Despertar a tu lado
12 de septiembre de 2025, 20:35
Narra Jervis
El sol entró sutilmente entre las ventanas e impactó directamente sobre mis ojos, provocando que despertara. Note el pelo suave de mi amado Jonathan y no pude frenar el impulso de acariciarlo. Admiré su suave piel desnuda y al notar que se revolvía le dí un suave beso sobre su pálido hombro.
—
Buenos días, Jonathan, ¿Qué tal has dormido hoy?
—
Buenos días Jervis
—
respondió, desperezándose
—
. La verdad es que debo admitir que hoy he dormido bastante bien
—
se dio la vuelta para hacer que nuestros ojos se encontraran
—,
supongo que se debe a que hoy he dormido contigo.
Me sonrojé ligeramente.
—
Me…, me alegra saber eso.
—
Me alegra tanto que ahora estés junto a mi
—
dijo, abrazándome.
—
Oh Jonathan… Te quiero tanto…
—
dije, devolviéndole con fuerza el abrazo.
Estuvimos así unos minutos, disfrutando del contacto con la piel del otro y el calor que aún desprendíamos. Aún no podía creerme que estuviera completamente desnudo abrazando el cuerpo, también desnudo, del amor de mi vida. Ni siquiera en el País de las Maravillas me podría suceder algo tan increíblemente maravilloso como para compararse con aquel momento.
—
Yo también te quiero Jervis
—
hundió más su cabeza en mi pecho antes de añadir
—
, pero muchísimo.
Sonreí.
—
¿Quieres algo para desayunar? Te puedo hacer un riquísimo té de canela con miel.
¡SÍ!
—
exclamó con emoción Jonathan, separando su cabeza de mi pecho y mirándome fijamente a los ojos.
—
Entonces vamos
—
dije, mientras salía de la cama con su mano sujeta entre las mías.
Observé con admiración el hermoso cuerpo de mi amado mientras nos vestíamos con nuestros respectivos pijamas. Al notar mi mirada sobre él, Jonathan me la devolvió y, con una sonrisa, afirmó:
—
Tú tampoco estás nada, pero que nada mal.
—
¿Qué? Pero si no he dicho nada.
—
He visto como me recorrías con la mirada
—
rió
—
. Poco más y me dejas sin color.
—
Jajaja, tienes razón
—
admití
—
. Pero entiéndeme, es que eres demasiado hermoso…, e inteligente. No sé cómo has conseguido entender lo que pensaba.
—
Simple
—
se acercó a mí, dejando su rostro a un palmo del mío
—
. Te amo
—
plantó un tierno y breve beso en mis labios, consiguiendo que me sonrojara aún más.
Terminamos de vestirnos y nos dirigimos hasta la cocina. Notaba un leve pinchazo en mis caderas, pero conseguí aguantar mientras preparaba el té. Puse dos rebanadas de pan en la tostadora mientras Jonathan colocaba las tazas, las servilletas, los cubiertos y dos botes, (uno de mantequilla y el otro de mermelada de fresa) sobre la mesa. Cuando el té estuvo listo, llené las dos tazas que Jonathan había dispuesto en cada extremo de la mesa y nos sentamos para iniciar el desayuno.
A mí se me ocurrió hacerle una pequeña broma a Jonathan: Llené mi cucharilla de té con una gran cantidad de mermelada y la usé como catapulta para que la mermelada acabara en la cara del Espantapájaros.
Y efectivamente, así fue.
No podía parar de reír al ver la expresión de confusión de Jonathan mientras trataba de entender que acababa de pasar.
—
¿Te has levantado graciosillo hoy eh?
—
dijo, con aire malicioso mientras se limpiaba la mermelada de la cara
—.
Pues ahora verás.
Inmediatamente después, cogió el bol lleno de terrones de azúcar que siempre teníamos sobre la mesa y comenzó a lanzarlos uno a uno. Ambos reíamos mientras tratábamos de esquivar los proyectiles que el otro lanzaba.
Sin previo aviso, mi teléfono empezó a sonar ruidosamente, como si fuera la sirena que daba final al recreo. Detuvimos nuestros lanzamientos para que yo pudiera contestar la llamada, aunque con la promesa silenciosa de reanudar la lucha cuando colgara.
—
¿Si?
—
pregunté.
—
Jervis
—
respondió una voz que reconocí como la de Oswald.
—
Señor alcalde, un gusto volver a oír su voz
—
dije
—
. ¿A qué debo esta inesperada llamada?
—
Escúchame atentamente Jervis
—
parecía estar muy agitado
—
. No han salido bien las cosas con Edward. Quiero tomar venganza contra Jerome. Por su culpa mi secreto ha quedado al descubierto y no pienso permitir que siga con su garganta intacta, pienso cortarla…, y después…, meteré mi brazo…, ¡Y LE SACARÉ LAS ENTRAÑAS! ¡UNA A UNA!
—
gritó.
—
Te diría que no quiero hacerlo…, pero en verdad si quiero. Hagámoslo
—
respondí.
—
Eso quería oír
—
dijo, con un cierto tono triunfal en su voz
—.
Te espero en el parque dentro de una hora. Se puntual...
—
Soy inglés, ser puntual es algo que llevo en la sangre
—
le corté.
—
Bien, entonces allí nos vemos.
—
Perfecto
—
dije antes de cortar la llamada.
Solté un suspiro.
—
¿Todo bien?
—
preguntó con preocupación Jonathan
—.
¿Por qué te llama Oswald a ti?
Me dí la vuelta para mirarle y guarde mi teléfono.
—
Escucha, Jonathan. La verdad, quiero que en esta relación podamos sernos completamente sinceros, así que lo voy a ser contigo.
Le conté todo el plan que habíamos preparado Oswald y yo para poder conquistar cada uno a quien amábamos y como, según lo que Oswald me había contado, el plan no había acabado en victoria en su caso.
—
Y es por eso que ahora Oswald quiere matar a Jerome y…, si te soy sincero, hasta hace unos días yo lo quería matar porque sentía celos. No era capaz de asimilar siquiera la idea de que pudieses amarlo, por eso me comportaba de forma tan violenta con él. Pero ahora, la razón es más o menos la misma que la de Oswald, quiero venganza. Te secuestró y consintió que aquella mujer te golpeara…, es algo que jamás le voy a perdonar. No sé si llegaste a tenerle cariño, pero es algo que debo hacer. Hoy…, Jerome Valeska, debe morir- finalicé.
Tras unos segundos de silencio, y tras observar la cabeza agachada y con la mirada clavada en el mantel de Jonathan decidí levantarme para ir a prepararme.
No sabía si Jonathan estaba enfadado conmigo o simplemente no quería decir algo que se pudiera interpretar como apoyo hacia mi nuevo propósito. Al pasar por su lado, me sujetó por la muñeca y, sin despegar la mirada de la mesa, en un susurro me preguntó:
—
¿Puedo pedirte algo?
—
Claro, lo que quieras.
Alzó la cabeza para enfrentar sus ojos contra los míos y con un tono de voz más elevado hablo:
—
Atrapa a Jerome…, pero no permitas que Oswald lo asesine.
—
¿Por qué?
—
pregunté estupefacto.
—
Concuerdo contigo en lo de que no se le puede perdonar lo que hizo. Traicionó nuestra confianza, cierto. Y por eso mismo…, la muerte es un castigo demasiado blando. Quiero que ese cabrón pague toda su vida por lo que ha hecho. Quiero que cada trozo de carne que recubre su cuerpo se pudra entre las cuatro paredes de una celda putrefacta
—
explicó con rabia.
No pude evitar sonreír. Estaba muy aliviado al saber que no solo no estaba enfadado conmigo sino que además me apoyaba. Le dí un suave beso en la frente y con ternura le dije:
—
Entonces así se hará, mi pequeño señor del terror.
—
¿Me lo prometes?
—
dijo, con algo más de dulzura.
Acerqué mis labios hasta su oreja.
—
Te lo prometo
—
le susurré.
Él me soltó la muñeca. Era completamente obvio que mi susurro le había provocado un gran escalofrío que aún lo recorría. Fui a mi habitación y me vestí. Saqué brillo a mi reloj dorado y lo metí en uno de los bolsillos de mi gabardina y me coloqué bien mi sombrero de copa.
Cuando estuve satisfecho con mi aspecto salí de la habitación y al cruzarme con Jonathan en la cocina le di un nuevo beso en la cabeza antes de desaparecer por la puerta de la entrada.