ID de la obra: 888

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Mezcla
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planificada Mini, escritos 267 páginas, 72.620 palabras, 58 capítulos
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ONCE

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—Mira, el grupo de niñitas ha regresado —dijo uno de los cadetes. Marshall leyó su nombre en el parche del uniforme: Quinn.—¿Ya terminaron de llorarle a sus mamitas para que vengan por ustedes? —su risa fue seguida por la de sus compañeros. De pronto, uno de ellos —de ojos ámbar anaranjado y rasgos duros— se acercó de forma intimidante a Zuma, invadiendo su espacio personal mientras inspeccionaba su rostro, tomándolo de la barbilla para verlo mejor. Tenía los ojos algo hinchados y rojizos, prueba de que estuvo llorando. —Mira esto, Quinn. Robinson estuvo llorando como bebé —usó su apellido, como era común entre cadetes y soldados. Zuma solo frunció el ceño, apartando el rostro de Evans con una de sus manos. El chico sonrió divertido ante esto. —Oh, vamos, pastelito, no te enojes. No es mi culpa que seas un llorón —se burló, recalcando con burla la sensibilidad de Zuma. Marshall se quedó quieto por un segundo. Apretó los puños con rabia.¿Pastelito? ¿Evans le había dicho pastelito a Zuma?Fuera como fuera, no iba a dejar que se burlaran de su amigo. Pero antes de que pudiera intervenir, Rubble se le adelantó. —Déjanos en paz, Rocky —dijo Rubble, refiriéndose a él por su nombre, no su apellido, lo que dejó claro que se conocían de antes. —Pero miren quién habla... el bebé pitbull —dijo Rocky con sarcasmo—. ¿Por qué no vas y te escondes en una esquina? Eso sí se te da bien. Y para ti, soy Robert. Idiota. Rubble dio un paso al frente, dispuesto a encararlo, pero Quinn se puso a su lado, reforzando la intimidación.Marshall notó cómo el resto del grupito se ponía a la defensiva, listos para intervenir si la situación escalaba. Iba a regresar la vista hacia sus amigos cuando, entre los demás cadetes, vio a Chase Wallas.Estaba sentado en una banca de metal, observando. Sus ojos se toparon. Claro.Ahora tenía sentido.Él pertenecía al grupo de los idiotas.No sabía por qué... pero no le sorprendía. Cuando vio que los bullies se acercaban aún más a sus amigos, decidió intervenir.Pasó junto a Skye, dejándola atrás. —Quédate aquí, Skye. —No, yo... Marshall le lanzó una mirada fría. —Que te quedes —dijo con firmeza. Eso fue suficiente para callarla. Al ponerse cara a cara con Evans y Quinn, mantuvo la compostura, aunque su enojo era evidente. No quería problemas... pero tampoco iba a quedarse de brazos cruzados mientras se burlaban de ellos. Su sola presencia pareció calmar a los dos cadetes.Por primera vez, agradeció su altura. —Tú debes ser el famoso Byce —dijo Evans, con un tono brusco que dejaba claro que había oído hablar de él, probablemente por su desempeño en las pruebas—. ¿Sabes? No creo que debas quedarte con... eso —añadió, mirando a sus amigos con desprecio. Sugería que su equipo era malo. —Quiero que se vayan. Ahora. —Oh, vamos, fantasmita, no es para tanto. Solo nos divertíamos. —No lo volveré a repetir —la seriedad en su voz les hizo cambiar el gesto. Estaban a punto de responder cuando una voz los interrumpió. —Ya va a comenzar la prueba. Dejen de perder el tiempo —dijo Chase, desde la distancia. Para sorpresa de Marshall, todos obedecieron de inmediato. —Nos vemos, pastelito —el tal Rocky le guiñó el ojo a Zuma antes de alejarse. El moreno hizo una cara algo exagerada de asco dramático ante esto. Fastidiado. —Marshall, Zuma, Rubble... ¿están bien? —Skye se acercó con el ceño fruncido. Todos asintieron. —Y tú —se dirigió a Marshall, molesta—, si vuelves a hablarme así otra vez... te golpeo. Marshall soltó una risa burlona y asintió. —Lo siento, Skye. No volverá a pasar. Me alteré. —Lo sé. ___________________   La prueba que estaban haciendo en esos momentos era la física. Si le hubieran dicho la tortura que iba a ser, no lo habría creído, pero ahora lo podía sentir. Llevaba puesta su mochila de 30 kg mientras los instructores contaban cuántas lagartijas hacía en dos minutos. Cuando terminó, le dijeron que había hecho un total de 68. Nada mal. Skye hizo 39, Rubble 44 y Zuma 52. Lo siguiente era escalar una cuerda colgada sobre una superficie de madera de seis metros de altura, sin arnés. Esa prueba le daba algo de miedo, aun así la hizo usando una técnica de pies que le había enseñado su sargento antes. Era pura fuerza bruta en brazos y piernas para subir y bajar. Solo esperaba que ninguno de sus compañeros se lastimara. Para su suerte, todos salieron ilesos. Les dieron un descanso de diez minutos, porque lo que venía después sería lo más duro de todo. Por ahora, debían asegurarse de que sus mochilas, botas y uniformes estuvieran bien puestos para que no les estorbaran. Se acercó a su grupo, viéndolos exhaustos. Todos sudaban y bebían agua cada ciertos minutos. Todos estaban sentados debajo de un árbol, usando la sombra que este dejaba para descansar del sol tan terrible de ese día. Se sentó al lado de Rubble, sintiéndose incómodo por su seriedad. No estaba haciendo sus típicos chistes malos ni hablaba con Zuma o Skye. —Rubble... el cadete que molestó a Zuma antes... ¿lo conoces? —inquirió, preguntándose si su actitud tenía que ver con ese chico o con la simulación anterior. Rubble no lo miró, solo asintió. Marshall se quedó en silencio un momento; no quería presionar a su amigo. Cuando creyó que Rubble no diría nada, este habló: —Rocky- digo, Robert y yo estábamos juntos en la secundaria. Nos graduamos el mismo año y tan pronto como salimos... pues ya ves. Nos enlistamos. Nunca tuvimos buena relación. Rubble se removió en su sitio, y comenzó a jugar con sus dedos, incómodo. Mostraba que pensar en ese tal Rocky causaba algo negativo en él. Marshall solo asintió, comprensivo. La mayoría de los que estaban enlistados en ese batallón eran de la misma edad. Adolescentes o jóvenes adultos de diferentes estados del país se reunían en una base para realizar su entrenamiento básico, buscando unirse como reserva o activos. En el caso de su escuadrón, Zuma y Rubble tenían diecisiete años, él iba a cumplir dieciocho en una semana. Sí, apenas obtuvieron su diploma de graduados, se enlistaron. Skye tiene 18 años, siendo así la mayor del grupo. De todas formas, la edad mínima para enlistarse es 17 si hay consentimiento de los padres. Su madre no firmó, pero sí lo hizo su abuela. De hecho, su mamá estaba en contra de todo eso. Le decía que no quería verlo metido en un infierno solo por ella. Pero su mamá y su abuela son todo lo que tiene. No hay nadie más. —¿Por qué te dice "pitbull bebé"? Rubble se rió por primera vez desde que llegaron. —Tú mismo me viste cuando iniciamos, Marshall. Siempre he sido de huesos anchos. O bueno... huesos y grasa. —Se describió así mismo de manera despectiva, haciendo que Marshall hiciera una mueca con su boca, inconforme. Pensó un momento, eligiendo bien sus palabras. —Ya... bueno, los pitbull crecen, son muy fuertes y tienen un corazón enorme... Creo que la descripción te queda. —Alzó los hombros mientras sentía la mirada de su amigo sobre él. —¿Te estás burlando de mí? —Rubble lo volteó a ver con una cara de "debes estar bromeando". —Nunca he conocido a una persona con un corazón tan grande como el tuyo, Rubble. Te admiro mucho. Le sonrió de manera genuina, haciendo que Rubble soltara una risa ahogada que terminó en carcajada. —Tú sí que sabes convertir burlas en cosas buenas. —Solo digo la verdad, amigo. Se quedaron callados por un rato. —Marshall. —Dime. —Gracias.
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