Capítulo 7 Secretos sumergidos
14 de octubre de 2025, 6:48
Un olor nauseabundo me despierta. El aire es denso, casi sólido, como si algo invisible se posara sobre mi pecho. La presión desaparece cuando abro los ojos. Mi cuaderno de bocetos se encuentra tirado en el suelo del salón. No recuerdo en qué momento me dormí. El rostro de Penélope me mira desde las páginas, no puede evitar intentar dibujarla. Aunque no pueda acercarme a la realidad. Sin embargo las paginas están arrugadas y emborronadas… mojadas.
Un grito cortó el silencio de la casa, Penélope. Salgo corriendo a la habitación, mi corazón retumba en mis oídos. Al abrir la puerta, me golpea de lleno el olor a mar.. El suelo está cubierto de agua, pero esta gira sobre sí misma y desaparece a mi paso. Ella me mira desde la cama, pálida, con su cola asomando entre las sábanas, brillante bajo la luz tenue.
–Penélope…– es lo único que puedo decir antes de abrazarla. Tiembla en mi pecho.
–Me encontró– susurra apenas.
–¿Quién te encontró, amor?
–Mi madre–dice con voz quebrada.
Me quedo en silencio. No sé qué decir, ni cómo ayudarla. Esto sobrepasa todo lo que creía conocer. Sin embargo, algo dentro de mí me impide soltarla. Su piel está fría, casi helada y está calando mi ropa. Aun así no la suelto. Paso mi mano por su pelo, recorriendolo con suavidad. Es reconfortante tanto para mi como para ella. Sin querer romper el silencio, ya que tendremos que hablar de lo que está ocurriendo.
–No debería haberme encontrado–dice en voz baja–. No aquí, no tan rápido.
–¿Tu madre te hará daño?
–No lo sé…– dice mientras levanta su rostro en mi dirección y veo sus ojos como el mar de tormenta –.No lo entiendo.
Coloco mis manos en su rostro para que me mire
–¿Qué puedo hacer, Penelope? ¿Cómo puedo ayudarte?
–No puedes…–baja la mirada y pasa las manos por su cola magullada, parece que está pensando –.Tengo que enseñarte algo… pero no me puedo mover así–se sonroja y levanta sus brazos en mi dirección.
–Preciosa, siempre querré llevarte en mis brazos–sonrió mientras la levantó con cuidado, su cola es resbaladiza.
Se apoya sobre mi pecho y suspira.
–¿Me llevas a tu estudio?
–Preciosa… me muero por pintarte, pero no creo que sea el momento.
–¡Benedict! – me da un suave golpe en la nuca y acercando su rostro al mío. No puedo apartar mis ojos de sus labios. Sin pensar recorro la distancia que nos separa, guiado por mis deseos.
–Benedict, no–Posa su dedo contra mis labios impidiendo nuestra unión –. Llévame a tu estudio.
Su mano acaricia mi cabello con la misma ternura con la que yo toque el suyo. No puedo dejar de pensar que esa acción confirma mis sospechas. Si la besara algo ocurriría, algo que Penelope no quiere que me pase. Tal vez es simplemente un rechazo normal, nos acabamos de conocer. Puede ser que no sienta lo mismo.
Sacudo la cabeza, Benedict compórtate, está asustada acaba de vivir algo fuera lógica …y en lo que piensas es en sus labios carnosos exquisitos que te llaman.
Caminamos en silencio por el pasillo, ella aun enroscando sus dedos en mi pelo, no quiero que termine nunca. Pero debe hacerlo para ayudarme a abrir la puerta. El olor a pintura vieja y polvo nos envuelve de nuevo, pero esta vez hay algo más.. como si el aire estuviera cargado, esperando.
–Ve donde me encontraste hoy.
Doy pasos decididos a la esquina alejada del estudio y la posó suavemente en el suelo. Ella comienza a levantar una gran tonga de cuadros con gran decisión, hasta que sus manos se detienen sobre uno.
–Aquí –dice al momento, con un pequeño cuadro en la mano–. Este lugar…¿Cómo lo conoces?
Me acerco con lentitud para examinarlo. Es un fondo marino con gran colorido, algas enormes danzando en el agua, peces multicolor nadando en todas direcciones y unas cuevas brillantes al fondo.
–Lo pinte sin más Penélope, según se me pasaba por la mente.
–Intenta recordar, tienes que conocerlo para pintarlo– señala las cuevas del fondo.
–Hace mucho tiempo que lo pinte Penélope, puede que viera alguna cuando saliera a nadar.
Sacude con la cabeza.
– No, no puedes ver ese lugar…a menos que alguien te lleve.
Giró la cabeza en su dirección extrañado de sus palabras. No tiene ningún sentido, el fondo marino lo podía ver todo el mundo sin problema, bueno si aguantas bien la respiración.
–Intenta recordar, por favor Benedict. Es importante.
Examinó el cuadro, intentando abrir puertas en mi memoria. Todos los que encontraba en esa sala los había pintado hace demasiado tiempo, cuando vivía en la casa familiar.
Al tocar en cuadro y pasar los dedos recuerdo algo borroso sin sentido. Pelo rojo debajo del agua que me lleva a las profundidades. Una corriente que me arrastra,sin lucha alguna. Viendo ese lugar y luego oscuridad.
Espera… doy la vuelta al cuadro, tiene el número tres escrito con una letra diferente a la mía.
Es de antes del día que cambio a mi familia. Cuando pintaba en el jardín y mi padre me daba ánimos. No puedo evitar que las lágrimas escapan de mis ojos.
–Benedict, ¿Estás bien?
–Si… este cuadro es de antes que mi padre nos dejara. –digo señalando los garabatos en la parte trasera de él.
Ella toma mi mano y la aprieta –Lo siento mucho Benedict.
– No te preocupes, fue hace muchos años. Pero lo echo de menos.
–Te entiendo, también extraño al mío. –se apoya sobre mí.
No puedo evitar abrazarla sin decir nada. Su cola se nota extraña al tacto.
Nos quedamos un momento así, en silencio.
–Tengo otros cuadros en la casa de mi madre. Podríamos ir. Puede que encontremos otros.
–¿Seguro? no quiero molestar.
–Esto es importante ¿verdad?
–Si, es mi casa, con todo detalle…
–¿En serio? –No puedo salir de mi asombro.
–Solo alguien que la viera puede dibujarla, Benedict –dice en voz baja.
Eso me deja extrañado, si hubiera visto a Penélope antes la recordaría.
–Bueno tenemos que secarte antes de salir, no queremos problemas Princesa. –intentó bromear de forma torpe, aun así ella sigue mi juego.
–Claro caballero de brillante armadura– pestañea en mi dirección y me desarma.
–Vamos al salón.
La tomo en mis brazos con facilidad y ella se acomoda perfectamente en ellos, como si ese fuera su lugar natural.
La envuelvo en toallas limpias y la ayudó a secar. Aprovecho y le pongo un poco más de ungüento. No se que me poseería si fueran sus piernas, mejor así.
–Benedict…–dicen con titubeo.
– Si, Penelope.
–Necesito ropa para salir…
La miro enroscada en las toallas, con sus piececitos adorables asomando de ella. Eso era un pequeño problema, no podía salir con dos de mis camisas, por muy bien que le quedara. Llamaría mucho la atención de todos. Tendrá que ponerse mi ropa. Nada taparía su belleza.
Salgo en su búsqueda y traigo todo tipo de ropa y zapatos. Se los puede probar y bueno yo disfrutaré de verla con mi ropa.
–Traje varias opciones– digo–. Puedes escoger lo que más te guste.
–Algo se podrá arreglar– responde, sonriendo con esa dulzura que derrite a cualquiera –. ¿Puedo preguntarte algo?
–Claro, princesa – no sé si preocuparme.
–¿Por qué me cuidas así? Nos acabamos de conocer.
La miro a los ojos y me pierdo en ese azul. Ese color de ensueño me atrapa.
–No se como explicarlo… Es como si te conociera de siempre.
Ella inclina la cabeza y pasa su mano por mi mejilla. Una caricia tan sutil que provoca electricidad en todo mi cuerpo.
–Yo también lo siento–dice.
Saltaría de alegría si su mano no estuviera posada en mi rostro, cada vez más cerca y demasiado lejos.
Pero antes de que nuestros labios se encuentren al fin, vuelve a llegarnos ese olor a mar y podredumbre… Dejando la piel de gallina.
Tenemos que salir cuanto antes … La casa ya no es segura.