Una Pistola en los Labios
12 de septiembre de 2025, 20:47
Al principio había dudado al creer que aquel crujido en las escaleras pudiera corresponder al sonido de unos pasos. Pero ahora que lo había vuelto a escuchar, tenía la firme convicción de que sí lo eran.
Sherlock había tomado con prisa su pistola y, luego de comprobar que estaba cargada, había corrido a esconderse a un lado de la puerta cerrada.
Colocó su arma en alto, lista para apuntar a su objetivo, y contuvo la respiración mientras los pasos, cada vez más cercanos hacían sonar la escalera. Quien fuera la persona que estaba subiendo, parecía indecisa sobre si quería hacer notar su presencia o no, porque la fuerza de sus pisadas variaba cada pocos segundos.
Pero Sherlock no podía pararse a pensar en eso, había tomado una decisión: abrir la puerta para sorprender al intruso. Tragó saliva, repasando mentalmente cuales quería que fueran los próximos movimientos de su cuerpo sin dejar de prestar atención al sonido que tanta ansiedad le traía.
De pronto, las pisadas se detuvieron.
Sherlock había calculado que apenas quedaban cuatro escalones para llegar a lo más alto de la escalera y la repentina parada del intruso le puso nervioso.
¿Acaso era posible que hubiera advertido su presencia?
En ese caso, debía moverse rápido. Esperó tan solo un segundo más y cuando el sonido no se reanudo, apretó el mango de la pistola y, con su mano libre, abrió la puerta. Extendió el brazo hacia el frente, apuntando con gesto amenazante la sombra que la penumbra le permitió observar.
—Nunca me había gustado tanto que me apuntaran con un arma —dijo una voz seductora desde las sombras—. ¿Me has echado de menos, Sherly?
—¿Jim? —preguntó confuso el detective, al tiempo que sus ojos le iban permitiendo reconocer las facciones de su pareja entre las sombras.
—¿Esperabas a alguien más? —se burló el criminal, antes de inclinarse para besar el cañón de la pistola.
—Por supuesto que no —respondió Holmes con ademán ofendido—. Pero tampoco esperaba que tú llegaras tan pronto... ¿Qué ha pasado con la reunión?
Jim subió el tramo de escaleras que faltaban para llegar arriba y atrapó los labios de Sherlock en un feroz beso. El detective no se resistió y siguió el ritmo del beso con la misma energía que le era ofrecida. Tras unos minutos de pasión, al fin Moriarty rompió el beso para contestar:
—Me han informado muy amablemente durante mi viaje de que la mansión de Ravenswood ha explotado "repentinamente".
Una sonrisa felina adornaba su rostro mientras decía aquello.
—Has sido tu, ¿verdad? —dijo Sherlock.
—Morán se va a ganar un buen sueldo este mes —respondió con picardía Jim. Luego, con un puchero, añadió—. No puedo estar tanto tiempo sin ti, Sherly.
Sherlock le atrapó el mentón y acercó los labios a los suyos.
—Por esta noche —susurró seductoramente—, no tienes permiso para irte otra vez.