ID de la obra: 837

31 Maneras De Decir Te Amo

Slash
G
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Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 93 páginas, 29.833 palabras, 31 capítulos
Descripción:
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Sin Decir Nada   Después de una operación internacional mal manejada por fuerzas privadas, el Consejo de Seguridad propuso integrar agentes con historial comprobado en equipos de respuesta no convencionales. Así fue como T’Challa y Sam Wilson —con la condición de mantener autonomía operativa y acceso completo a la cadena de información— aceptaron colaborar temporalmente con los Thunderbolts. Bucky ya trabajaba con ellos como enlace táctico, y su presencia bastó para sellar el acuerdo. Desde entonces, funcionaban como una subcélula dentro del grupo, operando con sus propios códigos, métodos y lealtades. El muelle estaba en silencio, pero no en calma. Las olas rompían contra los costados del buque encallado, cargado con contenedores y secretos. El equipo se había desplegado con precisión quirúrgica, sin dejar huella visible, y sin embargo el aire olía a tensión. Sam Wilson bajó de la moto sin quitarse el casco. Caminó con ritmo medido hasta el contenedor oxidado y se agachó junto a una caja vacía de herramientas. Giró la visera hacia la izquierda. —Llovió anoche —dijo sin levantar la voz. T’Challa, más arriba, en la pasarela metálica, se ajustó la manga izquierda sin apartar la mirada del punto de vigilancia. —Y no secó del todo. Era un código simple: había vigilancia, pero sin refuerzos activos. Los gestos hablaban más que las palabras, como de costumbre. Bucky los observaba desde la zona sur, agachado entre dos montacargas. En lugar de responder por radio, ajustó el correaje del pecho y pasó su cuchillo de la mano izquierda a la derecha. Sam sonrió bajo el casco. —Parece que alguien sí trajo paraguas —susurró. Alexei, más atrás, carraspeó por el comunicador. —¿Están hablando del clima o estoy perdiendo la mitad de la conversación? —Ambas cosas —contestó Ghost, desde las sombras—. Pero ya aprendí a no preguntar. Valentina habló en tono bajo desde el canal principal. —Manténganlo profesional. El embarque se mueve en quince minutos. Y si alguno usa otra metáfora meteorológica, lo bajo del operativo. Sí, claro, pensó Sam, y se quitó la gorra, la dobló hacia adentro, y la volvió a poner girada hacia atrás. A su lado, Taskmaster se limitó a mirar el gesto sin entender. T’Challa descendió en silencio hasta la plataforma. No dijo nada. Solo golpeó con los nudillos tres veces el pasamanos de acero. Bucky avanzó tres metros. La sincronización era absurda. Precisa. Intuitiva. Casi íntima. Yelena los miraba a todos desde el lado este del muelle. Estaba agachada, revisando una caja de herramientas como si realmente fuera una operaria. John Walker se encontraba unos pasos más atrás, haciendo que vigilaba el acceso, pero mirando en dirección equivocada. —¿Sabes que estás apuntando al lado donde no hay nada? —dijo Yelena sin levantar la cabeza. —Estoy cubriendo ángulos muertos —respondió Walker, nervioso. Ella se incorporó de golpe, la llave inglesa aún en la mano, y caminó hasta él. Se paró cerca. Demasiado cerca. —Claro. Porque tú ves cosas que el resto no —susurró, clavándole los ojos sin expresión. Walker se sonrojó. Dio un paso atrás. Casi se le cayó el comunicador. —¿Qué… qué estás insinuando? —Nada —replicó ella, encogiéndose de hombros—. Solo me pareces... peculiar. La palabra lo desarmó. Tragó saliva. Volvió a colocarse el auricular, pero su oreja temblaba. Yelena lo notó. Todo el cuerpo de él hablaba como omega, incluso si no llevaba ninguna marca visible. Pero no lo dijo. No en voz alta. En lugar de eso, pasó junto a él y apoyó una mano firme sobre su espalda. —Tranquilo. No huelo nada... aún. Walker apretó la mandíbula y bajó la mirada, torpe, herido y fascinado a la vez. Del otro lado del muelle, Sam ya había intercambiado un par de frases más con T’Challa solo con señas y una leve inclinación de cabeza. Bucky, al notarlo, se ajustó el guante con lentitud, como respuesta silenciosa. Los tres se estaban comunicando sin hablar. Otra vez. —¿Alguien entiende qué hacen esos tres? —murmuró Alexei, entre curioso y frustrado. —Lenguaje de pareja —dijo Ghost en voz baja. —¿Los tres? —preguntó Taskmaster. —Obvio —zanjó Ava. Bucky dio un paso al frente. Sam, sin mirarlo, chocó el puño con la palma abierta una sola vez.T’Challa se tocó la sien con dos dedos y luego bajó la mano en línea recta. Movimiento confirmado. Ataque inminente. Yelena ya lo sabía. Porque no solo entendía el lenguaje del combate. También había aprendido a leer otras cosas. Como la forma en que Bucky se tensaba cuando T’Challa hablaba bajo. O cómo Sam no parpadeaba cuando él lo miraba. Ella tomó posición sin comentarios. Pero antes de irse, le lanzó una última frase a Walker: —Si mueres, espero que sea con algo de estilo. Porque torpe ya eres. John no alcanzó a responder. Se le había olvidado cómo se hablaba sin tartamudear. El resto fue acción. Pero para ellos, para esos tres —T’Challa, Sam y Bucky—, cada golpe, cada señal, cada contacto visual, era un nuevo idioma. Uno que nadie más hablaba. Uno que no necesitaba traducción.   El ataque fue limpio, pero no fácil. Los contrabandistas salieron del contenedor armado con dos vehículos de escape y drones de vigilancia. Taskmaster y Ghost interceptaron el flanco derecho, mientras Alexei se encargaba de provocar una distracción absurda gritando “¡POLICÍA MARÍTIMA DE SIBERIA!” antes de embestir un camión. T’Challa cayó entre dos enemigos sin necesidad de palabras. Bucky cubrió su espalda automáticamente, disparando por encima del hombro del rey sin que él tuviera que agacharse. Sam descendió desde la grúa, las alas plegadas, disparando a los drones que intentaban tomar imágenes del operativo. Uno de los contrabandistas logró acercarse a Walker con un arma oculta. Yelena lo vio desde su posición. Gritó: —¡Agáchate, lindo! Walker no entendió, pero se agachó. Ella le lanzó un cuchillo que pasó a centímetros de su oreja y se clavó directo en la pierna del atacante. John cayó sentado, jadeando. —Te dije que no eras tan inútil —soltó Yelena, girando sobre su eje y lanzando otro golpe. John, con el corazón a mil, se levantó y cubrió su flanco derecho mientras ella giraba para enfrentarse a otro enemigo. No se miraron más, pero se cubrieron de manera precisa. Ninguno tropezó después de eso. La noche había caído y el muelle se sentía distinto. Ya no olía a tensión, sino a sal, gasolina y triunfo. Los informes estaban en proceso. Valentina daba órdenes por radio. Alexei se reía de algo con Taskmaster, que claramente no tenía sentido. Bucky y Sam hablaban en voz baja junto a T’Challa, que limpiaba una pequeña cortadura en su antebrazo. Walker se alejaba del grupo para revisar su equipo cuando Yelena se le acercó. No lo tocó. No sonreía. Solo lo observó con los brazos cruzados y la cabeza ladeada. —Te desenvuelves mejor cuando no piensas tanto —dijo. John se tensó, pero no respondió de inmediato. —Gracias por salvarme allá —murmuró, sin levantar la vista. —No lo hice para salvarte —respondió Yelena. Luego lo miró de arriba abajo, sin apuro—. Pero... no me molestaría volver a hacerlo. John la miró por fin. Había algo distinto en su cara. Confusión, orgullo herido... y otra cosa. —¿Eso fue un cumplido? —No. Fue un reconocimiento profesional —respondió Yelena. Pero, antes de irse, añadió con un tono más bajo—: Y también porque eres un omega interesante. Lindo, incluso. Walker se quedó solo, mirando al suelo y luego al cielo.Sonrió, sin poder evitarlo.   ____________________ Horas después, el operativo ya era solo un recuerdo envuelto en humo de carbón y risas distendidas. La casa en las afueras —una propiedad discreta que compartían T’Challa, Sam y Bucky cuando estaban en EE. UU.— se había convertido en lugar de reunión ocasional para el equipo. La barbacoa crepitaba en el patio, el cielo anaranjado se fundía con el aroma de la carne asándose, y las cervezas se repartían sin protocolo. Alexei contaba anécdotas absurdas con la voz altísima, mientras Taskmaster y Ava jugaban a lanzarse tapitas metálicas como si fueran proyectiles. Sam cocinaba con una pinza en la mano y una sonrisa amplia; T’Challa lo miraba desde la sombra del porche, con un vaso frío en la mano. Bucky estaba sentado a su lado, más relajado que de costumbre, con los pies descalzos sobre el banquito. Yelena se había quitado las botas y estaba apoyada en el marco de la puerta, observando a todos en silencio. John, un poco apartado, ayudaba a Ghost a servir vasos. Se notaba más tranquilo… pero aún se sentía fuera de lugar. Yelena se acercó sin previo aviso y le entregó una botella abierta. Lo miró de reojo. —Hoy no te caíste —dijo con tono burlón. —Hoy nadie me empujó —replicó Walker, sonrojándose. Ella dio un sorbo a su cerveza, ladeando la cabeza. —Tienes buen instinto, incluso si lo dudas a cada paso. Eres… un omega interesante. John se quedó quieto. Ella bajó la voz, con una leve sonrisa que no llegaba a ser suave: —Van varias veces que me dices eso ¿Por qué?—Ya te lo dije – respondio Yelena con simplesa - Porque eres interesante y sin marca. Eso también te hace peligroso… y libre. Walker bajó la mirada por un instante, luego asintió. —Mi alfa… decidió que no quería comprometerse. Dijo que mejor me dejaba ir antes de marcarme. Fue una forma elegante de llamarme ‘complicado’. Yelena lo observó un segundo, sin interrumpir. —que bueno, por que a mí lo complicado me gùsta – y dio un pasohacia él – creo que mientras mas complicado es algo…, o alguien, es mas hermoso —dijo, y le palmeó el hombro—. Si te portas bien, quizá te invite a otra misión. John la miró. Por primera vez en mucho tiempo, no se sintió como una pieza suelta. Algo en ese caos de risas, fuego y vasos sudorosos, le resultaba acogedor. Posible. A unos metros, Sam lanzó una carcajada al ver a Bucky atrapar una salchicha con los dedos justo antes de que se cayera al suelo. T’Challa alzó su vaso en dirección a ellos. Era una imagen sin estrategia ni alerta. Solo vida compartida. Y John Walker, omega sin marca, sonrió como si eso también pudiera ser un hogar.
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