ID de la obra: 837

31 Maneras De Decir Te Amo

Slash
G
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Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 93 páginas, 29.833 palabras, 31 capítulos
Descripción:
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Zona Humeda

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Tras días de encierro, tensión diplomática y una misión que casi terminaba en una emboscada a orillas del río Congo, el equipo había logrado regresar a su campamento temporal. Exhaustos, empapados de sudor, barro y adrenalina, ninguno pensaba en otra cosa que en la promesa casi mítica de una ducha caliente.La instalación wakandiana era modesta, construida con materiales resistentes al entorno húmedo, pero lo bastante avanzada como para ofrecer confort. Shuri, siempre práctica, había instalado una ducha de alta presión con autoreciclaje de agua y regulación automática de temperatura. A pesar de los avances, el sistema seguía siendo limitado: uno a la vez, o máximo dos si se conocían bien.O tres… si ya habían compartido cosas más íntimas que el jabón.Y ellos tres, desde hacía algún tiempo, ya no eran solamente compañeros de misión.   El roce diario, las noches compartidas en silencio y la facilidad con la que sus cuerpos se acomodaban al estar cerca habían ido construyendo algo. Algo silencioso, no del todo dicho, pero que se manifestaba en pequeñas acciones: una taza de té preparada sin pedirlo, una mirada que llegaba antes que las palabras, una preocupación disimulada por si uno tardaba más de lo normal en volver.El escondite temporal no era más que una casa abandonada al borde de un bosque, a unas horas de la frontera. Techos bajos, colchones inflables, café instantáneo y una ducha portátil que apenas podía llamarse ducha. El calor tropical lo empeoraba todo: a las pocas horas, el sudor pegajoso era parte del uniforme.T’Challa salía de una reunión por radio con Okoye cuando escuchó el portazo.   — ¡Me toca! — gritó Sam desde el pasillo, con una toalla sobre el hombro y una muda de ropa bajo el brazo.— No si llego primero — replicó Bucky desde la otra punta, saltando por encima de una silla caída.   El pasillo vibró con las risas de ambos, pisándose los talones como críos en una competencia absurda. T’Challa los observó pasar con la ceja alzada y luego volvió a sus notas. Tres minutos después, oyó un golpe, un quejido y agua corriendo.   — ¡Wilson, esto no se hace! ¡Estoy desnudo! — se oyó la voz ofendida de Bucky desde la ducha.— ¡Yo también, genio! Es mi turno — gruñó Sam —. ¡Tienes cinco minutos o me meto igual!— ¡Ya estás dentro!— No lo estaba, estaba en el borde. Hay una diferencia. T’Challa se frotó el puente de la nariz. — Idiotas — susurró, poniéndose de pie.   Pasaron otros dos minutos. El agua seguía corriendo.— ¿Qué están haciendo ahí? — preguntó desde la puerta con voz serena.— Negociando — respondieron al unísono.— ¿Con jabón? — inquirió. Un silencio sospechoso se extendió. — Sí — dijo Sam.— No — respondió Bucky.— ¡Idiota!   T’Challa suspiró y abrió la cremallera de la improvisada cabina de ducha. Lo que encontró no fue precisamente revelador, pero tampoco casto: Sam tenía espuma en la cara, Bucky le sujetaba una botella de champú en la cabeza como si se la fuera a lanzar, y ambos estaban cubiertos solo con vapor y orgullo herido.   — Esto es ridículo. Denme campo también — ordenó, quitándose la camiseta con elegancia.— ¿Tú también? — dijeron los dos.— Estoy sudando desde hace seis horas y no me van a hacer esperar por su show de comedia.   Sam y Bucky se hicieron a un lado, protestando por lo bajo. T’Challa entró y cerró la cremallera detrás de él.   — Al menos pasadme el jabón — pidió.— ¿El de menta o el de avena? — preguntó Bucky.— El que no compartieron con nadie más.   Sam le pasó uno pequeño, casi intacto. Bucky bufó.   — Claro, el del rey tiene que ser exclusivo.— No es por ser rey. Es porque no quiero oler como ustedes dos — respondió T’Challa sin inmutarse.   La ducha portátil temblaba con cada movimiento. Uno de los tubos crujió.   — Como esto se caiga, yo no fui — dijo Sam.— Y si lo fui, negaré todo — añadió Bucky.— Por favor — murmuró T’Challa, cerrando los ojos bajo el agua —. Solo cinco minutos de silencio.   Y por un momento, lo tuvo. Solo el sonido del agua, el roce de piel contra piel sin pretensiones, y el tipo de cercanía que solo se lograba tras semanas de misiones conjuntas y muchas, muchas duchas incómodas. Miro de reojo a Sam, quien miraba disimuladamente a Bucky. Su mirada viajo hasta el cuerpo definido del sargento, quien lo miraba a el, pero al descubrirlo miro hacia otro lado. Desgraciadamente ese lado fue hacia Sam quien ahora miraba insistentemente el suelo. Volvió a mirar hacia el rey, quien miraba hacia un punto fijo en la pared, mientras se daba prisaCuando el agua dejó de correr, solo quedó el vapor envolviéndolos como una nube tibia. Sam se secaba el rostro con la camiseta de entrenamiento, mientras Bucky intentaba desenredarse el cabello mojado con los dedos.   — Esto fue una pésima idea — gruñó el ex-soldado, sacudiendo una gota que le corría por la nariz.— Y sin embargo, aquí estamos — respondió Sam, sonriendo con esa media mueca que usaba cuando se salía con la suya.   T’Challa se sacudió el exceso de agua con un movimiento elegante, y tomó una toalla sin apuro. No dijo nada, pero su ceja arqueada hablaba por él.   — Dilo — suspiró Bucky.— No hace falta. Ya lo sabes — dijo el rey, mientras se envolvía la cintura con la tela.   Salieron de la ducha portátil uno a uno, en fila y con la piel aún humeante. El suelo crujió bajo sus pasos húmedos. Sam se detuvo junto a la pequeña mesa donde reposaban las botellas de agua.   — ¿Creen que alguien nos escuchó? — preguntó, tomando una.— Solo si los árboles tienen oídos — murmuró T’Challa.— O si Wanda instaló un hechizo de vigilancia sin avisarnos otra vez — añadió Bucky.   Los tres se miraron un segundo. Luego, rieron, más sueltos que en toda la semana.La risa se disipó pronto, pero el eco permaneció. T’Challa fue el primero en vestirse por completo. Sam se quedó en camiseta y pantalones de tela ligera, mientras Bucky aún peleaba con una manga rebelde. Cuando por fin lograron sentarse juntos en los viejos sillones del salón, cada uno con una bebida en la mano, el silencio que se hizo fue diferente al anterior.Menos táctico. Más cómodo.   — Después de esta misión, podríamos tomarnos un respiro — dijo Sam, mirando por la ventana.— Wakanda tiene suficiente espacio — respondió T’Challa, sin mirar a nadie en particular. Bucky asintió, bebiendo sin hablar. Luego murmuró:— Una ducha sin testigos no suena mal tampoco. - Sam y T’Challa sonrieron.— Veré qué puedo hacer al respecto — dijo el rey.   Y entre bromas suaves, roces accidentales de rodillas, y miradas que empezaban a durar un poco más de la cuenta, la noche avanzó sin apuro. Afuera, el bosque se mantenía en silencio. Adentro, ellos construían uno distinto, hecho de confianza, roce compartido y un calor que ya no tenía nada que ver con la humedad tropical.
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