Capítulo 3
                                                    12 de septiembre de 2025, 21:15
                                            
                Capítulo 3
El sol comenzaba a ocultarse mientras Senji e Izayoi caminaban por la periferia de la ciudad. El ambiente tranquilo se rompió de repente por el sonido de una explosión cercana, seguida de un grito de dolor.
Izayoi reaccionó de inmediato. "¡Eso suena como una pelea! Vamos a ver."
"Siempre quieres involucrarte en todo," comentó Senji, pero la siguió de todos modos.
En un callejón cercano, encontraron a una joven de cabello largo negro y ojos avellana de pupilas felinas. Se presenciaba en ella un par de orejas de gato negro y dos colas negras. Su kimono negro estaba rasgado dando señales de que ella estaba peleando con alguien mientras escapaba.
“Hm…” Izayoi con un dedo en el mentón analizaba a la joven y las extremidades extras en su cuerpo. “Es una nekomata, ¿verdad?”
No necesitaba la respuesta de Senji para saber lo que dijo es verdad.
“¿Q-Quién eres?”
La joven preguntaba entrecortada mientras calmaba su respiración errática.
“…” Izayoi medito si dar su nombre o no. “Me llamo Izayoi Saigou, ese anciano, es Senji Muramasa.”
Señalo con el dedo índice a Senji que se encontraba mirando sin interés.
“¿Podemos saber tu nombre? O quieres dejarlo como un misterio.”
Habló Senji mientras avanzaba y doblaba las rodillas para estar a la altura de la joven herida apoyada en la pared.
La joven desvió la mirada, pensando si dar su nombre o no, a estas personas desconocidas.
Mientras lo pensaba con seriedad, no vio algún problema de al menos dar su nombre, ya no se encontraba en el inframundo que era buscada por matar a su amo por proteger a su querida hermanita, Shirone, de ese demonio bastardo.
“K-Kuroka, así me llamo.”
Senji mirando los ojos de Kuroka viendo que no mentía en dar su nombre.
“Bien, Kuroka. Nos encontramos en China… dime, ¿quieres venir con nosotros?”
Kuroka abrió los ojos de sorpresa por la repentina invitación.
“¡¿Por qué?!” Ella exclamo preguntando la razón.
Senji miro de reojo a Izayoi.
“¿No te molestaría tener una compañera para entrenar?”
“Huh, estoy bien contigo. No creo que ella sea tan interesante como compañera de entrenamiento.”
Kuroka sintiendo que la miraba sin valor reclamó.
“¡Puedo enseñarte a usar el ki!”
“¿Qué es eso? Aunque allá leído del ki, no sirve de nada lo que se encuentro en libros, si enserio sabe manejar esa energía me gustaría verla.”
Kuroka tranquilizó su respiración, cerrando los ojos mientras una tenue energía luminosa envolvía su cuerpo. Las heridas que cubrían sus brazos y costados comenzaron a cerrarse lentamente, emitiendo un leve brillo.
Izayoi observó con interés, cruzando los brazos mientras alzaba una ceja. ‘Así que esto es el ki. Parece más útil de lo que pensé... quizás no sería mala idea aprenderlo.’
"El ki no es solo curación," explicó Kuroka, con una voz que recuperaba algo de fuerza. "Con práctica, puedes usarlo para mejorar tus sentidos, fuerza, velocidad... incluso resistencia."
Izayoi dio un paso al frente, evaluando a Kuroka con más interés. "Bueno, eso suena como algo que vale la pena intentar. Pero necesito que me demuestres que no solo hablas por hablar."
Izayoi encontró más interés el uso de ki en su curación. Confiaba en su cuerpo superhumano de que no saldría herida, pero de seguro necesitaba un medio de curación en caso de que lo necesitara.
Senji observó a Kuroka con atención. Aunque ya no mostraba signos visibles de heridas gracias a su demostración de ki, su postura aún denotaba cansancio. Su respiración era pausada, pero algo irregular, y el kimono desgarrado que llevaba seguía siendo una señal de los recientes eventos.
"Bien, antes de que avancemos, necesitamos buscarte algo más apropiado para usar," declaró Senji con su tono práctico y directo. "Ese kimono rasgado no sirve ni para viajar ni para pasar desapercibida."
Kuroka, que se había mantenido en silencio mientras recuperaba fuerzas, parpadeó sorprendida. "…Gracias," murmuró con una voz baja y un leve recelo en su mirada.
"No hay necesidad de agradecerme," respondió Senji, encogiéndose de hombros. "Fui yo quien te invitó primero. Ahora andando, no tenemos todo el día."
Izayoi la observó mientras caminaban, su curiosidad evidente. "Entonces, nekomata-san," comenzó con un tono desenfadado, "¿qué clase de ropa prefieres? ¿Algo simple o algo llamativo?"
"Algo... sencillo," respondió Kuroka después de pensarlo un momento. Había un toque de inseguridad en su voz, pero intentaba mantener una actitud tranquila. "No quiero llamar demasiado la atención."
Izayoi levantó una ceja, mostrándose un poco decepcionada. "Sencillo, ¿eh? Qué aburrido. Pero está bien, supongo que no todas pueden ser tan geniales como yo."
"Por favor, no la asustes más," intervino Senji con una mirada cansada, aunque había un leve destello de humor en su tono. "Vamos a encontrar algo rápido y seguir adelante."
Llegaron a un pequeño local en una calle bulliciosa, iluminada por linternas y letreros brillantes que anunciaban todo tipo de productos. La gente caminaba sin cesar, sumida en sus propios asuntos, lo que proporcionaba un buen anonimato para Kuroka. Izayoi la empujó suavemente hacia la tienda, su sonrisa burlona intacta.
"Adelante, entra," dijo Izayoi mientras cruzaba los brazos. "No te preocupes, no vamos a dejar que compres cualquier cosa fea... Bueno, al menos yo no lo permitiré."
Kuroka dudó por un momento, mirando a ambos como si todavía no estuviera segura de confiar plenamente en ellos. Finalmente, dio un paso al frente, desapareciendo entre los estantes. Izayoi se giró hacia Senji, quien permanecía apoyado contra un poste cercano, observando a la multitud.
"¿Crees que se quede con nosotros por mucho tiempo?" preguntó Izayoi, apoyándose a su lado.
Senji se encogió de hombros. "Eso depende de ella. No podemos obligarla a quedarse, pero mientras esté aquí, tendrá que seguir nuestras reglas."
"Siempre tan estricto," comentó Izayoi con una sonrisa. "Bueno, creo que puedo convencerla de que somos divertidos. Ya sabes, para equilibrar tu aburrida seriedad."
Senji dejó escapar una risa breve y sacudió la cabeza. "Confío en que harás lo imposible por lograrlo."
Cuando Kuroka salió de la tienda, llevaba un nuevo kimono sencillo de tonos negro y blanco, ajustado perfectamente a su figura. Aunque su rostro aún reflejaba un ligero cansancio, parecía más cómoda. Tal vez no estaba completamente segura de sus nuevos compañeros, pero su semblante ya no mostraba la misma tensión que antes.
"¿Qué tal me veo?" preguntó Kuroka con un leve tono de curiosidad, mirándolos con sus ojos felinos.
Izayoi la miró de arriba abajo y asintió con aprobación. "Decente. Ahora sí pareces lista para viajar con nosotros."
Senji también asintió. "Es una mejora. Sigamos adelante antes de que se nos haga tarde."
Mientras caminaban juntos por la concurrida calle, Kuroka comenzó a relajarse, aunque aún mantenía cierta distancia. Observaba a Izayoi y Senji desde el rabillo del ojo, preguntándose qué clase de vida le esperaba si decidía quedarse con ellos.
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Inframundo
En la vasta y majestuosa residencia Gremory, una habitación privada se encontraba en penumbra, iluminada solo por un tenue brillo mágico que emanaba de las paredes. El aire era pesado, como si las palabras que se hablarían allí fueran demasiado importantes para tomarse a la ligera.
Rias Gremory ingresó al lugar con un ligero nerviosismo en su andar, guiada por la indicación de su hermano mayor, Sirzechs Lucifer, quien la había convocado con urgencia. La joven princesa del clan Gremory no sabía exactamente qué esperar, pero la expresión seria de Sirzechs, usualmente afable y despreocupado, la puso en guardia.
"¿De qué se trata esto, Onii-sama?" preguntó con un tono curioso mientras entraba al centro de la habitación.
En un rincón, bajo la tenue luz, vio algo que la detuvo en seco: una pequeña jaula. Dentro de ella, encogida y abrazando sus rodillas, estaba una niña de cabello blanco desaliñado.
La pequeña llevaba un kimono blanco, ahora sucio y desgastado, que apenas cubría su frágil figura. Sus ojos avellana, de pupilas felinas, estaban fijos en el suelo, vacíos, como si hubieran renunciado a todo.
“Hm… Onii-sama, ¿Quién es ella?”
Pregunta Rias inocentemente mientras se acercaba a la jaula de la pequeña niña, preguntándose porque se encontraba encerrada en la jaula.
“…” Sirzechs desvió la mirada hacia la pequeña en la jaula. “Se llama Shirone, es un nekoshou, una variante extremadamente rara entre los nekomata. Su hermana mayor mató a su amo y ahora está siendo perseguida como una criminal. Una carta llego de que esta niña debe ser ejecutada… te llame por una simple razón, Rias.”
Rias desvió la mirada de la niña a su hermano mayor, haciendo un gesto de que continuara.
Sirzechs continuó, su mirada ahora fija en Rias. "Te llamé aquí porque tienes una opción, Rias. Ya sabes que es hora de empezar a formar tu propia nobleza. Si decides reclutarla, su vida será protegida bajo tu nombre. Pero esa decisión no es mía, sino tuya."
Rias desvió la mirada hacia la pequeña figura en la jaula. Se acercó lentamente, sus pasos resonando suavemente en la habitación, hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para verla más claramente.
Los ojos de Shirone seguían fijos en el suelo. No reaccionó ante la presencia de Rias, ni cuando esta se agachó a su nivel. La niña estaba encerrada no solo físicamente, sino también emocionalmente, dentro de un muro que parecía impenetrable.
‘¿Quiere ella ser salvada?’ pensó Rias mientras estudiaba los ojos sin vida de Shirone.
“Oye…” la niña siguió abrazando sus rodillas sin mirar a Rias que le había llamado con suavidad. “Parece que no me quieres ver… pero no importa. Te quiero preguntar esto, ¿quieres ser salvada?”
No hubo respuesta. Solo encerró más ella misma.
Rias permaneció de rodillas frente a la jaula, mirando a la pequeña figura que parecía haber renunciado a cualquier esperanza. Sus palabras resonaban en su mente: "Ella no quiere ser salvada". Y, sin embargo, había algo que le impedía apartarse. Esa niña, frágil y rota, despertaba en ella un deseo profundo de protegerla, aunque Shirone no pudiera verlo ahora.
Sirzechs observó en silencio, dejando que Rias procesara la situación. Su hermana menor no era conocida por rendirse fácilmente, y él sabía que esta decisión sería crucial, tanto para Rias como para la pequeña nekoshou.
Finalmente, Rias rompió el silencio. Su mirada se endureció mientras se ponía de pie y enfrentaba a Sirzechs. "No importa si ella no quiere ser salvada ahora, Onii-sama. A veces, alguien necesita ser salvado, aunque no lo pida. Si nadie más va a protegerla, entonces lo haré yo. Haré de ella parte de mi nobleza."
Sirzechs esbozó una leve sonrisa, aunque en sus ojos había una mezcla de alivio y preocupación. "Es una decisión noble, Rias. Pero no será fácil. Su corazón está destrozado, y sus poderes, aunque dormidos, son inmensos. Controlarlos será un desafío, y ganar su confianza, aún más."
"Lo sé," respondió Rias con firmeza. "Pero no puedo ignorar a alguien que sufre de esta manera. Sea cual sea el costo, la protegeré."
Sirzechs asintió y extendió su mano hacia la jaula. Un suave destello mágico envolvió los barrotes, y estos desaparecieron en un instante, dejando a Shirone libre físicamente, pero todavía atrapada en su propia mente.
Rias se arrodilló nuevamente, esta vez sin la barrera de la jaula entre ellas. Lentamente extendió su mano hacia la pequeña nekoshou. "Shirone, soy Rias Gremory. A partir de ahora, estarás bajo mi protección. Ya no tienes que temer a nadie."
Los ojos avellana de Shirone finalmente se movieron, apenas alzándose lo suficiente como para mirar a Rias. Había algo allí, una chispa de duda o curiosidad, pero también una profunda desconfianza. No dijo nada, pero tampoco se apartó de la mano extendida.
Rias decidió no presionarla más. En su lugar, se levantó y miró a Sirzechs. "Prepararé un lugar para ella en la residencia. Y me encargaré personalmente de asegurarme de que recupere su fuerza... y su voluntad."
Rias sabía que no sería fácil. Pero para ella, no había marcha atrás.
Esa misma noche, Rias llevó a Shirone a una habitación en la residencia Gremory. La habitación que eligió para Shirone era cálida, con una cama suave y una decoración que transmitía tranquilidad.
Sin embargo, Shirone permaneció en un rincón, abrazando sus rodillas como si la jaula aún la rodeara.
Rias suspiró mientras se sentaba cerca de ella, sin invadir demasiado su espacio. "Será un camino largo, pero lo lograremos," murmuró para sí misma.
Cuando se levantó para dejarla descansar, una débil voz rompió el silencio.
"¿Por qué...?"
Rias se detuvo en seco, girándose de inmediato. Shirone no la miraba, pero sus labios temblorosos formaron esa pregunta.
"¿Por qué me salvaste...? No lo merezco..."
El corazón de Rias se apretó al escuchar esas palabras. Volvió a acercarse, arrodillándose frente a la nekoshou, cuidando de no asustarla.
"¿Por qué piensas que no lo mereces, Shirone?" preguntó con suavidad.
La pequeña levantó apenas la mirada, mostrando un destello de dolor. "Por mi culpa... por mi culpa mi hermana... se fue. Todo esto pasó porque soy débil... Ella me abandonó..."
Rias sintió un nudo en el pecho al escucharla. Lentamente tomó las pequeñas manos de Shirone entre las suyas.
"No eres débil, Shirone. Eres fuerte, mucho más de lo que crees. Lo que hizo tu hermana no es tu culpa. No es justo que lleves esa carga tú sola."
Shirone apretó los labios, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con escapar. "Mi hermana me dejó... Y por su culpa... quieren matarme."
Rias apretó suavemente sus manos, transmitiéndole una calidez que contrastaba con el frío muro emocional que Shirone había erigido a su alrededor, aislándose del mundo. "No puedo hablar por tu hermana, ni por lo que hizo. Pero lo que sí puedo decirte es esto: ya no estás sola. Yo estaré aquí. Y no permitiré que nadie te haga daño."
Shirone no respondió, pero sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas que finalmente cayeron por sus mejillas. Rias no la soltó, quedándose a su lado en silencio, permitiéndole llorar todo lo que necesitara.
Después de un rato, Shirone murmuró con voz temblorosa: "...No confío en ti."
Rias asintió, aceptando sus palabras sin ofenderse. "No espero que confíes en mí ahora, Shirone. Pero te demostraré que puedes hacerlo, con el tiempo. ¿Está bien?"
Shirone no respondió, pero Rias percibió un leve cambio en su mirada. No era confianza, pero tampoco rechazo. Era un pequeño paso hacia la esperanza.
Esa noche, cuando Rias salió de la habitación, sabía que no sería fácil ganarse a Shirone. Pero también sabía que había tomado la decisión correcta. Shirone tenía derecho a una nueva oportunidad, y ella, como Rias Gremory, se encargaría de dársela.
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En un rincón apartado del vasto territorio Gremory, los sonidos de golpes resonaban con fuerza, mezclándose con gritos de esfuerzo y el eco metálico de colisiones. Un campo de entrenamiento improvisado se extendía entre colinas verdes, con Alexander, Esdeath y Sairaorg intercambiando golpes y ataques mientras probaban sus límites.
La atmósfera vibraba con una energía palpable. Alexander, con su katana desenfundada, se enfrentaba a Sairaorg, cuyo cuerpo musculoso estaba cubierto por una capa de aura mágica. Por otro lado, Esdeath observaba desde un lado con los brazos cruzados, pero sin quedarse completamente quieta; lanzaba ráfagas de hielo ocasionales hacia ambos, obligándolos a mantener la guardia en todo momento.
"¡Cuidado, Alexander!" exclamó Sairaorg mientras cargaba hacia él con un puño cubierto de energía. Alexander giró sobre sí mismo, desviando el golpe con la katana, pero el impacto lo empujó varios metros hacia atrás, dejando un rastro de marcas en el suelo.
"¡Tsk! Esa fuerza tuya no tiene comparación, Sairaorg," comentó Alexander, recuperando su postura. "Pero te falta precisión."
"Y a ti te falta aguantar golpes," respondió Sairaorg con una sonrisa desafiante mientras cargaba nuevamente hacia él.
Desde su posición, Esdeath alzó una ceja. "¿Piensan entrenar solo los músculos? Si no aprenden a anticipar movimientos, estarán muertos antes de tocar al enemigo."
"Entonces ven aquí y demuéstranos cómo hacerlo," replicó Sairaorg, mirando a Esdeath de reojo.
"No necesito demostrar nada," respondió ella con calma, aunque una ligera sonrisa juguetona se dibujó en sus labios. "Estoy aquí para supervisar… y recordarles que no soy tan blanda como ustedes."
Antes de que Sairaorg pudiera responder, una voz familiar interrumpió la escena.
"Vaya, siempre tan competitivos."
Los tres voltearon hacia el sonido, viendo a Rias acercarse al campo de entrenamiento. Su largo cabello carmesí se mecía suavemente, y aunque llevaba una expresión serena, había algo en su porte que reflejaba determinación.
"Rias," saludó Alexander, relajando su postura. "¿Qué te trae por aquí?"
Rias sonrió ligeramente mientras cruzaba los brazos. "Solo vine a ver qué están haciendo. Aunque, como siempre, parece que todo se trata de fuerza bruta por aquí."
Esdeath dejó escapar una risa suave, levantando su mano para conjurar un pequeño cristal de hielo. "¿Y qué esperabas? Algunos de nosotros no nos conformamos con debatir estrategias como lo hace Sona."
La mención de su amiga cercana hizo que Rias alzara una ceja, pero no perdió la compostura. "No todos tienen que depender de sus músculos, Esdeath. Sona prefiere entrenar su agilidad mental, y está bien. No creo que venga aquí a jugar con ustedes."
Sairaorg soltó una carcajada, apoyándose en un árbol cercano. "Lo dices como si fuera algo malo, Rias. Aunque no puedo negar que a Sona le iría bien un poco de acción física de vez en cuando."
"Tal vez," concedió Rias mientras miraba a su hermano. "Pero no vine aquí para hablar de Sona. Hermano, quiero entrenar."
El aire pareció tensarse por un momento. Alexander miró a Rias con curiosidad, y Esdeath ladeó la cabeza, intrigada.
"¿Entrenar?" repitió Alexander, asegurándose de haber escuchado bien.
"Sí," afirmó Rias, con firmeza en su voz. "Quiero mejorar. Si voy a liderar mi nobleza algún día, no puedo depender solo de mis habilidades actuales. Necesito ser más fuerte."
Esdeath dejó escapar un silbido bajo, claramente impresionada por la determinación de Rias. "¿Así que la pequeña Rias finalmente quiere ensuciarse las manos? Esto será interesante."
"Si estás dispuesta a entrenar con nosotros, será duro," intervino Sairaorg con una sonrisa. "Pero me gusta esa actitud. Aunque, sinceramente, no pensé que vinieras aquí por algo más que mirar."
Rias lo miró de reojo, sin molestarse por el comentario. "No me subestimes, Sairaorg. Tal vez no sea tan fuerte como tú, pero tampoco soy débil."
Alexander, por su parte, observó a su hermana con seriedad antes de asentir. "Bien. Si eso es lo que quieres, empezarás ahora."
Rias parpadeó, sorprendida. "¿Ahora mismo?"
"Sí," respondió Alexander mientras se giraba hacia Esdeath. "Tú te encargarás de calentarla. Y no la trates como si fuera una niña, ¿entendido?"
Esdeath mostró una sonrisa afilada, casi peligrosa. "Oh, no te preocupes, Alexander. Me aseguraré de que esté lista… si sobrevive."
Rias tragó saliva, pero no retrocedió. En el fondo, sabía que esta era la única manera de crecer.
Esdeath avanzó hacia Rias, quien se preparó en posición defensiva, aunque aún se notaba su inexperiencia en combate físico.
"Primero, quiero ver cómo te mueves," dijo Esdeath mientras levantaba su mano. Una serie de pequeños cristales de hielo apareció a su alrededor, flotando en el aire. "Esquiva esto."
Sin previo aviso, Esdeath lanzó los cristales hacia Rias, quien dio un salto hacia un lado para evitar el primero. Sin embargo, los siguientes venían en diferentes direcciones, y aunque intentó esquivarlos, algunos la rozaron.
"Demasiado lenta," comentó Esdeath con frialdad. "Si esto fuera un combate real, ya estarías fuera."
"¡No me rendiré tan fácilmente!" exclamó Rias, reajustando su postura y tratando de anticipar los movimientos de Esdeath.
Desde el fondo, Sairaorg observaba con interés, mientras Alexander cruzaba los brazos, evaluando en silencio el desempeño de su hermana.
Rias respiraba con dificultad mientras esquivaba otro cristal de hielo. Cada paso que daba le recordaba cuán lejos estaba del nivel de sus compañeros. Pero en lugar de frustrarla, la presión la motivaba. 'No puedo quedarme atrás,' pensó mientras reajustaba su postura.
Poco a poco, Rias comenzó a mejorar. Aunque seguía siendo golpeada por algunos cristales, sus movimientos se volvieron más precisos, más calculados.
"Eso está mejor," admitió Esdeath, aunque su tono seguía siendo crítico. "Pero aún tienes mucho por aprender."
Cuando el entrenamiento terminó, Rias estaba empapada de sudor, pero en sus ojos brillaba una nueva chispa de confianza.
"¿Ya te rindes?" preguntó Sairaorg con una sonrisa burlona.
Rias negó con la cabeza, respirando con dificultad, pero sin dejar que su voz temblara. "Ni en sueños. Esto es solo el comienzo."
Alexander esbozó una ligera sonrisa, mostrando un raro momento de orgullo. "Eso es lo que quería escuchar. Nos vemos aquí mañana, Rias. Prepárate para algo más duro."
Mientras Rias se marchaba, escuchó la voz de Esdeath detrás de ella.
"Rias," la llamó.
"¿Sí?"
Esdeath mostró una leve sonrisa, esta vez menos cruel y más sincera. "Tienes agallas. Me gusta eso. Quizás no seas tan inútil después de todo."
Rias no pudo evitar sonreír mientras respondía: "Gracias, Esdeath. Aunque no estoy segura de si eso fue un cumplido."
Mientras se alejaba, Rias sintió que algo en ella comenzaba a cambiar. Este era solo el primer paso en su camino para volverse más fuerte, pero sabía que, con personas como Alexander, Esdeath y Sairaorg a su lado, no estaría sola en el viaje.
Historia Paralela: ¿Primera Cita?
Japón, 1982.
Las calles de Kioto estaban tranquilas aquella noche de primavera. La brisa ligera acariciaba los cerezos, arrancando algunos pétalos que flotaban por el aire antes de posarse en el suelo. El ambiente tenía un toque melancólico, pero para Senji Muramasa, esto era justo lo que necesitaba.
Caminaba con las manos en los bolsillos de su abrigo gris, el ritmo de sus pasos era lento pero constante. Su mente estaba en blanco, disfrutando el sonido de los murmullos lejanos de la gente y el crujido de las piedras bajo sus pies. Era una de esas noches en las que se sentía particularmente agradecido de haber dejado atrás los conflictos y el caos del mundo sobrenatural.
"Una película tranquila. Dos horas de paz. Eso es todo lo que pido," pensó mientras se dirigía hacia un cine local. Había leído sobre una película extranjera que estaba causando revuelo: E.T. el Extraterrestre. No tenía grandes expectativas, pero quería distraerse.
Sin embargo, Senji no era del tipo que bajaba la guardia, incluso en la tranquilidad de Kioto. Mientras caminaba, un extraño cosquilleo en la nuca lo hizo fruncir el ceño. No era nada sobrenatural, pero… ¿alguien lo estaba siguiendo?
Sus pasos se detuvieron por un momento, escuchando atentamente. Al principio, solo percibió el murmullo del viento, pero luego escuchó algo más: unos pasos suaves que se detenían cada vez que él lo hacía.
Resignado, dejó escapar un suspiro.
"Ya puedes salir," dijo en voz alta sin molestarse en mirar hacia atrás.
Un par de segundos después, una voz familiar resonó detrás de él.
"¡Senji-chan~! ¡Qué astuto eres! ¿Cómo supiste que estaba aquí?"
Se giró lentamente, encontrándose con la figura energética de Serafall Leviathan, que lo miraba con una enorme sonrisa y las manos detrás de la espalda como si estuviera tramando algo.
"Serafall…" murmuró con una mezcla de cansancio y resignación. "¿Qué estás haciendo aquí?"
Ella dio un par de saltitos hacia él, vistiendo un vestido blanco de primavera que resaltaba su aire juvenil. "¡Qué coincidencia encontrarte aquí! Estaba pensando en ir al cine, y resulta que estás en el mismo camino. ¡Es el destino, Senji-chan!"
Él arqueó una ceja. "¿Destino? Has estado siguiéndome durante las últimas tres cuadras."
Serafall soltó una risita nerviosa, llevándose una mano a la nuca. "¡No seas paranoico, Senji-chan! Es pura casualidad… Bueno, tal vez un poquito de curiosidad también."
Senji volvió a suspirar, llevándose una mano a la frente. "Mira, no tengo tiempo ni energía para tus juegos. Solo quiero ver una película en paz. Nada más."
"¡Perfecto!" exclamó Serafall, ignorando su tono. "Porque yo también quiero ver una película. ¡Vamos juntos! Será divertido."
"Esto no es una cita."
"Claro que no, claro que no," respondió ella con un tono despreocupado que no hizo más que irritarlo más.
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El cine local era sencillo pero acogedor. Las luces de neón parpadeaban suavemente en la entrada, y los pósters de las películas en cartelera decoraban las paredes. La sala estaba lejos de estar llena, algo que Senji agradeció silenciosamente mientras compraba su boleto para E.T. el Extraterrestre.
Sin embargo, cuando pensó que finalmente tendría un momento de tranquilidad, Serafall apareció a su lado con su propio boleto y un enorme balde de palomitas.
"¡Qué coincidencia! ¡Compré el mismo boleto que tú!" dijo con una sonrisa radiante mientras agitaba las palomitas frente a su cara.
"No es coincidencia si lo hiciste a propósito," respondió Senji con tono seco, avanzando hacia la sala de cine.
Eligió un asiento en una esquina, lejos del centro, esperando que Serafall decidiera sentarse en cualquier otro lugar. Pero no, por supuesto, ella se acomodó justo a su lado.
"¿Quieres palomitas, Senji-chan?" ofreció mientras le acercaba el balde.
"No," respondió cortante, mirando fijamente la pantalla mientras los trailers comenzaban a proyectarse.
Al principio, Senji logró concentrarse en la historia. La idea de un alienígena perdido tratando de encontrar su hogar le pareció curiosa. Sin embargo, cada vez que intentaba sumergirse en la película, Serafall encontraba una manera de interrumpirlo.
"¡Aww, mira a E.T.! ¡Es tan lindo!" susurró emocionada, inclinándose hacia él.
Senji apretó los dientes. "¿Puedes ver la película sin hablar?"
"Lo siento, lo siento," respondió rápidamente, aunque no pasó mucho antes de que volviera a hacer otro comentario.
"¡Mira eso! ¡Está levantando la bicicleta con su poder! ¿No es increíble?"
Senji cerró los ojos, exhalando profundamente. Estaba claro que la tranquilidad no era una opción esa noche.
Sin embargo, a pesar de sus quejas internas, no pudo evitar notar algo curioso. La energía de Serafall, que tanto lo agotaba en otras circunstancias, parecía encajar perfectamente con la magia de la película. Había algo… refrescante en su entusiasmo.
Cuando salieron del cine, Serafall estaba rebosante de emoción, hablando sin parar sobre sus partes favoritas.
"¡Fue increíble! La parte en la que E.T. dice 'Teléfono, mi casa' me hizo llorar un poquito. ¿Y tú, Senji-chan? ¿Qué te pareció?"
"Estuvo bien," respondió él con su habitual tono seco.
"¡Estuvo más que bien! ¡Sé que te encantó!" insistió mientras se colocaba frente a él, caminando de espaldas para mirarlo a la cara.
"Si digo que sí, ¿dejarás de hablar por el resto de la noche?"
"¡Hmm… tal vez!" dijo ella con una sonrisa traviesa.
Senji negó con la cabeza, pero por primera vez en mucho tiempo, una ligera sonrisa se dibujó en su rostro. Quizás, pensó, no era tan malo tenerla cerca… a veces.
"Está bien," dijo finalmente. "Fue una buena película. Pero no vuelvas a seguirme al cine."
"¡No prometo nada~!" respondió ella alegremente, dando un par de saltitos mientras avanzaban juntos por las calles de Kioto.
Esa noche, mientras regresaba a casa, Senji se dio cuenta de que, por muy agotadora que fuera, Serafall tenía una extraña habilidad para hacer que sus días fueran un poco menos monótonos. Aunque jamás se lo admitiría, no le molestaría tanto verla en el futuro.
                
                
                    