Extra Fluff: Aftercare
12 de septiembre de 2025, 20:45
—Descansa un poco mientras caliento el agua de la bañera —insistió Gi-hun.
Su cálido aliento impactó contra las nalgas expuestas de El Reclutador, haciendo que la piel se erizara. Luego, le dio un nuevo beso en la nalga derecha, más húmedo y lento que el primero.
A pesar de que la excitación ya se había disipado casi por completo, aquel cuerpo seguía pareciéndole tan hermoso como momentos atrás. Casi sin buscarlo, se sentía inclinado a seguir saboreando cada uno de los tramos de piel que lo componían y adorarlo con la veneración que merecía.
Sus manos subieron por los muslos derrotados del otro hombre, acariciándolo poco a poco antes de obligarse, de forma abrupta, a separarse. Venciendo a la tentación que seguía representando el cuerpo frente así, bajo de la cama.
Echó un último vistazo y luego dirigió sus pasos hasta el baño, dejando al Reclutador retorciéndose sobre las sábanas, buscando una posición cómoda en la que esperar.
Una vez en el baño, se inclinó sobre el grifo y lo abrió, dejando que el agua fluyera y fuera calentándose. Miró a su lado izquierdo, donde se encontraba la cristalera que servía como separación entre aquella sala y la habitación.
Sobre la cama, pudo contemplar el cuerpo inerte y tranquilo de El Reclutador. Tenía los ojos cerrados y parecía haber logrado estabilizar su respiración, por lo que su rostro mantenía una expresión relajada.
Su cara bien parecía la de un ángel.
Nadie sería capaz de adivinar, a la vista de aquella figura tranquila y serena, que tras aquel rostro se escondía una mente sádica y enferma.
—Que hermosura...
Gi-hun apretó los labios, descubriendo que aquellas palabras habían salido de su boca en un débil susurro. No es que lo que había dicho fuera falso pero..., maldita sea, no debía pensar en El Reclutador de aquella manera.
Le deseaba, eso era obvio, pero no se suponía que sus sentimientos fueran más allá de eso...
Y, sin embargo, allí estaba, observándole con admiración mientras le preparaba un baño de agua caliente porque no soportaba la idea de hacerle dormir con la incomodidad de la cera sobre su piel.
Sacudió la cabeza, tratando de alejar aquellos pensamientos de su mente. Devolvió su atención al chorro de agua que caía del grifo y metió la mano dentro. Caliente. Sonrió y se inclinó para tomar el tapón de la bañera.
Al colocarlo, el agua comenzó a acumularse, incapaz de escapar por el desagüe, creando una fina capa sobre la cerámica blanca. Ante esto, Gi-hun giró sobre sus talones, permitiendo que la bañera fuera llenándose poco a poco, y se dirigió de nuevo hacia la habitación.
—La bañera ya está llenándose —anunció al entrar.
Sus pasos, en lugar de acercarse hacia El Reclutador, le llevaron hasta el lugar exacto en el que había dejado caer su propia ropa.
—No me hagas levantarte yo mismo —amenazó divertido, agachándose para tomar sus pantalones.
El Reclutador gruñó, haciéndole sonreír.
—Creía que habías dicho que eras un hombre adulto, pero ahora pareces más bien un niño pequeño que hace berrinches —se burló Gi-hun, rebuscando en los bolsillos.
Al fin, dio con lo que estaba buscando: su cartera.
—Cállate —protestó El Reclutador.
Mientras Gi-hun se encontraba entretenido con su cartera, usó toda la fuerza que pudo reunir en sus brazos hasta lograr sentarse sobre el colchón. La cera solidificada tiraba de su piel, causando una ligera incomodidad en sus hombros y su espalda.
—Tómalo con calma, la piel se puede irritar si haces movimientos bruscos.
El Reclutador miró hacia atrás, solo para ver como Gi-hun volvía a entrar en el cuarto de baño.
Se sentía terriblemente tentado de hacerle esperar un poco más, esperando que aquel hombre que tanto le fascinaba volviera a su encuentro, instándole a acompañarlo..., pero tenía demasiadas ganas de quitarse la cera del cuerpo como para resistirse a aquello que se le ofrecía.
Su cuerpo se movió lentamente, tratando de evitar los constantes tirones que se producían en diferentes zonas de su piel, y salió de la cama. Sus pasos lo llevaron con toda la rapidez que le fue posible hasta el cuarto de baño.
—Entra —le invitó Gi-hun, haciendo un gesto con la palma de la mano en alto, señalando la bañera—. Voy a quitarte parte de la cera para que podamos limpiarte mejor.
Mientras decía aquellas palabras, alzó su mano derecha, mostrando un rectángulo dorado entre sus dedos. El Reclutador observó la que reconoció como la tarjeta de crédito que se le concedía a los ganadores de los Juegos.
—Hace mucho que saqué todo el dinero de la cuenta bancaria, es inservible —explicó Gi-hun.
—Los bancos son insoportables, el mío siempre me llama para ofrecerme un plan de pensiones —se burló El Reclutador—. Resulta divertido pensar que hay alguien que confía en que llegaré hasta la vejez —continuó, mostrando una amplia sonrisa en los labios.
Gi-hun puso los ojos en blanco.
Una de las cosas que había aprendido de aquel hombre durante el transcurso de su extraña relación, es que no era de aquellos que temen o respetan en lo más mínimo la muerte. Es más, casi parecía que la entendiera como una bendición que tardaba en aparecer.
—Sé que no es lo más adecuado —dijo, ignorando sus palabras—. Pero no tengo nada más para rascar la cera, así que deberás conformarte con esto.
Acto seguido, se movió a un lado para dejar un espacio aún más evidente entre él y la bañera y volvió a repetir el gesto con la palma de su mano hacia arriba, invitándolo de nuevo a entrar.
Esta vez, El Reclutador obedeció al instante, ansioso por librarse de la sensación que, conforme los minutos pasaban, se iba volviendo más desagradable en su piel.
Metió uno de sus pies dentro del agua, que ya lograba cubrir hasta la mitad de su pantorrilla, y el calor le envolvió al instante, haciéndole suspirar de satisfacción. El otro pie no tardó en acompañar al primero, y pronto se encontró sentado dentro de la bañera.
En dicha posición, el agua apenas llegaba hasta el inicio de sus caderas, dejando todo su torso al descubierto.
—Avísame si en algún momento te duele —le dijo Gi-hun, arrodillándose al otro lado de la bañera y acercando la tarjeta de crédito hasta su pecho.
El Reclutador siguió cada uno de los movimientos de aquella tarjeta de plástico mientras raspaba, con suma delicadeza, cada una de las líneas rojizas que lo cubrían antes de lanzar los restos de cera en el suelo del baño.
—Ahora la espalda —anunció Gi-hun, inclinándose ligeramente hacia su izquierda.
El Reclutador se estremeció.
Aquella posición había provocado que la cabeza de Gi-hun se situara mucho más cerca de su hombro.
Aunque no le disgustaba la cercanía del otro, había algo extraño en tenerle junto a él en un momento tan íntimo. Se sentía cuidado y protegido, a la par que vulnerable y, sin embargo, no cabía en su mente el más mínimo signo de inquietud o de alerta.
Estaba..., cómodo.
La tarjeta volvió a recorrer su piel, iniciando desde la parte más baja de su espalda hasta alcanzar la nuca, arrancando cada pedazo de cera.
A pesar del cuidado que Gi-hun estaba poniendo en la realización de la tarea, en aquella ocasión no pudo evitar sentir como el plástico rozaba de forma desagradable su piel sensible.
Siseó.
—Lo siento... —susurró Gi-hun—, ya casi termino...
El Reclutador giró la cabeza para mirarle. Su voz había sonado tan terriblemente triste y arrepentida que casi parecía motivada por un sentimiento real.
Para su sorpresa, encontró frente así una expresión preocupada impresa en el rostro de Gi-hun.
Preocupación...
¿Por él?
Apartó la vista al instante, volviendo a mirar al frente, justo hacia la pared cubierta de azulejos.
Realmente debía ser un completo estúpido para pensar que Gi-hun, aquel hombre tan noble y entregado a la idea de detener aquellos juegos a los que enviaba a morir a cientos de personas cada año, podía preocuparse por él.
No, no era posible.
Gi-hun tan solo se estaba asegurando de mantenerle en plena forma pues, si resultaba dañado, no podría disfrutar de él...
Y, sin embargo, estaba siendo tan delicado, que le hacía dudar de la veracidad de aquellos pensamientos.
—Listo —anunció de pronto Gi-hun, devolviéndole a la realidad—. He sacado la mayor parte de cera, así que podemos comenzar a limpiarte.
El Reclutador volvió a mirarle, observando cómo se movía para dejar la tarjeta de crédito tirada sin ningún cuidado en el suelo, antes de estirarse para cerrar el grifo de la bañera.
Tal había sido su ensimismamiento, que no se había percatado de que el agua había ascendido hasta cubrir por encima de su codo, justo bajo la línea de sus pectorales.
—Puedes tumbarte —le propuso Gi-hun.
Sin saber muy bien por qué, El Reclutador tomó aquel ofrecimiento al instante, dejando que su espalda se apoyara contra la cerámica inclinada que significaba uno de los extremos de la bañera. El agua le cubrió el pecho, permitiéndole relajarse aún más.
Gi-hun asintió complacido.
Luego, se inclinó hacia su costado derecho para tomar algo del suelo y, al regresar a su posición inicial, le mostró un bote de plástico que se encontraba relleno por un líquido transparente.
—No tiene fragancias, así que no debería irritarte la piel mientras te limpio —explicó Gi-hun.
El Reclutador abrió mucho los ojos.
—¿"Mientras te limpio"? —repitió extrañado—. ¿Me vas a limpiar tú?
—Solo superficialmente —le tranquilizó Gi-hun—. Has estado mucho tiempo con los brazos atados, y he notado que los tienes un poco entumecidos, así que quiero hacerte un ligero masaje mientras aprovecho para limpiarte los hombros y el pecho. Luego dejaré que termines por tu cuenta.
Aquello resultaba demasiado extraño..., pero no podía negar que Gi-hun tenía razón. Le dolían terriblemente los brazos debido al tiempo en el que estos habían permanecido en la incómoda posición que las esposas le habían obligado a mantener.
—Está bien —dijo al fin, con un pequeño asentimiento de su cabeza.
Frente a sus ojos, pudo contemplar como Gi-hun se llenaba las manos de jabón, justo antes de que estas se acercaran hasta sus hombros. El peso y la fuerza de sus dedos comenzaron a trabajar sobre sus músculos adoloridos, liberándolos poco a poco de la tensión acumulada.
Cerró los ojos, concentrándose en el suave recorrido que las yemas trazaban sobre los contornos de su piel, dibujando las líneas de su clavícula y apretando suavemente en cada tramo de carne.
No pudo evitar gemir.
Al instante, se arrepintió de aquel sonido que tan incontrolablemente había escapado de su interior. Abrió los ojos, temiendo encontrar en la cara de Gi-hun algo cercano a la burla.
Aquello resultaba demasiado humillante bajo esas circunstancias.
Pero Gi-hun no parecía haberse percatado de aquel sonido, demasiado absorto en la continuación del masaje.
Suspiró aliviado.
—¿Has disfrutado del juego? —le preguntó de pronto Gi-hun.
—Sí —respondió automáticamente El Reclutador—. Ha sido..., interesante.
—¿Tanto como para repetir? —insistió Gi-hun.
Una sonrisa divertida adornó los labios de El Reclutador.
—¿Acaso estás buscando una segunda ronda?
—No sería soportable.
—¿Para ti o para mí? —cuestionó con aire divertido.
Los ojos de Gi-hun se clavaron directamente en sus pupilas.
—Para ninguno de los dos —respondió tajante—. Ha sido una experiencia intensa, debemos dormir... —añadió con voz más baja.
Luego, apartó las manos de su cuerpo, dejándolo con una sensación de vacío más angustiosa de lo que estaría dispuesto a admitir.
—¿Te ves capaz de terminar de limpiarte? —le preguntó Gi-hun, tendiéndole el bote de jabón.
—Sí —respondió El Reclutador, tomándolo entre sus manos.
—Bien, tómate el tiempo que necesites. Yo te estaré esperando en la habitación.
Dicho esto, se levantó.
Pero, justo cuando pensaba que iba a marcharse, se inclinó hacia adelante y le dio un suave beso en la cabeza. Luego, se giró y salió por la puerta con paso rápido, dejándole sólo y desconcertado.
¿Qué había significado aquello?
Gi-hun, ya en la habitación, se preguntaba exactamente lo mismo. No había respuesta alguna que pudiera darse, había sido algo instintivo e incontrolable, uno de esos impulsos que no era capaz de prever y que no era posible detener.
Se sentó en el borde de la cama, rezando para que El Reclutador no le preguntara sobre aquello al salir del baño. Quince minutos después, le vio aparecer tras la puerta, completamente limpio y con una toalla enrollada a la cintura.
Estaba espectacular.
—Túmbate —le dijo, levantándose de la cama—. Voy a echarte un poco de crema hidratante para que no se irrite la piel.
El Reclutador accedió, acercándose a la cama y quitándose la toalla para luego tumbarse desnudo sobre el colchón. Gi-hun suspiró aliviado; no parecía interesado en hablar sobre el beso en la cabeza.
Pero se equivocaba.
En realidad, El Reclutador se moría de ganas de hablar sobre ello, pero temía demasiado encontrar una respuesta que no se correspondiera con lo que más deseaba en aquel mundo: que Gi-hun también lo amara.
Las manos del otro hombre, cubiertas de crema, comenzaron a rozarse sobre su cuerpo, untándolo con una fina capa que hizo que todos aquellos pequeños escozores que aún acompañaban a su piel, desaparecieran casi por completo.
Poco a poco, el alivio y el cansancio fueron arrastrándolo lentamente hacia el sueño, en donde cayó repentinamente. Su respiración tranquila le anunció este hecho a Gi-hun, quien detuvo el movimiento de sus manos sobre la piel ya cubierta de crema y se dejó caer con un suspiro junto a él.
Se apoyó sobre su costado derecho, observando las bellas facciones del otro hombre, admirando cada una de las líneas y contornos que lo conformaban.
Y, sin darse cuenta, el sueño también comenzó a atraparlo entre sus redes, hasta que cayó profundamente dormido, dejando tras de sí un montón de palabras sin decir.
Quizás un día, al fin esas palabras escaparan de su garganta...
O, quizás, nunca serían liberadas, impidiendo que todo lo que podían ser juntos jamás fuera posible.
A fin de cuentas, el tiempo corría rápidamente, y ellos solo tenían tiempo..., hasta que lo atraparan.