ID de la obra: 837

31 Maneras De Decir Te Amo

Slash
G
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Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 93 páginas, 29.833 palabras, 31 capítulos
Descripción:
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Cita Fallida

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T'Challa había planeado la noche con precisión quirúrgica. Había reservado con una semana de anticipación en uno de los restaurantes más exclusivos de la ciudad. No era ostentoso, pero sí elegante: iluminación tenue, mesas separadas por cortinas livianas, menú degustación con opciones veganas y selección de vinos naturales. Una cita perfecta. Para los tres. Se había asegurado de que Bucky tuviera el día libre, de que Sam no tuviera ningún compromiso familiar. Incluso pidió al restaurante una mesa privada, para que pudieran hablar tranquilos sin miradas curiosas. No era un hombre que improvisara. Su enfoque era claro: una cena para dar un paso adelante, una declaración implícita de intenciones. Ya no como amigos, ni como "algo" indefinido. Una cita real. Pero los otros dos... no estaban tan coordinados. Sam llegó primero. Traía una camisa azul marino, bien planchada, y un pequeño paquete envuelto con papel reciclado. —Por si acaso hay postre —le dijo al maître, sonriendo nervioso. Estaba convencido de que esa noche era su primera cita con Bucky. Se habían estado enviando mensajes con más frecuencia, compartiendo playlists, memes, hasta alguna que otra foto. Y T'Challa... bueno, T'Challa era parte del grupo, sí. Pero Sam había asumido que el otro moreno venía como amigo, como apoyo silencioso. Bucky llegó minutos después. Pelo recogido, camisa blanca, chaqueta negra, y un ramo de lavanda fresca en una bolsa de papel. Venía preparado para ver a T'Challa. Las últimas semanas había notado miradas más largas, silencios cómodos. Un libro prestado aquí, una caminata allá. Pensó que Sam venía a acompañarlos, a animar el ambiente con sus bromas. Cuando T'Challa apareció, impecable como siempre, ambos sonrieron. —¿Están listos? —preguntó él, con esa sonrisa serena que usaba para ocultar los nervios. Sam y Bucky intercambiaron una mirada rápida, algo incómoda. —Sí —respondieron al mismo tiempo. Ahí empezó el caos. Primero, una copa de vino tinto terminó volcada sobre un mantel cuando un mozo tropezó cerca de su mesa provisional. El líquido se saltó directo a la camisa blanca que Bucky había usado especialmente para la ocasión. Mientras intentaba limpiarse con una servilleta, Sam se acercó para ayudarlo y, al hacerlo, pateó sin querer una bandeja que alguien había dejado en el suelo. El estruendo de platos cayendo hizo que todos en el restaurante se giraran a mirar. En medio del alboroto, una vela encendida cayó sobre el menú decorativo, provocando un pequeño conato de incendio que el propio T'Challa apagó con aplomo, usando su copa de agua. El grupo de músicos, que ya se preparaba para tocar, quedó atrapado en el enredo de cables de sonido y uno de ellos, al tropezar, activó accidentalmente una pista de fondo festiva... de cumpleaños. Y, como si fuera poco, alguien en la cocina activó por error la alarma de humo. Las luces del salón parpadearon, se encendieron los rociadores automáticos del techo, y un par de comensales empezaron a correr hacia la salida, convencidos de que se trataba de una emergencia real. Fue justo entonces que el encargado apareció, con su tablet en mano, visiblemente tenso, y los zapatos haciendo squish con cada paso sobre la alfombra húmeda. —Lo siento, señor T'Challa —dijo el encargado, apenado. —Pero hice mi reserva con tiempo —protestó el moreno. —Lo siento —repitió el hombre nuevamente—. Hubo un problema con el sistema y las reservas no se registraron correctamente. —No entiendo —dijo T'Challa mientras Sam seguía anudándole a Bucky. —La reserva se hizo. El restaurante recibió el pago pero no le asignó mesa —dijo el hombre. —¿Y no tiene más? —preguntó T'Challa. —Solo tengo libre una mesa... cerca del... ¿baño? —¿Del baño? —repitió T'Challa, indignado—. Reservé hace una semana, ¿y me quiere mandar al lado del baño? —En verdad no tengo más —insistió. —Por mí no hay problema —dijo Bucky, y miró a Sam. —Todo bien —dijo este. —Está bien. La tomaremos —dijo T'Challa, respirando hondo. La mesa estaba flanqueada por una puerta batiente y una planta artificial cubierta de polvo. No era el lugar más privado del mundo, pero después del caos con la reserva perdida, los tres se resignaron. El camarero asignado a su mesa se presentó con una sonrisa demasiado amplia. Tenía una energía inquieta, como si hubiera tomado demasiada cafeína y estuviera al borde de una revelación trascendental. —¡No puede ser! —dijo acercándose sin siquiera mirar el bloc de notas—. ¡T'Challa Udaku! ¡¿Eres tú?! ¡Soy yo, Luis Ramírez! ¡Historia contemporánea en la U de Queens! ¡Grupo C, segundo semestre! T'Challa parpadeó un par de veces, ladeando la cabeza, cortés pero claramente desconcertado. —Luis... —dijo, esforzándose por ubicarlo—. Claro, sí. Qué sorpresa. Luis soltó una carcajada que atrajo la mirada de al menos tres mesas vecinas. —¡Sabía que eras tú! ¡Nunca olvido una cara! ¿Te acuerdas de cuando hicimos esa presentación sobre África poscolonial y tú dejaste a todos callados con tu intervención? ¡Hombre, eras una leyenda en la clase! —Ah... sí, claro —respondió T'Challa, con una sonrisa incómoda. Sam y Bucky intercambiaron una mirada entre divertida y apenada. —Y ahora te veo aquí, en plan cita elegante, ¿eh? —añadió Luis mirando a los tres—. ¿Ustedes tres? ¿Es su aniversario o algo? ¡Qué honor, bro, me alegra mucho! T'Challa intentó decir algo, pero Luis ya había girado sobre sus talones con rapidez. —¡Les traigo algo especial de parte de la casa! ¡Lo mínimo que puedo hacer por mi viejo colega brillante! Antes de que alguno pudiera protestar, Luis desapareció hacia la cocina, dejando tras de sí un aire de caos inminente. Pocos minutos después regresó, triunfante, con tres copas altas de vino espumoso. Sobre la espuma flotaba un pequeño corazón de maracuyá dibujado con precisión. —¡Para celebrar el amor, muchachos! —anunció, dejándola en el centro de la mesa como si fuera un trofeo. —Gracias, Luis. Pero no era necesario —dijo T'Challa y carraspeó suavemente. —¡Claro que sí, claro que sí! —insistió él, sin captar el gesto—. ¡Con lo que tú inspirabas en la preparatoria, hermano, esto es lo menos que mereces! Sam escondió la risa detrás de la servilleta. Bucky simplemente tomó un sorbo de agua y se atragantó. T'Challa bajó la mirada al menú, resignado. La noche apenas comenzaba. El menú estaba impreso en papel reciclado con letra ilegible. Bucky derramó agua sobre el suyo, empapando la carta de vinos y parte de los pantalones de Sam. —Lo siento —dijo. —Todo bien —respondió Sam, pero ya tenía servilletas pegadas al muslo. El plato principal llegó frío. El vino estaba tibio. La comida llegó tarde, y cuando lo hizo estaba fría. En algún punto, Luis volvió con una bengala encendida creyendo que era un cumpleaños. Y cuando llegó la cuenta, explotó la verdadera tensión. —Déjamelo a mí —dijo T'Challa, buscando su billetera. —¿Por qué tú? —replicó Bucky. —Porque yo te invité —dijo Sam, mirando a Bucky, sonriendo. —¿Tú me invitaste? —dijo Bucky—. Pensé que era T'Challa quien me invitó. —Él es mi apoyo —dijo Sam. —¿Tú apoyo? —repitió el otro moreno. —¿Qué? —repitió Bucky. —¿Ustedes pensaban que esto era una cita... de a dos? —T'Challa los miró, entre incrédulo y divertido. El silencio fue brutal. Sam bajó la mirada. Bucky se tocó la nuca. T'Challa respiró hondo, luego se rió. Su risa fue lenta, elegante, un poco irónica. —Bueno, la intención fue una cita de a tres. Pero claramente no coordinamos agendas emocionales. —Y ni siquiera comimos bien —murmuró Bucky. Luis, sin entender nada, pasó la tarjeta de T'Challa sin preguntar. Salieron del restaurante sin decir mucho. Había algo raro entre ellos, pero no malo. Solo... torpe. —Hay un carrito de empanadas en la esquina —dijo Sam al fin. —¿Estarán buenas? —preguntó Bucky. —Mucho mejores que el filete crudo con espuma de algas que me dieron ahí dentro —dijo T'Challa—. Te lo aseguro. Fueron los tres. Se sentaron en un banco de metal con vista a una avenida ruidosa. T'Challa se quitó la chaqueta. Sam se arremangó. Bucky sacó el ramo de lavanda que nadie había entendido aún. Comieron en silencio. Y después, comenzaron a reírse. —Esto fue un desastre —dijo Bucky. —Una cita fallida —agregó Sam. —Pero no una noche perdida —concluyó T'Challa. Y ahí, bajo el alumbrado de una ciudad que no se callaba, por fin se sintieron cómodos. La conversación fluyó. Las miradas ya no eran tan evasivas. Las intenciones comenzaron a aclararse. —¿Volvemos a intentarlo? —preguntó T'Challa, masticando despacio—. Sin reservas esta vez. Literalmente. —Pero que no cocine Luis —respondió Bucky. —Y yo pago la próxima —dijo Sam. —Entonces yo pago el cine —añadió T'Challa. —Y yo los helados —dijo Bucky. Se miraron entre sí y rieron juntos. La noche no había salido como estaba planeada. Pero algo sí salió bien.
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