Bicho Raro
27 de septiembre de 2025, 9:20
Número de palabras: 421
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—Nunca podrá escapar de su legado, señor Holmes— sentenció con voz grave y altiva lord Pembroke—. Usted siempre será un bicho raro.
Sherlock frunció el ceño y se dispusó a responder con uno de aquellos comentarios mordaces e hirientes que la vida le había enseñado a elaborar rápidamente; pero su pareja, se adelantó. John, con el rostro rojo de ira, se interpuso entre lord Pembroke y él, y adoptó una postura tensa que reflejaba a la perfección su enfado.
—¿Podría repetir eso? —exigió, supurando odio por cada poro.
Lord Pembroke levantó el mentón con descaro, tratando de mantener su serenidad.
— No me importa lo que tenga que decir, Capitán Watson —proclamó con arrogancia—. Sea lo que sea para usted el señor Holmes, es innegable que es un inadaptado a la socie-...
Sin dejarle terminar la frase, John le tomó por el cuello de su elegante traje y le lanzó hacia atrás, estampándole con fuerza contra la pared más cercana.
— Ahora... — comenzó a decir, apretando los dientes y los puños por la rabia—, va a pedirle disculpas a mi marido en este instante o le juro que le rompo los huesos uno a uno hasta que se convierta en una babosa.
— N-no me asusta, señor Watson — titubeó lord Pembroke—. Su juramento hipocrático se lo impide.
Una sonrisa siniestra se asentó con fiereza en los labios de John, y un destello de malicia brilló en sus ojos inyectados en sangre.
—Créame —susurró lentamente—. En Afganistán tuve que hacer muchas cosas que el juramento hipocrático no permite —explicó—. Si fui capaz de hacerlo por un país, ¿Cree enserio que no seré capaz de hacerlo por el hombre por quien daría la vida?
Los ojos de Lord Pembroke recorrieron las facciones en el rostro del médico, tratando de decidir si debía ceder ante las exigencias del mismo o, por el contrario, ignorarlas. Tras unos segundos de intensa búsqueda, pareció decidirse en favor de la primera opción, puesto que, con el rostro blanquecino y la boca curvada en una mueca angustiada, dirigió su mirada hacia Sherlock, quien sonreía ante la escena.
—Lamento mucho haberle llamado bicho raro, señor Holmes —John le apretó más fuerte contra la pared—. Ha sido un comentario totalmente desafortunado y le pido mis más sinceras disculpas.
Watson, sin soltar aún al otro hombre, giró la cabeza para mirar a Sherlock. Cuando éste asintió con complacencia, permitió a Lord Pembroke recuperar su libertad.
—Nadie va a llamarte bicho raro en mi presencia —aseguró, mientras observaba como el otro hombre salía corriendo de allí.
—Lo sé —respondió Sherlock, tomándole la mano con ternura.