ID de la obra: 798

Bofuri: y así nació un nuevo reino

Mezcla
G
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planificada Mini, escritos 23 páginas, 9.872 palabras, 10 capítulos
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Capítulo 9 El Último Ducado: Aria y las Sombras del Límite

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Gira Real: Sombras en la Corona El segundo mes tras la llegada al nuevo mundo había comenzado con temperaturas agradables, cielos despejados y una reina más animada que nunca. Maple, montando a Syrup con una sonrisa y una bufanda tejida por Iz, continuaba su recorrido por los archiducados. Su idea era simple: ver con sus propios ojos cómo vivía la gente, compartir momentos con los líderes de los mega gremios y aprender de los problemas reales que enfrentaban ahora que el mundo virtual había dejado de ser un juego. Primera parada: Jardín del Dragón El archiducado de Haruka se extendía en verdes llanuras, colinas cubiertas de niebla y lagos cristalinos donde los dragones bebían libremente. La gente había comenzado a construir casas hechas de madera encantada, con tejados cubiertos de musgo que brillaba de noche. Haruka, acompañada de Colin, Al y Montana, recibió a Maple con un gesto suave y tímido. —Gracias por venir, Su Majestad —dijo con voz baja, aunque su presión mágica causó que el suelo temblara levemente al acercarse. —No tienes que llamarme así, Haruka. Soy Maple, siempre seré Maple —contestó con una risa nerviosa. Durante su estancia, Maple notó que los habitantes del Jardín del Dragón eran muy respetuosos, aunque un poco distantes. Muchos temían sin querer a Haruka, quien a pesar de su bondad, dejaba huellas profundas al caminar y rompía tazas de porcelana sin darse cuenta. Montana, en uno de los paseos, le contó a Maple: —Estamos trabajando en controlar el mana mágico. Como ya no es un juego, las reacciones del cuerpo son reales. Haruka, por ejemplo, no puede evitar fortalecer su cuerpo constantemente. Colin, la tesorera, mostró con orgullo la organización de mercados y el inicio de comercio con el gremio de Iz. Aun así, tenían problemas con el transporte de bienes pesados, por lo que Maple prometió enviar ayuda desde la capital. El Último Ducado: Aria y las Sombras del Límite Era un día gris, la brisa del atardecer acariciaba las colinas que se extendían hacia el horizonte en el ducado de Aria. Un paisaje tranquilo, a pesar de la creciente tensión. Aria, la 'Princesa Coronada de Ceniza', había invitado a Maple a su territorio para completar la gira por los nuevos archiducados. Las noticias de la llegada de la Reina se habían propagado rápidamente, y los aldeanos, al igual que los jugadores, esperaban ver cómo la mítica líder se comportaría en tierras que no eran del todo suyas. Maple se sentó en su carruaje, contemplando el paisaje mientras pensaba en la magnitud de lo que se avecinaba. Había comenzado como un simple viaje, pero a medida que avanzaba, se sentía más conectada con cada parte del reino. Las fronteras eran difusas, el mundo entero había cambiado, y no había vuelta atrás. La naturaleza de la magia era distinta; no solo bastaba con pensar en los hechizos, sino que el mana fluía de manera más instintiva, más natural. Pero aún quedaban problemas por resolver, y había algo en el aire en Aria que la ponía alerta. El carruaje se detuvo en un claro, y Aria apareció rápidamente para recibirla. Su presencia era imponente, a pesar de su tono reservado. Aria vestía una capa de terciopelo negro, con detalles en plata que brillaban a la luz del sol. Era una figura que encarnaba la seriedad, pero al mismo tiempo, la calidez, al menos para quienes estaban cerca de ella. Se inclinó levemente en señal de respeto hacia Maple. —Bienvenida, Maple. —su voz suave pero firme—. Estoy agradecida de que hayas venido. —¡Gracias, Aria! Es un honor estar aquí. —Maple sonrió, con su típica bondad, sin darse cuenta de cuán significativa se volvía cada palabra que pronunciaba. La llegada había sido tranquila, pero había algo en el ambiente que no era lo común en los otros ducados. Maple, con su habilidad para percibir pequeños detalles, notaba una ligera fricción en los ojos de los soldados y en las miradas de los aldeanos. La gente no parecía tan relajada como en los otros lugares que había visitado. Aria le explicó que, debido a la cercanía con el reino vecino, algunas personas indeseables habían cruzado la frontera, buscando refugio o aprovechando la inestabilidad. —Nos encontramos con un problema, Maple. —dijo Aria con seriedad, mientras caminaban hacia el centro del pequeño pueblo—. Algunos criminales del reino vecino han empezado a infiltrarse en nuestras tierras, lo que ha causado varios disturbios. No son jugadores, sino seres humanos de este mundo, que aprovechándose de la transición, han comenzado a robar y a crear caos. —¿Y qué piensas hacer al respecto? —preguntó Maple, con el entrecejo ligeramente fruncido, curiosa pero confiando plenamente en la capacidad de Aria para manejar la situación. Aria sonrió con una sonrisa que no alcanzaba a mostrar calidez. Sus ojos, aunque tranquilos, brillaban con una determinación feroz. —Haremos lo necesario. No toleraré que nadie dañe a los nuestros. Si alguno de esos criminales cruza la línea, será tratado como corresponde. No me importa si vienen de fuera. El reino y sus habitantes estarán a salvo, a cualquier precio. Maple asintió, observando con respeto cómo Aria manejaba la situación con tanta compostura. Era la clase de líder que inspiraba confianza y, al mismo tiempo, temor en aquellos que deseaban aprovecharse de la falta de orden. Sabía que Aria no dudaría en tomar decisiones difíciles, si era necesario, y que su lealtad a su gente no tenía límites. Poco después, una multitud se reunió en la plaza del pueblo. Los aldeanos estaban nerviosos, sus ojos temerosos ante la presencia de los forasteros y de aquellos que se habían adentrado en su territorio sin invitación. Algunos murmuraban entre sí, recordando viejos incidentes con forasteros del pasado. Aria, sin embargo, se mantuvo firme, no mostrando signos de miedo. Su voz resonó clara y fuerte cuando comenzó a hablar ante la multitud. —El reino ha abierto sus puertas a quienes necesiten refugio, pero eso no significa que permitamos que se aprovechen de nuestra bondad. A aquellos que piensen que pueden causar problemas aquí, les digo esto: serán tratados con la justicia que merecen. El clima en la plaza se volvió tenso, pero nadie se atrevió a interrumpirla. Aria, con su mirada fija, sabía que no solo debía luchar contra los criminales de fuera, sino también con la desconfianza que existía entre los habitantes de su ducado. Aunque su gente la respetaba, también temían las consecuencias de un mundo tan diferente. En ese momento, los soldados de Aria se adelantaron, trayendo consigo a dos individuos que parecían claramente fuera de lugar. No eran jugadores, sino **habitantes del reino vecino** que habían cruzado la frontera sin autorización. Ambos estaban sucios, desaliñados, y sus ojos mostraban una mezcla de rabia y miedo. —¿Qué les hacemos, Princesa? —preguntó uno de los oficiales, mirando a Aria con respeto. Aria evaluó a los dos hombres, su mirada fría pero calculadora. Usó su magia para leer sus corazones, una habilidad que le permitía detectar las mentiras. Con un suave movimiento de su mano, los individuos comenzaron a temblar ligeramente. La magia de Aria era tan sutil como mortal. No hacía falta pronunciar palabras, su presencia misma imponía una fuerza invisible. —Ellos han causado disturbios en la frontera. Han saqueado casas y atacado a los aldeanos. —su voz fue como el filo de una espada, cortante—. No los quiero vivos si no tienen un motivo válido para estar aquí. Si son culpables, se les hará justicia. La tensión creció. Maple observó, perpleja pero comprendiendo la gravedad de la situación. Los criminales temblaban, y Aria los miraba fijamente con una intensidad que desbordaba confianza. Era claro que Aria estaba dispuesta a actuar con dureza si las circunstancias lo exigían. Finalmente, después de unos momentos de angustia, uno de los criminales comenzó a confesar, sus palabras entrecortadas por el miedo. —¡Fue mi culpa! ¡Solo queríamos sobrevivir! ¡Los soldados del reino vecino nos empujaron aquí! Aria, que ya había detectado la mentira en sus palabras, hizo un gesto con la mano, y sus soldados se acercaron. Fue un juicio rápido, pero justo, y las decisiones se tomaron de acuerdo con la ley que Aria había establecido para su ducado. Después de la resolución del incidente, Maple se acercó a Aria, impresionada por la eficiencia y la frialdad con la que manejó la situación. Sin duda alguna, Aria era una líder formidable. —Tienes mucha calma en situaciones como estas. —comentó Maple mientras caminaban hacia el castillo para continuar con la gira. —Es necesario, Maple. —respondió Aria, su tono suave pero firme—. El mundo ha cambiado, y no podemos permitir que la fragilidad de las antiguas leyes nos haga vulnerables. La justicia aquí debe ser absoluta. Y, si es necesario, también debe ser rápida y definitiva. Maple asintió, agradecida por la respuesta, mientras sus pensamientos vagaban hacia la creciente responsabilidad de ser Reina. Aunque no tenía la capacidad de hacerlo todo sola, sentía que, poco a poco, iba comprendiendo mejor la magnitud de su reinado. Mientras tanto, en los tablones de anuncios del reino, la noticia del incidente se extendió rápidamente: **Hilo de Discusión: Incidente en Aria** **Usuario: DarkKnight72**: ¿Se imaginan a alguien tan valiente como Aria tomando decisiones tan rápidas? Eso es liderazgo. **Usuario: Princess_16**: He leído sobre la situación, y no puedo evitar pensar en qué haría Maple si algo similar ocurriera en su reino. Es increíble cómo Aria se encarga de todo con tanta calma. **Usuario: Fire_Flame**: Es que Aria tiene todo bajo control. Y qué gran muestra de cómo su poder de detectar mentiras hizo todo más eficiente. **Usuario: Snowwhisper**: Es cierto que la magia es poderosa, pero nunca había visto a alguien manejar una situación con tanta autoridad. Aria no es solo una luchadora, también es una estratega. En ese momento, Maple miraba el cielo, preguntándose qué más traerían esos días de gira. Sabía que lo que había presenciado en Aria era solo una muestra del desafío real de gobernar este nuevo mundo. La justicia de Aria había sido decisiva, y ahora Maple comprendía mejor lo que significaba gobernar. Aunque el día había sido tumultuoso, al final, había dejado una sensación de seguridad: el reino estaba en buenas manos, no solo por su propia fuerza, sino también por las mentes fuertes que lo rodeaban.
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