Capitán Watson
12 de septiembre de 2025, 21:22
Número de palabras: 437
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—¡Pero John...! —protestó Sherlock.
John mantuvo el semblante firme ante la expresión de su pareja, que se componía de un pronunciado puchero en los labios y los ojos mirándole de la misma forma que lo haría un pequeño cachorro pidiendo alimento.
—He dicho que a la cama —repitió con tono estricto, cruzando los brazos sobre su pecho—. Te he dejado trabajar toda la tarde en ese caso a pesar de que estás enfermo —le recordó—, pero no vas a pasar la noche sin dormir en ese estado —añadió, señalando la enorme cantidad de pañuelos que se encontraban esparcidos por todas partes y cuyo aspecto húmedo y revuelto evidenciaba el pésimo estado de salud del detective.
—Pero... —susurró Sherlock tratando de presentarse aún más abatido.
El médico le miró en completo silencio, como si tratara de decidir cual debía ser su próximo movimiento. Al fin, puso los ojos en blanco y giró sobre sus talones, no sin antes dejar escapar un resoplido de desesperación, para desaparecer en el pasillo que conducía a las habitaciones.
Aquel gesto llegó hasta Sherlock como una clara señal de que no se había comportado correctamente con su pareja y, sumido en el miedo de haber dañado a John, sintió el impulso de seguirle..., pero sus intenciones se vieron rápidamente frustradas por la nueva aparición que hizo el médico, cargando con una gruesa manta.
Bajo la atenta mirada del detective, John dejó caer la manta al suelo y la extendió. Cuando hubo terminado, fijó su atención en Sherlock.
—Túmbate —le exigió, señalando hacia el suelo cubierto.
Sherlock se estremeció. John había usado aquel tono firme y militar que reservaba para los momentos en los que quería expresarse como una figura autoritaria e inflexible. Cuando usaba aquel tono, Sherlock podía tener la seguridad de que ya no tenía frente así a su amable médico y pareja, sino al inquebrantable Capitán Watson.
Sin rechistar, se acercó hasta su pareja y se dejó caer boca abajo sobre la manta. John asintió, con aire complacido, y se agachó para tomar uno de los bordes. Comenzó a mover sus manos con agilidad, atrapando cada vez más a su pareja bajo capas y capas de tela, hasta que éste quedó totalmente inmovilizado.
—Gracias por hacerme caso, cariño —dijo con un tono burlón, que indicaba el regreso del médico John Watson a la escena, antes de besarle con suavidad la nariz. Luego, haciendo uso de la increíble fuerza que poseía, colocó las manos bajo el rollo de tela en el que había convertido a Sherlock, y le cargó en sus brazos—. Te llevaré a la cama.
—¡John! —protestó el detective, formando un nuevo puchero que hizo romper en carcajadas a su pareja.