¿Por qué eres así?
12 de septiembre de 2025, 20:35
Narra Edward
Esperaba a Isabella en la puerta de la cafetería, llegaba tarde. Veinte minutos después de la hora acordada por fin la vi aparecer, la salude con la mano desde la distancia para que me viera. Se acercó:
—
Hola, Edward. Perdona por el retraso se me olvidó por completo que habíamos quedado.
—
Pero..., si te lo recordé ayer…
—
respondí, casi susurrando.
—
Sí, bueno, pero no seas dramático, estaba ordenando unos libros y no me acordé. Al menos ya estoy aquí
—
suspiró, con aire de cansancio y enfado.
—
Claro, a todo el mundo le puede pasar…, supongo, estás preciosa
—
dije mientras observaba el vestido negro con cuello alto que lucía.
—
Gracias, ¿entramos?
—
me respondió, señalando con la cabeza la cafetería.
La verdad, no era la respuesta que esperaba. Creía que al menos me saludaría con un beso o qué haría también un cumplido sobre mi vestimenta, pero en fin, supongo que simplemente no le gustó mi atuendo y prefirió callar antes que decírmelo.
—
Sí, claro -dije, abriendo la puerta y sujetándola, invitándola a pasar primero.
Nos sentamos en una mesa del centro, iluminada directamente por una bombilla de luz amarillenta
—
¿Te gusta el lugar?
—
pregunté
—
Bueno, está bien
—
me respondió, mientras miraba con aire aburrido a su alrededor.
—
Aquí es donde yo vengo a veces cuando salgo del trabajo y estoy algo cansado, el ambiente es muy agradable y tienen uno de los mejores cafés de la ciudad. La verdad hoy lo necesito, estamos en plena negociación para que nos permita-…
—
¿Podrías no hablar de trabajo? La verdad no me interesa- me interrumpió bruscamente.
—
Oh, eh… claro. Voy a pedir, ¿Qué quieres?
—
Un té verde.
Llamé al camarero e hice nuestro pedido, tardaron menos de cinco minutos en traernoslo. Tomé un sorbo de mi humeante café y continué con la conversación:
—
Bueno, la verdad es que estoy algo estresado pero seguro que tu tienes algún problema mayor en la biblioteca, ¿ha pasado algo interesante hoy?
—
No, la verdad. No se si me quedaré mucho tiempo, porque no he terminado de ordenar los libros.
—
Ah, yo pensé que podríamos pasar la tarde juntos y luego invitarte a cenar…
—
Buf, en realidad no me apetecía cenar hoy por ahí, prefiero cenar en casa.
—
Podría invitarte a la mía a cenar, Oswald siempre dice que soy muy buen cocinero
—
dije, con orgullo, recordando como Oswald siempre alababa mis platos.
Ella soltó una pequeña risita.
—
Edward, lo último que me preparaste estaba horrible
—
dijo, con una mueca de asco en su cara.
—
Eran pimientos rellenos, nunca me habías dicho que no te gustaran los pimientos. Obviamente no te iba a gustar, si lo hubiera sabido nunca te los hubiera preparado- me defendí.
Me lanzó una mirada que soltaba chispas.
—
¿Insinúas que fue mi culpa?
—
preguntó, enfadada.
—
Solo digo que deberías haberme avisado de algunas de las cosas que no te gust-...
—
Basta, no pienso soportar esto
—
dijo, terminando su té de un trago
—
, me voy de nuevo a la biblioteca a ordenar mis libros
—s
e levantó y se fue hacia la puerta.
—
Pero Isabella
—
la llamé, tratando de detenerla, pero ya se había ido.
Me había dejado solo en aquella cafetería. Pagué la cuenta y salí del lugar. Me metí en un callejón y deslizándome por la pared de piedra me senté en el suelo, escondí mi cara entre mis rodillas y comencé a llorar. Las lágrimas se mezclaron con las gotas de lluvia que me empapaban.
—
Pero yo la amo, ¿por qué me trata así?
—
balbuceaba, con las lágrimas ahogando mi voz.
Allí me quedé durante horas, bajo la lluvia, en aquel sucio callejón.