Capítulo 6 Sombras de recuerdos
12 de octubre de 2025, 9:42
Benedict me lleva como si no pesara nada, apenas rozó el suelo con las puntas de los pies. Me encuentro flotando a su alrededor, suspendida entre la gravedad y la emoción. Todo me resulta nuevo, pero también familiar, como si ya hubiera estado aquí. Se que estoy segura sin ninguna duda.
– Es aquí– dice, mientras empuja una puerta de madera desgastada.
El olor a pintura es lo primero que experimentó, antes de que mis ojos se acostumbren a la penumbra del lugar. No es muy grande y todo está cubierto de lonas y polvo, como si hiciera demasiado tiempo desde que alguien usó ese lugar. Miro alrededor buscando algo al descubierto, pero todo está tapado, olvidado. Un lugar detenido en el tiempo.
– Hace mucho tiempo que no entro– dice mientras comienza a descubrir lienzos debajo de las lonas–. Estos son los últimos…no son gran cosa.
–Son hermosos– digo mientras los observo detenidamente, pasando los dedos por encima, parece que puedo entrar en ese mundo. Como cuando sales del agua para descubrir el mundo terrestre. –Este es también el claro, ¿no?
– Tienes buen ojo, Preciosa – dice desviando la vista del cuadro — Me gustaba ir y pintarlo con distintas luces.
–¿Te gustaba? ¿Ya no lo pintas? – me doy la vuelta en su dirección y me lo encuentro encorvado, mirando por la ventana al exterior.
– Cuando todos dicen que no es bueno, al final los acabas creyendo.
Me acerco en su dirección, despacio y tambaleándome, pero sin perder completamente el equilibrio. Parece que estoy tomando el control de mis piernas. Tomo su mano entre las mías.
– A mi me encantan, parecen vivos. Como si pudieras entrar en ellos.
–Eres la primera que lo ve así.
– No seré la única– le guiño el ojo y vuelvo a explorar los otros cuadros. Levantando una nube de polvo a mi paso, que es iluminado por los rayos de sol que llegan desde la ventana.
Paso mi mirada por todos ellos, evocando sentimientos de mi interior. Muestran paisajes muy variados y misteriosos como el claro del bosque. Luego grandes casas rodeadas de jardines de ensueño. Algunas calles sin color, grises. Esos los paso rápido. Uno capta mi atención, solo veo una esquina iluminada, pero parece que me llama. Se asoma debajo de otros lienzos. Comienzo a sacar todos los que tiene encima, hasta llegar al cuadro. Es…
– ¡Benedict!, ¿dónde estás? – suena el grito desde el salón.
– Perdón Penelope. Ahora vuelvo– pasa su mano por mi hombro con suavidad y ternura que me deja sin aliento – Explora todo lo que quieras, quiero tu sabia opinión cuando regrese.
Asiento sin volver la vista. Me he quedado petrificada con la imagen y no estoy preparada para que Benedict pregunte. Por una vez agradezco que Eloise nos interrumpa.
Mi pecho se oprime. Esa imagen es de mi mundo. No solo un paisaje marino cualquiera, concretamente de mi hogar. Antes de que ocurriera el desastre. Antes de que Portia nos prohibiera volver a tierra. Cuando vivíamos tanto en tierra como en el océano.
– Ya volví, preciosa– dice Benedict de pronto y escondo sin pensar el cuadro.
– Me encantan tus cuadros, ¿me enseñarías? – pregunto obligándome a sonreír.
Se queda parado un momento– Claro, me encantaría. –
Su rostro se ilumina mientras dice estas palabras. –Me acompañas, Eloise necesita compañía y vigilancia. Ha sido declarada oficialmente como riesgo en potencia.
Sonrío a la ocurrencia. Salimos del estudio. Mi mente queda atrás en el cuadro, en lo que oculta.
Al llegar al salón encuentro la mesa llena de comida y recuerdo que aún no hemos comido. El olor me atrae, pero siento mi estomago cerrado. Comemos tranquilos, es un silencio que no es incómodo. Pero mi mente se encuentra en otra parte. Es exacto sin ningún cambio a mi hogar. Línea por línea, piedra por piedra.
Pero es imposible, no había humanos entre nosotros. Solo en tierra, no en el mar. Nuestras casas son sagradas, sólo podían verlas nuestros seres queridos o aquel que pronto formará parte del lugar. Ya que se forma una unión al entrar en las corrientes de los otros, uniendo las almas, formando un nuevo hogar. Están protegidas, no pueden ser vistas sin invitación.
Trago despacio, me cuesta. No capto el sabor de la comida. Miro a Benedict, está a mi lado tranquilo, son preocupación, feliz. Finjo cansancio y Benedict como todo un caballero, según él mismo, me lleva a descansar. La cama es suave y mullida perfecta si pudiera conciliar el sueño.
–Buenas noches Penélope, descansa.
–Buenas noches Benedict–digo en respuesta y antes de que salga– Gracias.
– No tienes porque, descansa. Mañana te enseñaré el claro– dice mientras cierra la puerta tras de sí.
Dejándome en la oscuridad pero sin alcanzar el sueño.
Un claro similar al de Benedict, pero hundido bajo el mar. Las hojas se mecen a cámara lenta. Una corriente suave que me guía hacia el centro, hacia un estanque de aguas cristalinas. Miró su superficie, pero no encuentro mi rostro reflejado en el. La corriente me arrastra al fondo. Intentó escapar, pero me hundo aún más. Entonces la veo… Portia, erguida entre corales muertos. Sus ojos me siguen y corrientes oscuras brotan de ella en mi dirección. Impidiendo que pueda moverme y llevándome a la profundidad, donde no llega la luz
Despierto con un grito ahogado. La habitación está en silencio, pero la cama está empapada, huele a mar y mi cola ha vuelto. En el suelo un charco de agua está desapareciendo en un remolino. Siento que algo me observa.