La alianza
12 de septiembre de 2025, 20:35
Narra Jervis
Otra vez estaba en un almacén. Este era más amplio y estaba más vacío que el que había usado para asesinar a la falsa Alice. Al lado de mi nuevo prisionero sólo había sido colocada una pequeña mesa rectangular para que pudieran ser apoyadas dos tazas de té con sus platitos, una tetera, un azucarero y una botella de agua. No sabía si a mi nuevo invitado le gustaba el té pero a mi siempre me hace falta una taza y sería maleducado de mi parte no ofrecerle. Y el agua...bueno, cuando has hecho tanto esfuerzo por escapar de una trampa, te cansas y no quería que una boca seca nos impidiera hablar libremente.
Unos suspiros desorientados sonaron a mi espalda. El hombre se había despertado al fin.
—
Hola, alcalde. Parece que al fin ha decidido despertar
—dije
, colocándome delante de él mientras esbozaba una gran sonrisa.
—
¿Dónde estoy?
—
preguntó Oswald sin centrar la mirada aún.
—
Eso no es importante
—r
espondí lacónicamente.
El Pingüino finalmente se despertó por completo y, haciéndose consciente de que sus brazos y piernas estaban atados a los reposabrazos y las patas de una silla, comenzó a agitarse tratando de soltarse.
—
Imagina por un momento que consigues soltarte, ¿y luego qué vas a hacer?
—
dije
—.
¿Tengo que recordarte que acabas de despertar después de estar horas dormido porque te han drogado y que no tienes ningún arma al alcance?
—
al ver que no se detenía agarré los reposabrazos de la silla para evitar que siguiera moviéndose
—.
Basta ya, te vas a hacer daño.
—
Como si eso te importara
—
me respondió con una voz pastosa mientras me lanzaba una mirada amenazadora.
—
Toma, deberías beber algo, noto en tu voz que tienes la boca seca
—
le dije, mientras tomaba la botella de la mesa, la destapaba y la acercaba a su boca. Él apartó la cabeza
—
. Vamos no te hagas el duro, sé que estás muerto de sed. Te prometo que es agua normal, si te quisiera matar lo habría hecho ya
—
volví a acercar la botella y esta vez bebió.
Bebió casi la mitad del agua de la botella.
—
¿Por qué me has secuestrado?
—
me preguntó, tragando las últimas gotas de agua de su boca.
—
Necesito tu ayuda.
—
¿Mi ayuda? ¿Es una broma?
—
me sonrió con esa sonrisa tan característica.
—
No, no lo es.
—
Podías haber pedido una cita
—
rodó los ojos.
—
Sabes igual que yo que no me habrías recibido.
—
Cierto, ¿y de qué se trata?- preguntó al fin.
—
Me gusta alguien…
—
¿Y qué pinto yo en eso? Yo no soy un psicólogo de pareja.
—
Es un hombre, y como tu eres pareja de el señor Nygma pensé que me podrías contar como os enamorasteis. Eres la única persona que conozco que sale con un hom...
—
Eh, eh, para el carro. Yo no estoy saliendo con Ed
—
me interrumpió.
Suspiré con cansancio.
—
¿De verdad me lo vas a poner tan difícil? Está bien, pensé que podríamos hablar como personas adultas pero bueno.
—
¿Qué vas a hacer? ¿Torturarme? He soportado mucho dolor en mi vida, pero me parece ridículo que te empeñes en sacar información que no te puedo dar. Te repito que Edward no es mi pareja, de hecho tiene una novia.
—
¿Torturarte? No, eso sería una pérdida de tiempo y eso es una de las cosas que no me sobran
—
dije, mientras sacaba mi reloj del bolsillo de mi chaleco y me puse en cuclillas hasta tener mis ojos a la altura de los suyos y seguí
—
. Mírame a los ojos, no alrededor ni sobre ellos. Si no justo en el centro. Ahora duerme
—
cuando cerró los ojos le di la orden a realizar
—
. Ahora cuando llegue a tres, me contarás cómo supiste que Nygma te correspondería. Uno… Dos… Tres.
Inmediatamente se despertó, pero se quedó callado.
—
¿Qué es lo que ocurre? ¿Por qué no hablas? ¿Acaso mi hipnosis no ha funcionado?
—
dije, confundido.
De pronto, se echó a llorar y entre lágrimas me reveló toda la verdad:
—
No tengo con qué contestar a tu pregunta. No soy pareja de Edward. Yo lo amo, pero nunca me he atrevido a declararme. Llevo desde que le conocí amándolo en secreto y desde que conoció a esa mujer, Isabel o como se diga, ya no tengo ninguna esperanza. Me he resignado a estar en un segundo plano de su vida.
“Igual que yo”, pensé. Tras reflexionar unos instantes tome una decisión sobre mi próximo paso.
—
Cuando chasqueé los dedos despertaras y cuando lo hagas quiero que recuerdes que me has contado todo esto
—
después de dar las instrucciones hice chasquear mis dedos, liberando a Oswald de la hipnosis.
Despertó y apartó la cara al notar las lágrimas que nublaban su vista, estaba claro que le humillaba el recordar que había llorado delante de mí.
—
¿Por qué me haces esto?
—
su voz sonaba baja y rota.
—
Quería que me ayudaras, pero me acabo de dar cuenta de que nos podemos ayudar mutuamente
—
me miró a los ojos inquisitivamente
—
, la persona de la que estoy enamorado es el señor Crane y mi mayor inseguridad es que creo que Valeska también está enamorado de él y…, no soportaría verle con otro. Quiero que me ayudes con tus hombres para vigilar los movimientos del pelo zanahoria
—
dije esto con un tono brusco al recordar a mi posible rival
—
. Y yo a cambio puedo hipnotizar a esa mujer para conseguirte más tiempo a solas con Nygma y descubrir si tienes al menos alguna posibilidad.
Oswald parecía estar asimilando mis palabras, barajando las opciones, aunque escasas, que tenía. Finalmente dijo:
—
Está bien, te ayudaré con hombres para vigilar a Jerome, solo dime dónde encontrarle cuando quieras que lo vigilen y yo te avisaré para que vayas a hipnotizar a Isabella cuando lo vea conveniente.
—
Perfecto
—
contesté alegre y quise estrechar la mano para sellar oficialmente el pacto pero me di cuenta de que sus manos atadas no podían devolverme el apretón
—
. Déjame que te desate.
—
Sí, por favor. Me duelen las muñecas
—
dijo, acompañando sus palabras con una mueca de dolor.
Le desaté y una vez de pie nos dimos un fuerte apretón de manos. Presentía que este era el comienzo de mi nueva vida.