ID de la obra: 790

MISERY NOX

Mezcla
R
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2
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planificada Midi, escritos 270 páginas, 140.107 palabras, 29 capítulos
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26. Los problemas de la adolescencia

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Capítulo 26

Los problemas de la adolescencia

Cerró la puerta tras su espalda, la sonrisa que tenía atrapada por fin salió a relucir, más grande que nunca. Apretó los labios, evitando soltar un chillido. Dejó al señor Meows sobre las escaleras y se acercó a él. —No se lo vayas a decir a nadie, señor Meows —le susurró —, es nuestro secreto, ¿sí? El gato le importó tanto que salió corriendo escaleras arriba, lo más probable es que llegó a su habitación. A Nox no le importó, así que caminó a la cocina sin quitar la sonrisa de su rostro. Se percató del silencio en la casa, sabía que no había nadie ya que solo estaba prendida solo la luz del pasillo de las escaleras. Prendió otras luces y la televisión para que hiciera ruido. En su mente se repetía una y otra vez esos últimos minutos, segundos, instantes, fotogramas, lo qué sea que fueran, pero se repetía. Estaba segura que les escribiría a sus amigas sobre eso y que por favor le ayudaron a descifrar lo que estaba pasando. Por un instante sintió una ola pasar por su cuerpo en un instante e irse tan rápido como llegó. No le dió miedo o algo parecido, era algo bastante familiar, creyó que se trataba del señor Meows u otro gato de la casa, pero pareció no serlo, así que Nox solo se encogió de hombros y fue a la nevera igual de feliz que antes. Se sirvió un buen pedazo de pastel de calabaza con un vaso de leche, se sentó en la mesa a comer, pensando bobamente, sin siquiera prestar atención a lo que se escuchaba en la televisión que estaba en la sala de la casa. Pensaba en lo bien que se sentía. Sabía que ella era a veces muy impulsiva, o que hacía las cosas antes de pensarlas, desde un beso o intentar arrancarle el cabello a alguien. ¿Será que llegó a ver como intentaba dejar calva a Pansy Parkinson? Tal vez no, sería vergonzoso, aunque ella ganó, entonces no, sería interesante. ¿Le molestaría el acné en sus mejillas? Había estado cuidando su piel, ahora había mejorado considerablemente, pero no dejaba de tener esas enormes marcas rojas en ellas. ¿Debería de maquillarlas para que no las viera? Sabía bien que le gustaba mirarla de cerca, tal vez debería hacerlo, así al menos no se asqueaba tanto con su rostro imperfecto. ¿Y sus pecas? Tenía pocas, a mucha gente no le gustaban. Ella tenía pocas, pero tenía, tal vez tendría que cubrirlas también. Pero... Su piel, ella era bastante más morena que él o la chica de la heladería que ahora le avergonzaba pisar. Tal vez sería mejor cubrir su rostro con maquillaje, así podría cubrir cualquier imperfección que tuviera. ¿Por qué esas ideas invadían ahora su mente? Ella jamás se había preocupado por ese tipo de cosas, tal vez solo de su estatura... La puerta se abrió, esfumando sus pensamientos sobre intentar ser perfecta como las chicas de las revistas de la tía de Harry. Era su abuela que llegó haciendo ruido con sus zapatos de cuadros escoceses. —Dementores... Eso... No lo puedo creer... —murmuraba muy molesta, pero temblaba levemente. —¿Dementores? ¿Es un nuevo insulto para el que te vendió las latas? Creo que es bueno, pero no lo comprenderán, son muggles, abuela. —Oh, no mi niña, fue... No, nada, olvídalo, no... Empezaba a tener una actitud muy extraña que a Nox comenzó a alertar. —¿Pasó algo, abuela? —preguntó directamente. —Me encontré con Harry y su primo, han cambiado demasiado, ese primo suyo es pesado de verdad. —Oh, si, me acompañó hasta acá y se fue, supongo que se encontró... —comenzó Nox, pero la idea llegó a su mente muy rápida como una estrella fugaz, la abuela Figgy se dió cuenta de ello —. Abuela: ¿Harry está bien? No dejaba de temblar, y frío no estaba haciendo. Tenía la bolsa de las latas en la mano, pero la bolsa estaba ligeramente rasgada, sin embargo, no contestó. —Abuela, por favor, contéstame, ¿está todo bien? —se levantó de su lugar y se acercó a la anciana —. Contéstame, por favor. No por gusto intentaste levantar a Dudley... —abrió poco a poco los ojos, evitando pensar en lo peor —. Mencionaste dementores... No, no, no... —comenzó a alterarse. —Él está bien, mi vida, está en casa de sus tíos, sano y salvo... —Abuela, no entiendes, ellos mucho menos lo harán, no saben lo mal que le afectan —comenzó, mientras caminaba nerviosamente de lado a lado —. Pueden haber más por ahí... Tengo que ir... —¡No! —saltó su abuela —. Es tarde, Nox, es peligroso, puede haber otro por ahí. —No, abuela, entiende por favor. Los dementores no me afectan en lo absoluto como a los demás —comenzó mientras movía cuidadosamente a su abuela de la entrada por los hombros —, pudo mandarlos Quién-tú-sabes, ¿cómo por qué abrían dementores aquí y no en Azkaban? Tengo que ir con él... —Nox, mi vida, por favor, él está bien, hay alguien cuidándolos —insistió su abuela. —¿Alguien? ¿A ambos? —supuso Nox —¿Qué han estado ocultando? —su abuela no parecía querer responder —Tengo que ir. No esperó una respuesta de su abuela, así que salió corriendo de la casa en dirección al número 4 de Privet Drive. ¿Dementores? Eso era imposible, por eso estaba su abuela tan mal. Pero decía que estaba en casa de sus tíos a salvo, quiere decir que logró apañarselas de alguna forma. Iba con su primo, dijo que estaba pesado, quiere decir que a él le fue muy mal, tuvieron que llevarlo entre los dos o algo parecido. Todo eso se iba formulando Nox mientras corría sin importarle el dolor de sus pulmones. Su abuela mencionó que alguien los ha estado cuidado, ¿pero a ambos? ¿Desde cuándo? Quería hacerse la idea de quién podría ser, pero su pésima memoria no ayudaba. Al llegar, atravesó el pasto sin cuidado hasta la puerta y tocó con el puño muchas veces, llena de desesperación. Por fin abrieron, era la tía de Harry con unos guantes para hacer el aseo de color rojo, la alfombra de la entrada estaba llena de espuma, estaba limpiando. —¿Qué te pasa, niña? —se sobresaltó al abrir la puerta, se notaba algo pálida. —Necesito ver a Harry —soltó Nox, intentando recuperar el aliento, con la mano apoyada en el marco de la puerta. —Él está castigado —estaba por cerrar la puerta, pero Nox puso el pie, evitando hacerlo. —Necesito saber que está bien —insistió. —Ya te he dicho que está castigado, ¿no entiendes? Por su culpa está muy enfermo mi hijo, así que es mejor que te vayas de una vez... Nox, cansada de la situación, de su zapatilla sacó su varita: larga y delgada, con el mango grueso, como si fuera una aguja gigante. Apuntó a la mujer con ella, justo sobre el pecho. La mujer abrió bastante los ojos y podría jurar que se puso mucho más pálida que antes. —No fue una maldita pregunta, o es por las buenas o es por las malas. Usted decida —amenazó mientras sus ojos comenzaban a brillar. —No puedes hacer eso, te expulsarán al igual que él —escupió en voz baja, de vez en cuando echando una mirada a espaldas de Nox, tal vez para asegurarse de que los vecinos no vieran o escucharan —, porque hizo... Esa cosa con esa cosa que traes, ahora lo echarán de ese lugar lleno de locos y anormales... Nox comenzó a enojarse cada vez más, pero no quería esperar más, así que con la mano que le quedaba, miró a la mujer directamente a los ojos y solo pensó lo que quería: «Tu alma no es mía, pero tú cuerpo lo es...» Parpadeó y se tenía de frente, con los ojos perdidos y muy brillantes. Dejó caer su mano de repente, la varita cayó en un sonido seco así que la levantó de inmediato, pero su cuerpo parecía resistirse a caer también. No quería mirar sus manos, o su cuerpo, no quería, le causaría asco o algo peor. Subió los escalones torpemente con aquel cuerpo ajeno y se posicionó enfrente de la única puerta con cerrojo. —¡Alohomora! —apuntó con la varita, pero no pasó nada. Tocó la puerta, esperando que por favor abriera —¡Harry, abre, por favor! —dijo mientras tocaba con los nudillos, con golpes pequeños pero desesperados. La puerta se abrió mostrando a un Harry bastante enojado: tenía el entrecejo fruncido y un tono rojizo decoraba su rostro, más al ver a su tía, en este caso era Nox. —¡Oh, por Merlín, estás bien! —soltó en un susurro, lanzándose a su cuello en un abrazo muy lleno de preocupación, eso desconcertó demasiado al de anteojos —. Necesito que me ayudes a subirme, rápido, antes de que se den cuenta. Cómo era costumbre de Nox, no esperó una respuesta. Bajó las escaleras con cuidado de nuevo al vestíbulo que seguía con la puerta abierta. Su cuerpo parecía tambalearse, y de sus ojos parecían bajar unas lágrimas plateadas, eso preocupó más a Nox. —¿Qué le pasó? —dijo Harry al ver el cuerpo de Nox. —No sé que me pasa. Vamos, rápido —apresuró. La cosa más rara que jamás había presenciado (después de verse a si misma gracias al giratiempo); se tomó por debajo de los brazos, mientras que Harry lo hacía por los tobillos. Comenzaron a subir las escaleras muy despacio, pero la voz del tío de Harry se hizo presente: —¡Creo que está mejorando, Petunia! —escuchó desde una puerta, cerca de las escaleras, parecía ser el baño por el eco que provocaba el ladrido del hombre. —Eh... ¡Bien! —no sabía que decir. Harry le miró suplicante —¡Sigue así... Eh... Cariño! —hizo una mueca de asco. Siguieron subiendo el cuerpo de Nox hasta la habitación de Harry con toda la precaución del mundo. Ambos no sabían cuántas situaciones extrañas debían de seguir pasando para poder tener un día normal en sus vidas. Al llegar, se dejó sobre la cama, sin prestar atención a la habitación. Avanzó con rapidez de regreso a la puerta, pero antes se dió vuelta. —Ya vuelvo —le avisó a Harry mientras le tendía su propia varita, este solo asintió sin aprender muy bien de las veces anteriores donde Nox hacía ese tipo de cosas. Bajó a toda velocidad las escaleras hasta llegar de nuevo al vestíbulo y cerrar la puerta, justo como según la señora Dursley quería que estuviera desde un principio. Pero habia olvidado el detalle sobre como regresar a su cuerpo. No le había dado una señal a Harry para que lo hiciera. Apretó las manos y los ojos, esperando que algo pasara. «Tu cuerpo fue mio, pero tu alma no lo será...», pensaba aún con los ojos y puños apretados. «Tu cuerpo fue mio, pero tu alma no lo será...» Abrió los ojos, tomándose con los verdosos y brillantes ojos de Harry. Sentía la vista pesada, como si hubiese despertado a la mitad de una profunda siesta. Se sentó en la cama con lentitud para evitar marearse. Se tocó el rostro que se encontraba seco. Analizó sus manos para asegurarse de que se trataba de su propio cuerpo. Tentó su cabello y parte de su cuerpo, buscó la cicatriz nueva que ahora decoraba a lo largo de su pierna, seguía ahí. Soltó un suspiro aliviado. Por un instante se había olvidado el por qué de su visita. —¿Estás bien? —susurró Harry. Se le lanzó como flecha en un fuerte abrazo, dándole una respuesta a medias. Inhaló profundamente, como si fuese el último momento que estuviera viviendo. —¿Estás bien tú? —le susurró en su cuello. Le temblaba ligeramente la voz, recordando la conclusión que había tenido con las pocas palabras de su abuela. Él asintió. Impulsivamente, acarició su cabello, él hizo lo mismo. Se separó, analizando su rostro, que parecía estarse recuperando de un susto de muerte. Nox parecía tener la misma expresión a pesar de no saber con seguridad de lo que había pasado. —¿A qué veniste? —le preguntó, Harry. —La abuela Figgy me contó lo que pasó —parpadeó varias veces —. Bueno, no me contó nada, solo lo deduje, no quería decirme nada más que estabas bien, pero no le creí. Vine corriendo —le contó, Nox. —Entonces sabes lo de los dementores —dijo Harry en un susurro. Nox asintió —. Llegaron de la nada. Eran dos —Nox abrió los ojos, muy sorprendida —, nos atacaron a los dos, tuve que lanzar un encantamiento patronus para ahuyentarlos. Tu abuela llegó e intentó ayudarnos. —Lo supuse. Dijo que Dudley estaba muy pesado, apuesto que le afectó demasiado, más que a ti, lo sé por lo que dijo tu tío en el baño. —Siempre has sido tan lista... —soltó sin apartar su mirada de los ojos de Nox que comenzaba a quemar. Nox tragó en seco, sin saber cómo reaccionar. Parpadeó varias veces, esquivando su mirada y echó un vistazo a la habitación. Tal vez era un poco más pequeña que la suya, y mucho más desordenada, quería pensar que estaba así porque no se esperaba visitas. En la mesita de noche, distinguió el libro que le regaló Nox en su cumpleaños número 13: «Misery». Estaba algo desgastado, posiblemente por el uso, pero lo que le llamó más la atención fue el marco de foto que estaba junto al libro. Nox se acercó, pero Harry parecía querer evitarlo. —N-no creo que deberías ver eso... —intentó detenerla, pero era demasiado tarde. No pudo evitar sonreír con bastante nostalgia: eran ellos dos, tal vez en ese momento no tenían demasiado de conocerse. Sonreían a la cámara, con los dientes manchados de chocolate, como si les faltaran unos que otros. La fotografía no se movía como las que los magos están acostumbrados a ver. La había tomado su abuela, ella estaba feliz de que ambos por fin coincidieran en cuidarlos, mucho más cuando se dió cuenta que solo debía alimentarlos para que entre ellos dos se cuidaran. Tal vez por eso ella estaba ahí; había crecido con ese instinto de protegerlo siempre que podía. —Siempre si robaste algo de la casa de la abuela Figgy —dijo Nox con gracia, mientras veía la fotografía. —No lo hice, ella me la regaló cuando la reveló —su voz sonaba a vergüenza contenida. Ella se volvió a él, ahora ella lo quemaba con su mirada oscura que extrañamente brillaba gracias a las farolas de la calle que se colaban por la ventana. —Que buen pretexto —quería quedarse estancada en ese recuerdo, pero no podía, debía actuar —. Pueden volver —dijo Nox, de pronto, sin soltar la fotografía—. Esas cosas no deberían estar aquí, alguien los envío. —Tu abuela mencionó que había cambiado algo en el ministerio, quiere decir que mandaron a los dementores para provocarme, ¿no? —comenzó a sacar conclusiones, Harry. Nox asintió —, querían que metiera la pata y darles motivos para hacer magia. —Creo que no soy la unica lista —Nox sonrió —. Pero la pregunta es: ¿por qué? Además, es estúpidamente injusto que te expulsen... —Temporalmente —agregó Harry —. Tengo una vista sobre eso. —La abuela Figgy estuvo ahí, puede servir de testigo —dejó la fotografía en su lugar. Fruncía las cejas, pensativa —. No te pueden expulsar. Hiciste lo que todos, te defendiste, pero créeme, expulsado no estarás. Lo que quiero saber es por qué carajo enviaron dos dementores por estos rumbos. —Pienso lo mismo, no es como que se hayan escapado de Azkaban —agregó de nuevo —. ¿Crees que los haya enviado Voldemort? Nox quería decir que no, pero para ese punto, habían grandes posibilidades de que lo fuera. —Quiero pensar que no. Él no sabe dónde estás, no sabría a dónde mandarlos —respondió, Nox. —Pienso lo mismo, de ser así, hubiese infestado la calle completa. —Exacto, y por eso estoy aquí —se puso de pie y asomó el rostro por la ventana, haciendo a un lado la cortina —, ellos no me pueden hacer nada, tal vez podría mandarlos a otro lado, como lo hice aquella vez en el lago. —Tengo tantas dudas... —sonó frustrado. —Yo también, Harry —se dió media vuelta para quedar frente a él —, pero encontraremos todas las respuestas que sean necesarias, pero debemos ser pacientes, ¿si? A ti se te da muy bien eso. Más palabras que salían sin permiso. La tentación de seguir admirando el rostro de Harry se interrumpió por un ruido del exterior, uno que le parecía muy familiar. Nox frunció las cejas de pronto e inclinó ligeramente la cabeza. —Suena... Algo que he escuchado antes... —dijo Nox, en un susurro —. ¿Tienes mi varita? —Harry se la tendió e inmediatamente Nox la empuñó —. Suena como el auto de papá... Ambos abrieron los ojos con bastante sorpresa cuando escucharon el motor cada vez más cerca. Corrieron a la ventana y se asomaron. El auto ya se estaba aparcando por la acera de la calle, justo fuera del número 4. —Mierda, mierda, mierda —comenzó a maldecir Nox, cerrando las cortinas —. Viene por mi, la abuela le dijo que estoy aquí. —Tienes que irte, no tiene sentido que estés escondida aquí, Nox —le decía Harry —. Estaré bien, lo prometo. —Pueden volver, yo los detendré. Mi padre no entenderá, debo quedarme —insistió —. No quiero que te pase nada malo... La puerta principal se escuchó. Ambos guardaron silencio de pronto. Nox comenzó a temblar mientras intentaba escuchar las voces de abajo con la oreja pegada a la puerta. No sé entendía nada, las voces se escuchaban ahogadas a través de la madera. Unos pasos comenzaron a escuchar: estaban subiendo. —Nox, tienes que irte, puedes bajar por la ventana... —No pienso hacerlo, pueden volver... Puso seguro a la puerta y retrocedió sin soltar su varita. Tocaron varias veces, pero nadie respondió. —Nox, sal de ahí, sé que estás aquí —era su padre. Comenzó a temblar sin control, los ojos comenzaron a inundarse, mientras levantaba la varita en dirección a la puerta. —¡Nox! ¡Abre-la-puerta! —sonaba muy molesto, pero Nox no tenía intención de salir, tendrían que arrastrarla para lograrlo. Se escuchó un grito ahogado por parte de la tía de Harry al otro lado de la puerta —. ¡Alohomora! La puerta se abrió de pronto como si fuera un fuerte soplido. Su padre tenía la varita alzada en dirección a la chapa de la puerta, y lo primero que vió fue a Nox apuntando directamente a su padre. —¿Qué demonios crees que haces, Misery Nox? —le preguntó su padre, tenía la mandíbula apretada, conteniendo la irá frente a los Dursley. —Van a volver, yo sé que van a volver. Los podré echar a otro lado, no me iré de aquí, papá —contestó, Nox, sin bajar la varita. —No lo harán, Nox. Vamonos ahora. —No, no quiero, n-no puedo —insistió Nox. Una lágrima bajó. —Entiende, por favor... —¡No! ¡El que no entiende eres tú! —se alteró —. ¡No quiero que le pase nada! ¡No quiero perder a nadie más! ¡Ya perdí a mamá, a Lilliane, a Cedrine, a Cedric! ¡No quiero perderlo a él! ¡No quiero perderte a ti! —comenzó a llorar —. ¡Quiero respuestas! ¡No sé qué está pasando, o lo que me está pasando! ¡No entiendo por qué me están buscando o cuidando! ¡Nunca estás en casa! —Esto lo debemos de hablar en privado, Misery Nox —reguló su tono, pero sabía que estaba hirviendo de furia por dentro —. No tiene sentido que estés aquí, recuerda que no puedes hacer magia fuera del colegio, te pueden expulsar o llevar a una vista como a él —señaló a Harry con la barbilla, Nox no se atrevió a voltearlo a ver. Los Dursley estaban atrás del padre de Nox, mirando la escena con bastante precaución y se sobresaltaban cada vez que uno de los dos movía la varita ligeramente. —¡¿La puede sacar de una maldita vez?! —exclamó la señora Dursley — ¡Todavía que está en casa ajena! ¡Vienen a hacer sus desastres con sus... Cosas! ¡Quiero a ambos fuera de mi casa!  —¡Ya escuchaste, Misery Nox! —su padre perdió la paciencia —¡Sube al auto! —¡No! ¡No pienso dejarlo solo! —¡No seas tonta, Misery Nox! ¡Tú no puedes defenderlo de dementores ni de Quién-tú-sabes! —esas palabras golpearon a Nox como un balonazo con una quaffle en la frente. Jamás le había llamado de esa forma —¡Solo estás armando un maldito alboroto en donde ni siquiera has sido invitada! ¡Es una vergüenza que estés haciendo esto! ¡Ya hay gente protegiéndolos! Nox bajó la varita, rendida, pero no porque confiaba en las palabras de su padre, sino porque estaba herida por las palabras que usó en ella. Salió de la habitación sin decir adiós, sin disculparse o anunciar alguna amenaza o advertencia. Bajó las escaleras que nunca subió. Atravesó el vestíbulo y salió al exterior. Subió al auto azotando la puerta. Temblaba, las lágrimas bajaban silenciosamente. Se sentía estúpida, su padre tenía razón sobre ella, no podía cuidarse ella misma, con menos razón podría hacerlo ella misma. ¿En qué cabeza cabe que puede con mil dementores? La puerta del piloto se abrió y su padre subió, pero no dijo nada. Echó a andar el auto y comenzó a manejar hasta la casa de la abuela Figgy. Ninguno decía algo, ni siquiera Nox se atrevía a sorber. Al llegar, Nox fue la primera en bajar y entrar a la casa, pero su padre iba detrás de ella a toda velocidad, evitando que escapara de su remienda. Al cerrar la puerta principal, con la varita alzada al techo, salió una luz verde que se extendió por todas las paredes, y después explotó. —¿¡SE PUEDE SABER QUE CARAJOS HACÍAS EN CASA DE LOS DURSLEY?! —gritó a Nox, tanto que la abuela Figgy bajó las escaleras muy asustada —¿¡Sabías que ellos no tenían idea del tipo de gente que somos?! ¡Invadiste su hogar como si fuera la tienda de la esquina! —¡Los atacaron dos dementores! ¡Nadie estuvo ahí para ayudarlo! —soltó Nox. —¡Ese no es problema tuyo, Misery Nox! —saltó su padre —¡Por más enamorada que estés, no tienes que meterte en donde no eres bienvenida! —¡No estoy enamorada! ¡Solo quiero proteger a los que me importan! —¡Pero no de esa forma, Nox! —su padre parecía temblar de furia, lo podía ver en sus ojos detrás de las gafas, Nox seguía llorando, como una adolescente después de que la sacaran de una fiesta. El hombre se llevó la mano al puente de la nariz, con frustración —¿Qué han estado haciendo?  —¿Qué? —preguntó esta vez Nox, sin entender a dónde quería ir con eso. —¿Qué han estado haciendo? —la miró directamente a los ojos. Tenía la piel tan roja que se notaba a través de su piel oscura —. Me han estado diciendo que han pasado demasiado de aquí para allá, todos los días. —¡¿Eso qué demonios tiene que ver con esto?! —Tienes prohibido verlo, el resto del verano —Nox abrió la boca con indignación —. Te quieres creer una señorita grande, usando la ropa de tu madre. —Es porque me ha dejado de quedar la que tengo, si te importara tanto, ya lo supieras desde hace mucho tiempo. —¡No me importa! —rugió —. ¡Deja de hacer cosas que no están acorde a tu edad, mucho menos a mis espaldas y sin mi permiso! —¿¡QUÉ TIENE QUE VER ESO CON TODO ESTO?! ¿¡CÓMO POR QUÉ PONDRÍAS GENTE A VIGILARNOS?! ¡SI TANTO TE IMPORTARA, TÚ MISMO NOS VIGILARIAS! ¡APENAS Y TE HE VISTO! ¡AHORA SOLO ESTAS CELOSO PORQUE ALGUIEN MÁS ME ESTÁ PONIENDO LA ATENCIÓN QUE TU NO ME DAS! —¡A TU HABITACIÓN! —¡QUIERO SABER QUÉ ESTÁ PASANDO! ¡EL MINISTERIO SOLO ESTÁ DICIENDO ESTUPIDECES DE HARRY, SIN CREERLE SOBRE QUIÉN-TÚ-SABES! ¡Y LO QUE HACES ES NADA MAS QUE TRABAJAR MÁS PARA ELLOS! —¡MISERY NOX, HE DICHO QUE VAYAS A TU HABITACIÓN! ¡ESTÁS CASTIGADA! —Nox estaba por subir las escaleras, pero la detuvieron —Dame tu varita —se la tendió de mala manera —. No puedo creer que eras capaz de hacerme algo con tal de proteger a ese chico. —Su nombre es Harry, no cualquier Harry, es Harry Potter. Ten un poco de respeto y llámalo por su nombre. Y con esas palabras subió a su habitación, subiendo las escaleras de dos en dos, no sin antes decir «con permiso, abuela», que se encontraba aún en las escaleras.

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Jamás se imaginó que llegarían a castigarla sin usar la lechuza de la familia. Nox seguía enojada en su habitación, sin salir. Era tanto su enfado que no quería seguir leyendo las historias que tenía pendiente. Se sentía encerrada o encarcelada. Su padre le había castigado con no salir, y tampoco es que ella tuviera muchas ganas de hacerlo, su única motivación de hacerlo era Harry, que ni siquiera sabía cómo seguía. Aquella noche, la última vez que lo vió, escuchó a su padre y abuela discutir, o más bien, un hijo siendo regañado por su madre: —¡No puedo creer que le hayas hablado de esa forma! —escuchaba a su abuela, tan enojada e indignada —¡Ella es solo una adolescente! ¡Está creciendo! ¡Y la regañas por eso! ¡Tú también fuiste igual, o peor! —Perdón, madre, pero ella es mi hija y yo decido como castigarla —se escuchaba firme pero enfadado, sin faltar el respeto. —¡Y es mi nieta! Yo estuve al pendiente de todas sus salidas, y confiaba en que los estarían cuidando, ¿y qué pasó? ¡Dos dementores, Brian! ¡Contra al pobre Harry y su primo! Y te aseguro que uno de ellos era realmente para Nox... Por las noches no dormía bien, permanecía con los ojos abiertos, atenta de cualquier ruido o sensación que tuviera. Revisaba por la ventana de su sala en búsqueda de alguna anormalidad, pero su mente solo jugaba con ella. Un día escuchó a su padre llegar temprano a casa, algo sorpresivo para Nox, pero no llegó solo. Le llamaron para que bajara a la sala de la casa y ella lo hizo a regañadientes. Estaba sentado en uno de los mullidos sillones, el director de Hogwarts: Albus Dumbledore. Nox se sorprendió bastante en tener su presencia en su casa, sentado como si estuviera esperando a que llegaran los demás invitados a una fiesta de té. —Buenas noches, señorita Figg —saludó muy cordialmente el director —. Espero no haberla despertado. —Buenas noches, profesor Dumbledore —terminó de bajar las escaleras. En la sala se encontraba su padre, con los brazos cruzados sin tomar asiento, su abuela estaba sentada en otro de los sillones, solo faltaba a Nox. —No quiero ser grosera, pero, ¿a qué se debe su visita? —habló Nox, ya con los dos pies en el primer piso. —Tu padre me ha mencionado algo... Peculiar, algo que me parece ser, no tenía idea de que podías hacer —comenzó, Dumbledore —. Me mencionó que no le afectaban para nada los dementores como a los demás, ¿es cierto? Nox no sabía si responder o no, pero finalmente solo asintió con algo de pena. —Apuesto que tiene muchas dudas sobre ello, no debo negar que yo también, pero es bueno confirmarlo —asintió para sí mismo—. También debe estarse preguntando el por qué han puesto gente a vigilarla a usted y al señor Potter, solo sé que son muy buenos amigos —Nox evitó ver a su padre, pero asintió de nuevo—. Aparentemente hay una confusión, no quiero causarle un mal recuerdo, pero usted estuvo presente cuando Voldemort retornó —los adultos se sobresaltaron— y me parece que se confundió con usted, al creer que sería la persona que buscaba. No sé si recuerda que le mencioné que usted era la indicada para aquella profecía, pero me temo que fue un error. —¿Me está pidiendo disculpas por algo que Quién-usted-sabe hizo? —preguntó Nox, no entendía el punto del profesor. —No exactamente por eso, sino por el poco apoyo que recibió, la poca protección que se le debió dar desde un inicio —Nox se cruzó de brazos, no le gustaba adivinar —. Lo que me lleva al punto anterior: la estará buscando, hasta que la encuentre y se dé cuenta de su error. —Y después me matará por eso, porque no le sirvo. —Nox... —quería comenzar su padre. —Solo estoy diciendo la verdad, mató a Cedric sin piedad, solo porque estaba en el lugar que no le correspondía, hubiese hecho lo mismo conmigo si se hubiera dado cuenta —le dijo a su padre, con notable molestia —, estaba a punto de matar también a Harry, quién sabe que cosa se atrevería a hacer conmigo después si lo lograba. —Mi punto es —agregó Dumbledore, tan amable y precavido como siempre— que no debería estar tan expuesta. Su amigo, Harry, ya fue trasladado a un lugar más seguro. —¿Está bien? —preguntó Nox tan rápido como lo mencionó, su padre se removió incómodo, pero ella lo ignoró. —Perfectamente, está en un lugar más seguro, con gente que le proteja... —¿Y qué hay de mí? —Tiene a su padre. Nox soltó una risa llena de sarcasmo e ironía. Las cosas que estaba escuchando eran simplemente un montón de tonterías que se tragaría un troll noqueado. Esa conversación ya no era nada de su interés. El enojo que Nox tenía cargando desde hace días seguía presente, no tenía una intención de reprimirse o simplemente no decir nada.  Eres ridículo, la presencia del director le parecía un chiste, como si solo llegara a decirle que su vida vale menos que la de su mejor amigo, que ella no merecía la misma protección que ella.  —El no fue capaz de protegerme este tiempo, ¡ni siquiera tenía idea que no me quedaban mis videos vaqueros!  —¡Nox! ¡No digas esas barbaridades! —regañó si abuela.  —Yo solo digo la verdad —tomó un largo suspiro—. Mire, con todo respeto, profesor: si llega a venir Quién-usted-sabe por mí, estoy dispuesta a correr hasta el fin del mundo para que no me atrape y si lo hace, me aseguraré de que lo que quiera hacer conmigo. Ahora, si va detrás de Harry, me aseguraré de matarlo con mis propias manos si es necesario. Un silencio se hizo presente en la sala. Los ronroneos de los gatos en la torre de la sala se escuchaban como si fueran motores a la distancia. Le parecía extraño que su padre no dijera nada para regañarla, tal vez porque estaba frente el director de Hogwarts, demasiada autoridad para atravesarla. Dumbledore mostró una sonrisa, como si le hubiese soltado la sopa a Nox. Ella frunció las cejas. —Me agrada escuchar eso de usted, señorita Figg, pero tampoco sea tan dura con su padre, aquí presente —señaló a su padre —. Bueno, será mejor que me retire... Se puso de pie, Nox frunció las cejas sin entender que estaba haciendo. —¿A eso vino? —preguntó bruscamente Nox —¿Qué hay de mí? —Eso lo veremos más adelante, señorita Figg. Gracias por recibirme, Brian, Arabella. Pasen una muy buena noche. No perdió más el tiempo y salió de la casa, seguido de un chasquido, desapareciendo del terreno. Nox se quedó con la boca abierta y el entrecejo fruncido, sin entender lo que acababa de pasar. Sabía que el profesor era un loco chiflado, pero no sabía que lo fuera tanto. Dando fuertes pasos, Nox subió de nuevo a su habitación, para intentar dormir y olvidar la vista más extraña que había tenido, sin siquiera despedirse de sus familiares. Ya acostada en su cama reflexionó viendo el techo de su habitación. Extrañaba a su madre. Extrañaba a Cedric. Necesitaba un consejo. Quería saber qué demonios estaba pasando a su alrededor. La visita de Dumbledore no era solo para agarrar algún postre de la abuela Figgy, tampoco era para presumir que Harry estaba mejor protegida que ella, se trataba de algo más... Odiaba sentirse así. Culpaba a sus estúpidas hormonas de hacerla cambiar de humor tan constantemente, como en ese momento, que quería soltarse a llorar. No sabía por qué su padre le había castigado con no usar su lechuza, ¿cómo por qué haría eso? Solo había recibido las respuestas de sus dos amigas, chillando de felicidad por las salidas que había tenido durante las vacaciones, Nox también sentía lo mismo, pero ahora se sentía estúpida. Todos ahora creían que estaba enamorada y sus acciones eran por eso. No estaba enamorada, por las que insistieran, no lo estaba, solo se preocupaba por su mejor amigo. «Ojala Cedric pudiera decirme algo...», pensó Nox. Le molestaba no saber nada. Insistía con ese tema, cada vez que lo recordaba. ¿Por qué ahora decían que ella no era la persona que la profecía mencionaba? No sé le ocurría alguna razón para no serlo, pero tampoco una para serlo. Ahora se sentía egoísta. No debería estar pensando en sí misma. Su seguridad no era una prioridad, pero no evitaba sentirse desprotegida. Le gustaría sentir un poco de la protección de su padre. Sabía que él estaba cambiando su actitud con ella porque estaba creciendo, tanto física como mental. Ya no era la misma Misery Nox que hace años; el trauma la cambió de alguna forma, lo más probable que de una forma que no le hubiese gustado. Su abuela parecía recordárselo de alguna forma. Apostaba que estaba rogando por todos los cielos que su esposa se encontrara ahí, no podía controlar a su hija adolescente solo, por eso perdía la postura tan rápido. Un ruido en la ventana la despertó. Aún era de noche, posiblemente de madrugada. No sabía si ponerse alerta, ignorarlo o averiguar qué era. Dejó de sonar, así que volvió a quedarse dormida, pero volvió escucharse los golpeteos en la ventana, despertandola de nuevo. Se puso de pie, soñolienta. Al correr la ventana, se trataba de Hedwig, la lechuza de Harry. Ella sonrió plenamente, abriendo la ventana para dejarla entrar, pasándose sobre el respaldo de su silla. Tenía una carta atada a la pata, así que Nox se la quitó. —¿Ahora serás mi espía? —susurró Nox al ave. Obviamente no le respondió. Al abrir la carta la expresión de Nox se entristeció un poco al ver una carta tan corta, pero intentó no tomarle importancia, al menos le había escrito: Querida Nox:    Al parecer nuestros planes no se podrán ejecutar de la forma que pensábamos, pero lo podríamos posponer para otra ocasión, ¿te parece?    Aquí está todo bien, desafortunadamente no puedo contarte mucho, pero prometo que lo haré en su momento.

Harry.

No sabía cómo sentirse, tal vez decepcionada, triste, feliz o ninguna de las anteriores. Quería ignorar todo aquello que le emocionase, no quería ilusionarse con imposibilidades. Le respondió de vuelta, con una carta igual de corta pero breve, mencionando que se encontraba castigada hasta el resto de las vacaciones, aunque realmente no le importaba; si él estaba lejos, no encontraba sentido alguno en salir. En dos chasquidos, Hedwig salió por dónde entro, perdiéndose por la madrugada. Nox no podía evitar soñar con aquella noche, tan traumante y horrible como lograba recordar, pero de verdad deseaba que solo fuese un sueño. El resplandor verde que le quitó la vida a su mejor amigo le quemaba los párpados. ¿Quién habrá sido realmente? Se preguntaba cómo se encontraba su mejor amiga, Cho, en ese momento. Ojalá que estuviera bien, perder a alguien que amas debe ser difícil, un dolor tan profundo e intenso que desearías estar muerto para no volver a sentir. No podía evitar pensar otras cosas, otras posibilidades: ¿se sentiría igual si hubiese sido Harry en lugar de Cedric? Era una idea igual de horrible que la anterior, pero era algo que se le atravesaba de pronto por la mente. Ahora se sentía sola, su única distracción estaba lejos de ella. Su familia lo comenzaba a notar cuando a la hora de la cena, Nox comenzó a recordar de nuevo aquél día en el cementerio. Intentaba quitar ese recuerdo, pero ese día simplemente no podía, así que comenzó a llorar mientras comía del estofado de la abuela Figgy. Una vez más, su felicidad la hacía sentir culpable, como si invitar a Harry al cine en lugar de llorar por su mejor amigo no fuera algo digno de ella.

◦•●◉✿◉●•◦

Un día muy temprano de la nada, apareció su padre en el umbral de la puerta de su habitación. Nox estaba leyendo como de costumbre, como si tuviera muchas cosas por hacer. Seguía sin saber cómo era que sobrevivía durante las vacaciones, unas muy aburridas. —Llevare a tu abuela a la vista de aquél chico, será su testigo. —Lo sé. Nox seguía en su postura de chica rebelde y antipática, su padre también seguía cortante y frustrado, como dos amigas berrinchudas. Ella estaba acostada en su cama, con la cabeza colgando en una de las orillas, cubriendo su rostro con un libro, el aburrimiento la estaba haciendo descubrir nuevas poses para leer en la cama. —Se que no le harán nada, tiene todo a su favor —decía Nox —, el ministerio quedaría muy mal si condenan a un pobre chico de quince años solo por defenderse de dos dementores, eso incluye admitir que se les escaparon o no tuvieron control sobre ellos, les generaría una muy mala reputación. Su padre se cruzó de brazos, soltando un suspiro de derrota. —¿No has perdido el tiempo, cierto? —sonaba más bromista que serio. —Claro, tengo bastante tiempo libre para pensar y sobre pensar cosas —siguió con la mirada en el libro —. Harry piensa que soy muy lista. Escuchó un bufido por parte de su padre. —Ese chico no me da muy buena espina... —Harry. —Si, eso —le ignoró —. Es algo rebelde, siempre está en problemas, además de que el sarcasmo es su mejor amiga. —¿Salvarse de dos dementores este verano no es suficiente para cambiar tu perspectiva? —por fin quitó el libro de su rostro —. Y antes de que empieces: no, no me gusta, no es mi novio, no tengo ninguna relación con él más que una amistad que se supone que ya reconoces desde hace ya bastante tiempo. Soy su mejor amiga y él es mi mejor amigo, punto —volvió a cubrir su rostro. —Eso no evita que no me agrade. Se retiró sin cerrar la puerta. Nox dejó caer los brazos junto al libro. Su cuerpo comenzó a bajar lentamente hasta quedar tirada en el suelo con los pies alzados sobre la cama. Sonrió. Habían progresado bastante. Más tarde recibió una carta, palabras aún más cortas y sencillas: «¡Absuelto de todos los cargos!». Sonrió todavía más, sabía que terminaría de esa forma, ella no dudó en responderle con un «Ya lo sabía, cuatro ojos». La felicidad no duró bastante cuando recibió las calificaciones del curso anterior, se sintió totalmente avergonzada, no podía creer que sus calificaciones habían bajado tan horriblemente, no quería siquiera que su padre las viera. Apostaba que Hermione Granger tenía calificaciones tan perfectas que sus padres le regalarían una escoba nueva, a pesar de no saber volar adecuadamente. La soledad de su cuarto le hizo proponerse que debía sacar tantos TIMOS ese año como pudiese. Aquella rendición de no querer esforzarse le avergonzaba, esas vacaciones habían acabado.
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