ID de la obra: 833

Liberarme para amarte (Nygmobblepot/Hattercrow)

Slash
NC-21
Finalizada
1
Fandom:
Tamaño:
83 páginas, 22.139 palabras, 21 capítulos
Descripción:
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De vuelta al circo

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Narra Jervis Ya estaba en el parque en el que me había citado con Oswald y no lo veía por ninguna parte. Miraba desesperadamente a los lados tratando de encontrarle cuando de pronto sonó mi móvil. Para mi sorpresa el nombre de Oswald aparecía en la pantalla. Descolgué:  — Oswald, ¿dónde demonios estás? Llevo ya un rato esperándote en el parque y no te veo por ningu-... — Jervis, cambio de planes — me interrumpió — . Resulta que nuestro querido payaso ha decidido regresar al circo- dijo, con un tono alterado. — ¿Cómo? — pregunté sin entender. — Jerome me acaba de hacer una videollamada. Tiene a Edward secuestrado en el antiguo circo. Estoy de camino, te espero allí. — Perfecto, salgo para allá ahora mismo. Colgué. ... Mientras caminaba por las empedradas calles de Gotham maldecía a Jerome en mi mente. Ese maldito payaso no era capaz de estarse quieto ni por cinco minutos...lo único que lo motivaban eran el caos, el dolor, la desesperación, el odio y la violencia. Una mezcla bastante peligrosa combinada con su personalidad tan explosiva.  Giré una vez más hacia la derecha, metiéndome a una oscura callejuela y, por fin, pude ver frente a mí el viejo edificio en ruinas que, en tiempos pasados, había sido el circo de Gotham. Poco quedaba ya de aquel lugar lleno de magia y color, cuya única música se basaba en las alegres risas de los niños que junto con sus padres visitaban las coloridas instalaciones en busca de una hermosa experiencia compartida en familia. La tela que en otro tiempo había sido usada como puerta ahora solo era un montón de jirones.  Entré en el edificio conteniendo la respiración y procurando que mis pasos no se escucharan.  El antiguo circo apenas tenía ya algo que se pudiera llamar “techo” pues, las cristaleras que habían sido colocadas para tal propósito, tenían ahora grandes agujeros. Probablemente algún gamberro, de aquellos que en las calles de Gotham abundan, habría decidido probar su puntería contra aquellas cristaleras con una de las grandes piedras que se encontraban repartidas por todo el suelo, entre charcos de agua y trozos de tela. Todas las atracciones parecían estar casi completamente destruidas, aunque algunas mantenían encendidas alguna ristra de bombillas de colores. Caminé con el mayor sigilo que me fue posible. No quería que nadie fuera capaz de detectarme. A decir verdad, pensaba que lo estaba logrando. Por eso, cuando una mano tiró del cuello de mi chaqueta me sorprendí. Note el cañón de una pistola sobre mi frente.  — ¡Maldita sea Jervis! ¡Qué susto me has dado! — exclamó, en susurros, Oswald —. Pensé que eras uno de los cómplices de Jerome.  Inmediatamente después bajó el arma con un suspiro. Yo aún estaba en shock. Mi cerebro aún estaba tratando de decidir se finalmente estaba en peligro o no.  — ¿Jervis? — me llamó Oswald al ver mi estado —. Jervis, ¿Qué te ocurre? Oye, despierta — dijo, sacudiéndome — . Venga Jervis, Jerome no debe estar muy lejos y te necesito. Aquellas sacudidas al fin me sacaron de mi estupefacción y pude reaccionar. — Eh...si, si…, estoy bien — dije. ¿Por dónde crees que está? — He escuchado una risotada por allí — dijo, señalando con su pistola un punto en la lejanía frente a mí — . Creo que está en la zona del carrusel. Seguro que está allí. Vamos. Caminamos a la par, dirigiéndonos en el máximo sigilo. Cuando al fin llegamos hasta la enorme estructura de metal, Oswald no pudo contener un gemido de sorpresa y dolor. Entre todos los caballitos blancos de riendas doradas, atado a uno de los postes, se hallaba Edward. Tenía la cabeza colgando, la cara completamente amoratada y un reguero de sangre escapaba de una gran herida en su cuello. — Está...está… — titubeó Oswald, sin atreverse a explicar lo que sus ojos tan claramente estaban viendo —. Está muerto. Sus ojos se inundaron al oír la verdad y su cara se contrajo en una monstruosa mueca llena de dolor y espanto. Sin previo aviso, cayó de rodillas y comenzó a golpear el suelo con los puños, gritando de pura rabia y desesperación.  — ¡Ya basta, Oswald!  — exclamé, haciéndome oír por encima de sus gritos, mientras me abalanzaba sobre él para agarrarle las muñecas y evitar que continuara golpeando. — Lo voy a matar…, lo mataré- gimoteaba. Levantó la cabeza para mirar de nuevo el cuerpo de Edward con sus ojos enrojecidos e hinchados y apretó los dientes.  Le solté las muñecas y me arrodillé a su lado.  — Tranquilo, Oswald — Puse mi mano sobre su hombro — . Haremos pagar a Jerome por esto. — JAJAJAJAJA — se escuchó desde algún punto sobre nuestras cabezas — . Lo siento amiguitos pero hoy no traigo la cartera para pagar mi cuenta. Desde un balcón situado a unos dos metros de altura, apoyado en la oxidada barandilla, se encontraba Jerome, acompañado de dos enormes hombres con la cara pintada como payasos y armados con afilados cuchillos.
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