¡Maldito payaso!
12 de septiembre de 2025, 20:35
Narra Oswald
Ya me dirigía en mi limusina camino al parque en el que me había citado con Jervis cuando de pronto me sonó el teléfono. Videollamada entrante de un número desconocido. Al descolgar la llamada la pantalla apreció en negro.
—
Al habla Oswald Cobblepot, alcalde de Gotham, ¿quién es?
—
Hola querido alcalde. Aquí Jerome Valeska, ¿qué tal está?- respondió una voz burlona al otro lado. Apartó el dedo de la cámara frontal del teléfono permitiendo que yo viera su cara en la pantalla.
—
Jerome…¿cómo te atreves a llamarme? Que sepas que te estoy buscando y cuando te encuentre vas a pagar por todo, maldito desgraciado…
—
Oh, por favor, señor alcalde, vamos a mantener las formas. Solo le llamaba porque creo que tengo a alguien aquí al que le interesa saludar- giró la cámara y enfocó otro punto.
En la pantalla de mi teléfono pude ver a Edward, atado a una silla, con una persona detrás de él, que sujetaba un cuchillo en su mano con el que amenazaba con cortar la garganta de mi amado. Por su boca escupía borbotones de sangre que manchaban su traje verde. No paraba de revolverse tratando de liberarse del agarre del hombre y no parecían importarle las altas posibilidades (que seguramente ya había calculado previamente) de cortarse al tener el cuchillo tan cerca.
Yo estaba tan sorprendido por lo que veían mis ojos que no podía hacer más que mirar con los ojos y la boca abiertos la pantalla.
—
Dile algo a tu querido noviecito, Edward
—
dijo Jerome tras la cámara.
—
Os…, ¿Oswald?
—
preguntó débilmente Edward.
Al escuchar su voz por fin reaccione.
—
¡EDWARD! ¡SOY YO, EDWARD! ¡DIME DÓNDE TE TIENEN E IRÉ A POR TI!
—
No…, no vengas Oswald, ¡ES UNA TRAMPA! ¡AH!
—
pudo decir antes de que el gorila que lo sujetaba le tapara la boca con su mano libre y apretara con más fuerza el cuchillo.
—
¡Basta ya! ¡BASTA! ¡SUÉLTALE JEROME!
—
grité con desesperación.
La cámara enfocó el rostro partido y sonriente de Jerome.
—
Si quieres que lo suelte
—
dijo, con una gran sonrisa y voz calmada
—
, ven al circo abandonado y trae contigo tu renuncia como alcalde firmada por ti, y un documento que acredite que en caso de que el puesto quede vacante me cedes todos los poderes.
—
No puedo hacer eso Jerome. La alcaldía se otorga al candidato más votado, no puedo escoger yo a mi sustituto...
—
No me importa lo que hagas- me cortó-. Pero si no te presentas en el circo con esos papeles en dos horas, tu novio...bueno, digamos que el asunto le parecerá de lo más cortante JAJAJAJA.
La videollamada se cortó.
No podía más. De verdad que no podía más. Los ojos me ardían y las ganas de llorar de rabia, dolor, tristeza e impotencia eran horribles. El calor de mi enfado enrojecía mis mejillas y hacía temblar mis manos.
—
¡MALDITO JEROME! ¡LE GOLPEARÉ TAN FUERTE QUE HARÉ QUE ME SUPLIQUÉ QUE LO MATE! ¡LO MATARÉ! ¡VOY A MATARLO CON MIS PROPIAS MANOS!
—
comencé a gritar, con una furia inmensa y no pude evitar que las lágrimas corrieran por mis mejillas cayendo al suelo al terminar su recorrido.
Golpeaba con fuerza los asientos de cuero y los cristales tintados de la limusina sin detener mis gritos. Tiraba con fuerza de mi pelo y golpeaba mi cabeza con fuerza. Prefería mil veces el dolor físico antes que el dolor que ahora me quemaba por dentro.
De pronto, la limusina se detuvo bruscamente impulsándome hacia adelante.
—
¿¡Y ahora qué es lo que pasa!?
—
le pregunté enfurecido al conductor.
—
Hemos llegado, señor- respondió, con temor, al observar mi aspecto.
Restregue con fuerza mis ojos y traté de recuperar la compostura.
—
Cambio de planes. LLévame al antiguo circo, el que ahora se encuentra abandonado.
El conductor hizo un leve asentimiento y puso rumbo a la dirección que yo le había indicado. Respire hondo mientras agarraba de nuevo mi teléfono para marcar el número de Jervis. Tenía que avisarle de todo lo que acababa de ocurrir y decirle hacia dónde me dirigía.
No me importaba lo más mínimo si se trataba de una trampa. Seguramente lo fuera...era lo más probable. Pero no iba a dejar a Edward solo.
El teléfono sonó varias veces antes de que Jervis al fin lo cogiera.