ID de la obra: 833

Liberarme para amarte (Nygmobblepot/Hattercrow)

Slash
NC-21
Finalizada
1
Fandom:
Tamaño:
83 páginas, 22.139 palabras, 21 capítulos
Descripción:
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Arrancar tu miedo a besos

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Narra narrador Tras algunos minutos de caminata Jervis y Jonathan llegaron a casa. No habían parado de besarse en todo el camino; el nuevo placer descubierto en la boca del otro les impedía separarse. Al fin, llegaron frente a la puerta. Jervis apoyó a Jonathan contra la madera mientras intentaba, torpemente, introducir la llave en la cerradura. La respiración acelerada y entrecortada, mezclada con los suaves jadeos, retumbaba en los oídos de ambos, provocando que la temperatura de sus cuerpos aumentara. La puerta se abrió y ellos entraron apresuradamente. Jonathan hizo que giraran sobre sí mismos para luego estrellar a Jervis contra la pared. Apartó sus labios de los del otro hombre y dijo: — Oh, Jervis, eres tan hermoso. Llevo tanto tiempo queriendo tenerte junto a mí… — afirmó y, con la mirada llena de lujuria, añadió- esta noche eres mío. Llevo tanto deseando esto… Lo pasaremos bien. Al terminar la frase volvió a besarle, impidiendo que el otro le contestara, mientras desabotonaba el chaleco y la camisa de su amante. Jervis simplemente asintió y también comenzó a despojar a Jonathan de su ropa, todo sin dejar de besarse. Cuando el torso de Jonathan quedó al descubierto, Jervis inmediatamente deslizó sus besos por el cuello, el pecho y finalmente por el marcado abdomen. La mente de Jonathan se encontraba nublada por el placer, lo único que le permitía su cuerpo era emitir pequeños gemidos. Pudo notar como su cinturón era desabrochado y sus pantalones caían al suelo, seguidos de su ropa interior. El Sombrero sujetó, tembloroso, la erección casi completa de Jonathan. Masajeó la cabeza del pene y, conforme su mano se impregnaba del líquido preseminal iba deslizando su mano más allá, hasta llegar a la base.  Fue aumentando el ritmo mientras se deleitaba con los gemidos, cada vez más intensos, de Jonathan. Jervis, consumido por la excitación, se decidió a lamer la punta caliente de la erección, dibujando círculos con su lengua. Pasados unos segundos, introdujo lentamente el pene en su boca, sin dejar de hacer movimientos circulares. Al notar su virilidad rodeada por la cálida y húmeda cavidad de Jervis, Jonathan solo pudo reaccionar agarrándole el pelo con fuerza, empujándolo hacia adelante, invitándole a tragar más. En un esfuerzo, Jervis intentó introducirse casi al completo la erección, provocando un gran gemido por parte de Jonathan y la inestabilidad en sus rodillas. Continuó dirigiendo la cabeza de Jervis hacia él a la vez que empujaba sus caderas hacia adelante, introduciendo su erección cada vez más profundo en la garganta de su amante. Tuvo que detenerse por un momento al notar un pequeño gesto, que demostraba incomodidad, por parte del Sombrerero. Detuvo inmediatamente el movimiento de las caderas y miró hacia abajo. — Estás…¿Estás bien? — preguntó, con dificultad, entre jadeos.  Jervis miró hacia arriba con el miembro del Espantapájaros aún en su boca. Lo tomó con delicadeza y lo sacó. — Sí, Jonathan, estoy bien — aseguró y, tras unos segundos de silencio, continuó — . Es sólo que es mi primera vez. Nunca le había hecho sexo oral a nadie y me he atragantado un poco — confesó con una risita nerviosa, agachando la cabeza. Jonathan lo miró con ternura. — Siento si he sido muy brusco Jervis, también es mi primera vez y…, debo confesarte que el hecho de que mi primera vez sea contigo es algo que siempre he deseado, por eso puede que me haya puesto así. Lo haremos con más cuidado, ¿Vale? Tú y yo. Jervis levantó la vista de nuevo, esta vez con una amplia sonrisa en su cara. — Por supuesto que si, tú y yo, por siempre Jonathan ayudó a Jervis a levantarse del suelo y, haciendo alarde de una gran fuerza- que rompía con la creencia popular que afirmaba su debilidad basándose únicamente en su delgadez-, cargó al hombre como si fuera un koala. Jervis rodeaba con sus brazos el cuello de Jonathan y con sus piernas el torso del mismo. A la vez, Jonathan sujetaba los muslos del Sombrerero para evitar que éste cayera. Estando así, volvieron a conectar sus labios con un beso apasionado mientras Jonathan los dirigía hasta su propia habitación. Una vez dentro, Jonathan apoyó a Jervis contra el colchón sin separar sus labios (más que cuando era necesario respirar),  y aún sujetando sus muslos. Separaron sus labios. Jonathan comenzó a recorrer el abdomen de Jervis con sus manos, calentando las yemas de sus dedos con la suave piel. Deslizó su lengua por el lateral del cuello del Sombrerero, provocándole un escalofrío que le recorrió toda la espalda. Sus dedos temblorosos liberaron a Jervis del apretado cinturón y los pantalones, dejándolo en ropa interior (la cual fue lanzada lejos poco después). Mientras Jonathan se encargaba de la parte inferior, Jervis deslizaba su propia camisa por sus hombros, quedando al fin completamente desnudo. Jonathan observó el maravilloso espectáculo que tenía frente a él. — Eres tan hermoso Jervis — dijo, observando detenidamente la piel desnuda de su acompañante — . Deseo tanto estar dentro de ti…, pero, antes, debemos lubricar aquí — señaló las nalgas de Jervis y añadió-, no queremos hacerte daño, ¿verdad? A Jervis no le dio tiempo a responder pues Jonathan, con un rápido movimiento, se colocó entre sus piernas y hundió su cara entre sus glúteos. Lamió la rosada entrada, consiguiendo con esto que Jervis soltara un fuerte gemido. La descarga de placer recorría su cuerpo con cada lametazo que Jonathan ejercía. — ¿Estás listo para pasar al siguiente nivel? — preguntó Jonathan al cabo de unos segundos, apartando la cara de las nalgas y agarrando un bote de lubricante que tenía guardado en la mesilla de noche.  Echó unas pequeñas gotas en su dedo índice. Había esperado este momento tanto tiempo que siempre había incluido en sus compras el lubricante por si algún día se le daba la oportunidad de usarlo. — Sí, sí — respondió Jervis, asintiendo frenéticamente con la cabeza. Jonathan esparció el lubricante antes de introducir el dedo, que fue succionado con facilidad. Jervis agarró con fuerza las sábanas. El dedo inició un vaivén dentro y fuera de él. — Ah…, ah… — gemía — , eso se siente tan bien…, ah… — Estoy seguro de que sí…, pero esto no es suficiente para dilatarte — dijo Jonathan y, acto seguido, introdujo un segundo dedo y aceleró un poco el movimiento. —Ah…, ¡AH! — nuevos gemidos salieron de la garganta de Jervis, ahora con mucha más intensidad —. Más…, por favor, más…, ah… Ante las súplicas del Sombrerero, Jonathan volvió a agarrar el  lubricante, echó nuevas gotas en la entrada y en su mano y metió un tercer dedo antes de lanzar el bote por el suelo. Con su mano libre se dedicó a masajear las suaves piernas lampiñas de Jervis y su abdomen. No es que Jervis tuviera un abdomen muy marcado, pero si tenía pequeñas líneas en los laterales, que lo endurecía y volvían loco a Jonathan. El joven observó a su amante retorciéndose en la cama, rojo y sudoroso, y no pudo resistir la tentación de inclinarse para lamer la erección frente a él. Con ésta dentro de su boca, pudo notar como el líquido preseminal escurría por su garganta. Ante la sobreestimulación, las piernas de Jervis comenzaron a temblar violentamente. — ¡Jonathan!..., ¡Ah!..., ¡Jonathan! — jadeó con fuerza. El Espantapájaros detuvo sus movimientos y sacó el pene de su boca. — Dime, Jervis. — No voy a…, ¡Ah! — a pesar de no sentir movimiento alguno, notaba la presencia de los dedos dentro de él, lo que causaba que siguiera siendo recorrido por ondas de placer — , no aguantaré mucho más y…, ¡Ah!, te quiero dentro de mi…, ¡Ah! — Yo también quiero entrar en ti- dijo Jonathan, esbozando una pequeña sonrisa mientras que sacaba con delicadeza y lentitud los dedos del interior de Jervis-, ven aquí. Jonathan recogió el bote de lubricante, dejó caer unas gotas de su contenido sobre su pene y lo extendió por toda su longitud. Cuando lo notó lo suficientemente lubricado se acercó de nuevo a su amante. Jervis se deslizó por la cama hasta el borde, dejando parte de su trasero fuera, abrió las piernas y levantó la cadera para dejar un mejor acceso. — ¿Listo? — preguntó Jonathan Ante el gesto afirmativo de Jervis, Jonathan se colocó entre sus piernas y dirigió la erección hacia la rugosa entrada. Rozó con la cabeza de su pene el palpitante agujero, causando la ansiedad y la desesperación del Sombrerero. — ¡Vamos! ¡Metemelo ya! — suplicó —. Por favor... por favor... Jonathan obedeció. Hundió la cabeza de su pene, arrancando un sonoro grito de placer de la garganta de Jervis. Era una sensación muy extraña para el Sombrerero, tan dolorosa y a la vez tan placentera. Jonathan le dio unos segundos para que se acostumbrara y para asegurarse de no estar haciéndole daño antes de comenzar a balancearse. A pesar de toda la preparación anterior, Jervis seguía muy apretado. Jonathan jadeó con los primeros roces que experimentó su erección durante las primeras embestidas, agarró las caderas del Sombrerero para evitar escurrirse fuera y aumentó el ritmo.  — Ah…, Jonathan — gemía el hombre bajo él — , esto es…Ah… — Shhhh... — le calló Jonathan —, no quiero…, ah…,no quiero que hables, solo quiero oirte gemir…, mmh…, ah… Eso hizo que Jervis se excitara aún más y se animara a acompañar a Jonathan en el movimiento, encajándose la erección lo más profundo que podía. En una de las fuertes embestidas de Jonathan, la punta del pene rozó la próstata. — ¡Jonathan! ¡AH! — no pudo evitar gritar Jervis ante aquel placentero roce — , justo…, ah…, ah…, justo ahí- indicó. Ante esta nueva información, Jonathan disminuyó el ritmo y se dispuso para lanzar embestidas más potentes con las que golpear con más fuerza la próstata. Ambos estaban al límite del orgasmo. Jonathan se maravillaba con la imagen de su amante hecho un amasijo de gritos, gemidos y jadeos, completamente rojo y sudoroso. Y, a su vez, Jervis experimentaba la agradable sensación de su próstata siendo golpeada con furia. — Ya no, ya no...ah... ya no puedo más Jonathan…, esto es…, ah…, me voy a…, ah…, ah… — Entonces, ah... — Jonathan se inclinó hasta la oreja de su amante y ya allí le susurró-, córrete…, ah… — Ah...ah…¡¡¡AHHHHH!!! De pronto, un violento orgasmo recorrió el cuerpo de Jervis y el semen salió disparado contra ambos abdómenes. Las contracciones del Sombrerero envolvieron la erección de Jonathan que, ante este nuevo estímulo, no pudo evitar correrse de inmediato. Rellenó a Jervis con tal cantidad de semen que la sustancia blanca, viscosa y caliente desbordaba por la entrada.  Se dejó caer sobre el pecho de su amante, sintiendo el calor que desprendía su piel. Poco a poco salió de él. Se tendió junto al hombre en la cama, ambos jadeantes pero completamente sonrientes. Jervis le cogió la mano y la llevó hasta su boca para besarle los nudillos. Quedaron en silencio por unos minutos hasta que las olas de su reciente orgasmo disminuyeron un poco, permitiéndoles articular alguna palabra coherente. — Ha sido increíble Jonathan — dijo, aún tembloroso, Jervis. — Sí, sí que lo ha sido — respondió a su vez Jonathan. — Te amo tanto. — Yo también te amo, Jervis. Giraron la cabeza para mirarse a los ojos, sonrieron ante la visión del otro. Como si de algo planeado se tratase, ambos, habiendo reunido las pocas fuerzas de las que aún disponían, se deslizaron por el colchón. Cuando llegaron al cabecero de la cama, se tumbaron pesadamente. Jonathan se deslizó un poco más hasta quedar justo frente a Jervis, y le rodeó con sus brazos, apretando la cabeza del hombre contra su pecho. Jervis se apretó con fuerza, notando la colonia que aún se desprendía del cuerpo de Jonathan. Así, arropados con el calor del otro, cayeron en un profundo sueño. Y, por primera vez, Jonathan consiguió atrapar el fugitivo reloj dorado cuya huida le había atormentado en sus últimas noches. Al fin, lo pudo sentir entre sus dedos y supo que ya nunca más se escaparía de él.
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