Errores
12 de septiembre de 2025, 21:22
Número de palabras: 422
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Sherlock observó el recipiente de cristal que descansaba entre sus manos mientras trataba de evitar que las lágrimas escaparan.
La masa carbonizada, que en algún momento había sido un intento de lasaña de verduras, contaminaba ahora el aire con un olor terrible, pero a él no le importaba; estaba demasiado sumido en su pena como para percatarse si quiera de que el horno seguía expulsando el humo negro que lo había alarmado.
—¡Estoy en casa! —se oyó en la puerta de entrada—. ¿Sherlock?
Unos pasos rápidos se escucharon en las escaleras y en cuestión de segundos, John Watson se encontraba en la cocina, contemplando sin palabras a su pareja, que seguía mirando la lasaña quemada.
—¿Sherlock? —llamó John, acercándose con cautela hacia el detective. Cuando llegó hasta él, apagó el horno, le arrebató de las manos el recipiente de cristal y le quitó los guantes de cocina que tenía puestos para inspeccionar sus manos en busca de quemaduras—. ¿Estás bien?
Sherlock por fin levantó la vista. Su ojos rebosantes de lágrimas hablaban de la enorme tristeza que sentía y sus labios temblorosos no hacían más que confirmarlo.
—Y-yo... t-tu cena... —intentó tartamudear, pero no pudo terminar la frase.
Se le formó un nudo en la garganta y las lágrimas salieron en borbotones continuos de sus ojos. Todas sus emociones de dolor, tristeza e impotencia explotaron al mismo tiempo dentro de su corazón y se dejó caer encima de John mientras se deshacía en llanto.
—T-tu cena... t-tu cena... —repetía constantemente.
John le recibió en su brazos y comenzó a acariciarle la espalda con ternura.
—Shhh... tranquilo —susurró, observando de reojo el plato quemado que había dejado sobre la mesa—. Tranquilízate y cuéntame qué ha pasado, por favor.
Tuvieron que pasar todavía algunos minutos, en los que las lágrimas corrieron a raudales, empapando las mejillas de Sherlock, hasta que éste se vio capaz de hablar.
—H-he quemado tu cena... —explicó con un débil susurro—. L-lo he intentado pero yo...
John le separó un poco y le regaló una sonrisa compasiva y dulce.
—Sherlock, está bien —le tranquilizó—. Te agradezco mucho que lo hayas intentado, pero no puedes castigarte por que te haya salido mal. Los errores pasan y yo no voy a enfadarme porque cometas uno.
—¿N-no estás enfadado?
—No —respondió decididamente John, besándole en la mejilla—. ¿Sabes? Se me ocurre algo: ¿Qué te parece si tú vas al teléfono y encargas una pizza mientras yo limpio esto?
Los ojos de Sherlock parecieron brillar.
—¿Puedo pedir la de cuatro quesos?
—La que quieras, tu mandas con la cena esta noche —le respondió John, dándole otro beso, esta vez en los labios.