Seducción del Abismo
12 de septiembre de 2025, 21:41
El despacho de Fisk olía a cuero viejo, a coñac caro y a poder mal disimulado. Las luces eran tenues, cuidadosamente colocadas para que las sombras jugaran con el contorno de su figura. Matt lo había visitado muchas veces, algunas con traje, otras con la máscara puesta. Pero esa noche no llevaba ninguna de las dos cosas. Solo su cansancio. Solo su rabia. Solo su confusión.Wilson lo esperaba con una copa en la mano y la voz grave, modulada como una caricia envuelta en amenaza.
-Viniste más pronto de lo que imaginaba, Matthew.
Matt no respondió. Caminaba con la tensión acumulada en los hombros, los nudillos aún rojos por la pelea anterior. Sabía que estaba allí por razones equivocadas. Lo sabía siempre. Y aun así, cruzaba esa puerta una y otra vez.
-Tepper está fuera de control — dijo finalmente Matt — . Está usando tus recursos. Quiero saber hasta dónde lo has dejado llegar. — Fisk sonrió, pero no era una sonrisa cálida. Era la mueca de un animal que disfrutaba del juego antes de la mordida.-¿De verdad viniste solo a interrogarme? — preguntó, acercándose lentamente — . Porque conozco ese temblor en tu voz. Lo he oído antes. Cuando me decías que odiabas todo lo que soy… y aun así te quedabas.
Matt apretó la mandíbula. Cerró los ojos por un segundo. No quería recordar. Pero los recuerdos venían igual. Los encuentros clandestinos. Las conversaciones en voz baja entre susurros y amenazas. Las noches en que se deslizaba hasta el ático de Fisk buscando información… y salía con marcas en la piel que no eran producto de golpes.Fisk lo conocía demasiado bien. Sabía dónde tocarlo. Dónde empujarlo. Dónde quebrarlo.
-No soy tu debilidad — le había dicho una vez Fisk, acariciándole el rostro con manos enormes — . Soy la única persona que ve quién eres realmente… y aun así, no huye.
Era mentira. O quizás no. Matt ya no lo distinguía. Sabía que lo manipulaba. Lo había hecho desde el principio, desde aquellas primeras noches de enfrentamientos brutales seguidos por silencios llenos de deseo. Pero cada vez que intentaba alejarse, había algo que lo arrastraba de nuevo.Era el eco de un vacío compartido.
-Fisk… — dijo ahora, con la voz quebrada — si estás detrás de Tepper, si estás permitiendo esto, te voy a destruir.-Lo has dicho antes — murmuró el Rey del Crimen, acercándose hasta casi rozarlo — . Pero siempre vuelves. Tal vez porque sabes que, sin mí, no sabes quién eres.
Matt retrocedió un paso. Sus sentidos estaban alerta, como en cada cacería. Pero había algo más. Un nudo en el pecho. Un odio dirigido hacia él mismo. Fisk lo acarició por la nuca. Lo hizo como quien doma a un animal herido. Y Matt no se apartó.
-Mientes cuando dices que quieres justicia — susurró Fisk — . Lo que quieres es castigo. Dolor. Una cadena que te recuerde que aún estás vivo. Y eso… eso es lo que te doy — Matt lo abofeteó. No lo pensó. Fue instinto. Ruido. Furia. Fisk solo sonrió. Sabía que era parte del ritual. — No vas a liberarte de mí, Matthew. No mientras sigas necesitando el infierno más que la redención.
Matt sintió sus ojos húmedos de furia contenida. Y cuando sus labios se encontraron en medio de esa violencia, no fue ternura lo que compartieron. Fue resignación. Desgaste. Hambre. Y una promesa muda de destrucción mutua. Sus dedos subieron despacio, como si caminaran por una ruina ya conocida. La nuca, el cuello, la línea tensa del mentón. Matt no se movió. Podía haber escapado. Podía haberlo detenido. Pero no lo hizo. Se quedó allí, respirando con dificultad, mientras su corazón golpeaba con la misma violencia que alguna vez lo hizo contra el pecho de un enemigo en la oscuridad de un callejón. Fisk se inclinó hacia él.El beso no fue un encuentro: fue una colisión de todo lo que no podían decir. Labios partidos por la ira, lengua como herida abierta. Matt temblaba, no por deseo, sino porque su cuerpo reconocía esa cárcel. Porque la piel tenía memoria, y la suya había aprendido a responder a la presencia de Fisk con un estremecimiento que no era placer… pero tampoco era del todo dolor. Se dejaron caer. No en una cama, sino en un vacío sin fondo donde la moral no servía de ancla. Cada caricia era un juicio. Cada roce, una confesión de culpa. Se despojaron de la ropa como quien arranca vendas mal puestas. El aliento se mezclaba con suspiros, gemidos y jadeos rotos por la vergüenza.Fisk lo tocaba como un escultor a su obra: no para amarla, sino para poseerla. Para reconstruirla a su imagen. Y Matt lo dejaba. No por amor. No por entrega. Sino porque allí, entre esas manos, podía perderse. Podía olvidar.
Sus cuerpos chocaban con violencia rítmica, como olas contra acantilados. El deseo no era dulce; era amargo, urgente, destructivo. La pasión era una mordaza y un grito al mismo tiempo. Matt buscaba castigo, y Fisk lo ofrecía con ternura cruel. En la oscuridad, eran uno solo: dos hombres rotos que se destruían con cada latido. La ropa desapareció sin que los labios separaran ni por un instante, remplazada por manos que lo recorrían de punta a punta, como un amo recorre sus dominios. Cayeron juntos, Matt no supo si al sofá o a la alfombra. Fisk con un mínimo movimiento le señalo que abriese las piernas, y para su vergüenza, su cuerpo traidor reaccionaba obediente. Sumiso. Complaciente.No había preparación. No había piedad. Solo reclamo y dominio absoluto. La intromisión le arranco un grito que rasgo la noche. Su cuerpo se curvo al convertirse en una muñeca de trapo en manos despiadada. Solo se movía al compás que se le marcaba entre jadeos de puro placer y repugnancia hacia si mismo por su propia debilidad. El orgasmo lo golpeo sin contemplaciones y se vino en la mano de monstruo del que no lagraba escapar
Cuando terminó, hubo silencio. Un silencio espeso, como cenizas en el aire. Matt quedó de espaldas, con el pecho subiendo y bajando como si aún luchara por respirar bajo un peso invisible. Fisk se levantó sin decir palabra. Se vistió. Salió como si el mundo no le pesara.Y Matt se quedó allí. Solo. Con el cuerpo marcado por el deseo y el alma corroída por la culpa. El sudor se enfriaba en su piel. La habitación olía a pecado. A necesidad. A resignación. Sintió un retortijón profundo en la parte baja del abdomen. Un nudo tenso, como si su cuerpo reaccionara con rechazo a lo que acababa de suceder, pero también con algo más... algo desconocido. Se dobló ligeramente, respirando con dificultad. Era el segundo episodio en menos de una semana. Y esta vez, venía acompañado por una ligera presión en el pecho, breve pero densa. No podía ignorarlo por más tiempo.Se cubrió el rostro con las manos, como si eso pudiera borrar lo que había ocurrido. Pero nada se borraba. Porque en el fondo lo sabía: el infierno no era Fisk… era él mismo.
Cuando se marchó esa noche, Matt se llevó una lista de nombres. Información real, útil. Fisk siempre le daba algo. Siempre con un precio. Y mientras descendía por las escaleras de emergencia, con la respiración agitada y el corazón en ruinas, no supo qué odiaba más: si al hombre que lo manipulaba… o a sí mismo por necesitarlo tanto.