ID de la obra: 802

Fate: Gremory [Remake]

Het
G
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Emparejamientos y personajes:
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planificada Mini, escritos 182 páginas, 57.718 palabras, 18 capítulos
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Capítulo 1

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Capítulo 1 El cielo del Inframundo se extendía en tonos oscuros y rojizos, teñido por un crepúsculo eterno que nunca daba paso al día ni a la noche. Desde las ventanas del hogar, las luces tenues de las antorchas y el resplandor de los cristales mágicos iluminaban los pasillos con una cálida luz ámbar, contrastando con el paisaje sombrío del exterior. Esdeath avanzaba por el pasillo, su cabello celeste brillando tenuemente bajo la luz dorada de las lámparas. Con paso firme, se detuvo frente a la puerta de madera que conducía a la oficina de su madre. Dio tres suaves golpes, que resonaron en la silenciosa habitación, y desde adentro la voz alegre de Serafall respondió: "Puedes pasar." Girando el pomo, Esdeath entró con calma. La oficina estaba llena de estantes repletos de grimorios y pergaminos antiguos, con un escritorio de roble oscuro cubierto de documentos. La atmósfera, aunque solemne, era acogedora debido a las luces cálidas que contrastaban con el tono rojizo del cielo exterior. Serafall alzó la mirada y frunció el ceño, confundida al ver a la joven de cabello celeste y ojos rojos que acababa de entrar. "¿Hmm? ¿Quién eres?" preguntó Serafall, inclinando la cabeza. No reconocía a la joven frente a ella, pero esos ojos rojos le resultaban familiares. Esdeath esbozó una sonrisa divertida. "Soy tu hija," respondió con calma. "Me teñí el cabello." "¡¿Akane?! ¡¿En serio?!" Serafall casi saltó de su asiento, sus ojos bien abiertos por la sorpresa. "¡No puedo creerlo! ¿Qué le pasó a mi pequeña hija?" Esdeath soltó una ligera risa, deleitándose con la reacción de su madre. "Ya no quiero ser Akane," explicó. "Ese nombre pertenece a alguien que ya no existe. He cambiado, madre. Ahora soy Esdeath." Serafall se quedó en silencio por un momento, observando a su hija con una mezcla de nostalgia y melancolía. Se levantó de su silla y caminó hacia Esdeath, estudiando cada detalle: el cabello celeste que caía como una cascada sobre sus hombros y los ojos rojos que ahora brillaban con una intensidad helada. "Esdeath..." repitió, probando el nombre en sus labios. "Es un nombre fuerte, adecuado para ti. Pero no puedo evitar sentir que he perdido a mi pequeña Akane." "Siempre seré tu hija," dijo Esdeath, tomando la mano de su madre con suavidad. "Pero he cambiado. Mi poder ha crecido, y con él, mi identidad. De ahora en adelante, soy Esdeath." Serafall apretó la mano de su hija, un gesto lleno de amor y aceptación. "Lo entiendo," respondió con voz suave. "Si este es el camino que has elegido, te apoyaré. Aunque... será difícil dejar de llamarte Akane." "Puedes llamarme como desees," respondió Esdeath con una sonrisa ligera. "Pero para el resto del mundo, soy Esdeath." Serafall soltó un suspiro, recuperando su típica sonrisa juguetona. "¡Mi hija poderosa y con nueva identidad! Aunque cambies tu nombre, sigues siendo mi adorable niña." Esdeath soltó una risa breve y desafiante. "Veremos cuánto sigues pensando eso cuando descubras cuánto he cambiado realmente." "Espero ver esos cambios," respondió Serafall, recogiendo algunos documentos de su escritorio. "Pero dime, ¿qué te trae aquí hoy? Estoy segura de que no es solo para mostrarme tu nuevo look." El rostro de Esdeath se volvió serio, y sus ojos rojos brillaron con un destello frío. "Tienes razón," dijo mientras cruzaba los brazos. "Quiero hablarte sobre un encuentro reciente. Vi a Rias Gremory... y a un joven que la acompañaba." "¿Un joven?" preguntó Serafall, levantando una ceja con curiosidad. "¿Quién era?" "Lo llamaron Sengo," respondió Esdeath, recordando al chico de cabello blanco y ojos rojos intensos. "Pero después descubrí su verdadero nombre: Senji Muramasa." El rostro de Serafall se iluminó con una emoción inesperada, como una niña que recibe un regalo. "¡Senji-chan! ¡No puedo creerlo!" exclamó con una voz llena de júbilo. "¡Lo encontraste! ¿Qué te pareció tu padre en este pequeño encuentro? ¿Es tan apuesto como lo recuerdo? ¿Te dijo algo emocionante?" Esdeath se mantuvo impasible, con una leve sonrisa en los labios, aunque por dentro sentía una mezcla de pensamientos contradictorios. Sabía cuánto significaba ese hombre para su madre, y cuánto lo había idealizado en su mente. Sin embargo, decidió no compartir la respuesta fría que había recibido de él. "Fue un encuentro muy breve," respondió Esdeath con calma, eligiendo sus palabras cuidadosamente. "Apenas cruzamos unas cuantas palabras." Serafall no pareció notar la cautela en la voz de su hija, o quizás la ignoró a propósito. En su mente, ya estaba creando una imagen romántica del reencuentro. "¡Seguro que estaba tan sorprendido como tú!" dijo, con una risa melodiosa que llenó la habitación. "Siempre fue un poco distante, pero estoy segura de que en el fondo debe haber sentido algo especial al verte. ¡Eres su hija, después de todo!" Esdeath asintió, ocultando la verdadera respuesta de Sengo que resonaba en su mente: "¿Oh? ¿Acaso has venido para recibir algo de amor fraternal de mi parte? Lo siento, pero no tengo ningún interés en hacer tal cosa… incluso si fueras mi hija." La frialdad de esas palabras había dejado una ligera huella en ella, pero no iba a permitir que su madre lo supiera. La sonrisa de Serafall era demasiado radiante como para destruirla con la realidad de aquel encuentro. "Quizás," dijo Esdeath, encogiéndose de hombros. "¿Quién sabe lo que pensaba en ese momento?" Serafall dio un pequeño salto, acercándose a su hija y tomándola de las manos. "¡Oh, Akane! Me emociona tanto saber que lo encontraste. ¿No es increíble? ¡El destino nos está dando otra oportunidad para reunirnos como familia!" Esdeath retiró sus manos con delicadeza, manteniendo su expresión serena. "Tal vez. Pero no voy a sacar conclusiones por un simple encuentro casual," dijo, haciendo una ligera reverencia. "Si no te molesta, iré a mi cuarto a descansar. Ha sido un día largo." "¡Por supuesto, querida!" exclamó Serafall, sonriendo ampliamente. "Descansa, y no te olvides de pensar en algo lindo. ¡Quizás la próxima vez puedas darle un abrazo de mi parte!" Esdeath se limitó a asentir, girándose hacia la puerta. Mientras salía de la oficina, sintió la mirada amorosa de su madre sobre ella. Cerró la puerta tras de sí y se detuvo un momento en el pasillo, mirando hacia el oscuro y rojizo cielo del Inframundo a través de una ventana cercana. "Incluso si fueras mi hija…" pensó para sí misma, repitiendo las palabras de Sengo. ¿Es esta la clase de hombre del que mi madre se enamoró? Sin embargo, no dejó que esa duda se convirtiera en resentimiento. No era la niña inocente que buscaba la aprobación de un padre ausente. Era Esdeath Leviathan, y forjaría su propio destino, sin importar el pasado que la atara. Con una última mirada hacia el horizonte, se dirigió a su habitación, dejando atrás el eco de los recuerdos y las fantasías de su madre. Al día siguiente… El cielo oscuro y rojizo del Inframundo observaba el entrenamiento de Alexander Gremory y Esdeath. En el patio privado de los Gremory, ambos se enfrentaban, con Alexander sosteniendo firmemente su katana, mientras Esdeath lo miraba desde la distancia, sus ojos rojos brillando con una intensidad que reflejaba su emoción. "Espero que estés listo, Alexander," advirtió Esdeath, levantando su mano. En ese instante, sus ojos comenzaron a cambiar de color, transformándose en un azul celeste luminoso, señal de que estaba usando su magia de hielo. Sin previo aviso, Esdeath conjuró una ráfaga de estacas de hielo, que se formaron en el aire como lanzas afiladas, brillando con un resplandor gélido. Las estacas volaron hacia Alexander a una velocidad impresionante, como una lluvia de flechas de cristal. Alexander se concentró, sus ojos violetas siguiendo cada proyectil con precisión. Levantó su katana, realizando cortes precisos que destrozaban cada estaca de hielo al contacto. Fragmentos de hielo caían a su alrededor, creando una neblina helada en el aire. ¡Clang! ¡Clang! El sonido del acero cortando el hielo resonaba por todo el patio. La katana en sus manos se mantenía firme, sin mostrar signos de desgaste. Alexander avanzó, esquivando y cortando cada ataque sin perder el ritmo. Esdeath, sentada en el suelo con las piernas cruzadas, lo observaba con una sonrisa divertida, su expresión mostrando un toque de satisfacción. Sus ojos seguían brillando con ese tono celeste, demostrando el poder de su magia. "Lo estás haciendo bien, Alexander," comentó con tono elogioso. "Tus reflejos han mejorado bastante desde la última vez que entrenamos." Alexander aterrizó con suavidad después de esquivar un último ataque, manteniendo su postura de guardia. Inhaló profundamente y luego esbozó una pequeña sonrisa. "Tus ataques de hielo son más potentes que antes," admitió. "Es un buen desafío, aunque tu sonrisa es lo más aterrador de todo." Esdeath soltó una risa ligera, mostrando un destello de orgullo en sus ojos. "Aún no has visto nada, Alexander. Solo estamos calentando." Mientras el entrenamiento continuaba en el Inframundo, en el mundo exterior, exactamente en Takamagahara, se libraba una batalla completamente distinta. Bajo un cielo claro y azul, un campo sagrado se había convertido en el campo de entrenamiento de una joven de cabello rubio claro. Sus mechones dorados caían en suaves ondas que se disparaban en todas direcciones, y sus ojos violetas brillaban con un destello desafiante mientras miraba a sus oponentes. La joven era Izayoi Saigou, una chica de fuerza monstruosa que enfrentaba a los mismísimos dioses sintoístas sin mostrar señales de cansancio. Cada uno de ellos caía ante ella, uno tras otro, como si fueran simples obstáculos en su camino. Un dios con una armadura de oro intentó atacarla con una lanza divina, pero Izayoi la interceptó con su mano desnuda, rompiendo el arma en pedazos con una sonrisa. "¿Eso es todo lo que tienen los dioses de este mundo?" preguntó Izayoi, con una mezcla de burla y decepción en su voz. Sus movimientos eran veloces y precisos, como si anticipara cada ataque con facilidad. Su fuerza era tan abrumadora que incluso los dioses más poderosos temblaban al enfrentarse a ella. Desde un rincón, bajo la sombra de un árbol, Senji observaba el espectáculo con los brazos cruzados y una expresión de satisfacción en su rostro. El viento hacía ondear su cabello blanco mientras sus ojos rojos seguían cada movimiento de Izayoi. Una sonrisa llena de orgullo y diversión se dibujó en sus labios. "No esperaba menos de ti, Izayoi," pensó para sí mismo. La fuerza de la joven era un recordatorio de la naturaleza salvaje y desbordante de su espíritu, algo que siempre lo había fascinado. Para él, ver a Izayoi aplastar a los dioses sintoístas no era solo entretenido; era una muestra de que esta niña estaba destinada a algo mucho más grande. "Si sigue así," murmuró Senji para sí mismo, "pronto no habrá ser divino o monstruo que pueda hacerle frente." Izayoi terminó de derribar al último de sus oponentes, un dios que intentó embestirla en un último esfuerzo desesperado. La joven simplemente lo esquivó, y con un movimiento rápido, lo envió volando por los aires, estrellándolo contra el suelo. Izayoi se estiró, girando sus hombros como si solo hubiera completado un calentamiento. "Senji," llamó Izayoi, girando para mirar a su mentor con una sonrisa brillante. "¿Quién sigue?" Senji soltó una risa ligera y caminó hacia ella, sacudiendo la cabeza. "Has dejado a los dioses sin palabras, Izayoi. Quizás es hora de buscar desafíos más interesantes." Izayoi cruzó sus brazos, levantando una ceja. "¿Más interesantes? Si tienes algo en mente, dímelo de una vez." Senji la miró con una expresión enigmática. "Oh, claro que sí," respondió, sus ojos brillando con un destello de misterio. "Pero eso lo descubrirás a su debido tiempo." Historia Paralela: ¿Quieres ser mi Reina? Senji caminaba por las calles de Kioto bajo una lluvia ligera que empapaba su capa. El sonido del agua golpeando el pavimento resonaba en el aire tranquilo, mientras las luces tenues de los faroles reflejaban la humedad del día. Era una tarde común, hasta que algo lo hizo detenerse. Una presencia. Senji giró ligeramente la cabeza, percibiendo la figura de una mujer que caminaba a su lado, justo detrás de él. Al principio, pensó que era otro transeúnte, pero luego notó que ella no parecía apresurarse como todos los demás. La mujer llevaba un kimono elegante que combinaba un azul oscuro y un rojo profundo, adornado con un sutil dibujo de cuatro pétalos en su hombro izquierdo. Su cabello negro, recogido con precisión en un moño bajo, contrastaba perfectamente con su porte sereno. Ella lo observaba fijamente. Senji frunció el ceño, sintiendo la mirada intensa sobre él, y al fin, la mujer rompió el silencio. "…Eres fuerte", dijo en voz baja, casi susurrando, mientras sus ojos recorrían su pecho. Senji alzó una ceja, completamente desconcertado por el comentario. No estaba acostumbrado a que alguien lo calificara de esa manera, menos aún una mujer tan enigmática. Se giró completamente para enfrentarla, su curiosidad creciendo. "¿Quieres ser mi Reina?" La pregunta la lanzó con la misma calma que había usado para hablar de su fuerza, pero esta vez las palabras parecían llenar el aire con una carga inesperada. El rostro de Senji se transformó en una mezcla de confusión y sorpresa. ¿Qué tipo de juego era este? "¿Qué?" La mujer, sin perder la compostura, simplemente lo miró a los ojos, esperando una respuesta con una sonrisa divertida.
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