Capítulo 4 Bienvenidos a la Realidad
12 de septiembre de 2025, 17:37
Los líderes regresaron a sus territorios al día siguiente de la reunión en el coliseo. Por primera vez, no eran solo jugadores liderando gremios, sino auténticos gobernantes... aunque eso no venía con manual de instrucciones.
La mayoría apenas estaba terminando de instalarse cuando los problemas comenzaron.
Archiducado del Norte – Gobernado por Mii
—¡¡¡NOOOOOOOO!!! ¡¡¡SALGAN DE MIS BAÑOS TERMALES, INFAMES LAGARTIJAS PRINGOSAS!!!
La voz furiosa de Mii retumbaba en las montañas nevadas.
Un grupo de monstruos de fuego salvajes, con formas entre salamandras y hornos andantes, se revolcaba felizmente en las aguas termales de la zona.
—"Oh, nuestra Reina del Fuego se manifiesta en toda su gloria" —decía uno, derretido de devoción, flotando como un flan humeante en una de las pozas.
Mii apretaba los dientes.
—¡No soy su reina! ¡Ni siquiera se limpian las patas antes de meterse! ¡Y dejan cenizas en los bocadillos!
Misery, sentada cerca, intentó calmarla sirviéndole té.
—Tal vez solo están confundidos... son salvajes. Pero... quizás podamos redirigirlos a otro sitio, Mii.
La taza que sostenía empezó a brillar con una suave luz blanca.
—...Eh... ¿Por qué mi té sabe a agua bendita?
—¡Ah! ¡Lo purifiqué sin querer otra vez! —dijo Misery, mirando la taza como si fuera una bomba.
—¡AGH! ¡Y tú purificaste mi torta de lava! —gritó Mii, y su cabello ardió un poco. Literalmente.
Un cuadro caído, una alfombra carbonizada, y la habitación se llenó de humo.
Ambas suspiraron.
—La magia aquí es muy diferente —murmuró Misery.
—Ya lo sé —gruñó Mii—. Antes solo decía "Fire Lance", y listo. Ahora si me enojo, la magia se activa sola. ¡Esto es peor que vivir con fósforos con piernas!
Archiducado del Suroeste – Jardín del Dragón
Haruka caminaba por un bosque de árboles centenarios. A su lado, un dragón verde claro ronroneaba como un gato, feliz de su compañía.
Ella intentaba recoger una ramita de cristal, cuando la partió en dos con solo tocarla.
—Oh... otra vez —dijo suavemente.
Su magia de refuerzo corporal estaba activa constantemente, sin que ella pudiera desactivarla del todo. Levantar objetos delicados o acariciar a sus dragones requería una concentración absurda.
—Tienes que aprender a controlar tu flujo de maná, Haruka —le dijo Colin, su lugarteniente, mientras apuntaba en un cuaderno—. O acabaremos gastando un dineral en porcelana rota.
—Lo intento —respondió Haruka con calma—. Pero... es como respirar. No noto cuándo lo hago.
A lo lejos, el estruendo de un árbol cayendo les indicó que Alberto estaba entrenando otra vez. Probablemente rompiendo todo.
Colin suspiró.
—Y luego dices que el problema eres tú...
Dominio Real – Capital del Reino / Castillo Real
Mientras tanto, Maple recibía cartas todos los días. Peticiones. Dudas. Quejas.
Y todas decían lo mismo:
"Maple, ¿puedes ayudarnos con esto...?"
Sentada en el trono con la cara entre las manos, Maple murmuraba:
—¿Así se sentía el Rey en el evento 7...?
Kasumi, a su lado, respondía sin mirar:
—No. Él tenía asistentes que sabían lo que hacían.
Entonces la puerta se abrió.
—¡Maple! —entró Sally a paso rápido, mapa en mano—. ¡Mii te necesita! ¡Sus "seguidores de fuego" están invadiendo las cocinas del gremio!
—¡¿Otra vez?! —Maple saltó de su asiento.
—Y Haruka acaba de partir por accidente una mesa que Iz le había enviado como regalo.
—¡¿Otra vez?! —repitió Maple, con ojos enormes.
Sally sonrió con dulzura.
—Vamos. Somos los gobernantes ahora. Es nuestro trabajo.
Maple suspiró... pero se puso de pie con renovada energía.
—¡Entonces, vamos a ayudarlos!
Mientras tanto, en los Archiducados...
Wilbert descubría que sus flechas volaban demasiado lejos, y accidentalmente derribó una torreta de vigilancia en el territorio de Payne.
Estede intentaba organizar brigadas de ayuda, pero las personas no sabían cómo usar la magia para tareas básicas. Algunos curaban sopa sin querer, otros explotaban cubos de hielo mientras trataban de hacer jugo.
Y Aria, en su frontera, comenzaba a levantar torres de vigilancia mágicas. Aunque aún no lo decía en voz alta, sentía que algo acechaba del otro lado.
A su lado, su subordinada Snow seguía en silencio, observando la frontera como un perro fiel, esperando la orden de actuar.
Epílogo breve
El Reino apenas comenzaba a respirar. El mundo era nuevo, las reglas distintas, y hasta lo más simple podía explotar en llamas o brillar con magia.
Pero había una constante entre todos los archiducados:
Cuando algo se salía de control... todos sabían a quién escribir.
Y Maple, la Reina con escudo, sonreía nerviosa al ver llegar otras cinco cartas ese mismo día.
—...Tal vez sí necesito asistentes como el Rey del Evento 7...