23. Los secretos del laberinto
12 de septiembre de 2025, 13:18
Capítulo 23
Los secretos del laberinto
El despacho del profesor Flitwick era un tanto diferente, como si todo a su alrededor se volviera miniatura, y era más que obvio el porqué, pero para las proporciones que tenía Nox, parecía ser un tanto más difícil caminar con libertad de movimiento.
Se encontraba sentada frente al enorme escritorio, con los brazos cruzados y la mirada perdida. La profesora Trelawney se había marchado, solo la había dejado ahí sola, a esperar al jefe de su casa. Tal vez la pondrían a lavar los baños con un cepillo de dientes, la suspenderían, o la tendría que limpiar donde dormían las criaturas más horrorosas que el profesor Hagrid podría tener en su jardín.
Sus ojos se habían logrado apagar, pero el fantasma de su sonrisa seguía vigente, esperando volver a ver a Pansy Parkinson y su posible hematoma en toda la mitad de su rostro, era lo mínimo que se merecía por hablar tanta mierda de ella y sus amigos.
La puerta se abrió, pero Nox no se tomó la molestia de girarse a ver de quién se trataba, sabía que era el profesor, pero no se percató que venía acompañado de alguien: su padre.
Sintió como la sangre se le fue a los pies, más cuando quedó frente a ella. Estaba furioso, con tan solo ver sus ojos sabías que estaba más que enfadado, posiblemente decepcionado. Por primera vez después de un rato, Nox se encogió en sí misma, mirando a otro lado, ahora con vergüenza; el orgullo, arrogancia y satisfacción que había estado sintiendo desaparecieron.
El profesor Flitwick subió a su enorme escritorio para tomar asiento, pero el padre de Misery Nox no dejaba de verla sin cambias su humor.
—Bien, señor Figg —empezó Flitwick —, como ya le explicó la profesora McGonagall, su hija empezó una pelea en el gran comedor...
—Me provocaron... —interrumpió Nox, en signo de protesta. Su padre la apuntó con el dedo.
—Tú, ni se te ocurra hablar, mucho menos interrumpir. Vas a hablar cuando se te pregunte —la regañó, con un tono de voz duro y severo. Nox se encogió en su lugar una vez más —. Prosiga, profesor.
—Gracias. Cómo decía —prosiguió—, tendremos que aplicarle varios castigos antes de que termine el curso, entre ellos es no ir a Hogsmade hasta nuevo aviso.
—¡¿Qué?! —exclamó Nox.
—¡Misery Nox! —advirtió su padre —¿En serio te estás poniendo a protestar por algo que evidentemente hiciste? ¿Crees que tus acciones no se verán afectadas? Este curso has estado tomando decisiones muy extremas...
—¡No es justo! También harán lo mismo con Parkinson, ¿verdad?
—Señorita Figg, usted la atacó a ella —dijo el profesor Flitwick.
—¡Ella empezó! Comenzó a decir basura sobre mí y mis amigos, y no es la primera vez que lo hace. ¡Ya era hora de que alguien la pusiera en su lugar!
Su padre no dijo nada, pero no porque no supiera que decir, sino porque se estaba conteniendo a no decir algo, justo como Nox había aprendido en el algún momento, pero a diferencia de ella, su padre si lograba controlarse y llevar las cosas con calma, Nox no había llegado a esa parte del aprendizaje, por eso ahora estaba en esa situación.
—Profesor, sino le molesta, me gustaría hablar con usted a solas, después lo haré con mi hija.
Flitwick asintió varias veces.
—Claro, no hay problema. Señorita Figg —se dirigió a ella—, si me hace el favor de esperar afuera.
Nox se puso de pie en un salto, pero molesta, saliendo a zancadas mientras cerraba la puerta con descuido.
Debía tomar los últimos exámenes del día, pero no podía, y si escapaba, no tardarían en quitarle más puntos a su casas. ¿Por qué habían llamado a su padre? ¿Tan mal estuvo todo? ¡Solo le arrancó un mechón de cabello! Podría regalarle un poco del suyo, que tiene bastante de sobra.
Mientras caminaba en círculos en el pasillo fuera del despacho, de pronto su cuerpo comenzó a flotar. La máxima relajación había llegado a su cuerpo, olvidando todo su enojo, tristeza y preocupación.
«Ve hacía el campo de quidditch...», le ordenaron. Nox obedeció sin siquiera una pizca de esfuerzo por negarse, como si tuviera toda la disponibilidad del mundo.
Caminó como una sonámbula, sin siquiera prestar atención en donde pisaba. No había gente en los pasillos, lo más seguro es que se encontraban todos en sus exámenes. Sabía que Cho estaba haciendo sus exámenes TIMO, pero en ese momento jamás se le cruzó por la mente una preocupación por su amiga.
Siguió avanzando, hasta salir del vestíbulo hasta el jardín del casitllo, tropezando de vez en cuando con el peso irregular. Jamás se dio cuenta en qué momento ya se encontraba frente a la entrada del enorme laberinto que habían puesto en la cancha donde siempre se hacían los partidos de quidditch.
No estaba muy lejos del lugar donde la había encontrado inconsciente, a unos pasos de las profundidades del bosque prohibido, donde pasó gran parte de sus tardes y noches torturando a quien parecía ser Barty Crouch.
«Entra...», le ordenaron, así que Nox comenzó a avanzar sin chistar.
Recorrió y dobló los pasillos varias veces, hasta integrarse por completo. El cielo seguía iluminado, pero las ordenes dejaron de llegar a su mente. Pasaron horas, y seguía de pie ahí en medio de uno de los pasillos, de enormes paredes, con la mente en blanco; era como estar dormida con los ojos abiertos, con los espejos que ahora tenía por iris.
El cielo comenzó a oscurecerse, amenazando con la noche. Misery Nox no sentía el tiempo pasar, era como ver una película en cámara rápida, esperando llegar a una escena para seguir viendo el resto con normalidad. No sentía hambre, tampoco cansancio.
De pronto, escuchó un silbato... Dos... Y tres...
Siguió inmóvil, esperando más órdenes. Pasaron minutos, y no escuchaba nada más que el silbido del viento contra el césped. Unos pasos ligeros se escucharon del otro lado del matorral. Las órdenes le llegaron, sacó la varita de su túnica y se dirigió hacia los pasos con gran velocidad. Cuando dobló el surco, se encontró la espalda de Fleur, Misery sonrió.
—¡Psst! —llamó su atención.
La platinada se giró hacia ella, y la miró sin entender qué hacía ahí. Su reacción no duró mucho, ya que cayó al suelo sobre su espalda cuando Misery le lanzó un hechizo, soltando un agudo grito de dolor. Aún con la varita en alto, Misery no se detuvo a ver cómo estaba, así que le lanzó otro para desmayarla, así quitó uno del camino.
Avanzó, empuñando firmemente la varita, prestando atención a los sonidos de su alrededor como un animal cazando. En uno de los pasillos se encontró un enorme escroguto de cola explosiva, así que mejor decidió seguir por otro lado, a base de órdenes, claro que no perdería el tiempo con un animal tan horrible y peligroso.
Avanzó por demasiado tiempo, atravesando obstáculos, cuando una voz ronca y conocida sonó a sus espaldas:
—Sabia que tú «erras» quién me atacó.
Se dió vuelta, quedando frente a Viktor Krum, que tenía la varita apuntándole al pecho. Misery curvó una fría sonrisa.
—Es una lástima que no te hayan tomado en cuenta tu absurda verdad —una voz fría salió de ella, algo muy extraño y diferente de ella —. Aquél hombre estúpido escapó de mí, y no quería que nadie se enterara, pero tú lo viste, lo intentaste ayudar...
—¿Qué hiciste con él? —no bajó la varita.
—No quieres saberlo... —alzó la suya también.
—¡Sueltala! ¡Y no te muevas de ahí! —le ordenó, pero no hizo caso a sus indicaciones.
Misery alzó la varita al cielo, sobre su cabeza, lanzando chispas rojas. Krum las miró, le iluminaron el rostro, sin entender el por qué.
—Oh, no seas ingenuo, no son para mí... ¡Desmaius!
El cuerpo del chico cayó pesadamente hacia atrás. Ella sonrió con satisfacción, dejando a dos menos, solo le quedaba uno.
Volvió a sus redadas por el laberinto, ignorando varios obstáculos, zigzagueando por las enormes paredes, hasta que por fin encontró al último.
—¡Por fin te encuentro! —fingió alegría, apuntando a Cedric por la espalda.
—¿Nox? —se volteó, asustando y sin comprender —¡No deberías estar aquí! ¡Te hemos estado buscando todo el día!
—Tú tampoco —sonrió—, solo tenemos que hacer las cosas más fáciles para que ese mocoso llegue más fácil al traslador, y con vida, por supuesto... —decía lo que la voz en su mente le ordenaba decir.
Cedric se dió cuenta que los ojos de Nox no eran de ese gris tan oscuro que siempre llevaba cada día. Algo estaba muy mal, ella no debía estar ahí, y menos en esas condiciones. Tenía aún los rasguños de su pelea por la mañana, el cabello seguía revuelto, puede que hasta más. Por unos instantes pensó que se trataba de un boggart.
—¡Riddíkulo! —le gritó a la cara. Misery rió fríamente.
—¡Que lindo y encantador! El verdadero campeón de Hogwarts viendo a su boggart frente a frente, hecho realidad. Me enterneces demasiado.
—¡Nox! ¿Qué vas a hacer? —comenzó a gritar Cedric, alzando su varita cuando vió que Nox no parecía querer detenerse—. ¿Qué demonios pretendes hacer?
—¡
Crucio
!
Los gritos de su mejor amigo rompieron el silencio que había en el laberinto, sus piernas le fallaron, cayendo al suelo. Sus gritos parecían no ser lo suficientemente fuertes como para hacer que se detuviera. Se llevaba las manos a la cabeza con desesperación, en un intento fallido de pedir que se detuviera, cosa que no le habían ordenado.
Un ruido se produjo del seto frente a ella, alzó la mirada y la maldición se detuvo al igual que los gritos de Cedric. Vió a Harry atravesando el seto, con la cara rasguñada y la túnica rasgada. Una vez más Misery sonrió fríamente.
—Eso es hacer trampa, cariño.
La miró con espanto, ya que el rostro que en ese momento se reflejaba no era en nada al que Nox solía sonreírle siempre. Estaba viendo a una persona completamente diferente frente a ella, como la que besó a Ron en el baile de navidad y no la que besó al final del partido de quidditch ya hace un año.
Él, muy decidido alzó la varita, Misery sonrió más.
—¿Me vas a atacar? Yo solo estoy haciendo las cosas más fáciles para ti, cariño —fingió una voz comprensiva —. Ya hice suficiente con quitar a los otros dos idiotas del camino, ¿no crees?
—¿Qué cosas estás diciendo, Nox? —habló por primera vez.
—Muy pronto lo entenderás, yo solo sigo órdenes.
Apuntó con su varita, pero Harry fue mucho más rápido. Le lanzó algo al pecho que no logró llegar a sus oídos, pero si llegó a sentir como su cuerpo cayó en seco al suelo.
Una vez más se encontraba en el cuarto del orfanato, mirando el reflejo frente a ella, cada vez más familiar al que veía todos los días en su casa o la sala común.
«Tienes que dominarlo... Házlo... Es tuyo, y úsalo...»
Abrió los ojos, unas luces centellantes y pequeñas de color rojo brillaban sobre sus ojos. Parpadeó varias veces mientras se sentaba sobre su lugar. Tomó su varita que se encontraba a unos metros de ahí. No sabía que había pasado, las motitas de luz llegaban a su mente, memorias distorsionadas que se iluminaban, pero no podía pensar con claridad.
El silencio invadía el lugar, así que se puso de pie, con la intención de buscar una salida. Sus ojos viajaban de aquí para allá, sin saber qué hacer, habían vuelto a su color habitual.
Nox comenzaba a desesperarse, sobretodo porque no recordaba que hacía ahí, ¿o estaba en el cuerpo de uno de los campeones? Observó su túnica, sus pantalones y sus manos, pero era su propio cuerpo. Se asustó aún más, porque se trataba de su propia vida. Temblaba horriblemente. Sabía que estaba en el laberinto, con solo un vistazo sabía que era ese lugar.
«Qué estoy haciendo aquí... Qué estoy haciendo aquí...», se cuestionaba con cada paso que daba, intentando recordar.
Caminó otros cientos de metros con la varita alzada, intentando encontrar a alguien, pero siquiera sabía cómo podía pedir ayuda, o como trepar y salir de ahí, ya que ni siquiera había tenido oportunidad de escuchar las reglas.
Se detuvo cuando al dar vuelta a la izquierda, se encontró con unas raíces que atravesaban de lado a lado el camino.
«Tal vez sean como los rayos láser de las películas, no debe ser tan fácil como parece», pensó.
Por un momento decidió regresar, pero tal vez si algo malo le pasaba, podrían ir por ella y sacarla, así que decidió al menos intentarlo.
Con mucho cuidado pasó su pierna por una de las raíces, recogiendo la túnica con su mano. Se agachó pecho tierra y avanzó por debajo de unas, pero por accidente tocó una con el pie izquierdo, y esta comenzó a moverse. Del seto comenzaron a salir algo como tentáculos, húmedos y fríos que empezaron a envolver a Nox en la oscuridad.
Comenzó a gritar con todas sus fuerzas, intentando liberarse del agarre de la planta, pero esta era mucho más fuerte. Su grito se sofocó cuando habían llegado al cuello, comenzando a asfixiarla. Sus ojos comenzaban a lagrimear, y las fuerzas comenzaban a dejarla... Era... Algo...
«Lazo... Lazo del diablo...», pareció recordar, y con las fuerzas que le estaban quedando, logró conjurar —: ¡Incendio!
Una enorme llamarada de fuego azul salió de su varita, iluminando y quemando parte de su cabello, pero no le importó en lo absoluto. El lazo la soltó de inmediato cuando sintió el calor, como si hubiera intentado y logrado encender un lanzallamas. Comenzó a respirar con desesperación, sus pulmones estaban festejando de tener oxígeno de nuevo en ellos.
Corrió con todas las fuerzas que pudo de ahí, no quería de nuevo ser ahorcada de esa forma. La túnica se le había ensuciado, al igual que su ropa, ya ahora tenía parte del cabello quemado, dando un olor extraño.
Siguió avanzando y un resplandor se hizo presente en uno de los pasillos largos del laberinto. Era la copa. Tal vez y si llegaba y no había nadie, esperaría a que llegase alguien para que la llevaran también, o quién sabe.
Corrió, pero escuchó unas voces que parecían discutir, así que mejor comenzó a avanzar despacio.
—¡Sólo yo fui lo bastante tonto para tomarme en serio la canción! —era Harry, hablando con algo de amargura —. ¡Toma la Copa!
—No —contestó la voz de Cedric, parecía ser que habían llegado al mismo tiempo—. Vamos, tómala tú...
Los pasos de Nox se escucharon, haciendo a ambos guardar silencio. El rostro de Nox se iluminó gracias al resplandor de la copa, y ambos levantaron las varitas en su dirección.
—¡No, no! ¡Soy yo! —alzó ambas manos—. ¡Soy yo!
—Precisamente por eso —dijo Harry con un tono duro, sin bajar la varita.
—¡Espera! —dijo Cedric, bajando su varita, observando el rostro asustado de Nox —¡Es ella!
—¡Claro que soy yo!
—No, me refiero a que si eres tú... ¡Sus ojos, Harry! —decía Cedric, comprendiendo la diferencia —. Cuando me atacó tenía los ojos como espejos, ahora no...
—¿Atacarte? Cedric, yo jamás...
—Lo sé —interrumpió —. Te conozco.
Harry, aún sin confiar totalmente, bajó también la varita.
—¿Saben qué hago aquí? —comenzó Nox, bajando ambas manos —, yo... No sé qué pasó... O qué hago aquí... ¡Oh, santo cielo! ¡Tu pierna, Harry!
—Te deshiciste de Krum y Fleur —dijo Harry, sin cambiar su tono de voz, ignorando lo que decía.
—¿Cómo dices? —abrió bastante los ojos.
—Tú misma lo dijiste, te deshiciste de ellos, y también ibas a hacer lo mismo con Cedric. Le lanzaste la maldición cruciatus, sin algún remordimiento.
Los ojos de Nox se cristalizaron, sin creerse lo que estaba diciendo.
—Y-yo —su voz comenzaba a quebrarse — de verdad que no sé de qué están hablando... No puede ser, no de nuevo...
—¿Sabes cómo salir de aquí, no? —interrumpió Cedric, Nox parpadeó muchas veces.
—Es lo que he intentado hacer...
—Dijiste que la copa era un traslador —dijo Harry, captando las palabras de Cedric.
—¿Yo?
—Si, cuando te encontré, algo así dijiste.
—Yo no... —respiró profundo —, si es así, entonces deberíamos tomar la copa.
—Pero se van a preguntar quién llegó primero.
—Y yo diré que ambos...
Cedric pareció sonreír.
—Adelante, pues —dijo—. Vamos.
Cedric cogió a Harry del brazo, por debajo del hombro, y lo ayudó a ir hacia el pedestal en el que descansaba la Copa. Al llegar, uno y otro acercaron sendas manos a las relucientes asas, mientras que Nox se dirigía al cuello de la copa.
—A la de tres, ¿vale? —propuso Harry—. Uno... dos... tres...
Los tres la tomaron, y efectivamente, sus pies se despegaron del suelo, flotando y revolviendo todo a su alrededor. Sintió como todo el dolor y cansancio de su cuerpo se regeneró de pronto gracias al movimiento. Cayó al suelo cuando por fin pudo soltar la copa que terminó por caer en alguna parte del cementerio.
—¿Dónde estamos? —preguntó Harry.
Cedric sacudió la cabeza. Se levantó, ayudó a Harry a ponerse en pie, después ayudó a Nox, y los dos miraron en torno. Nox tenía una muy mala sensación mientras enfocaba su vista.
—Esto no es Hogwarts... —dijo Nox, mirando.
Era evidente que habían viajado muchos kilómetros, porque ni siquiera se veían las montañas que rodeaban el castillo.
Se hallaban en el cementerio oscuro y descuidado de una pequeña iglesia, cuya silueta se podía ver tras un tejo grande que tenían a la derecha. A la izquierda se alzaba una colina. En la ladera de aquella colina se distinguía apenas la silueta de una casa antigua y magnífica.
—¿Quién te dijo que la Copa fuera un traslador? —preguntó Cedric a Nox.
—Ni siquiera lo sabía, tú lo dijiste...
—¿Será esto parte de la prueba? —preguntó Harry, al aire.
—Ni idea —dijo Cedric. Parecía nervioso—. ¿No deberíamos sacar la varita?
—Yo no debería estar aquí —murmuró para sí misma, mientras sacaba su varita.
—Sí —asintió Harry, contento de que Cedric se hubiera anticipado a sugerirlo.
—Alguien viene —dijo Cedric de pronto.
Escudriñando en la oscuridad, vislumbraron una figura que se acercaba caminando derecho hacia ellos por entre las tumbas. Nox de inmediato pensó que sería alguien del torneo, listo para dar indicaciones sobre alguna prueba. Aquella persona era de estatura muy pequeña, que llevaba sobre la cabeza una capa con capucha, dificultando ver su rostro.
La distancia entre ellos se acortaba a cada paso, permitiéndoles ver que lo que llevaba el encapuchado parecía un bebé... ¿o era simplemente una túnica arrebujada?
Nox no quería bajar la varita. Harry bajó un poco la suya y echó una ojeada a Cedric. Éste le devolvió una mirada de desconcierto. Uno y otro volvieron a observar al que se acercaba, que al fin se detuvo junto a una enorme lápida vertical de mármol, a dos metros de ellos. Durante un segundo, Harry, Cedric y el hombrecillo no hicieron otra cosa que mirarse. Nox no apartaba la mirada del hombre, con bastante sospecha, ya que parecía no querer decir nada por el momento.
Y entonces, sin previo aviso, Harry soltó un grito de dolor, llevándose las manos a la cara, resbalando su varita de las manos. Se le doblaron las rodillas. Cayó al suelo sin soportar el dolor.
—¡Harry! —gritó Nox, corriendo en su dirección, poniéndose de rodillas frente a él—. ¿Qué te sucede?
Desde lo lejos, por encima de su cabeza, oyó una voz fría y aguda que decía:
—Mata al otro.
Nox sintió todos sus sentidos alterarse al escuchar aquello. Aún de rodillas, se dió vuelta, a punto de gritar y advertir sobre lo que se venía, pero desafortunadamente su reacción fue mucho más corta que el resplandor verde que apareció de pronto, chocando en el pecho de su mejor amigo frente a ella.
—¡
Avada
Kedavra
!
Esas fueron las palabras que escuchó antes de ver a su mejor amigo caer a su lado, con los ojos abiertos, y una expresión de sorpresa, calcada en su rostro.
—¡NO! —un grito desgarrador salió de Nox. Aún tenía el brillo del destello verde y mortal marcado en los ojos. El miedo y los nervios no la ayudaron a ponerse de pie, así que se arrastró hacia su mejor amigo, para tomarle el rostro, que seguía con la misma expresión con la que cayó —¡No-no, Cedric! ¡Levántate! Cho nos está esperando... Por favor...
Las lágrimas comenzaron a bajar de su propio rostro, no tenía tiempo ni mucho menos la oportunidad de pensar en qué no quería llorar. Estaba esperando que su mejor amigo le devolviera la mirada, parpadeara o suspirara, pero eso jamás llegó.
Estaba tan ocupada en asegurarse que su amigo estuviera aún con ella, que de pronto sintió como si una cuerda le apretaba en su tobillo, la jalaron de un tirón muy fuerte de pronto, que solo tuvo tiempo para soltar un grito.
La arrastraron del tobillo por lo que parecía ser gran parte del cementerio, mientras intentaba detenerse con las uñas, enterrandolas en la tierra, pero jamás lo logró. Alguien la levantó y la ató a una lápida, desde el cuello hasta los tobillos. Había comenzado a llorar descontroladamente, sin siquiera poderse contener. A lo lejos veía el cuerpo inerte de Cedric, recalcando en cada parpadeó que estaba muerto.
Se quedó inmóvil, y realmente no era un trabajo difícil, ya que en ese momento no quería hacer nada más que llorar hasta quedarse seca.
El hombre que se encontraba ahí después de atarla, sacó de la capa una tira larga de tela negra y se la metió a Nox en la boca. Luego, sin decir una palabra, le dio la espalda y se marchó a toda prisa. Ahora los sollozos de Nox estaban siendo ahogados. Sentía el cuello empapado, y la espalda adolorida.
«Se va a levantar... Y nos ayudará », se esperanzó, Nox.
Oyó un ruido a sus pies. Bajó la mirada, y vio una serpiente gigante que se deslizaba por la hierba, rodeando la lápida a la que estaba atada, y después rodeaba la de Harry, que gemía de dolor. No sé había percatado de que se encontraba en la misma situación que ella, y eso lo hacía mucho peor. La serpiente los estaba rodeando formando un ocho en el suelo.
Nox comenzó a moverse, intentando sacarse de las cuerdas, pero no podía dejar de sollozar ahora de terror y desesperación. Volvió a oír, cada vez más fuerte, la respiración rápida y dificultosa del hombre, que sonaba como si estuviera acarreando algo pesado.
Entonces vió como estaba empujando hasta la sepultura algo que parecía un caldero de piedra, aparentemente lleno de agua. Oyó que salpicaba al suelo, y era más grande que ningún caldero que él hubiera utilizado nunca: era una especie de pila de piedra capaz de contener a un hombre adulto sentado.
De repente brotaron bajo él unas llamas crepitantes. La serpiente se alejó reptando hasta adentrarse en la oscuridad. El líquido que contenía el caldero parecía calentarse muy rápidamente. La superficie comenzó no sólo a borbotear, sino que también lanzaba chispas abrasadoras, como si estuviera ardiendo.
Se volvió a oír la voz fría y aguda:
—¡Date prisa!
Se escucharon más palabras, pero Nox estaba viendo hacia los lados. Su varita estaba tirada, a unos metros de ella, y definitivamente no la iba a alcanzar. Estaba buscando alternativas, pero ninguna llegaba a su mente.
Cuando volvió su vista al enorme caldero, vió al hombre con lo que parecía ser un enorme y horrible feto. Viscoso y rosado, de un aspecto demasiado asqueroso. Luego vio, por un momento, el rostro plano y malvado iluminado por las chispas que saltaban de la superficie de la poción. Lo dejó caer y oyó el golpe sordo del frágil cuerpo contra el fondo del caldero.
La persona habló, pero no podía identificar de quién se trataba, a su lado, Harry se removió de nuevo, y por su mirada, parecía saber de quién se trataba. La voz del hombre le salió temblorosa, y parecía aterrorizado. Levantó la varita, cerró los ojos y habló a la noche:
—¡Hueso del padre, otorgado sin saberlo, renovarás a tu hijo!
La superficie de la sepultura se resquebrajó a los pies de Harry. Nox gritó, pero fue amortiguado por la tela en su boca. Vio que salía de debajo un fino chorro de polvo y caía suavemente en el caldero. La superficie diamantina del agua se agitó y lanzó un chisporroteo; arrojó chispas en todas direcciones, y se volvió de un azul vivido de aspecto ponzoñoso. En aquel momento, el hombre estaba lloriqueando. Sacó del interior de su túnica una daga plateada, brillante, larga y de hoja delgada. La voz se le quebraba en sollozos de espanto, tan similares como los de Nox.
—¡Carne... del vasallo... voluntariamente ofrecida... revivirás a tu señor!
Extendió su mano derecha, la mano a la que le faltaba un dedo. Agarró la daga muy fuerte con la mano izquierda, y la levantó. Sabía lo que estaba por hacer, no quería mirar, pero no pudo evitarlo, así que solo apretó los ojos cuando vió caer la mano al suelo en un golpe seco. El grito y sollozo retumbaron en sus oídos, después se oyó un golpe contra el suelo, se le había caído la daga, luego el ruido de una salpicadura que le dio asco, como de algo que caía dentro del caldero.
Cuando volvió abrirlos, vió al hombre tembloroso, acercándose en dirección a Nox. Abrió demasiado los ojos, y nuevas lágrimas comenzaron a bajar. Escuchó los gritos amortiguados de Harry a su lado, ella intentaba moverse, pero era imposible para ambos evitar algo.
—L-la piel... de la pro-profecia... el control de su cuerpo... D-de él será... su don... También tendrá bajo control...
Miró hacia abajo, tenía una daga nueva, estaba tan filosa que reflejaba fuertemente el brillo de la noche en ella, intento evitar algo, pero era imposible, ya la había enterrado en su rodilla derecha. Nox gritó de dolor, mientras sentía como cortaba su piel de manera imperfecta, haciéndolo aún más doloroso. Sentía la sangre caer a montones en el pasto, empapando su propio pie.
Pareció ser una eternidad la que sintió aquel dolor. Estaba empapada en sangre, sudor y lágrimas. Cuando por fin sacó la daga de su pierna, logró distinguir como con los dedos de la mano que le quedaban ponía un largo trozo de carne en un pañuelo. Nox sintió el mundo moverse, la náusea le llegó y la vista se le tornó borrosa.
El dolor en su pierna permanecía, no quería ver, pero por accidente lo hizo: le faltaba un pedazo de piel, solo se veía rojo y brotando sangre sin parar. La respiración le empezaba a fallar, y no podía siquiera prestar atención a su entorno.
Después, el hombre se dirigió a Harry, con la misma daga en la mano, sin siquiera limpiarla, mientras le atravesaba la piel de su brazo.
Nox comenzó a gritar, para llamar la atención del hombre, que le hicieran lo que sea a ella, de todos modos ya estaba muerta, importaba más su amigo que ella, ya había perdido a Cedric, y no soportaría también perder a Harry.
—Sa... sangre del enemigo... tomada por la fuerza... resucitarás al que odias.
Desafortunadamente no pudo hacer nada para evitarlo, tan firmemente estaba atado al igual que ella. El hombre, sin dejar de jadear de dolor, se hurgó en el bolsillo en busca de una redoma de cristal y la colocó bajo el corte que le había hecho a Harry de forma que entrara dentro un hilillo de sangre.
Tambaleándose, llevó la sangre de Harry hasta el caldero y la vertió en su interior.
Al instante el liquido adquirió un color blanco cegador. Habiendo concluido el trabajo, cayó de rodillas al lado del caldero; luego se desplomó de lado y quedó tendido en la hierba, agarrándose el muñón ensangrentado, sollozando y dando gritos ahogados...
Nox no podía contener los ojos abiertos. Estaba perdiendo demasiada sangre, sentía la piel helada, y sus sollozos eran cada vez más silenciosos y débiles. Los cerró por unos instantes, dejando de ver lo que estaba pasando alrededor de ella, solo quería descansar... Aunque sea un poco...
—Vísteme —dijo una voz fría y aguda.
Abrió los ojos, el dolor no la dejaba reaccionar. El hombre aún sollozando, alcanzó con dificultad la túnica negra del suelo, se puso en pie, se acercó a su señor y se la colocó por encima con una sola mano.
El hombre delgado salió del caldero, mirando a Harry fijamente... Más blanco que una calavera, con ojos de un rojo amoratado, y la nariz tan aplastada como de una serpiente, con pequeñas rajas en ella en vez de orificios.
Lord Voldemort había vuelto.
Nox sentía su cuerpo queriendo dejarse caer. Estaba usando todas sus fuerzas, pero no podía. Escuchaba a Harry, tratando de llamarle, se giró a él, estaba pálido, y tenía el mismo rostro con el que lo vió en el lago negro hace ya un año. Con la mirada le suplicaba que se quedara con ella, que no lo dejara solo, pero el dolor ganó, y dejó caer su cabeza en su pecho.
«No lo aceptaste... Ahora estás obligada a hacerlo...»
Abrió ligeramente los ojos, le pesaban demasiado, como si no hubiese dormido por dias y ahora estaba siendo obligada a despertar lo primero que vió fue el techo de su habitación antigua, donde antes vivía con su padre y madre, de un color rojizo.
Parpadeó varias veces, acostumbrándose a la luz, intentó mirar el reloj de la pared, pero era imposible. Sintió un peso al otro lado de la cama, se dió vuelta y ahí estaba: tan bella y reluciente, como la recordaba. Sintió la respiración escaparse de su cuerpo, y las lágrimas comenzaron a bajar una por una, turnando demostrar el dolor de que su ausencia provocaba.
—Mamá... Mami —susurró Nox, con la voz cortada.
Cómo pudo, se levantó y se abalanzó sobre su madre, abrazándola. Le devolvió el gesto, con tanta calidez que parecía imposible de sentir. Su madre tomó el rostro de Misery Nox con ambas manos, observando a su hija detalladamente, pero las lágrimas de la pelinegra no dejaban de bajar.
—Has crecido tanto. Y eres sorprendentemente más hermosa que antes... —susurró con cariño —, pero no llores, mi vida, todo estará bien.
Le limpiaba las lágrimas con los pulgares. Nox no podía dejar de llorar, pero no quería dejar de mirarla.
—Te extraño tanto, papá te extraña más que a nada en el mundo... —decía Nox, impresionantemente no se le cortaron las palabras.
—Yo también los extraño, pero les prometo que en algún momento nos volveremos a ver, solo hay que esperar, mi vida —seguia susurrandole.
—Mamá...
—Tienes que seguir, Nox —le decía su madre —. Eres muy fuerte, pero tampoco es malo ser débiles. Yo confío en tus decisiones, y siempre estaré aquí para cuando decidas venir —le decía, pero Nox no entendía lo que decía —, solo recuerda que te amamos, ¿si?
—No te vayas, por favor, mami, no quiero que te vayas. Papá te necesita, te extraña mucho —suplicaba Nox.
—No te preocupes, mi vida, él sabe que siempre estaré a su lado —le decía —, que siempre lo amaré como desde el primer momento que tomó mi mano, al igual que a ti.
Sintió un extraño dolor en la pierna, Nox creyó saber lo que significaba, así que a abrazó a su madre como jamás pudo llegar a hacer.
—Si te controla... No será hasta el final... Lo prometo —le dijo su madre, para después besar su coronilla.
Respiró, pero cada vez que lo hacía parecía un castigo, y deseaba ya no respirar nunca, quería volver a los brazos cálidos de su madre. Las voces sonaban opacas, ahogadas.
—...Pues, por supuesto, aprovechándome de la información de Bertha: usando a mi único mortífago fiel, establecido en Hogwarts, para asegurarme de que el nombre del muchacho entraba en el cáliz de fuego, usándolo para asegurarme de que el muchacho ganaba el Torneo...
Nox alzó la vista, pero un ligero movimiento hizo que su rodilla doliera. La miró y se veía terrible, estaba tan empapada en sangre que no se sabía distinguir entre la piel o el pantalón que se le había pegado.
El lugar ya no se encontraba vacío, había bastantes personas en el lugar, pero Nox no se tomó el tiempo de contar o averiguar de quiénes se trataban. Hizo otro movimiento y no pudo evitar soltar un sollozo de dolor. Voldemort, parado frente a ella, se percató que había despertado, y eso pareció alegrarlo demasiado.
—¡Oh, Misery Nox! —su nombre sonaba tan oscuro y penetrante, viniendo de esa voz —Estás aquí con nosotros, despertaste en el momento justo cuando iba a hablar de tu fiel madre.
Sintió una chispa de rabia subirle por el cuello.
—Tu madre ha sido la más fiel e inteligente mortifago que he tenido en años —dijo con un tono de orgullo —. Verás, ella a pesar de una sangre sucia, era una persona muy valiosa, tenía ese mágico don de la adivinación que no cualquiera posee, y eso me servía bastante, además de que había estudiado en otra escuela que no fuera Hogwarts, así que todo conocimiento me era útil, a pesar de ser diferente.
Nox parpadeó muchas veces, como si hacerlo le aclarara las ideas. No estaba hablando de Rose Figg, estaba hablando de su madre biológica. ¿Pero como él sabría quién era antes que ella misma?
—Ella hizo una gran profecía, que decía algo como «La hija de sangres cruzadas y de una descendiente de Hydra le asegurará el éxito al señor tenebroso. Solo leer las palabras escritas por la muerte asegurará el éxito. De su piel tendrá control, pero las sangres serán más fuertes hasta su final» —narró—. Estuvimos educadote, día y noche para que aprendieras a leer, pero después llegó otra profecía, una que no pude completar, gracias a tu parejita a tu lado —señaló a Harry.
»Tu madre, tan inteligente, desafortunadamente fue capturada y llevada a Azkaban. Luchó hasta el último momento por mi honor, pero al ser capturada, escondió todo su embarazo con tal de darte a luz, a ti, cumplir su profecía era todo lo que quería hacer, y henos aquí, apunto de cumplirla.
Voldemort avanzó lentamente, y volvió su rostro a Harry. Levantó su varita.
—¡Crucio!
Comenzó a gritar de un dolor que jamás habría sentido en la vida. Nox comenzó a gritar que se detuviera, pero por estar amordazada no podía entenderse lo que quería decir. Se sacudía desesperadamente, y de nuevo las lágrimas empezaban a bajar de los ojos grises de Nox.
Y luego cesó. Su cuerpo quedó colgado, sin fuerzas, de las cuerdas que lo ataban a la lápida. Las carcajadas de los mortífagos resonaban en la noche.
—Que tierna... apuesto que quienes te adoptaron te enseñaron esas estupideces como la empatía y el amor —dijo en dirección a Nox—. Creo que ven lo estúpido que es pensar que este niño haya sido alguna vez más fuerte que yo —dijo Voldemort—. Pero no quiero que queden dudas en la mente de nadie.
»Harry Potter se libró de mí por pura suerte. Y ahora demostraré mi poder matándolo, aquí y ahora, delante de todos vosotros, sin un Dumbledore que lo ayude ni una madre que muera por él o siquiera una amiga que lo defienda. Le daré una oportunidad. Tendrá que luchar, y no les quedará ninguna duda de quién de nosotros es el más fuerte. Sólo un poquito más, Nagini —susurró, y la serpiente se retiró deslizándose por la hierba hacia los mortífagos—. Ahora, Colagusano, desátalo y devuélvele la varita. Pero primero, juguemos un poco...
Colagusano se acercó a ambos, y con un movimiento de la varita, las cuerdas se safaron de ambos. Nox siquiera sentía la pierna, tenía la sensación de que esa extremidad ya estaba muerta. Cayó al suelo de golpe, ni siquiera puso las manos para detenerse. Le pusieron su propia varita en la mano, pero no podía sostenerla, estaba temblando demasiado. Ya le habían sacado la bola de tela de la boca, y ahora sus sollozos eran el nuevo ruido que llenaba el horrible ambiente del cementerio.
—¿Te han dado clases de duelo, Harry Potter? —preguntó Voldemort con voz melosa —No, no te vas a batir a duelo conmigo, al menos no ahora.
Nox dejó de sollozar de pronto, como si le hubieran presionado un botón de «apagado». Se levantó como si nada hubiese pasado, como si de una gran interpretación se tratara y su momento en el escenario se hubiese acabado.
Tomó la varita, y ya de pie, se acercó a Voldemort.
—Oh... Es perfecto, te han controlado y entrenado perfecto, más fácil de lo que pensé...
Ella estaba consciente, pero era como si su conciencia hubiera cambiado radicalmente. Volteó a ver a Harry, y Harry a Nox. Tenía los ojos convertidos en unos espejos, en los cuales se podía ver reflejado en ellos. La pupila seguía oscura, pero ya no estaban siendo adornadas con aquel iris gris oscuro que solía admirar Harry. Sus labios eran de un rojo oscuro, brilloso y seductor.
Era como ver a alguien completamente diferente en cuestión de segundos, sabía que Cedric tenía razón en algo cuando mencionó que era Nox.
Misery se colocó frente a Harry, sin ninguna expresión en su rostro. Las lágrimas ya no bajaban, solo quedaba el rastro de estas. Los rizos de su cabello caían a ambos lados de su rostro, pero no de la forma que le solían gustar, porque ese no era el rostro que llegó a conocer.
—Tienen que saludarse con una inclinación, Harry —dijo Voldemort, Misery se agachó un poco, pero sin dejar de mirar a Harry a los ojos —. Vamos, hay que comportarse como caballeros, sobre todo frente a una dama... A Dumbledore le gustaría que hicieras gala de tus buenos modales. Inclínate ante la muerte, Harry.
—Nox... —comenzó Harry, en un susurro que se supone que solo ella debería entender —. No tienes que hacer esto...
No hubo ninguna reacción, fue como hablarle a la pared.
—He dicho que te inclines —repitió Voldemort, alzando la varita. Harry comenzó a encorbarse en contra de su voluntad —. Muy bien. Ahora da la cara como un hombre. Tieso y orgulloso, como murió tu padre... Señores, empieza el duelo.
La chica con ojos de espejo se volvió a enderezar y alzó la varita. Harry no quería hacerlo, no de nuevo. Misery tenía la mente en blanco, pero no como antes, era como si realmente la persona que se encontraba frente a ella no le importara de lo más minimo; que las memorias en su mente simplemente fueran algo tan desechable como una nota del periodico.
Antes de que Harry pudiera hacer nada para defenderse, recibió de nuevo el impacto de la maldición cruciatus. Volvió a gritar de dolor, sacudiendose en el suelo con decesperación. Del rostro de Misery surgió una curvatura, como si de una sonrisa se tratase. Bajó la varita, y el dolor de su contrincante cesó. Temblaba tan incontrolablemente como Colagusano después de cortarse la mano. En su tambaleo llegó hasta el muro de mortífagos, que lo empujaron hacia Voldemort.
—Un pequeño descanso —dijo Voldemort, dilatando de emoción las alargadas rendijas de la nariz—, una breve pausa... Duele, ¿verdad, Harry? Que la persona que has amado desde que la conoces te haga esto, que disfrute tu dolor. No querrás que lo repita, ¿a que no?
—Te he preguntado si quieres que lo repita —dijo Voldemort con voz suave—. ¡Respóndeme! ¡Imperio!
Era sorprendente como ahora respondía la mente de Misery Nox, con unas ideas completamente distintas a las que realmente tiene. Toda su moral y ética se había ido por el caño, ya que al ver no respuesta y una resistencia por parte de Harry, la hacía enfurecer.
—¿No has escuchado lo que te han preguntado? —dijo esta vez Misery, sorprendiendo a muchos, pero mucho más a Harry—. Responde a lo que tu amo te pregunta, inútil.
—¡NO LO HARÉ!
Misery pareció reaccionar una vez más. Era como si estuviera procesando de a poco a poco su papel en aquel lugar, y la reacción de Harry pareció afectarle negativamente, mucho más. ¿Cómo se atrevía a hablarle así a Lord Voldemort?
—Aguarda, Misery —la detuvo, cuando dio un paso más hacia Harry —. ¿No lo harás? —dijo Voldemort en voz baja, y los mortífagos no se rieron aquella vez—. ¿No dirás «no, por piedad»? Harry, la obediencia es una virtud que me gustaría enseñarte antes de matarte... ¿tal vez con otra pequeña dosis de dolor? Adelante, Misery.
Misery levantó la varita, pero Harry fue más rápido, se echó al suelo a un lado. Rodó hasta quedar a cubierto detrás de la lápida de mármol del padre de Voldemort. Misery, furiosa, lanzó una maldición que quebrajó la lápida donde se escondía Harry por detrás.
—Hoy no vamos a jugar al escondite, cariño —dijo Misery, con un tono suave y muy fría, antinatural en ella —. Hagas lo que hagas, no puedes salir de aquí, mucho menos si yo estoy aquí.
—No puedes esconderte de mí. ¿Es que estás cansado del duelo? ¿Preferirías que terminara ya, Harry? Sal, Harry... sal y da la cara. Será rápido... puede que ni si quiera sea doloroso, no lo sé... ¡Como nunca me he muerto...!
Antes de que Voldemort asomara la cabeza de serpiente por el otro lado de la lápida, Harry se había levantado; agarraba firmemente la varita con una mano, la blandía ante él, y se abalanzaba al encuentro de Voldemort para enfrentarse con él cara a cara. Voldemort estaba listo. Al tiempo que Harry gritaba «¡Expelliarmus!», Voldemort lanzó su «¡Avada Kedavra!».
Misery sintió como algo se revolvió dentro de ella, y el dolor de la pierna desangrada se hizo ligeramente presente, como un recuerdo. De la varita de Voldemort brotó un chorro de luz verde en el preciso momento en que de la de Harry salía un rayo de luz roja, y ambos rayos se encontraron en medio del aire.
Tanto él como Voldemort estaban elevándose en el aire, y sus varitas seguían conectadas por el hilo de luz dorada. Se alejaron de la lápida del padre de Voldemort, y fueron a aterrizar en un claro de tierra sin tumbas.
—¡No hagan nada a menos que yo se los mande! —gritaba Voldemort.
Y, entonces, un sonido hermoso y sobrenatural llenó el aire... Procedía de cada uno de los hilos de la red finamente tejida en torno a Harry y Voldemort. Su mente estaba confundiendo recuerdos, modificándolos como buenos o malos, se estaba desconectando, pero no sabía cómo sentirse.
El dolor que ya no había sentido, regresó a ella como una cubetada de agua fría. Cayó al suelo de repente, como si hubiera aterrizado en su realidad. Las lagrimas volvieron una vez más a sus ojos, al igual que el dolor. Su piel había palidecido varios tonos, había perdido demasiada sangre.
La visión se había vuelto borrosa, las manos le temblaban de manera impresionante. Sentía que cada que se arrastraba por el suelo, dejaba su alma arrastrando por detrás.
«Voy a morir... Me van a dejar aquí, morirme... No quiero morir, no estoy lista...», eran las únicas palabras que resonaban en su pensamiento, original y recuperado.
Sus ojos habían vuelto a su color original, parecía ser que Voldemort estaba tan concentrado en lo que estaba pasando que se olvidó de ella por el momento, soltando su conexión. Los mortifagos estaban tan confiados de la nueva identidad Nox, que jamás se dieron cuenta que se había alejado mientras se arrastraba hacia el cuerpo de Cedric.
Lo tocó, del rostro, las manos y el cuello. El calor que siempre llevaba consigo había desaparecido totalmente, y no pudo evitar llorar de nuevo, recordado la horrible realidad que estaba viviendo. No podia hacer nada, se encontraba inútil, y si la iban a matar, sería junto a él, no quería dejarlo solo...
Solo...
Miró hacia donde supone que estaba Harry, peleando por su vida, frente a la persona que siempre se la quiso quitar desde que tenía apenas un año. Recordó la primera vez que lo conocío, en casa de su abuela... Se había convertido en su primer amigo, uno verdadero, y ella era su primera amiga de toda la vida... No podía dejarlo solo, no de nuevo.
Gimió en silencio, la pierna estaba tambaleando, de todos modos estaba muerta, así que lo mejor era que lo ayudara a escapar de ahí. Cuando por fin pudo ponerse de pie, alzó su varita, pero Harry ya corría como una bala en su dirección.
—¡Confringo! —lanzó Nox en dirección a los mortifagos. Su hechizo golpeó a uno, desconcertado por la reacción de Nox, pero ella estaba dispuesta a matar a uno, con tal de que Harry saliera de ahí —. ¡Atabraquium! —uno de los mortifagos terminó atado con unas cuerdas en sus extremidades.
Nox seguía lanzando todos los hechizos que se le venían a la mente, entre ellos un «¡Bombarda!», y una explosión cayó a los pies de los mortifagos, mientras que Harry corria en zigzag por entre las tumbas. Tras él las maldiciones que le arrojaban estaban pegando en las lápidas: fue esquivando tumbas y maldiciones, olvidado por completo del dolor de la pierna, mientras que Nox lo ayudaba a llegar.
Una de las maldiciones por parte de los mortifagos cayó en una de las lapidas con las que se estaba cubriendo Nox, haciéndola añicos, y uno de ellos le dió fuertemente en la pierna herida, haciéndola caer de inmediato. Sabía que iba a morir, pero la idea de hacerlo la aterraba, estaba luchando por seguir viva, pero la falta de sangre la estaba poniendo en su propia contra. Estaba en el suelo, y se arrastró hasta detrás de una lápida, Harry se acercó a ella con prisa.
—No me dejes morir aquí, por favor... —le suplicó Nox, con los ojos inundados en lágrimas. Por un momento él se asustó, pero al ver sus ojos grises, supo que estaba ella ahí —. No estoy lista para morir, no quiero...
—Jamás lo haré —le respondió.
Tomó su brazo y se lo pasó por el hombro, y juntos con las pocas fuerzas que tenían corrieron hasta el cuerpo de Cedric. Nox de vez en cuando se daba vuelta para lanzar uno que otro hechizo con las fuerzas que le quedaban.
—¡Apartence! ¡Lo mataré! ¡Es mío! —chilló Voldemort —¡No creas que te irás tan fácilmente, Misery Nox!
Nox se dejó caer sobre el cuerpo de Cedric, una vez más, como si realmente protegerlo lo traería a la vida. La mano de Harry había aferrado a Cedric por la muñeca. Entre él y Voldemort se interponía una lápida, pero Cedric pesaba demasiado para arrastrarlo, y Nox no tenía la fuerza para ayudarlo, apenas podía consigo misma, y la Copa quedaba fuera de su alcance.
Los rojos ojos de Voldemort destellaron en la oscuridad. Ambos lo vieron curvar la boca en una sonrisa, y levantar la varita.
—¡Accio! —gritó Harry, apuntando a la Copa de los tres magos con la varita.
La Copa voló por el aire hasta él. Harry la cogió por un asa. Sintieron un jalón. Regresaban, así que Nox por fin pudo descansar.