ID de la obra: 888

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Mezcla
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planificada Mini, escritos 267 páginas, 72.620 palabras, 58 capítulos
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DIEZ

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Las pruebas de fuerza y agilidad serían las siguientes. Como cada mañana, se despertaron a las cinco en punto para estar formados exactamente a las seis. La rutina diaria frente a la bandera se repitió como de costumbre, y después se dieron las instrucciones. Comenzarían con las pruebas de agilidad, que consistían en una carrera de obstáculos: escalar un muro de cinco metros, cruzar por una cuerda horizontal colgante, arrastrarse por un túnel bajo alambre de púas, hacer saltos entre neumáticos y subir una rampa inclinada usando una cuerda.Después de eso, vendrían los conos en zigzag, un arrastre táctico y una carrera bajo fuego simulado. Los primeros eventos serían individuales, y al final formarían un ranking para evaluar el nivel de habilidad de cada uno. Se entregó la lista con el orden de salida. Para su mala suerte, iban en orden alfabético. Pasaron tres chicos antes que él. Cuando su nombre fue llamado, se formó frente a la línea de salida a esperar la señal. Cuando sonó el silbato, corrió tan rápido como sus piernas se lo permitían. Tomó la cuerda frente a él y comenzó a trepar el muro alto. Solo entonces se dio cuenta del calor que hacía ese día, de cómo el sol golpeaba con fuerza su piel, y cómo los uniformes de combate eran lo suficientemente calurosos como para sofocarlo. Tuvo cuidado de no caer mal al otro lado, ya que un paso en falso podía significar una fractura o una lesión grave. Frente a él se extendía un enorme agujero que bloqueaba el paso, pero una cuerda gruesa conectaba ambos extremos. La agarró con fuerza y empezó a impulsarse con los brazos. A medio camino sintió cómo la cuerda le quemaba levemente las palmas, pero decidió ignorarlo. No debía fallar. No podía fallar. El siguiente obstáculo era el túnel con alambre de púas. En la primera parte no bajó la cabeza lo suficiente, lo que le causó un raspón en la frente. Sintió cómo un líquido tibio bajaba por su rostro, pero aun así siguió avanzando. Deberían haberles dado cascos para esa parte... pero no lo hicieron. Aprovechó el tramo de los neumáticos para recuperar algo de aire. Bajó ligeramente el ritmo, aunque su mochila rebotaba contra su espalda con cada salto, como si quisiera jalarlo hacia atrás. Sus pies apenas cabían en los huecos, lo que dificultaba avanzar con estabilidad. A lo lejos vio el último obstáculo: una rampa inclinada. Pensó que sería sencillo, pero al empezar a escalar, uno de sus pies resbaló, haciéndolo caer de cara contra la madera, aunque seguía sujetando la cuerda con una mano. Se levantó de inmediato y lo intentó otra vez, buscando una mejor forma de subir. Cuando por fin lo logró, corrió directo hacia la línea donde se detenía el cronómetro. —Cinco minutos con ocho segundos —dijo el encargado. Suspiró. No era un mal tiempo, pero si no hubiera tropezado al final, quizás habría bajado a los cuatro minutos.Marshall se sintió decepcionado por ese detalle. Regresó con los demás para tomar agua y esperar a que lo llamaran para la siguiente prueba. Revisó sus propias manos, notando que se habían quemado levemente. Tenía la sospecha de que no les habían dado el uniforme adecuado a propósito. Mientras esperaba, los cadetes seguían pasando uno por uno. El turno de Zuma terminó con siete minutos exactos. Luego fue Rubble, que acabó con seis minutos con cincuenta segundos. Finalmente, cuando le tocó a Skye, Marshall logró escuchar cómo todos los demás cadetes comenzaban a abuchearla y a reírse de ella. Decían cosas como que era muy pequeña para estar ahí, que mejor se fuera a estudiar enfermería... o que se buscara un esposo.En otro momento, quizá no le habría afectado tanto. Pero esta vez, no podía ignorarlo. Él mismo había sido testigo de cuánto se había esforzado Skye para estar al nivel de todos los demás.Y aun así, ellos la reducían a lo que se esperaba que una mujer fuese.Pero Skye era mucho más que eso. Y aunque le gritaban cosas horribles, ella seguía esforzándose. No respondió, no se detuvo. Siguió hasta el final, ignorándolos por completo. —Seis minutos con diecisiete segundos —anunció la voz oficial. Mucho mejor tiempo que la mayoría de los hombres ahí.   _____________________   Los conos ya estaban puestos. Solo esperaba la señal para reaccionar. El silbato sonó y corrió tan rápido como su cuerpo se lo permitía. Avanzó en zigzag, esquivando los conos uno a uno. A su lado, varios cadetes hacían la misma prueba al mismo tiempo. Todos iban rápido, pero por suerte, él se mantenía al frente. Al llegar al final del recorrido, se encontró con el siguiente obstáculo: un maniquí de 70 kg que debía arrastrar durante veinte metros. Lo tomó por los brazos de plástico y comenzó a caminar de espaldas. Podía sentir cómo los demás lo iban alcanzando. Marshall sintió la ansiedad llenarle el pecho. No era lo que debía estar pasando... pero por alguna razón, su cuerpo iba más lento de lo normal. Apretó los dientes y se esforzó por no ceder. Cuando por fin cruzó la línea final, soltó el maniquí y corrió hacia una mesa cercana donde había varias armas. No eran reales: usaban pintura en lugar de balas. El objetivo era claro: disparar a los blancos que aparecieran en el recorrido, moverse entre coberturas, tirarse al suelo y arrastrarse. Querían ver qué tan bien reaccionaban bajo tensión. Sonaban disparos, explosiones y gritos por todos lados, creando un ambiente asfixiante.No era una prueba agradable.De hecho, se sentía demasiado real.Cuando terminó, ni siquiera escuchó cuál había sido su tiempo. Se sentía nauseabundo. ¿Así era el campo de batalla? No.Eso ni siquiera se acercaba a lo que se vivía en una guerra real. Marshall tuvo que sentarse rápidamente; el temblor en sus piernas y manos no desaparecía.Los gritos... habían sido grotescos. Estaba tan sumido en sus pensamientos que no se dio cuenta de que alguien se había sentado a su lado, hasta que sintió una mano posarse sobre su hombro. —Está bien. No fue real. Respira. No había escuchado esa voz antes. No era la de ninguno de sus amigos.Al alzar la mirada, se encontró con una piel bronceada y un cabello castaño que ya antes le había llamado la atención. Era Wallas. Estaba tratando de tranquilizarlo... ¿pero por qué? —No fue real... —se repitió a sí mismo, casi en un susurro. Tenía razón. Era solo una simulación. Tenía que calmarse. Si algún instructor lo veía así, no sabía qué consecuencias podría haber. Respiró hondo y, una vez más, desvió la mirada hacia Chase.Estaba por decirle algo... pero entonces escuchó cómo llamaban al cadete para comenzar su prueba.Lo vio alejarse, dejándolo solo. Marshall se levantó para ir en busca de sus amigos. Caminó entre los grupos hasta que finalmente los encontró, apartados del resto. Al acercarse, se dio cuenta de que no había sido el único afectado por la prueba. Contrario a lo que había imaginado, Skye no estaba siendo consolada como esperaría...Quien lloraba con fuerza, entre hipidos y temblores, era Zuma.Estaba abrazándose a sí mismo, intentando contener todo. Rubble estaba serio (algo raro en él), y Skye miraba a la nada.
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