No Dejes Que Te Mate
12 de septiembre de 2025, 21:25
Número de palabras: 474
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Si seguía corriendo por más tiempo estaba seguro de que el corazón se le saldría por la boca. Sherlock, mucho más acostumbrado a ese tipo de carreras que él y con las piernas más largas, le sacaba un pequeño tramo de ventaja.
Perseguían a Fergus Campbell, el cruel asesino en serie que había estado aterrorizando Londres desde hacía meses. Según lo que la Scotland Yard había logrado investigar de su modus operandi, sentía una fijación por disparar a sus víctimas en el estómago para que se desangraran hasta morir. Esto, había provocado que la prensa le apodara "El Caza Entrañas".
Por suerte para ellos, Fergus había nacido en Escocia, y tan sólo llevaba algunos meses en la ciudad, por lo que no conocía bien las calles. No pasaron muchos minutos más (aunque para John resultaron parecidos a la eternidad) hasta que el criminal giró hacia la izquierda, entrando en el callejón de Shillibeer Place.
Sherlock aceleró el ritmo, sabiendo que si llegaba allí antes de que se diera cuenta de que era un callejón sin salida, le tendría completamente atrapado.
Cuando llegaron hasta la entrada, Fergus ya había llegado hasta el final de la calle y miraba desesperadamente a su alrededor en busca de una salida. Sherlock se detuvo para esperar a John y ambos sacaron sus pistolas. Las pusieron en alto y comenzaron a caminar hacia el asesino.
—¿Por qué no te rindes? —preguntó con sorna el detective—. Este callejón no tiene salida posible, una pena que no lo supieras...
Fergus Campbell se giró, mostrando toda la ira que cargaba en su mandíbula apretada y su expresión llena de odio.
—Donde crecí no me enseñaron a rendirme —respondió, con su marcado acento escocés.
—¿Y que te enseñaron? —preguntó John, dando un paso hacia adelante sin perder de vista el punto de tiro—. ¿A matar inocentes?
—No.
Una sonrisa cruel y siniestra cruzó su rostro.
—A morir matando —proclamó, sacando una pistola de su abrigo.
Un fuerte sonido chocó contra las paredes del callejón, acompañando a un destello de fuego: un disparo.
Casi al mismo tiempo, otro disparo impactó directamente en el cuerpo del criminal, matándolo al instante.
Pero no había sido el único herido.
—¡JOHN! —gritó con angustia el detective, tirándose al suelo para recoger el cuerpo de su pareja.
Le examinó: un agujero justo en el estómago. Una fina línea de sangre escapaba de la comisura de su labio y tenía la vista borrosa.
—S-Sherlock... —susurró con dificultad el médico—. No dejes que te mate, no se lo permitas...
El detective le apretó la mano con fuerza mientras las lágrimas comenzaban a escapar.
Sabía a lo que John se refería: Fergus no le había disparado a él porque sabía que la pérdida de John terminaría matándolo también a él.
—N-no te vayas —tartamudeó, sintiendo como las fuerzas escapaban de los músculos del otro.
—No dejes que te mate —repitió John—. Y no olvides que te amo.
Aquellas, fueron sus últimas palabras.