ID de la obra: 888

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Mezcla
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planificada Mini, escritos 267 páginas, 72.620 palabras, 58 capítulos
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QUINCE

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El tercer y último día de la prueba ha comenzado. Resistencia. Una prueba que los haría correr 10 kilómetros por el bosque con una rocksack de 35 libras sobre la espalda. Las reglas eran claras: no detenerse a caminar, y si lo hacían, asegurarse de no ser el último en cruzar la línea.Teniendo en cuenta sus entrenamientos anteriores con su anterior sargento —aunque no era fácil— la prueba era similar a lo que ya conocían, y eso le daba una idea de cómo afrontarla de manera inteligente, tanto Marshall como sus amigos. Nadie en su batallón había tenido una buena noche. Lo más temprano que lograron acostarse fue a las 3 de la mañana después de limpiar la cafetería. Sus alarmas sonaron a las 5 a.m. Podía escuchar incontables bostezos de cansancio y quejas sobre lo mal que habían dormido, provenientes de la mayoría de los cadetes. Lo veía en sus propios compañeros. Incluso él se sentía agotado.Sus hombros dolían, y sus piernas se sentían débiles por la falta de sueño. Si hubiese sido solo una noche en vela, tal vez no sería tan malo. Pero en ese lugar, aunque las luces se apagaban a las 9 p.m. en punto, la guardia nocturna que les tocaba hacer arruinaba por completo cualquier horario de sueño. Los sargentos e instructores los pusieron en línea apenas el saludo a la bandera terminó, acomodándolos con gritos, para luego posicionarse frente a ellos, decir las reglas y soplar el silbato que daría inicio a la carrera.Tan pronto como el sonido impactó en sus oídos, avanzó de forma automática al igual que todos ahí. No corrió rápido, pero tampoco se quedó atrás. Sus amigos copiaron su técnica, esa que conocían bien para superar pruebas como esta.Reducir el paso, controlar la respiración y aprovechar que, al inicio, todos corrían más rápido de lo que debían. Se mantuvieron juntos todo el inicio. Marshall se enfocó en mirar los árboles y el paisaje, asombrado por la belleza del bosque a finales del verano. Hablando ocasionalmente con Zuma, quien era el que mejor mantenía su ritmo.Hacía calor, y su OCP no ayudaba, pero prefería eso a que su piel —sensible a causa de su albinismo— se llenase de más quemaduras causadas por el sol. En algún punto del camino perdió de vista a sus amigos, que se quedaron detrás. Ellos le dijeron que siguiera corriendo y que no se detuviera. Que podía hacerlo. Comenzó a adelantar a varios cadetes, uno tras otro, hasta encontrarse con Quinn. Estaba detenido, apoyado en un árbol, respirando con dificultad mientras intentaba recuperar el aliento. Cuando lo vio pasar, sus ojos mostraron la misma oscuridad que cuando estaban en la cafetería.El hematoma de su pómulo se hizo mas evidente desde que lo golpeó hace varias horas. Marshall no se detuvo.Siguió corriendo. Rebasando a uno mas. El chico de cabello gris. Y fue ahí, más adelante, cuando lo vio. Chase. Iba al frente, corriendo con el cuerpo recto, la mochila de peso sin tambalearse.Sus pasos eran firmes, constantes, pero se veía cansado. Sudaba y respiraba algo agitado.Marshall no pensó alcanzarlo en algún momento.Y sin embargo, ahí estaba. Chase lo escuchó acercarse. No se giró, pero pareció deducir que se trataba de él. Marshall frunció el ceño al sentirse molesto por haber sido ignorado. 《¿Cómo es posible que aún resista así… después de no dormir nada anoche?》 Apretó la mandíbula y aceleró el paso. Quedando casi a su lado. Chase giró apenas el rostro, lo suficiente para identificarlo con una mirada fugaz. No sonrió, pero hubo un brillo en sus ojos por una fracción de segundo. Marshall no supo leerlo. Chase habló sin dejar de correr.—No esperaba verte por aquí. La voz de Chase era baja, calmada, incluso hasta amable. Marshall lo sintió como una burla. No debía confiar en que ese imbécil fuera buena persona. —No esperaba verte tan entero —respondió agresivo, sin mirarlo. —Tú tampoco te ves tan mal —murmuró Chase, como si no hubiera notado el comentario pasivo-agresivo de Marshall. —Creí que no hablabas. Te creía mudo. —Tranquilo, albino. —Chase aceleró un poco el paso. El apodo sonaba tan agresivo que Marshall no pudo evitar molestarse por la manera tan despectiva que Chase lo decía. Marshall sintió una chispa en el pecho. Pisó más fuerte, igualó el paso y no se detuvo. Aunque sus piernas le comenzaban a cansar. Corrieron uno al lado del otro por varios minutos. Respiraban como si sus pulmones fueran lo único que les quedaba, pero ninguno desacelero. La humedad en el aire los hizo sudar más y hacer que fuera mas complicado respirar. Como si el bosque los desafiara también. Marshall miraba cada tanto a Chase y pronto se dio cuenta de que estaba analizándolo.Los hombros tensos de Chase pero al mismo tiempo una movilidad interesante al mover sus brazos.La forma en la que apretaba la mandíbula cuando pasaban una inclinación y después relamia sus labios.La manera exacta en la que parecía disfrutar provocarlo cuando aceleraba el paso para cansarlo más. —¿Por qué me estás mirando así? —Chase lo miró sin frenar, con una ceja en alto. —No seas raro... Marshall desvió la vista.—Porque estoy esperando que tropieces. Quiero reírme en tu cara. Chase lo miró. Esta vez, sí sonrió. Fue muy leve, apenas una curva en la comisura de sus labios. —Según sé, tu eres quien es mas probable que se caiga. Escuche acerca de tu torpeza y ayer la vi de primera mano. —Su voz sonó firme, sin rastro de burla. Marshall sintió sus mejillas enrojecer de ira, humillación y vergüenza. No respondió y decidió solo tratar de mantener el ritmo. Ignorando el hecho de que Chase estaba junto a él.El aire le quemaba en los pulmones. Sus piernas protestaban.Pero algo dentro de él ardía más fuerte que el dolor.Ese algo que Chase acababa de encender. Una rivalidad y odio. —Te ves mal. —continuó Chase, sin dejar de correr—. ¿Dormiste tan poco como yo? Marshall lo fulminó con la mirada. —¿Por qué te importa? —espetó entre dientes. Chase giró apenas el rostro, lo suficiente para que sus ojos lo vieran. —No me importa. El bosque se hacía más denso, las raíces del camino más traicioneras.Pero ambos se mantenían parejos, hombro con hombro.Como si el universo los hubiese emparejado solo para esa carrera. Marshall comenzó a resentir el peso de la mochila, el sudor le quemaba los ojos, pero no podía detenerse.No ahora. No frente a él. No junto a él. —¿Por qué me hablas, Chase? —soltó Marshall, con algo de rabia— ¿No te molesta hablar con el "fenómeno"? Chase lo miró, esta vez por completo.Su rostro seguía inexpresivo, pero sus ojos, por un segundo, mostraron algo. ¿Admiración? ¿Molestia? ¿Envidia? —Sí. Me molesta. —dijo finalmente— Me molesta que te creas lo que dice Quinn… Te creía menos influenciable. Era una burla. Al menos así lo sintió Marshall. Las palabras lo atravesaron, y otra vez sus mejillas ardieron. —Eres un imbécil —añadió, volviendo la mirada al frente. Marshall sintió cómo la rabia lo empujaba a no rendirse.A correr más rápido.No dejaría que alguien tan engreído como Chase le ganase. Los últimos dos kilómetros fueron una guerra silenciosa.Los dos aumentaban el paso cada vez que el otro lo hacía.Se medían sin hablar.Sin necesidad de golpes ni insultos. Solo respiración, sudor y orgullo. Y al final ambos cruzaron la línea juntos en un empate, sin mirarse, sin chocar manos. Pero sabiendo, desde ese día, que algo había comenzado entre ellos.Una rivalidad.Una incomodidad.Un respeto a medias, que podía tornarse en fuego o en guerra.
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