Capítulo 1
                                                    12 de septiembre de 2025, 21:32
                                            
                Capítulo 1
Un adolescente avanzaba por el bosque con paso seguro.
Su cabello azabache, corto y desordenado, brillaba apenas bajo la luz que se filtraba entre las ramas. Sus ojos, del mismo color oscuro, reflejaban una concentración férrea.
Vestía una armadura ligera que protegía hombros, brazos y piernas, diseñada para no entorpecer sus movimientos. Aun así, lo más llamativo era el arma que llevaba: una gran espada, robusta y pesada, con un cañón integrado en el costado de la hoja.
En un movimiento fluido, blandió la espada y partió en dos a un Beowolf que había saltado desde los arbustos. Sin perder el impulso, giró el arma, apuntó el cañón y disparó contra otro Grimm que intentaba rodearlo desde la distancia.
La explosión resonó con fuerza, derribando a la criatura en un destello de humo negro.
Era evidente que el chico había entrenado bien su estilo: podía adaptarse tanto a la corta como a la larga distancia, eliminando enemigos con eficacia sin perder un segundo en transiciones innecesarias.
La espesura del bosque verdoso vibraba con los ecos de los disparos y los rugidos moribundos de los Grimm. Para él, era un campo de prueba; un escenario donde la adrenalina y el instinto marcaban la diferencia entre cazar… o ser cazado.
En otro sector del bosque, lejos del bullicio de sus compañeros, una joven permanecía en silencio.
Su cabello naranja, brillante como el fuego, caía levemente hasta los hombros. Sus ojos verdes, tan intensos como esmeraldas, se mantenían fijos en la mira de su rifle de largo alcance.
Vestía una armadura ligera, similar a la de otros participantes, pero su estilo era distinto: no necesitaba lanzarse al combate directo. Desde lo alto de un árbol gigantesco, su mundo era un mirador perfecto, y cada disparo era una sentencia silenciosa.
El cañón de su rifle escupía destellos que desaparecían en segundos, cada proyectil atravesando con precisión a las cabezas de los Grimm que se aventuraban demasiado cerca de los demás participantes.
No fallaba. No dudaba.
Hasta que algo perturbó la calma.
—¿Qué… es eso? —susurró, apenas alterando el control férreo de su respiración.
A través de la mira, la figura de un muchacho apareció en medio del bosque. A simple vista, parecía un adolescente de su misma edad, de cabello rojizo y porte humano. Sin embargo, su rostro revelaba lo imposible: la esclerótica de sus ojos era negra, idéntica a la de los Grimm, y en el centro brillaban pupilas de un blanco lunar que parecían desgarrar la oscuridad.
Un escalofrío recorrió su espalda.
—¿Un Grimm… humanoide?
Intentó convencer a su mente de que estaba imaginando cosas. Jamás, en todos sus años de entrenamiento, había escuchado de un Grimm con aspecto humano. Y aun así, allí estaba.
Entonces, la figura se detuvo.
El muchacho —o lo que fuera— giró la cabeza, con calma deliberada, y clavó esa mirada inhumana directamente hacia la copa del árbol donde ella se escondía.
El dedo de la chica tembló sobre el gatillo.
—¿Ese… Grimm puede verme?
Su respiración se aceleró, y por primera vez en mucho tiempo, la seguridad que le daba la mira telescópica se quebró.
—No… la verdadera pregunta es… ¿puede existir un Grimm con apariencia humana?
【•••】
Los tres caminaban en silencio entre la maleza. Hana seguía absorta, riéndose sola al juguetear con el pergamino, como si aquel artefacto fuese el mejor entretenimiento jamás descubierto.
Senji, en cambio, se detuvo en seco. Su voz salió baja, pero cargada de certeza:
—Hay alguien en la cima de ese árbol… observándonos.
Himari ladeó apenas la cabeza. Su expresión permanecía estoico, cerró lentamente los párpados.
El dorado opaco de sus ojos desapareció cuando volvió a abrirlos, reemplazado por una transformación inquietante: esclerótica completamente negra y pupilas blancas como lunas llenas.
Un escalofrío invisible recorrió el aire a su alrededor. Su presencia cambió, emanando una sensación intimidante capaz de hacer vacilar a los débiles.
Había ingresado a la [Dualidad], estado en el que su cuerpo y sus sentidos se potenciaban hasta un grado sobrehumano.
Siguiendo la dirección que Senji había señalado, Himari fijó su atención en la cima del árbol. La sensación la golpeó de inmediato: un cosquilleo que recorrió su piel, un hormigueo que avisaba peligro inminente.
Sin pensarlo, dio un salto hacia atrás.
En el mismo instante, Senji hizo exactamente lo mismo.
El tronco que quedaba justo detrás de ellos explotó con un crujido sordo: una bala atravesó la madera, dejando un agujero mortal a la altura de donde Senji se encontraba segundos antes.
Himari, con el rostro inmutable y los Ojos de Luna brillando en la penumbra, murmuró con indiferencia:
—Esa cosa pudo matarnos.
Senji asintió con naturalidad, como si aquello fuese apenas una prueba menor en un mundo extraño que apenas empezaban a comprender.
En la cima del árbol, la chica de cabello naranja bajó ligeramente su rifle, observando con frialdad a través de la mira.
No estaba sorprendida. Al contrario, sus sospechas parecían confirmarse.
—Claro… —murmuró para sí—. Si realmente es un Grimm humanoide, no me extraña que haya esquivado la bala.
No hubo alteración en su respiración, ni pánico en sus gestos. Había entrenado para lidiar con lo inesperado. Y, aun así, sus ojos brillaban con un leve destello de intriga, porque jamás en su vida había enfrentado algo tan desconcertante.
Bajó apenas el rifle, sin apartar la vista del objetivo que había esquivado su disparo.
El “Grimm humanoide” no intentó huir. Simplemente estaba allí, de pie, con sus extraños acompañantes, como si supiera que la estaban observando.
Frunció el ceño, sin perder el temple.
—Definitivamente esto no es normal…
Con un movimiento ágil, activó el pergamino sujeto en su brazo. La pantalla holográfica azulada se desplegó, abriendo el canal de comunicación con los supervisores que seguían el evento en tiempo real.
—Aquí… participante número catorce, —informó con voz firme, controlando cualquier temblor de duda—. He encontrado algo inusual en el sector noreste.
El zumbido de la conexión se oyó al instante. Una voz adulta respondió, con tono grave y sorprendido:
—Adelante, catorce. ¿Qué has visto?
La chica ajustó el ángulo del pergamino, transmitiendo lo que su mira había captado segundos antes.
—No sé cómo describirlo… parece un Grimm. Pero no es como ninguno que haya visto. Tiene forma humanoide, acompañado de dos más. Sus ojos eran negros, y las pupilas brillaban en blanco, como lunas. Y… —respiró hondo, recordando el disparo fallido—, esquivó una bala que debía matarlo. No fue casualidad.
Hubo silencio en la línea, seguido de murmullos apagados: voces adultas intercambiando palabras entrecortadas, demasiado rápidas para distinguir. Finalmente, la misma voz regresó:
—Recibido, número catorce. Mantén la calma. No entres en combate directo. Continúa escondida en la cima del árbol. Nosotros verificaremos con las cámaras.
La joven bajó la mirada hacia la proyección en su pergamino. El registro holográfico confirmaba lo que había visto: tres figuras nítidas avanzando entre los árboles, completamente reales.
—Entendido —respondió con firmeza. Cerró el pergamino, volvió a preparar el rifle y entrecerró los ojos.
【•••】
Dentro de una sala amplia, improvisada como centro de control, varias pantallas proyectaban las imágenes transmitidas por las cámaras escondidas en lo alto de los árboles. Cada lente captaba distintos sectores del bosque, mostrando a los adolescentes que participaban en la dinámica: algunos en plena batalla contra Beowolves, otros agrupándose para planear estrategias, y unos pocos descansando tras eliminar varias presas.
El ambiente en la sala era relajado hasta que una voz rompió la monotonía:
—Tenemos un reporte de la participante catorce… Claire Argall.
El nombre resonó entre los presentes. La joven era reconocida por su puntería impecable y su carácter frío, lo que hacía que su aviso fuera tomado con seriedad.
Un hombre de mediana edad, barba corta y cabello negro con toques de gris, se inclinó hacia la pantalla principal. Sus ojos entrecerrados buscaban en el mosaico de imágenes aquello que había descrito Claire.
—¿El supuesto Grimm humanoide? —murmuró, con incredulidad.
—Sí, señor —respondió una mujer a su lado, que manipulaba los controles del sistema—. Estoy revisando las cámaras de los sectores noreste… espere… aquí.
La pantalla principal cambió. La imagen, aunque tomada desde lejos, era clara: tres adolescentes avanzaban entre los árboles. La resolución captaba sus rasgos con nitidez perturbadora.
—Tienen apariencia humana —dijo uno de los supervisores más jóvenes, como si necesitara confirmarlo en voz alta—. Pero esos ojos…
En efecto, la imagen revelaba detalles inquietantes. Los tres portaban miradas que parecían incompatibles con un ser humano corriente. La esclerótica oscura, contrastada con las pupilas blancas que brillaban débilmente, evocaban demasiado a los Grimm que habitaban Remnant.
—Demonios… —el hombre de barba se cruzó de brazos—. Si esto es una broma de Claire, eligió mal el momento.
—No lo es —interrumpió la mujer de los controles, aumentando el zoom de la cámara—. Están ahí. Y no figuran en la lista de participantes.
La sala quedó en silencio. El murmullo de los aparatos fue lo único que acompañó la tensión.
—Tres adolescentes… pero con ojos que parecen marca de un Grimm —reflexionó en voz alta el supervisor principal—. ¿Cómo entraron al perímetro sin ser detectados?
Nadie respondió.
Las cámaras continuaban mostrando a los tres caminando con calma, ajenos a la vigilancia. Uno de ellos, el de cabello rojizo y porte sereno, parecía liderar al grupo. La chica de cabello largo azabache, y de rostro inexpresivo caminaba a su derecha. Y la otra chica, distraída, observaba algo brillante en sus manos, era un pergamino.
—Sea lo que sean… —el hombre apretó la mandíbula, inquieto—. Grimm o humanos, son un factor desconocido en este evento. Y los desconocidos siempre traen problemas.
【•••】
Los pasos de los tres resonaban entre hojas secas y ramas partidas. El bosque, tan denso e interminable hasta hacía un rato, comenzaba a mostrar señales de abrirse.
Hana, con el pergamino aún entre las manos, rompió el silencio con voz cautelosa:
—Senji-nii… creo que estamos cerca. —Alzó el dispositivo, dejando que la luz azulada del holograma iluminara sus mejillas—. Aquí… —señaló con el dedo el diminuto punto que los representaba—, cada vez está más próximo a este contorno… parece una ciudad.
Su tono, que antes era juguetón, se había vuelto serio. Había comprendido lo que el disparo significaba.
—Y si alguien nos disparó… —continuó, bajando apenas la voz—, quiere decir que aquí hay personas que defienden su ciudad eliminando “peligros desconocidos”.
Senji la miró de reojo. Su expresión se mantenía serena, pero sus ojos de Luna brillaban con un matiz más frío.
—Entonces, para ellos… nosotros.
Himari caminaba a su lado, con el mismo gesto estoico que no revelaba emoción alguna. Su mirada seguía analizando los árboles, cada sombra, cada rincón donde alguien podría esconderse con un arma.
—…Tiene sentido —murmuró sin alterar el ritmo de sus pasos—. No dispararon al azar. La reacción fue rápida, calculada. Un protocolo de defensa.
El ambiente se cargó de un silencio denso. Las risas de Hana de minutos atrás habían desaparecido, reemplazadas por un apretón nervioso en el pergamino entre sus dedos.
Senji soltó un suspiro corto, casi resignado.
—Es mejor no detenernos. Si de verdad estamos cerca de una ciudad, entonces tarde o temprano tendremos que hablar con alguien… —su mirada se endureció, recordando el agujero en el árbol—. O nos volverán a disparar.
Los tres continuaron avanzando, cada paso más cauteloso que el anterior. El bosque ya no era solamente territorio de Grimm. Ahora, era un terreno marcado por la vigilancia humana, y ellos eran los intrusos.
【•••】
No muy lejos del bosque, en un claro donde se había improvisado un campamento de control, un grupo de adultos se alistaba con rostro severo.
Eran seis en total. Hombres y mujeres que habían dejado atrás la comodidad de la sala de supervisión para entrar directamente en el terreno. Vestían ligeras armaduras, reforzadas en puntos vitales para mantener la movilidad sin sacrificar protección. Cada uno portaba armas distintas: desde espadas y lanzas hasta rifles modificados para canalizar el poder del Dust.
El líder, un hombre de hombros anchos y cicatriz marcada en la mandíbula, revisaba con gesto implacable el cargador de su arma; una espada que podía transformarse en hacha, con un mecanismo de disparo lateral.
—Mantengan la formación. Nuestro objetivo es claro —su voz retumbó grave, acostumbrada a dar órdenes—: identificar a los intrusos y eliminarlos si confirman ser hostiles.
Una mujer de cabello recogido, con un rifle de francotirador colgado a la espalda, frunció el ceño.
—¿Y si realmente no son Grimm? No se parecen a nada de lo que hemos registrado antes… pero tampoco han atacado a los demás participantes.
—Eso no importa —interrumpió el líder con brusquedad—. Lo desconocido siempre es peligroso. Y si esos tres están interfiriendo en un evento oficial de Mistral, entonces representan una amenaza.
El resto del grupo asintió, aunque con distinta expresión: algunos con determinación férrea, otros con una leve sombra de duda.
Uno de los más jóvenes, un cazador en formación con armadura negra y una lanza desmontable en la espalda, apretó los puños.
—Pero si son realmente humanos… ¿estaremos listos para cargar con eso?
El silencio se extendió por unos segundos. El líder clavó sus ojos endurecidos en el muchacho.
—Escucha bien. Grimm, humano, lo que sea… si ponen en riesgo la seguridad de Mistral o de nuestros estudiantes, entonces ya han dictado su propia sentencia.
Con esa sentencia como un peso, los seis se internaron en el bosque.
El sonido de sus botas contra la hierba, el roce metálico de las armas ajustadas a sus armaduras, y el aura que rodeaba sus cuerpos daban la impresión de una cacería inminente.
No iban a capturar.
Iban a eliminar.
                
                
                    