25. La cita
12 de septiembre de 2025, 13:18
Capítulo 26
La cita
Misery Nox era un misterio andante, conforme pasaban los días, más dudas se generaba a sí misma. Recordaba que cuando era pequeña, y se solía hacer tantas preguntas como días en su vida y eso no había cambiado en lo absoluto, seguía cuestionando su existencia, pero desafortunadamente las respuestas nunca llegaban.
Ya había llorado lo suficiente, pero las cartas que respondía seguían diciendo que estaba más que bien y no tenían que preocuparse para nada, pero alguien que realmente la conocía sabía que era mentira, justo la misma situación de hace ya un año.
Los días del verano pasaban, y le parecía muy extraño no ver tanto a su padre en casa. Él siempre se encontraba por las mañanas, al despertar, pero ahora no lo hacía. Había días en que ni siquiera llegaba. Nox constantemente preguntaba a su abuela en donde estaba, ella solo respondía que tenía horas extras, así que ella se conformaba ligeramente con ello, pero no evitaba sospechar.
Una vez más y días después de salir de Hogwarts, Nox se dirigió al cementerio, ignorando el calor que emanaba el suelo y el sol. La sensación de vigilancia la había traumado, no podía dejarlo de sentir. El cementerio donde se encontraba su madre era mucho más lindo y verde que en donde había visto a Voldemort retornar, sería un recuerdo mucho peor si se enterará que fuese el mismo, afortunadamente no.
Esquivó unas lápidas, hasta quedar frente a la de su madre. Dejó un pequeño ramo de tulipanes de distintos colores que no lograba distinguir muy bien. Se sentó en el césped, con los ojos llenos de nostalgia.
Rose May Figg-Catermole
1955 - 1994
«Gracias por una vida de amor, paciencia y fortaleza»
Leyó con calma, como si realmente su cerebro hubiese olvidado como leer la realidad.
—Hola, mamá —comenzó Nox, deseando que la pudiera escuchar —, Cedric murió... Mejor dicho: lo asesinaron. Realmente espero que esté contigo, él sabe perfectamente que estaría en tus perfectas manos. Si lo ves, dile que lo quiero mucho, y que ha sido el mejor amigo que el mundo merecía ver brillar más allá del colegio. También dile que Cho le extraña, incluso Padma, tal vez no la conoció mucho, pero apuesto que la quiso como una amiga, tanto como a mí.
La voz se le comenzó a cortar, así que carraspeó.
—Te extraño tanto, papá no se diga; ha estado bastante metido en el trabajo, supongo que intenta distraerse. Casi no lo veo, con suerte lo ví el día que fue por mi a la estación... No le conté de lo nuestro, cuando te ví en ese momento, cuando ya me estaba dando por vencida —comenzó a recordar—. Ya me estaba tomando por muerta, pero no quería, no estaba lista, pero al menos quería que valiera la pena. No recuerdo mucho de lo que sucedió, y tampoco me atrevo a preguntarle a Harry sobre lo sucedido; no quiero hacerlo recordar una pesadilla por mi culpa, pero a la vez me gustaría hacerlo, tal vez desahogarse le ayudaría.
Sintió una pequeña ráfaga de viento, fresca y agradable. Una lágrima bajó.
—Me gustaría escuchar un consejo tuyo, siempre sabías que hacer, papá solo está en su modo de trabajar y dormir, tal vez de vez en cuando ponerse celoso porque su hija está creciendo —soltó una risita—, lo que necesita es una remienda tuya, yo no puedo, soy su hija, es obvio que no me hará caso, así que necesita una remienda tuya. La abuela Figgy no puede hacer mucho, ya es algo mayor y deja a su hijo hacer lo que quiera, solo se preocupa por los gatos, no la culpo, yo quisiera hacer lo mismo.
»Este año cumpliré los dieciséis, la misma edad con la que empezaste a salir con papá. Aún recuerdo cuando contó esa historia con tanta emoción, tú solo te sonrojabas de la vergüenza —sorbió—. Decía que eras una chica espléndida, salías de la torre de Ravenclaw siempre dando saltos por los escalones con tus amigas, que siempre te invitaba a comer algo en los terrenos del colegio porque le quedaban las cocinas a lado de la sala común y un día sin querer caíste bajos sus «encantos» —rió ligeramente —. Ojalá encuentre a alguien que me ame tanto como papá te ama a ti y yo encontrar a alguien que ame tanto como tú amaste a papá.
Tomó aire, intentando controlar su llanto.
—No sé si es algo bueno, o malo, pero espero verte pronto de nuevo.
Vivir el dolor de una perdida después de casi un año y una vez más, era algo que no le deseaba a nadie, pero su desesperación por ignorarlo era cada vez más fuerte, así que recorría a métodos tal vez muy poco morales, pero al menos funcionaban.
El verano le quemaba el rostro y el cuello, ya que ahora peinaba su enorme y oscuro cabello en una larga trenza que le ayudaba a refrescar tan siquiera un poco el cuello con el escaso aire de medio día.
—¿Hola? —respondió un día al teléfono de la casa. Se encontraba en su habitación, acostada sobre la cama junto al señor Meows, leyendo como siempre un libro de horror como si fuera uno de romance.
—¿Nox? —escuchó la voz de Harry al otro lado de la línea, Nox se sentó en su lugar de inmediato, con una sonrisa boba muy marcada en el rostro.
—¡Harry! ¿A qué debo yo este placer? —saludó con un exagerado acento francés, dramatizando el momento, escuchó su risa, su estómago saltó.
—Los Dursley no están y tenemos una cita pendiente, ¿recuerdas? —respondió, sentía su rostro sonrojado desde donde estaba.
—Claro que lo recuerdo...
—¿Tienen una cita? ¡Tu padre se pondrá furioso! —se escuchó de repente la voz de la abuela Figgy en la linea, Nox sintió como la sangre se le fue, y de pronto regresó como una bomba en su rostro.
—¡Abuela! —saltó con bastante vergüenza.
Dejó el teléfono descolgado sobre la cama y salió de su habitación rápidamente, asomó su rostro por las escaleras.
—¡Abuela! ¡Cuelga el teléfono, son conversaciones privadas!
No respondía, así que bajó las escaleras rápidamente para llegar al teléfono que estaba en la cocina. Su abuela estaba pegada a él, sonriendo y sin dejar de hablar.
—... Claro que sí, niño... Con mucho cuidado. Debes de ser enorme, ha pasado tanto tiempo, Nox también ha crecido bastante, aún recuerdo que ella parecía un maniquí a lado tuyo, lo más seguro es que ahora estás más grande y apuesto...
—¡Abuela! Cuelga el teléfono y no estés escuchando conversaciones ajenas, por favor —repitió, Nox, con el rostro rojo de vergüenza.
—Deja despedirme primero, niña. Es un chico muy lindo —decía mientras despegaba un poco el teléfono de su oreja —. No entiendo por qué tu padre se enoja cuando...
—¡Abuela, por favor!
—De acuerdo, ya voy a colgar...
Nox se dió media vuelta y salió de ahí, subiendo las escaleras de dos en dos hasta llegar a su habitación. Se encerró de nuevo y se sentó sobre la cama. El señor Meows seguía exactamente dónde lo había dejado, subiendo y bajando su barriga.
Volvió colocar el teléfono en su oreja, pero no estaba del todo segura que su abuela había colgado.
—El señor Meows está vomitando —dijo de pronto Nox.
—¿Está vomitando? —preguntó preocupado de repente, Harry.
—No, solo era una prueba para asegurar que la abuela Figgy no estuviera escuchando —soltó una risita nerviosa. Nox hizo un gesto para sí misma, diciendo «¿Qué rayos fue eso?».
—Parece que funcionó —sonaba aliviado —. He notado que el no cuidarnos le ha beneficiado, parece más alegre y menos gruñona... Espero que no haya escuchado eso...
Nox rió de nuevo.
—Si, parece ser que le ha venido de maravilla, aunque de mí no se salva, pero la tiene fácil, siempre estoy en mi habitación, leyendo y eso, ya sabes.
—¿Qué has estado leyendo? — no pudo evitar sonreír.
—Cujo —respondió Nox —. Es de un perro San Bernardo que lo muerde un murciélago con rabia, este se vuelve salvaje y asesina al vecino, después pretende matar a una vecina que quería arreglar su auto, que termina encerrada en él bajo el sol en el día más caluroso de verano en siglos.
No necesitaba hojas de té o una bola de cristal para adivinar la expresión en el rostro de Harry tras la línea telefónica. Sabía que ella era un tanto terrorífica y que se pusiera leer ese tipo de cosas no ayudaba bastante, era como si incrementara su aura de terror.
—Vaya... Suena muy...
—Interesante, lo sé —interrumpió Nox —. Estos días ha estado haciendo un calor del maldito infierno, solo espero que un San Bernardo con rabia venga a intentar matarme...
De pronto la línea se cortó. ¿Será que solo se hartó de escucharla y colgó? Quedó muy desconcertada, así que colgó lentamente sin entender el por qué. Quería pensar que habían llegado sus tíos y tuvo que hacerlo sin siquiera despedirse, más razón no pudo tener.
El día pasaba. Nox se dedicaba a leer, pero no podía hacer lo mismo durante toda la tarde hasta la noche, así que veía de vez en cuando televisión, terminaba deberes o se ponía a intentar jugar con el señor Meows.
Su padre no dió ninguna señal por la mañana, ni por la tarde, sino hasta la noche, que llegó, tomó algo del refrigerador y se fue a dormir. A Nox le preocupaban las nuevas actitudes y hábitos que tenía ahora su padre, muy pocas veces lo veía durante el día.
Escuchó la puerta de la habitación de su padre cerrarse, casi al instante escuchó ronquidos tan fuertes como para despertar a Harry que vivía a calles de ahí. Nox frunció un poco las cejas y siguió respondiendo las cartas de Cho y Padma.
Cho parecía desahogarse jugando al quidditch en su patio. Tenía idea de lo horrible que debía sentirse en ese momento, sin recibir cartas de Cedric, ya que en vacaciones: o estaban juntos, o se escribían casi a diario. Deseaba que se encontrara mejor.
«... Tengo entendido que este año el puesto de guardián estará disponible, me pregunto quién podrá ser. Aun así, sigo entrenando bastante, Harry me dió una paliza, sinceramente no pienso dejar que lo haga de nuevo...», escribía Cho.
Padma no parecía interesada en el quidditch, pero si en los chismes que Nox no estaba muy dispuesta a soltar, ya que trataban de ella:
«¿Ya han salido? Recuerda que te debe un helado. No dudes en decirme cómo te fue... », escribía su amiga, Nox solo reía por lo bajo.
Había dormido muy tarde, la última hora que había visto en el reloj fue de las 2:00 de la mañana. Ni siquiera recordaba en qué momento se había ido a acostar y terminar tan dormida que si pasaba una estampida de elefantes jamás se daría cuenta.
Pero lo que si la despertó fue el timbre de la puerta, sonaba, pero nadie atendía.
¡Ting-tong!
El timbre pasó de escucharse en sus sueños a la vida real. Despertó con los ojos pesados, exigiendo dormir más. Se sentó en la cama, con el cabello más revuelto que nunca. No podía siquiera abrir bien los ojos gracias a las lagañas secas que tenía atoradas.
¡Ting-tong!
¿Por qué nadie abría la puerta?, se preguntaba Nox mientras bajaba las escaleras con pasos muy pesados. Le faltaba un calcetín, pero aún así se puso las zapatillas para evitar que se le pegaran los pelos de los gatos.
¡Ting-tong!
Ahora entendía por qué nadie atendía: escuchó desde el baño a la abuela Figgy con música clásica desde un reproductor muy viejo dentro. Según ella, era bueno darles un baño a los gatos con ese tipo de música, les evita el estrés y les crece el cabello mucho más brilloso, sabrá Merlín de dónde sacó aquello.
Volvió a sonar el timbre —¡Ya van! —anunció Nox entre un bostezo lleno de sueño y frustración, mientras avanzaba a la puerta.
Logró ver en el reloj de la sala, era medio día, definitivamente si había dormido demasiado, pero no pensó que el sueño se le iría de un soplido: al abrir la puerta se encontró con Harry, que aparentemente ya estaba listo para ir por el famoso helado que le debía desde que salieron de Hogwarts.
Nox abrió tanto los ojos que se le saldrían del cráneo mientras ahogaba un grito.
—Hol-
No lo dejó terminar de hablar porque tan rápido como abrió la puerta y lo vió, la volvió a cerrar de un portazo. La vergüenza inundó su rostro una vez más, la había encontrado en la peor de las condiciones para ver a una adolescente.
Giró sobre sus talones, a punto de salir corriendo a escaleras arriba, pero se detuvo de repente y se volvió a la puerta, abriéndola, pero solo asomando su rostro.
—¡Dame cinco minutos!
No esperó respuesta y la volvió a cerrar. Subió de dos en dos las escaleras. La abuela Figgy había salido por fin del baño, tenía al señor Meows enrollado en una toalla de baño, mirando muy preocupada a Nox.
—¿Qué pasó, Nox?
—¡¿Por qué no me dijiste que Harry estaba fuera?! —saltó Nox, entrando a su habitación y comenzando a sacar los primeros vaqueros que vió — ¡Me vió en la peor condición del mundo!
—Bueno, ya te había visto antes de esa forma... —intentaba tranquilizarla.
—¡«Peddro esroo» es diferente! —intentó decir mientras se cepillaba los dientes en el baño, escupiendo espuma de dentrifico por el espejo. La abuela Figgy estaba a nada de meter a Nox en un baño con música clásica.
Tal vez si era diferente como mencionaba Nox, pero también no era la primera vez como mencionaba la abuela Figgy: en una ocasión los Dursley dejaron a Harry a cuidado de la abuela Figgy (como siempre). Lo curioso es que no pasaron a recogerlo hasta el día siguiente, Nox tenía la sospecha de que se habían olvidado de él, pero no le disgustó, ya que sería su primera pijamada.
Nox se desvistió y se puso los vaqueros que primero vió en su cajón, intentó entrar en ellos, saltando mientras los jalaba, obligándose a entrar y vió que le quedaban bastante cortos y apretados.
—¡Abuela! ¡Me quedan muy cortos los pantalones! ¿Los has encogido o algo parecido? —gritaba mientras revolvía otro cajón para buscar una playera sin siquiera llevar una puesta o abrochar sus pantalones.
—Nox, querida, sabes que siempre he... ¡Niña! ¡Ponte algo, podría estar tu padre por aquí para darte una buena remienda!
—¡Pero no está aquí! —chasqueó los dedos, encontrando una idea mientras se ponía una playera que afortunadamente le seguía quedando igual de grande —¡Buscaré en la ropa de mamá!
Corrió a la habitación de su padre, que al abrir la puerta no lo vió en ella.
—Es cierto, ¿y papá?
—Trabajo.
—Ya... —fingió creerle.
Comenzó a buscar entre las cajas que tenía en la parte superior del clóset, no fue difícil, ya que al sacar la segunda, encontró la ropa de su madre, entre ella: pantalones. Nox no sintió nostalgia, o tristeza, solo algo de estrés, ya que habían pasado ya 4 minutos y todavía no estaba lista. Vió uno, lo tomó y lo analizó brevemente, convencida, se quitó ahí mismo el que tenía y se puso el que eligió. Cerró de nuevo las cajas para subirlas en su lugar. Corrió de regreso a su habitación mientras se abrochaba los pantalones de su madre, que le quedaban bastante bien, pero necesitaba un cinturón para quedar a la perfección.
—¡No señor Meows! ¡Eso es pasta de dientes! —regañó al gato que olía la pasta embarrada en el lavabo que dejó Nox, mientras se ajustaba el cinturón.
Se mojó el cabello esponjoso y alborotado. Miró el reloj mientras se hacia la trenza, ya llevaba 6 minutos.
—¡Te veo más tarde, abuela! —decía sentada en las escaleras, mientras se ataba las agujetas de las zapatillas.
—¡Si, mi niña! —pareció recordar algo —¿Te pusiste bloqueador? ¡Está el sol como para quemar escarabajos allá afuera...!
No terminó de escucharla, ya que había salido de la casa, cerrando la puerta con poca precaución.
—¿Tantos problemas te causo? —dijo Harry, al ver a Nox salir de su casa con una mancha de pasta de dientes en la mejilla, ella se limpió de inmediato.
—No te creas tan especial —se rió Nox—, si hubieses avisado con tiempo, otra cosa sería.
—Pero no por eso debes de estar gritando mi nombre de aquí a allá —se burló—. Pobre de tu abuela, debes de ser una pesadilla, tanto como para despertar a medio día...
—¡Estaba respondiendo cartas! ¡Y no seas un metido! Son conversaciones privadas.
Era extraño pasear con libertad con Harry fuera de Hogwarts. Se acostumbraba bastante a pasear entre los terrenos del colegio, grandes y boscosos junto a Cho, Padma y Cedric. Pensar aquello le apachurraba el corazón.
Su imagen se vió opacada por la imagen de un hombre sentado en una banca cerca de la estación. Habían avanzado y atravesado la glorieta cercana. El hombre se rascaba la calva con aburrimiento, mientras abría una lata que evidentemente era de cerveza.
—Hace demasiado calor, soy capaz de tomarme todo el lago negro con una pajita si es necesario —comentó Nox, sin dejar de ver al hombre del otro lado de la calle.
—Bueno, tal vez el helado ayude, ¿vainilla, no? —Nox asintió, volviendo a él —. Una vez leí que las cosas sencillas hacen a las personas aburridas. Yo no opino lo mismo.
—¿De dónde sacaste esa estupidez? —se rió, Nox.
—Revistas de la tía petunia —se encogió de hombros.
—¿Y qué hacías leyendo eso? Definitivamente eres un chismoso total.
—¡No había nada que leer! —saltó de inmediato, con aires de ofendido —. Leí tu libro bastantes veces, creo que ya me lo sé de memoria, y no pienso leer los libros de Hogwarts a propósito, son vacaciones, se supone que son para eso, para hacer nada.
—Claro, ahora los usas para leer las revistas de tu tía, es bastante divertido, chismoso.
Caminaron algunas calles más, mientras charlaban y juguetaban entre ellos por la calle, ya sea empujandose o picandose cuando el otro se distraía, era lindo volver a tener diez años.
Al llegar al local, el aire fresco de los cogeladores hizo suspirar de alegría a Nox, refrescándose hasta el último centímetro de su cuerpo.
—A esto le llamo felicidad —anunció Nox.
Se encaminó a una de la mesitas que se encontraban cerca de la ventana que daba a la calle, viendo pasar a las personas que también se quejaban del horrible calor que los azotaba, Harry estaba enfrente, pidiendo por ambos.
Se sentía de lo más extraña, como si ser feliz no fuera parte de su realidad, dándole esa sensación de culpa que parecía no corresponderle a ella, pero no sabía si tomarlo en serio o no. Su realidad y presente era ese, respirando y disfrutando de la frescura de un local en pleno verano. Se culpaba por sentirse feliz después de vivir la peor noche de su vida, pero se aferraba en hacer olvidar... Pero quería hablar, no con su madre, que tenía que adivinar si la escuchaba o no.
Volteo hacia a la ventana, viendo una banca donde se podía esperar el autobús cruzando la calle, admirando la vista de verano, con algo de culpa dentro.
—Deberías de decirle... —distiguió su reflejo en el vidrio, con los ojos plateados y los labios rojos y brillantes —, o puedes hacer que su alma sea tuya, estamos a un solo paso de ser una sola...
«Ignorala. Solo ignorala», se repetía Nox, intentando prestar atención a la banca que cruzaba la calle.
—Creo que le agradé a la chica del mostrador, me puso cosas extras... —Nox dió un respingo —¿Estás bien?
—Oh, si, creí ver... Una ardilla —señaló a la banca del bus —, era gorda.
—Gorda —la miró con gracia.
—Si... —sonrió —. Espera, ¿te pusieron cosas extras?
—Exacto, pero tranquila, también le pusieron crema batida al tuyo —le acercó la copa con su pedido sobre la mesa.
—¿Por qué te dió eso? ¿Solo por poner cara bonita ya cayó bajo tus encantos? —refunfuñaba Nox, mientras metía la cuchara.
—Claro; la chica estaba por no hacerlo, tuve que decirle que eras mi hermana, solo así siguió agregando más almendras al tuyo —Nox alzó la mirada, con una ceja alzada —¿Celosa?
—Por supuesto que no, pero debo admitir que esta mierda está buena... —se le giraban los ojos de la satisfacción —, pero yo pude conseguirlo de una mejor forma.
—¿A qué te refieres con eso? —se encogió de hombros, Nox —, genial, más acertijos.
—Para que pienses tan siquiera un poco este verano.
Comían mientras mencionaban cosas al azar, sobre todo del colegio (manteniendo discreción). Nox quería preguntarle sobre como se sentía, más que nada sobre lo que pasó un mes, intentando olvidar, pero sentía que hacerlo, era una falta de respeto a la memoria de Cedric.
—¿Has escuchado las noticias? —le preguntó Harry, con la vista clavada en su postre, Nox se encogió de hombros —. Yo lo he hecho, pero no han mencionado nada de nada. Esos idiotas...
—¿Qué pasó con Barty Crouch Jr.? —preguntó de repente, Nox, Harry alzó la mirada, sorprendido por la pregunta —¿Lo llevaron de vuelta a Azkaban?
Harry negó con la cabeza —Le dieron el beso del dementor: le sacaron el alma, gracias a eso, no quedó alguna otra prueba de, ya sabes, eso...
Nox asintió lentamente, como si comprendiera completamente lo que decía, como si fuera la decisión más razonable y sensata que habría tomado el ministerio.
—No van a poner nada en las noticias como lo hicieron con Sirius Black. Esto es diferente —dijo Nox, en voz baja.
—¿Por qué no? Deberían, esto es mucho más peligroso. Ahorita está por ahí, reclutando gente de seguro, más personas como ese Crouch —comenzaba a irritarse —. Dumbledore no responde, Ron y Hermione tampoco, Sirius tampoco, algo están ocultando... ¿Tú padre sabe algo?
Nox se quedó un instante en silencio, pero no por ocultar algo, sino para intentar encontrar una respuesta a la pregunta que también se hacía.
—Ni siquiera lo he visto —respondía—, la abuela parece querer ocultar también cosas, pero dudo poder sacarle algo. Siempre dice que papá está muy ocupado en el ministerio. Es sospechoso, siempre estaba en casa, tan siquiera por las mañanas... —suspiró—. No nos creen.
—¿A qué te refieres?
—No nos creen. No nos van a creer —quería explicar, Nox—. El ministro es un imbécil de mierda que le da miedo enfrentarse a la realidad. Recuerda cuando fue el juicio de Buckbeak: ese tipo solo hacía las cosas rápido y al gusto de Malfoy, porque sin sus «donaciones», se le puede caer el teatro.
—El padre de Malfoy estaba en el cementerio... —recordó Harry—. ¿Crees que él está metido en el ministerio?
—Oh, mierda... —pensó Nox lo mismo.
—Sería una estupidez enorme si ese señor está metido en el ministerio, o con el ministro, porque si es así, quiere decir que Voldemort también lo está —Nox se estremeció ligeramente —. Tienes razón, no nos creerán, Fudge no lo hizo en el momento, tú no estabas consciente, pero daba a entender que no nos creería, sobretodo a mí; él leía las notas de Rita Skeeter, creía lo que ella escribía.
Nox soltó un pesado suspiro. Quería saber que tenía que ver ella en todo eso, pero no podía ignorar la irritación que sentía su mejor amigo en ese momento.
—Ha pasado más de un mes —empezó, Nox — y ese idiota no se ha atrevido a aceptar lo que pasó, que ha retornado, que uno de sus seguidores no solo era un maldito loco de remate... Que rabia —soltó, recordado a Cedric.
—Le dije los nombres de quienes vi ahí y solo me llamó loco con sed de atención —agregó el azabache.
—Apuesto que era capaz de decir que matamos a Cedric y nos inventamos la excusa de que Voldemort había regresado... —escupió Nox. Los ojos se le estaban aclarando.
—Mejor hablemos de otra cosa —agregó de nuevo, al ver los ojos de Nox —. No quiero arruinar nuestra cita.
Nox rió ligeramente —Siempre tan imprudente con tus palabras, además, no es una cita, soy tu hermana, lo dijiste.
Harry hizo un ruido de asco —Agh, no digas eso, es asqueroso.
—¡Pero tú se lo dijiste a la chica de allá! —señaló con la mirada a una chica de estatura promedio, largo cabello castaño de ojos azules y enormes.
—A ella, si o fuera por ello, no tendrías almendras en tu helado aburrido de vainilla...
Seguía hablando, pero Nox ya no se encontraba ahí. Estaba detrás del mostrador, extendiéndo el cambio a un niño rubio y bajito, ya estaba el dinero sobre su mano, solo era cuestión de soltarlo. Cuando cayó en cuenta y lo hizo, se fue alegre, con una paleta en la mano.
Miró sus manos, perfectamente arregladas como para ser una heladera, tal vez solo era trabajo de verano para pagar sus manicuras. Miró su espacio de trabajo, tal vez sería algo sencillo...
Tenía dos copas enormes, llenas de helados batidos y mal servidos. Posiblemente también tenía todos los jarabes y salsas bañadas encima, con la crema batida casi desbordandose. Enterró las cucharas y se acercó a su propia mesa, sin importarle el desastre que tenía de helado derretido en las manos.
Pudo distinguir a Harry mirar a todos lados, intentando averiguar en donde estaba Nox.
—Orden especial —dejó las enormes copas sobre la mesa. Él frunció las cejas.
—¿Estás demente, Nox? —regañó.
—¿Nox? ¿La que está dormida allí? —se señaló a sí misma. Tenía la mirada perdida con los ojos brillando —. No la conozco, pero sé que es una chica genial, yo solo soy una simple heladera que trabaja para pagarse las uñas.
—¡No deberías hacer eso! —siguió regañando.
—Tranquilo, solo era una respues...
No terminó su frase porque Harry le había dado una patada por debajo de la mesa, regresando de pronto, sintiendo los ojos tan pesados como si hubiese despertado de nuevo a medio día. Parpadeó varias veces, hasta que sus ojos volvieron a ser tan oscuros como siempre.
La chica hizo lo mismo, pero así como se había desconectado por la situación, lo olvidó por completo y su actitud cambió cuando vió que Harry estaba frente a ella.
—Oh... Hola, ¿todo bien? —hizo una voz coqueta.
—Todo muy bien, gracias —soltó Nox, con una sonrisa, pero una muy perturbante. La chica se sobresaltó, no había notado a Nox —. Pero si no te molesta, tenemos una conversación muy importante, querida, ya sabes, cosas que posiblemente no entiendas y no te incumben.
La chica la vió con los ojos pesados y llenos de molestia.
—Bueno... ¿Al menos puedo tener tu número?
—Tiene novia —saltó Nox. Él la volteó a ver con los ojos abiertos, las mejillas y las orejas se le comenzaban a colorear en un rojo tan fuerte como el cabello de su mejor amigo Ron —. Si, ella es muy bonita, pero es una pena que te hayan ganado... En fin, nos tenemos que ir —se puso de pie, Harry hizo lo mismo, sin entender —. No quiero ser grosera, pero esto —señaló a los helados que ella misma había servido — me parece una falta de respeto al consumidor. Buen día.
Se encaminó a la salida y cruzó la puerta, siendo recibida por un golpe caluroso. Nox gruñó.
—Maldita sea, ahora no podré regresar y robarme su hermoso clima.
—¿Qué fue eso? —le preguntó Harry, mientras avanzaban de regreso.
—¿Qué fue qué? —se hizo la tonta.
—¡Lo de allá dentro! Primero usas tu enojo para poseer a esa chica, te sirves casi todo el helado del local, peleas con ella... —pareció entender y detuvo su caminar —. Estás celosa.
Nox detuvo de pronto el suyo, girando muy bruscamente sobre su cuerpo, con las orejas calientes, las manos y las piernas querían comenzar a temblar.
—¿Estás bien? ¿O por qué estás empezando a decir estupideces? —frunció las cejas.
Aquella sonrisa apareció en su rostro.
—Te tomaste muy en serio ese papel de hermana celosa, te felicito, pero no sabía que podías controlar mejor eso de meterte en el cuerpo de la gente.
—Yo no estaba celosa: esa chica me daba una muy mala espina y quise aprovechar la oportunidad.
—¿Qué oportunidad? —preguntó de nuevo.
—De cuidarte, como siempre lo hemos hecho.
—Pero no me estaba haciendo nada —alzó una ceja. Nox se estaba quedando sin ideas, y eso era raro en ella.
—Me refiero a que esa chica parecía una de muy malas pulgas que es capaz de quitarte la herencia —dijo para volver a caminar. Harry apresuró el paso para quedar a su lado.
—Asi que protegiendome por mi bien, eso suena algo que podría decir la profesora Trelawney, interesante...
—Oh, ya cállate y superalo —se rió, intentando ocultar su nerviosismo.
—Bien, pero ahora me debes algo —Nox frunció las cejas.
—¿Yo?
—Claro, te invité un helado.
—Exacto, invitar.
—Si, pero será mejor que me debas algo, así tendremos un pretexto más para volvernos a ver, ¿no crees?
Nox estaba por sonreír tontamente, pero lo torció, intentando ocultar su felicidad, le gustaba la idea, eso sonaba muy bien.
—Bien, entonces supongo que nos veremos la siguiente semana, ¿no? —se detuvo una vez más, quedando frente a él. Apenas se había percatado que ahora estaban a la misma altura, había crecido lo suficiente para estar iguales.
—No lo sé, creo que tengo planes esa semana —fingió pensar mientras veía el cielo —. Tal vez en tres días, estoy libre. Eso de tener agenda apretada no es lo mío —rió.
—Creo que en tres días tengo una consulta muy importante con el señor Meows —siguió Nox el juego —. ¿Te parece bien mañana?
Su sonrisa no fue arrogante y coqueta como le gustaba, sino fue llena de esperanza y alegría contenida, también le gustó, así que comenzó a temblar más.
—Me parece perfecto.
—Perfecto, entonces tenemos una segunda cita, eso es un gran paso —se rió Nox, reanudando una vez más su paso —, uno muy grande después de la tremenda cagada que hiciste con Parvati en navidad.
—¡Pero se la pasó muy bien con ese chico de Beauxbatons!
Avanzaban mientras hablaban y jugaban, justo como había hecho de ida. Definitivamente no habían perdido la chispa amistosa entre los dos, pero había algo más que cambiaban las cosas y esa parte era culpa de Harry, pero ahora comenzaba a ser culpa también de Nox. Comenzaba a utilizar un método muy poco moral; quería hacerlo olvidar lo más posible todo aquél trauma, ese acto de celos fue el primero, y pareció distraerlo bastante bien.
◦•●◉✿◉●•◦
El señor Meows seguía tan viejo y amargado que siempre, haciendo compañía a Nox en sus lecturas matutinas, pero en esta ocasión también decidió acompañarla por la tarde. Nox no se quejó.
—Aprovechando que bajó el sol, iré por algunas latas para los gatos —decía abuela Figgy, mientras sacaba de la alacena las últimas latas de comida para gato que quedaban en su alacena —. El pobre Meows ya no le hace muy bien la misma comida que los demás, necesita algo diferente.
—Pobre señor Meows, ¿Tienes una pancita delicada? —preguntó Nox, mientras acariciaba al gato en sus piernas. Este solo siguió ronroneando, ignorando las palabras de la humana —. ¿Vendrá papá para la cena?
—Esto... —pareció pensar en qué responder por detrás de la puerta de la alacena —, si, me parece que sí... Bueno, en realidad no lo sé... Horas extras, cosas del ministerio, ya sabes...
—Papá está ocultando algo, siempre llega tarde y ya no lo veo por las mañanas...
Deseó ver la reacción de su abuela por detrás de la puerta de la alacena, pero no fue posible. Cerró el libro y lo dejó en la mesita junto a la estatuilla con la que alguna vez tenía la intención de golpear a Harry con ella.
—Iré con Harry —anunció, Nox, poniéndose de pie de pronto, dejando caer al ahora enojado señor Meows.
—¿Otra vez? —preguntó su abuela, con cierta inquietud —. No creo que a tu padre le agrade mucho la idea de que veas a ese chico muy seguido...
—Si le importara, el estaría aquí para decirmelo él mismo —gruñó, Nox —. Además, es mi amigo, y mejor aún: vive cerca. No tardaré...
—Nox...
—Estaré bien, abuela, llevo mi varita —alzó ligeramente la parte de abajo de su vaquero, donde tenía la varita mágica enterrada en su zapatilla que llegaba hasta el tobillo —. Tal vez te vea en el camino.
Salió sin esperar alguna respuesta, con el gato escapando entre sus piernas.
Tal vez con el paso de los días, la actitud de Nox comenzaba a transformarse en algo más pesimista, sobretodo sin la presencia de su padre que solía estar en casa. Le molestaba un poco que su padre comenzara con sus escenas de celos a sus espaldas, que todo fuera un teléfono descompuesto y se lo dijera su abuela Figgy por él.
Agradecía muchas veces al destino en que Harry y Nox fueran casi vecinos, ya que después de salir de Hogwarts, se la pasaban mucho más unidos, justo como hace muchos años antes. Podría decirse que casi todos los días se veían, a pesar de el terrible calor que los azotaba, no era impedimento para verse.
Una regla muy importante que se había puesto a Nox era: no toques la puerta de los Dursley. Simple. Ellos ya reconocían a Nox y Nox a ellos, eran una familia bastante desagradable, que solo adoraban a su enorme hijo, sino que también y siempre le hacían cumplidos por lo más mínimo y estúpido que hiciera, mientras que Harry solo recibía regaños, pero para eso estaba Nox: ella intentaba animarlo siempre que podía.
Al llegar al número 4 de Privet Drive, Nox no tocó la puerta, tomó una pequeña piedra que había en el suelo, y la lanzó contra la ventana, pero nada pasó, así que lo volvió a hacer. En ocasiones anteriores la cara de Harry ya se hubiese asomado por esta, asiendo señas de que ya bajaba, seguido de unos gruñidos de su tío y la puerta cerrándose, pero nada de eso paso. Nox frunció las cejas, intentando ver por dentro de la casa.
«¿Dónde se habrá metido?», pensaba mientras lanzaba más piedritas.
Nox siempre deseaba que muchas de sus preguntas se respondieran tan rápido como aquella en ese momento: un «¡PSST!» sonó desde las hortensias de la tía de Harry. Nox frunció más las cejas, girando la cabeza hacia todos lados, entre ellos la ventana de su habitación.
—¿Harry? —preguntó en un susurro, buscándolo —. ¿Estás aquí?
Comenzó a buscarlo entre las hortensias, hasta que dió con él, justo por debajo de la ventana, estaba muy bien escondido, fresco como una lechuga recién salida del refrigerador, quería comenzar a avanzar hacia él, pero la enorme figura de su tío se hizo presente en la ventana, desde dentro de la casa, justo antes de que pudiera decir algo.
—¡Eh! —le llamó la atención el hombre, Nox se paralizó —. ¿Qué pretendes hacer? ¡Ese mocoso desquiciado no está aquí! ¡Largo!
—Esto, yo no vine a buscarlo, yo... —evitó hacer contacto visual con Harry, ya que no quería delatar su ubicación secreta. De pronto, de las mismas hortensias de dónde se escondía Harry, salió el señor Meows, agitando la cola, como si de un gruñido se tratara —. ¡Señor Meows! ¡Aquí estás! —fingió felicidad, mientras lo alzaba, tomándolo de la barriga vieja —. Estaba buscando al gato de mi abuela, siempre se escapa.
—¡No quieras engañar a nadie con ese gato, niña! —le apuntó con su dedo de salchicha —. Siempre que te apareces, es porque vienes a buscar a ese niño.
—¡Deje la envidia a un lado y jale la cadena! —exclamó Nox, ahora molesta, pero no lo suficiente como para cambiar sus ojos—. Solo vine por mi gato, y si no le molesta: me iré al parque de aquí cerca —intentó hacer énfasis en sus palabras —, ya que su mera presencia me arruina la vista, aunque no me vendría mal un poco de sombra.
Quiso seguir diciendo más cosas, pero el gato pareció negarse también, arañando y escapando de los brazos de Nox. Ella chilló por el ardor del razguño de su brazo izquierdo, y perdió de vista al gato.
—¡Señor Meows! —llamó, mientras corría en dirección al parque.
Nox y la abuela Figgy sabían perfectamente que el gato solía escaparse por ahí, le gustaba ser un alma libre, y solo volvía para cuando Nox estaba en casa para leer en su alcoba. Rogaba con que Harry entendiera su indirecta sobre el parque, así que le esperaría ahí.
La noche comenzaba hacerse presente, los últimos rayos de luz se colaban entre los árboles y la frescura del atardecer comenzaba a refrescar un poco a Nox. Durante su trayecto, no logró ver a su abuela Figgy, tal vez ya se encontraba comprando la comida para gato, sobretodo la especial para el estómago delicado y viejo del señor Meows.
Llegó al parque, atravesó la pequeña verja y sentó en uno de los columpios, mirando el cielo.
Tal vez el humor de Nox estaba cambiando, pero el de Harry estaba empeorando, cada vez era más irritable, preguntando a diestra y siniestra sobre su padre, que al trabajar en el ministerio daba por hecho que ella sabría algo.
Un día de esos, leyó el profeta, y las cosas que decían eran tontas y aberrantes, la mencionaban a Harry como un loco de la esquina, en búsqueda de atención, justo como le había pretendido Fudge. Sobre Nox no se mencionaba mucho, solo que había tenido un grave accidente, nada más.
Un día, Nox, que por fin pudo estar en el mismo espacio que su padre, lo tomó para confrontarlo, sobre las cosas horribles que escribían sobre su mejor amigo, él simplemente se escudaba diciendo que lo ignoraran, que tenía otras cosas más importantes que hacer que leer chismes sobre Harry Potter, eso enfureció más a Nox, creando una ley del hielo sobre su padre, no era difícil, nunca estaba en casa.
Escuchó el pasto seco quebrarse a lo lejos: era Harry acercándose. Tenía en sus brazos al señor Meows, que tenía una cara de viejito gruñón, justo lo que era.
—Veo que lo has recuperado por mí, gracias, Superman —se burló Nox, mientras su amigo le tendía el gato y se sentaba en el otro columpio a su lado.
—Fue fácil, siempre me quiso más a mi que a ti —Nox colocó al gato sobre sus propias piernas, pero se estiró y mejor saltó al regazo de Harry —. ¿Ves?
—Es un traidor, pero ya verás quién te da de comer...
Un silencio se hizo presente, solo era rellenado por los ronroneos viejos del gato, los carros a lo lejos o el rechinido de las cadenas de los columpios.
—¿Te ha dicho algo tu...?
—No, no me ha dicho, no le he dicho y no piensa decirme nada... Y no, no sé te ocurra mandar nada al profeta... ¡No te creerán! Lo han dejado muy claro.
Respondía, Nox, cada vez que veía a Harry abrir la boca, reconocía lo que saldría de ella.
—Solo quería decir que me ayudó bastante tu regalo de cumpleaños —dijo con rencor —. Pastel, algo clásico.
—La abuela hizo bastante, por sí quieres más —le dijo, reservando la intensidad de su voz —. Pero sé que mientes, pero tampoco te puedo dar una información que no tengo, lo siento.
—Está bien, aún así averiguaré para seguir escuchando las noticias.
—No dirán nada en las noticias, Harry...
—Podrían... —se quedó la palabra flotando en el aire, hasta que dijo algo más: —Hubo una detonación, unos instantes después de que te marcaharas. El señor Meows estaba por debajo de un auto y cuando sonó salió despavorido el pobre... ¿Crees que signifique algo?
—No lo sé, todo puede significar muchas cosas o nada —se encogió de hombros.
—Vamos, Nox, eres muy lista, tú desifras las cosas muy fácilmente y con rapidez, ¿esa explosión no te dice nada? —insistió, Harry.
—No, la verdad es que no. Pudo ser una llanta del coche, o un niño inflando de más una pelota, o cualquiera otra cosa —Harry gruñó—, anda, disfruta el verano y los días de no hacer nada.
—Claro, sin una respuesta clara de Hermione o Ron... —Nox se endureció —, quién sabe qué cosas estarán planeando, porque según ellos no pueden decir nada. Algo saben ellos dos.
Por un instante, algo hizo cluck en la mente de Nox, como si un pequeño fósforo se hubiera encendido en su mente, la idea era la llama, pero se le estaba escapando como el fuego que consumía la madera del fósforo.
—Papá también dice lo mismo... Es raro, nadie nos quiere decir nada, o mencionar nada, solo se escuda diciendo que tiene mucho trabajo en el ministerio, que no puede decir nada sin el permiso de un superior.
—Ron y Hermione dicen que Dumbledore les prohibió decir algo —agregó, Harry.
—Están juntos —soltó Nox, captando lo que decía —, los dos están ocultando algo, tengo el presentimiento de que mi padre tiene algo que ver, y por supuesto que Dumbledore también.
—Ya lo había deducido antes —soltó Harry, con un tono de superioridad —, pero no entiendo que tiene que ver tu padre en esto.
—Yo tampoco, pero lo sospecho y claro que lo averiguaré —se puso de pie —. Me tengo que ir, se está haciendo tarde.
Harry se puso de pie, tomando al señor Meows para que no cayera —¿Tan pronto? Apenas vamos llegando —sonó muy triste y desanimado, como si la oportunidad de la vida se le estuviera yendo de las manos.
Comenzaron a caminar hasta salir del parque, mientras Nox hablaba:
—No te preocupes, mañana nos podremos ver, como siempre, así hasta que obtengamos respuestas, o te enfades de mi presencia.
—Yo jamás me cansaría de estar contigo —dijo Harry, sin soltar al gato.
Si Nox fuera quien lo estuviera cargando, ya se le hubiese caído y le hubiese arañado por tal acto. Nox se puso muy roja pero siguió avanzando, como si fuera un comentario cualquiera para cualquier persona. Las piernas le comenzaban a temblar.
—Gracias, es un buen halago y un acto impresionante, no cualquiera toma el riesgo —dijo Nox, agradeció a la oscuridad que ocultara el color real de su rostro, pero sintió como las orejas se calentaron mucho más cuando su cerebro actuó primero —. Yo tampoco me cansaría de estar siempre contigo. Digo, mira: ya es agosto y seguimos viéndonos. Creo que me tomaré un descanso de ti en Hogwarts —rió, con las orejas muy rojas.
Estaban ahora a unas casas de llegar a la de Nox. Harry siempre acompañaba a Nox, siempre, sin falta, asegurándose que atravesara la puerta principal, en esta ocasión sería con un gato en los brazos.
—Bueno, entonces aprovecharé cada segundo que estemos juntos fuera del colegio, porque te extrañaré bastante —dijo, habían llegado a su casa.
—Genial... Yo, esto —comenzó Nox, era extraño cuando su cerebro no reaccionaba y decía lo primero que le cayera del cielo —. Yo pensaba en que, no sé si quieras, ya sabes, esto... Vi el periódico, en la cartelera del cine hay una película que me gustaría ver... ¡No es de terror! —se apresuró cuando vió a Harry hacer una pequeña mueca—, pero no sé si... Ya sabes, ir conmigo.
Realmente esperaba que hiciera aquella sonrisa que la ponía ten nerviosa, pero ahora parecía que él era al que se le caería el gato de los brazos. Comenzó a sonrojarse, como si hubiese corrido al rededor del campo de quidditch, pero al final sonrió, muy sorprendido.
—Claro, ¿por qué no? —respondió. Nox quería saltar de alegría, pero se contuvo.
—Genial, entonces te veo mañana como a medio día, ¿te parece? —preguntó ella, él asintió frenéticamente.
—Claro, medio día.
—Entonces... Te veo mañana.
—Perfecto, mañana.
Nox se quedó sin saber qué más decir, Harry parecía tener lo mismo. Sacó las llaves de su bolsillo, tintineando y casi tirandolas al suelo.
—Bien, señor Meows, es hora de irnos —se acercó muy temblorosamente, tomando al gato, sin poder ignorar el roce de su piel con la de su mejor amigo —, recuerda que hoy vas a cenar mejor, para que tú pancita esté mejor —susurraba con cariño al gato, Harry sonrió —. Gracias por atraparlo.
—No hay de qué —se encogió de hombros, sin dejar de sonreír y verla.
Era impresionante como Nox era capaz de volverse estúpida con tan solo comentarios. Seguía sin entender qué era lo que le pasaba, sabía que sus amigas tenían la respuesta, pero no sabía si estaba dispuesta a escucharla.
Se quedó ahí, hipnotizada por sus ojos verdes y brillantes, cuando ella es la que se supone que debía lograr el mismo efecto con los propios, con esa niebla oscura y misteriosa.
No pudo evitarlo, su impulso fue más rápido que el control que se supone que debería de tener sobre su propio cuerpo: se acercó y le plantó un beso en la mejilla que se encontraba ardiendo y no de fiebre.
Intentó mantenerse neutral, pero no podía evitar sonreír. Solo se dió la vuelta y entró a su casa, como si de un despido normal se tratase.