ID de la obra: 811

Drabbles Sheriarty

Slash
R
En progreso
2
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 30 páginas, 9.263 palabras, 26 capítulos
Descripción:
Notas:
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Celos

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Número de palabras: 354 ------------------------------------------------------------------------------------------ —No me falles Morán, esto debe hacerse hoy —dijo, antes de colgar el teléfono. Jim suspiró, hastiado por el transcurso de un día casi sin novedad. Giró sobre si mismo, dispuesto a salir de la sala de estar y, al hacerlo, encontró frente a él una figura conocida: Sherlock Holmes. Sus ojos brillaron al ver a su pareja, pero antes de que pudiers saludarle, el detective habló: —¿Era Morán? Jim enarcó una ceja sin comprender a qué venia aquella pregunta. —Si, era un nuevo encargo, quizás te den un caso nuevo pronto —bromeó, acercándose a él. —Ya, asi que Morán tiene trabajo hoy —repitió Sherlock, pronunciando con un atisbo de desprecio aquel apellido. Jim detuvo su marcha a pocos pasos del otro. —Oh, pero Sherly... —sonrió, comprendiendo el significado de aquello—. ¿Estás celoso de Sebastian? Sherlock arrugó la nariz cuando escuchó aquel nombre entre los labios de su pareja. Sin responder, se dirigió hasta su sofá. Llevaban años viviendo juntos y, aunque seguía residiendo de manera oficial en Baker Street, Jim había acondicionado su mansión para que ambos pudieran sentirlo como un hogar. Al llegar al sillón, se dejó caer pesadamente, murmurando y gruñendo cosas que, debido a la distancia, Moriarty no pudo escuchar. Aquello resultaba divertido. Su pareja, ante el mundo entero, se comportaba como un hombre calculador y frío, carente de emociones, lo más parecido entre los humanos a una máquina..., pero eso cambiaba cuando se trataba de Jim. Con él era dulce y cariñoso, y mostraba el brillo de la pasión cuando se miraban. Pero además, había desarrollado algo que nunca se vió capaz de sentir: los celos. Moriarty se acercó hasta el detective, que mantenía apoyado su codo sobre el reposabrazos y la cabeza descansando en su mano, en un gesto de total enfado. Al llegar hasta él, y sin pensarlo dos veces, se dejó caer sobre sus piernas, sentándose sobre las mismas y rodeándole el cuello con sus brazos. —Mi querido Sherly... —susurró de forma seductora en su oído—, yo soy todo tuyo. Sherlock giró la cabeza y enfrentó sus miradas. Luego, se abalanzó sobre él y lo besó con fuerza, apretándole contra el reposabrazos. —Tú y yo, nos pertenecemos —jadeó al separarse brevemente del beso.
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