Ayúdame
12 de septiembre de 2025, 21:19
Número de palabras: 320
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Una gran explosión estalló en la cocina de Baker Street dejándola llena de humo.
Sherlock, cubierto por una masa viscosa verde y las gafas de protección empañadas por una sustancia del mismo color, se encontraba sentado frente a la mesa llena de tubos de ensayo y probetas rotas. Se quitó las gafas con cuidado y contempló el resultado obtenido tras su último experimento.
Toda la cocina estaba manchada y recubierta de verde.
El pánico comenzó a invadirlo mientras no dejaba de mirar a su alrededor; de pronto, en su campo de visión entró la sala de estar, donde se encontraba John, sentado en la mesa de la misma, escribiendo en su portátil mientras la música de sus auriculares le mantenía ajeno a todo lo que pasaba a su alrededor. Sherlock se levantó al instante y corrió hasta su pareja.
John notó que algo se acercaba a toda velocidad hacia él y, al girar la cabeza, reconoció la figura delgada y esbelta del detective.
—¿Qué has hecho ahora? —suspiró con impaciencia, mientras se quitaba los auriculares, al descubrir el gesto de miedo y culpabilidad que reinaba en la cara del otro.
Sherlock señaló con urgencia la cocina.
—La señora Hudson dijo que venía dentro de media hora, necesito que me ayudes —explicó casi sin aliento—. Por favor, John.
Un nuevo resoplido escapó de los labios del médico.
—Sólo a ti se te ocurre hacer un experimento ahora —dijo, apretándose el puente de la nariz. Luego, tras haber analizado la situación, abrió los ojos y enfrentó al asustado detective—. Cuando nos casamos juré protegerte de cualquier mal y estar contigo en las malas, en las buenas y las peores ¿no?
—S-sí... —tartamudeó Sherlock.
—Pues por ahí se acerca algo que puede ser de "las peores" así que más nos vale ponernos a limpiar ese desastre —concluyó John, levantándose de su asiento.
La cara de Sherlock se iluminó al instante y saltó a los brazos de su pareja.
—¡Gracias! ¡Gracias! —exclamaba lleno de entusiasmo.