ID de la obra: 888

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Mezcla
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planificada Mini, escritos 267 páginas, 72.620 palabras, 58 capítulos
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DIECIOCHO

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La siguiente prueba era el gas lacrimógeno, directamente en sus ojos. Que Dios los bendiga. Uno a uno fueron pasando al frente del sargento, quien les rociaba el gas pimienta sin piedad. Las reacciones fueron de todo tipo: vómito, tos, caras rojas, y hasta uno o dos que se hicieron pipí. Extraño, sí.Pero ahí estaban. Para su suerte, le tocó a Chase antes que a él. Cuando lo rociaron, al inicio no reaccionó. Imperturbable. Hasta que su respiración se volvió agitada, y empezó a moverse de un lado a otro por el ardor en la cara, mientras aguantaba como podía los quince segundos.Al terminar, lo dejaron ir a lavarse, aunque ni eso quitaba el ardor. Quizá se sintió un poco mal por él.Solo hasta que fue su turno. Estaba nervioso. Y cuando el spray tocó sus ojos, el dolor apareció sin preámbulos. Dioses. Era como si le hubieran metido fuego en las cuencas.Lágrimas gruesas salieron de sus ojos, comenzó a toser con fuerza por el olor que le quemaba la garganta, y las heridas en su rostro empezaron a doler tanto como sus ojos. No sabía si aguantaría los quince segundos. Su respiración se hizo irregular. 14.Su rostro comenzó a sentirse caliente. 13.La nariz ardió como si tuviera brasas adentro. 12.Su herida en el labio palpitó. 11.El golpe en su pómulo se volvió opresivo. 10.Más lágrimas. No podía abrir los ojos. 9.Hizo un sonido seco, como un gemido que quiso ser vómito. 8.Todo comenzó a girar. 7.Intentó abrir los ojos.Grave error. 6.El ardor aumentó. Como si lo hubieran rociado otra vez. 5.Soltó un quejido bajo, sin querer. 4.Escuchó a sus amigos gritándole algo. 3.La risa de los sargentos, como cuchillos. 2.La voz de Chase. 1.—¡Tiempo! Salió de su posición para correr a donde tenían el agua y varios galones de leche. Lavó su rostro en las cubetas que tenían ahí, sin ver nada, con las lágrimas aún saliéndole con fuerza. No evitar que sucediera. Terminó vomitando a un lado de la mesa, agachado.Sentía que se le iba a salir todo, incluso el estómago. Y entonces, alguien llegó a su lado. Una mano que se apoyó en su espalda, con firmeza, pero sin presionar.Subía y bajaba con movimientos lentos.No dijo nada. Solo estuvo ahí, esperando que pasara la oleada de arqueadas y vómito. Marshall sentía que apenas tenía fuerzas para levantar la cabeza, pero logró reconocer la manera tan inusual de amarre en las botas. Una que solo le había visto hacer a una persona. Y supo quién era. Aún no pudo verlo bien, pero la manera en que se quedaba en una posición rígida y recta lo delató. —¿Por- por qué...? —balbuceó, su voz saliendo de manera quebradiza. —No digas estupideces, lastimaras mas tu garganta. —respondió Chase, en voz baja y de forma amable, sin detener el movimiento de su mano—. Solo respira. Ya pasó. Lo alentó. Marshall se aferró al borde de la mesa y la pared frente a él, aún con arcadas amenazándole con sacar mas de su intestino. El ardor continuó ahí, pero... La presencia del chico a su lado no hacía el momento peor. De hecho, por raro que sonara, lograba calmarlo. Por unos segundos, Marshall no sintió que fueran rivales. Ni enemigos. Ni siquiera compañeros. Solo eran dos jóvenes en medio de una experiencia terrible. Una peor que la anterior. Cuando por fin el vómito cesó y el ardor comenzó a irse apenas un poco, Marshall se quedó quieto. Agachado. Respirando como si su vida dependiese de cuanto aire entraba a sus pulmones en el menor tiempo posible, con sus ojos aún cerrados y su rostro empapado. La mano seguía ahí en su espalda. No se había ido. No lo había dejado. ¿Chase de verdad estaba haciendo eso? ¿Chase, el imbécil más orgulloso, presumido y burlón que había conocido? No tenia sentido. Abrió un poco los ojos con mucho esfuerzo, y el ardor volvió a golpearlo otra vez fuertemente. Aun así, giró ligeramente la cabeza para verlo. Ahí estaba. De pie a su lado, con el ceño levemente fruncido, una gota de sudor bajándole por la frente, los ojos clavados en él. No se burlaba. No estaba riéndose de él.No parecía disfrutar verlo así de esa manera. Al contrario. Parecía... preocupado. Marshall apartó la mirada sintiéndose repentinamente intimidado. Su cuerpo temblaba levemente, por la reacción al gas, por la náusea... y tal vez por otra razón. —No necesitas hacer esto... —susurró, con voz ronca. Quiso que sonara fuerte, pero ni él mismo se la creyó. —Ya lo hago. —respondió Chase, con esa tranquilidad que a veces parecía genuina y a veces solo una mentira. Marshall tragó saliva. Podía oír a sus amigos detrás, quizá a punto de ser ellos los que fueran puestos en él gas pimienta. Pero nadie se acercó. La mano se detuvo. —Ya estás bien —murmuró Chase, dando un paso atrás, como si esa simple frase fuera suficiente para cerrar el momento—. Ya puedes respirar solo. Ahora si se burló. Marshall asintió, pero no lo miró. No quería hacerlo.Porque si lo miraba, tal vez ese odio que le tenia comenzaría a esfumarse. Algo en el seria diferente. Y no quería eso. Quería seguir teniendo a alguien a quien odiar. A quien poder sentir que no podía alcanzar para así seguir intentándolo. Pero lo sabía. Y por primera vez en mucho tiempo, no sabía si ese nudo en su pecho era por rabia.   ______________________________   Después de que todos hubieran pasado la prueba, tuvieron un tiempo libre antes de la cena. Marshall se encontró caminando por los pasillos buscando un baño que no estuviese atascado de cadetes. Porque si, todos estaban ansiosos por limpiar el olor a gas pimienta de sus pieles. El ardor en los ojos había bajado, pero no había desaparecido aún. Pero tampoco tenía mucho entusiasmo por ver hombres desnudos jugando con sus espadas y comparándolas para saber cual era más grande y gorda. Que asco. ¿Cómo era que la mayoría de esos hombres aseguraban no ser homosexuales? ¡Actuaban como unos completos gais! Asco. Eso era algo que estaba mal. ¿Acaso no lo veían? Como el ardor en sus ojos aun no se iba, caminaba mirando hacia arriba. Aun tenía puesto su OCP así que mantenía una de sus manos en el bolsillo de su pantalón. Por el momento no tenía ánimos de comer, ni de hablar, ni siquiera de sentarse. Necesitaba un baño urgente. Pasó junto al ala médica y al doblar la esquina, vio una puerta entreabierta. Era la oficina de instructores y sargentos.No se supone que debiera haber nadie a esa hora. O eso creía. Iba a seguir de largo, de verdad. Al menos hasta que escuchó una voz. —…aun no llega el informe de su se debe hacer una evacuación. Él sistema de cartas está tan estropeado que pueden tardar meses. Se detuvo. No fue intencional. Solo... algo en ese tono, seco y tenso, lo dejó curioso. Marshall se acercó un poco más, en silencio. —Sabes que sin una orden oficial no podemos evacuar. —respondió otra voz, más baja, más áspera—. Se que hay amenaza de guerra pero... esas son la reglas. Un silencio. Largo. Pesado. Marshall tragó saliva, su espalda pegada a la pared, el corazón latiendo más fuerte de lo que debería.¿Una guerra? —Ni siquiera sabemos si esta base será atacada. —agregó otro, casi como si se lo dijera a sí mismo—. Aún son cadetes. Muchos no están listos para salir a batalla. Aún les queda un mes de entrenamiento, por lo que solo queda la evacuación como procedimiento. —¡Pero no hemos recibido noticias! —soltó alguien más—. Aún tenemos tiempo. Si se confirma la invasión, van a querer adelantar del despliegue. Marshall sintió cómo la sangre se le iba a los pies. —Ya hay movimientos en la frontera norte y este. —dijo el primero, con voz seca—. Las comunicaciones han sido interceptadas, están cerrando zonas civiles, y esta mañana... recibimos los primeros informes de evacuación. Hubo un crujido de papeles, un golpecito contra la mesa.Y luego, algo que sonó como un suspiro cansado. —Pero aun no hay noticias sobre que hacer en la base con los cadetes... son solo mocosos. Muchos de ellos siquiera han llegado a la mayoría de edad. —¿Cuántos niños hay? —preguntó una voz más animada, la del instructor nuevo.—Si aún son muy jóvenes podemos dejarlos en la retaguardia. Marshall no escuchó más.Retrocedió, con el estómago apretado, y caminó en dirección contraria lo más rápido que pudo sin parecer sospechoso. Una guerra.Un despliegue y evacuaciones. Marshall no sabía qué hacer con eso. Solo sabía una cosa: Había peligro.
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