaba junto a ella ahogó una risotada, ya que la noticia le llegó como si de un concurso de belleza se tratara. Nox quería reaccionar de la misma manera, pero ya tenía el compromiso de reunirse con su familia en Navidad. —Será obligatoria la túnica de gala —prosiguió el profesor Flitwick —. El baile tendrá lugar en el Gran Comedor, comenzará a las ocho en punto del día de Navidad y terminará a medianoche. Ahora bien... —El profesor suspiró con algo de alegría dentro de el, evitando demostrar la emoción que tenía contenida —. El baile es una oportunidad para divertirse y convivir como lo que son: adolescentes. Pero eso no quiere decir que deban dejar en vergüenza al colegio. Así que personalmente castigaré al responsable de algo similar, siempre y cuando sea de Ravenclaw, claro. Bueno, ¡andando! Todos salieron muy relucientes y felices por el nuevo anuncio. Nox sentía más tristeza, porque no iría, pero apostaba que Cedric y Cho le enviarían bastantes fotos sobre ello. Estos se mostraron muy desanimados cuando les contó que no asistiría, ya que pasaría Navidad con la abuela Figgy y su padre, ya que la última vez que no fue, se arrepintió demasiado, y el miedo se apoderó de ella, temiendo que sucedería de nuevo.
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