No me dejes caer
12 de septiembre de 2025, 20:47
—Nunca voy a enfadarme contigo por esto, Jim, eres el amor de mi vida.
Las vendas le apretaban los antebrazos. Los cortes habían dolido, pero no tanto como la expresión de Sherlock cuando lo encontró en la bañera con la sangre corriendo por sus muñecas.
Ahora, el detective deslizaba el peine por su oscuro cabello negro y le acariciaba la mejilla.
No se atrevía a mirar el reflejo del espejo que tenía enfrente, porque sabía que allí encontraría a su pareja.
Había dejado que su dolor lo dominara otra vez, y eso le avergonzaba.
—Se que no querías hacerme daño —le aseguró Sherlock, leyendo en su mirada el abatimiento y la frustración—. Sabía perfectamente el tipo de dolor con el que cargabas cuando nos conocimos y también lo sabía cuando decidí no alejarme de ti al notar que me enamoraba...
—Sólo sirvo para dañarte y preocuparte —tartamudeó el criminal, notando como los ojos se le llenaban de lágrimas.
—No acostumbro a peinar a las personas que me dañan...
—Eso es porque me amas...
Sherlock sonrió con satisfacción.
—Exactamente, Jim, exactamente —le susurró, con un tono triunfal—. Y por eso mismo, quiero luchar contigo tus batallas sin importar el esfuerzo ni el tiempo.
Jim sollozó.
Las palabras del detective llegaban tan tiernas y suaves a su corazón atormentado y su mente inundada de dolor, que no pudo evitar por más tiempo que las lágrimas escaparan.
—N-no me dejes caer, p-por favor... —titubeó en voz muy baja.
Sherlock se inclinó, sin dejar de peinarle, y le besó la cabeza.
—Nunca se me ocurriría cometer esa estupidez... —aseguró—. Porque yo te amo, Jim Moriarty.