Capítulo 11 Impulso
4 de noviembre de 2025, 9:59
Me duele la cabeza. Esos recuerdos aún no parecen reales, parecen un sueño lejano y difuso. No estaba listo para todo y a la vez lo deseaba, sabía que algo me faltaba y ahora sabía que era…Penélope.
Además me había besado. Una caricia fugaz en mis labios, pero suficiente para despertar llamas en mi interior.Todo lo que eso conlleva fue magnífico, pero esos recuerdos opacaron el beso en sí. Se entremezcla todo entre imágenes y sonidos, que no sabía que vivían dentro de mí. Fue tan efímero, suficiente para recorrer cada rincón de mi cuerpo, llenando nuestro interior de calor que no sabía que había perdido.
Aún quedan algunas lagunas ¿Que le había pasado a nuestros padres? ¿por que por alguna razón presentía que habíamos tenido algo que ver? ¿ Qué papel había jugado Portia en todo? ¿Que estaba impidiendo que todo volviera a su lugar?
Me giro y miro a Penélope, parece tan confundida como yo. Su rostro tenso y labios apretados.
– Bueno…¿ahora que hacemos?–digo, rompiendo el silencio, mientras acaricio su mano.
–No lo sé–dice con lágrimas en los ojos–no quiero volver a olvidar.
–¿Por qué volveríamos a olvidar?
–Portia…nos encontró–dice con la voz entrecortada.
Mi corazón se encoge, lo único que puedo escuchar son los latidos apresurados en mi oído.
–¿Fue ella…la que nos separó?
–Tiene muchos poderes… y nos siguió a tierra. Puede manipular las corrientes entre las almas de maneras inimaginables.
–¿Qué podemos hacer?
–Descubrir cómo pararla esta vez– dice mi madre, entrando en la conversación.
Había perdido por completo que ella aún seguía en la habitación.
–Penelope querida, la última vez hablaste de algo que nos protegería, pero que tenias que volver al mar. No lo entendí, pero supongo que significa algo para ti –dice con tono preocupado
–No lo recuerdo, ese día está borroso, solo recuerdo que le enseñe mi verdadera forma a Benedict …y luego a mi madre arrastrándome a las profundidades, sin dejarnos volver a tierra… Sintiendo un gran vacío.
– Podemos repetir el método para recuperar la memoria
–¡Hijo, cómo puedes pensar en eso en momentos así! –exclama mi madre sorprendida.
–¿Lo dije en voz alta?–digo avergonzado.
– Creo que necesitamos enfriar un poco la mente–dice mirándome fijamente–. Salgamos por el jardín, queridos, el aire fresco podría traernos ideas.
–Claro–dice Penélope de inmediato.
Esas palabras golpean mi ego, ella no quiere volver a besarme ¿no lo sintió igual?
Paseamos por el jardín en silencio, cada uno en su mundo propio. Solo puedo contemplar como mis pies dejan huellas en la tierra en el camino, sin levantar la vista al frente. Sin previo aviso me agarran con fuerza detrás de unos arbustos. Haciendo que caiga al suelo y el malhechor que me empujo conmigo.
–¡Perdón!… no pretendía que cayéramos– dice la dulce Penelope sobre mi regazo riendo. Mis manos agarraron sus caderas inconscientemente, tan suaves. El sol pasa a través de sus rizos formando un aura de fuego en su rostro. No puedo apartar la mirada, es tan hermosa. No quiero parpadear y perder esa imagen tan hermosa.
–Benedict … .Tierra llamando a Benedict– escuchó después de un rato su melodiosa voz –¿Podrías dar alguna señal o respuesta?
–No puedes tirarte encima mío y pretender que no me afecte.
–Benedict… me levanto para que escuches– dice mientras comienza a moverse.
–Nooo–digo haciendo un puchero– te sientes tan bien.
–Si me escuchas con atención, no me levanto ¿Trato?
–Por supuesto– digo, aunque en el fondo no creo ser capaz.
–Creo que …debemos intentarlo.
–¿El que? – digo extrañado.
–Lo que sugeriste antes–dice y se sonroja deliciosamente– no quería hacerlo delante de tu madre.
–Eso no te detuvo la primera vez, princesa.
–Benedict, concéntrate.
–Tienes toda mi atención, cuerpo y alma.
Resopla con sus labios perfectos y el pelo de su rostro dibuja ondas por el aire… adorable.
Acerca su rostro y se para a una distancia ínfima, puedo sentir el aire que sale de sus labios en mis rostro. No puedo esperar más, cruzó la distancia que nos separa y junto a nuestros labios. Primero suave, superficial. Sus labios aterciopelados y con un matiz salado. Mis manos la aprietan contra mi, una aun en su cadera y la otra en su nuca, tocando con la yema de los dedos su cabello.
El tiempo se detiene.
Cualquier otro beso de mi vida ha perdido todo valor. No puedo evitar intensificar mis movimientos, morder un poco su labio y por ese ruidito que soltó a ella también le gusta. Pega mas su cuerpo contra el mío y sus manos comienzan a explorar mis brazos y pecho. Me separo y beso su cuello mientras ella aprieta mi pelo con sus manos, ese tirón hace que recorra electricidad a una zona concreta de mi cuerpo. Mis besos bajaron despacio, para que me pare cuando quiera, por muy difícil que sea. Desabrochó el primer botón de mi camisa prestada, mostrando un ápice de su pecho divino. Los beso con suavidad, despacio atesorando cada centímetro de su cuerpo que deja explorar.
–Benedict – susurra con su dulce voz y agarra mi rostro. Su cara está sonrosada.
Me separo de su delicada piel, ya enrojecida por mis caricias. Me vuelve a besar con fuerza, tirando de mi pelo. Mordiendo mi labio igual que hice yo. Separando sus labios, dándome vía libre. Los sonidos se intensifican y mis manos no pueden evitar dirigirse a su pecho. Bajo un poco más la camisa, rozando con mis dedos su escote. Nuestros cuerpos están totalmente pegados.
Luchó con los siguientes botones, no quiero separar los labios.
–¡Dios…Benedict! ¡Tenemos cuartos para hacer eso!–ruge la voz fuerte de Anthony.
Aturdido por la pérdida de calor en mi cuerpo y su olor, me toma un momento recobrar la conciencia. Me separo lentamente. Penélope está completamente roja y escondiendo su cara en mi pecho.
–Eres muy inoportuno, hermano.
–Llegue en el momento justo–responde con desdén– antes que te revolcaras con esa golfa.
Me hierve la sangre, si no tuviera a Penélope entre mis brazos temblando lo habría golpeado.
–Retíralo
–Es la verdad Benedict… Ninguna mujer decente estaría contigo en medio del jardín.
– Anthony, no digas cosas por las que te puedas arrepentir. Es mi futura esposa.
–Esa es la mentira que le dijiste, para que se dejara hacer de todo–dice mientras cruza sus brazos.
Como puede ser tan desalmado… antes de que pueda decir nada llega la voz de nuestra madre.
–¡Anthony! – grita nuestra madre– Contrólate.
–No lo defiendas, madre.
–por favor, cálmense. Entremos para aclarar las cosas. Es…
–Madre, está desbocado–dice Anthony cortando a nuestra madre
–Anthony, entra. Te lo explicaré todo.
–Solo evite otro escándalo de mi hermano, cualquiera lo podría haber visto y someter a nuestra familia a el escrutinio público, madre.
Antes que nadie más pueda decir nada da media vuelta y vuelve por el camino principal del jardín.