Aburrido
12 de septiembre de 2025, 21:00
Número de palabras: 399
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Por fin la inspiración había llegado.
Después de días enteros devanándose los sesos tratando de encontrar las palabras adecuadas para empezar a contar el increíble caso de "El Carnicero de Wandsworth", que se había saldado con seis víctimas mortales, al fin las musas se habían dignado a aparecer.
Se sentó corriendo en su sillón, tomando el portátil entre sus manos, como si temiera que la tardanza le espantara las ideas, y comenzó a teclear con furia, manchando con letras el documento en blanco que tantos dolores de cabeza le había provocado noches atrás.
—¡Johnnn!
—Ahora no, Sherlock, por favor —refunfuñó el médico sin dejar de escribir.
¡No podía detenerse ahora o perdería la oportunidad de contar la historia tal y como quería!
—¡Joooohnnnn! —se quejó de nuevo el detective—. ¡Estoy aburridooooo...!
En esta ocasión, su pareja decidió no responder. Sabía por experiencia que, en algunas pocas ocasiones, Sherlock podía encontrar en su silencio la suficiente motivación para dejarlo tranquilo.
Y deseaba que esa fuera una de ellas.
De pronto, el respaldo de su sillón comenzó a hundirse hacia él de forma abrupta e inesperada. En un acto reflejo, miró por encima de su hombro izquierdo para ver lo que ocurría: allí encontró a Sherlock colgando boca abajo como si de un murciélago se tratara y dejándose caer lentamente.
—¡No me ignores, Johnnn...!
En su boca, un puchero se había formado e hizo estallar en carcajadas al médico. Le parecía adorable la forma que había encontrado su pareja para llamar su atención..., y definitivamente lo había logrado.
Cuando terminó de reír, volvió a observar el rostro del detective quien, en respuesta a sus carcajadas había añadido un fruncimiento de ceño a su gesto, lo cual le hacia parecer aún más adorable que antes.
—No te enfades, cariño —le dijo John, intentando contener una nueva risotada. En cambio, se inclinó hacia adelante para besarle la nariz—. Es que no puedo dejar esto, quiero subirlo a mi blog y es importante para mí..., pero puedes verme trabajar si quieres.
La cara del detective se iluminó al instante.
—¿Puedo? —preguntó con una sonrisa enorme.
—Claro que sí —le respondió John.
Al momento, Sherlock se dejó caer en el sillón. Luego se enderezó y apoyó su cabeza en su hombro para poder observar mejor lo que escribía. John volvió a sonreír y, antes de ponerse a trabajar de nuevo, le besó en la cabeza.