ID de la obra: 836

En El Mismo Infierno

Slash
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planificada Mini, escritos 42 páginas, 15.877 palabras, 10 capítulos
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Silencio de Carne

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El sonido de las gotas golpeando el parabrisas se volvía insoportable. La lluvia no lo había seguido esa mañana, pero el gris persistía en el cielo como una advertencia. Matt había caminado bajo la lluvia durante horas, con los pasos perdidos y la respiración contenida, como si algo en su interior estuviera a punto de romperse. No era el dolor de una herida. Era algo más profundo, más confuso, más inconfesable.   La clínica de Linda Carter no era la misma de antes. Había cambiado de barrio, de fachada, de horarios. Estaba en el segundo piso de una antigua botica reconvertida en clínica. No había cartel brillante, solo una placa discreta junto al timbre. Las paredes estaban pintadas en tonos cálidos, con fotografías de calles de Harlem y un par de plantas reales intentando sobrevivir junto a la ventana. Pero seguía siendo su refugio. Un lugar donde los secretos no pedían nombres y el juicio quedaba en la puerta. Matt se detuvo frente al edificio. Dudó. No quería estar ahí. Pero su cuerpo ya no le daba opción. No sabía por qué iba. O sí. Pero prefería fingir que aún podía detenerse, que aún no estaba todo escrito. No olía a desinfectante, sino a café reciente y a ropa limpia. La recepcionista — una mujer mayor que tejía mientras esperaba — lo miró con una mezcla de curiosidad y familiaridad.   -¿Nombre?   Matt dudó. La voz de ella no era fría, pero sí directa. Escribió con mano temblorosa. Matthew Murdock.Ninguno de sus antiguos alias se sentía tan ajeno como ese nombre escrito ahí, sostenido por alguien que lo conocía, que tal vez ya lo estaba esperando. Se sentó. El asiento era firme, pero no incómodo. Afuera llovía. Adentro, todo estaba demasiado en calma. Como si no encajara.   -La doctora Carter te atenderá en unos minutos — dijo la mujer, sin mirarlo.   Se sentó. Sintió el cuero de la silla ceder bajo su peso. Cada músculo dolía, como si el cuerpo no quisiera seguir cargando con lo que venía. En el aire flotaba ese silencio artificial de los consultorios. Nadie hablaba. Nadie preguntaba por qué un hombre solo, con rostro ojeroso y mandíbula apretada, se sentaba allí con el alma en carne viva.   No podía estar pasando.No a él.No así.   Pero su cuerpo no mentía. Los espasmos. La sensibilidad exagerada. El sueño interrumpido. Y esa punzada en la base del vientre. Sorda. Profunda. Desobediente.Se llevó una mano a esa zona, como quien espera no encontrar nada. Como si pudiera detener el reloj.   "No empieces otra vez."Pero la respiración ya se había alterado. Toco la puerta y entro cuando le dieron permiso. Linda levantó la vista de sus papeles, sorprendida. No era la primera vez que Matt aparecía sin anunciarse, empapado, herido, con ese aire de alguien que carga demasiadas vidas rotas encima. Pero esta vez… algo era distinto.   -Matt — dijo con voz baja, acercándose con la cautela de quien sabe que un susurro puede hacer estallar a alguien — . ¿Qué pasó?   Él no respondió enseguida. Se quitó el abrigo mojado, lo dejó en una silla. Sus manos temblaban. Linda lo miró detenidamente, con la misma mirada que usaba con los pacientes en crisis.   -Necesito que me examines — dijo al fin, sin levantar la cabeza.-¿Te lastimaron? — preguntó, mientras ya se acercaba con sus guantes — ¿Golpes? ¿Cortes?-No… No así.   Linda lo estudió en silencio. Luego lo guió a la camilla. Le tomó los signos vitales, le palpó el abdomen con suavidad, le revisó las articulaciones. Matt se estremecía al tacto, no de dolor, sino de nervios. De algo que no sabía cómo poner en palabras.   -He estado teniendo síntomas — murmuró — . Náuseas. Mareos. Dolor en el abdomen bajo. Y… hubo un momento en que… pensé que iba a desmayarme.   Linda dejó de moverse. Lo miró a los ojos, aunque sabía que él no podía verla. Y aun así, Matt sintió esa mirada. Intensa. Profesional. Protectora.   -¿Desde cuándo?-Unas semanas. Pero creí que era estrés. O golpes acumulados. Lo de Foggy… — se le quebró la voz — . No importa.   Linda bajó la mirada. Anotó algo en su libreta sin hablar.   -¿Hubo algún tipo de exposición? — preguntó al fin, con suavidad — ¿Alguna relación… distinta? — Matt asintió apenas. El silencio se volvió espeso.-Linda… — susurró — . ¿Es posible? ¿Que…? ¿Que yo…?   Ella se tomó su tiempo antes de responder. No para suavizar, sino para ser precisa.   -Bueno, con lo que has atravesado, el estrés en el que vives, lo de... Foggy… no voy a decir que es imposible — . Matt cerró los ojos. El aire pesaba más que antes. — Puedo hacerte exámenes. Nada invasivo por ahora. Solo quiero ver si hay inflamación, si tus niveles hormonales están alterados. Quizás sea psicológico, Matt. El cuerpo reacciona al trauma… especialmente cuando se ha reprimido demasiado.   Él asintió sin decir palabra. Le habló bajo, despacio, explicando cada paso. Al final, lo ayudó a sentarse. Le pidió que se quitara la camiseta. Él obedeció en silencio. Linda lo examinó con la calma de quien ha visto lo peor y aún elige quedarse. Su torso mostraba las marcas de batallas recientes y antiguas: cortes mal cerrados, moretones en distintas etapas, una costilla que se había soldado sin ayuda. Linda no dijo nada, pero sus ojos hablaban. Apretó los labios al palparle el abdomen, buscando inflamaciones, irregularidades, señales que no debía haber allí. Sus dedos eran firmes, pero no duros. Lo tocaba como a un sobreviviente, no como a un criminal. Usó el estetoscopio, lo apoyó sobre su pecho, en su espalda. Le pidió que respirara. Que contuviera el aire. Que tosiera. Después, con una jeringa preparada, le extrajo una muestra de sangre. También tomó la presión, revisó sus reflejos, sus pupilas. Le pidió que se recostara de nuevo y, en voz baja, explicó que haría una ecografía. No parecía sorprendida por su silencio, ni por su temblor.Matt no apartaba la vista del techo. Las luces tenues del consultorio no dolían, pero la vergüenza sí. Su piel ardía con cada contacto, no por dolor… sino por miedo.   Linda deslizaba el transductor con el gel frío sobre la parte baja de su abdomen, buscando con una pantalla algún indicio, algún signo. Cuando terminó, lo ayudó a incorporarse con suavidad. Le puso una mano en la espalda. No como médico. Como amiga. Como alguien que había sostenido a más de un héroe roto entre esas mismas paredes.Minutos mas tarde lo ayudo a volver a la silla -Eso fue todo — murmuró ella, con voz baja — . Estoy ordenando unos examenes — Matt sintio su mirada fija y exalo — Necesito que te cuides — dijo ella — . Pero más que eso… necesito que hables. Que no lleves esto solo. — Matt desvió el rostro. Su mandíbula estaba rígida. El peso de todo lo no dicho lo oprimía — matt. Matty — susurro tomandole las manos — no es el fin del mundo... Hay...-No puedo abortar, Linda. Si… si resulta ser cierto. Si hay algo dentro de mí… No puedo matarlo. Soy católico. Para mí sería un asesinato. — Linda no reaccionó enseguida. Lo dejó hablar. Lo dejó derrumbarse. — Pero también soy un hombre. ¿Qué clase de monstruo puede quedar embarazado… así? ¿Por qué Dios permitió esto? ¿Qué parte se rompió esta vez? — se llevó las manos al rostro, con los codos sobre las rodillas — . No sé si tengo algo creciendo dentro… o si simplemente estoy descomponiéndome desde adentro. — Linda se acercó. Le tomó las manos con firmeza.-Tú no eres un monstruo, Matt. Estás herido. Profundamente. Y sea lo que sea esto, lo vamos a atravesar juntos. ¿De acuerdo?   Él no respondió. Solo asintió con la cabeza, conteniendo el temblor en los labios.Linda se puso de pie. Le dio una carpeta con los análisis que mandarían a hacer, y una dirección por si decidía hablar con alguien más. Luego lo acompañó hasta la puerta.   -Cuando tengas los resultados, vuelves. Prométemelo.   Matt asintió otra vez.Cuando salió, el viento lo golpeó en la cara como un juicio. Caminó con el rostro al cielo, otra vez. La lluvia le lavaba la piel, pero no el miedo. Ni la culpa. Ni la posibilidad que lo perseguía como una sombra.¿Y si era cierto?¿Y si dentro de su cuerpo había algo vivo?
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