VEINTIUNO
12 de septiembre de 2025, 23:26
Marshall quería romper el silencio en la mesa. Era la hora de la cena y tener a Zuma tan serio frente a él le molestaba. No había sido su intención ofenderlo de ninguna manera, pero no entendía por qué estaba tan a la defensiva, y tampoco sabía qué hacer con eso.
Un carraspeo algo fuerte por parte de Skye llamó la atención de los tres chicos.
—Bien. Ya no lo soporto. ¿Acaso son niños? Llevamos media hora en silencio y no me gusta.
—No estaríamos en silencio si alguien no hiciera el ambiente tan incómodo —soltó Marshall con ese tono pasivo-agresivo que era muy suyo. Todos sabían que así era el albino, pero jamás imaginaron escucharlo hablar así contra alguno de sus amigos.
—No lo haría tan incómodo si alguien no juzgara a las personas sin conocerlas —se defendió Zuma. Rubble y Skye fruncieron el ceño, preocupados. Esos dos estaban hablando, sí... pero no como los amigos que eran.
—Yo no juzgo a las personas. Solo me estaba preocupando por ti. No me habría preocupado si no estuvieras tan ido —Marshall sujetó con fuerza el tenedor. Observaba su bandeja de metal como si escondiera las respuestas en la sopa, en las verduras o en el puré de papa.
—¿Y eso qué tiene que ver con Rocky? Solo asumiste que él me hizo algo.
—Todo el día has estado con él. En ningún momento estuviste con nosotros, y el verte tan... fuera de ti mismo me hizo creer que él tenía algo que ver —Marshall realmente no quería seguir discutiendo. Zuma era uno de sus mejores amigos y que actuara así con él... dolía más de lo que admitiría.
Se hizo un silencio tenso.
—Solo sacas conclusiones apresuradas. No puedes evitarlo, ¿eh? Así eres tú.
Marshall abrió los ojos con fuerza.
Y estalló.
Estalló porque aunque había bajado la guardia y por un segundo se permitió ser vulnerable (a su manera), Zuma solo reaccionó con frialdad. Otra vez.
Sí, quizá él empezó, pero eso no sonaba como el Zuma que conocía.
Se levantó de golpe, azotando las palmas contra la mesa con rabia. Miró a Zuma con enojo.
Pronto se dio cuenta de que había sido impulsivo. Y de que había asustado a sus amigos.
—¿Sabes qué? Si tanto te molesta que me preocupe por ti, mejor vete con él. —Refiriéndose claramente a Rocky.
Zuma se mantuvo con el ceño fruncido, mirándolo mal.
¿Por qué siempre terminaban mirándolo mal?
No solo ahí. Siempre había sido lo mismo. Incluso antes de enlistarse.
—Marshall... —Skye intentó detenerlo, sujetándole la mano, pero el albino se apartó bruscamente. Ella se sobresaltó, y al verla así, él se dio cuenta de que estaba sobre reaccionando.
Se fijó a su alrededor. Los demás cadetes lo observaban.
Genial. Había causado una escena.
Caminó fuera del comedor sin saber qué hacer.
—Eh... he perdido el apetito.
Marshall caminó hasta su habitación compartida y solo se recostó en la cama, dispuesto a dormir. Y extrañamente, lo logró.No supo en qué momento Rubble llegó y se durmió, pero a las dos de la mañana se despertó por sentirse extrañamente sediento.
Las fuentes de agua estaban al otro lado del pasillo, así que no le quedaba de otra más que levantarse para ir.Al abrir la puerta, se encandiló con las luces encendidas del pasillo, así que parpadeó varias veces hasta acostumbrarse.Se dirigió hasta la fuente y bebió agua una vez ahí.
Mientras bebía, escuchó ruidos que se acercaban.Si era uno de los sargentos, estaría muerto. No se suponía que debía haber ningún cadete fuera de su cuarto a esa hora, a menos que estuviera de guardia.
Se escondió rápidamente en la esquina de otro pasillo, y el ruido se hizo más fuerte.
Risas.
¿Eran... risas de Zuma?
Frunció el ceño. No estaba solo.
Zuma y Rocky bajaban las escaleras con prisa, riéndose y platicando sobre cosas que a Marshall le sonaban lejanas e indescifrables.Cuando ya no los vio, decidió seguirlos.
Quizá así podría descubrir qué carajos le pasaba a Zuma.
Bajó las escaleras con cuidado, mirando en todas direcciones. No los vio al principio, así que se guió por cualquier sonido.Más risas a lo lejos.
Caminó hasta los baños, donde se escuchaba movimiento. Entró intentando hacer el menor ruido posible, pero el chillido oxidado de la puerta fue inevitable.
Dentro se encontró con lo inesperado.
Chase estaba lavándose las manos en el lavabo. Lo miró y frunció el ceño.
—Albino. ¿Qué haces aquí? ¿No se supone que duermes en el tercer piso?
—Yo debería hacerte esa pregunta.
—Primero: mi habitación está en el primer piso. Segundo: estoy de guardia. Vine al baño.
Marshall abrió la boca, pero no supo qué responder. Chase tenía más razón que él para estar ahí.
—Suena genial —fue lo único que se le ocurrió decir, como un idiota, justo antes de que escuchara las voces de Zuma y Rocky acercándose al baño.
No dudó en tomar a Chase de la muñeca y arrastrarlo hasta uno de los cubículos. Este quiso protestar, pero Marshall lo calló de inmediato con una mano.
Quedaron muy cerca el uno del otro.
Marshall observaba por el borde de la puerta del cubículo, atento a lo que pasaba afuera. Chase apenas respiraba, aguantando tener a Marshall tan, pero tan cerca.Sus cuerpos se tocaban. Marshall lo tenía literalmente acorralado.
Y Chase supo, desde ese momento, que el shampoo de Marshall era —irónicamente— de coco.
—¿Marshall...? —susurró Chase, pero recibió un rápido 'shhh' del albino.
? —susurró Chase, pero recibió un rápido 'shhh' del albino
—¿No hay nadie? ¿Estás seguro, Rocky? —la voz de Zuma.
—Ya te lo dije. Nunca hay nadie en este baño a estas horas. Nadie nos verá. ¿Podemos continuar? —la voz baja de Rocky hizo que a Marshall se le erizara la piel. ¿Qué carajos estaba pasando?
—Mhm. Me gusta la idea.
Marshall miró, confundido. Vio cómo Zuma se acercaba a Rocky de forma... sugerente. Lo tomó del rostro con una mano, y con la otra le acarició el cabello.
A.
La.
Mierda.
Se estaban besando.
Zuma. Su amigo. Estaba... besando a Rocky.
Marshall abrió la boca, pasmado. No podía creerlo.
Zuma. Su amigo.Un jodido maricón.
Antes de que pudiera hacer algo —abrir la puerta, interrumpirlos, gritar lo que acababa de ver—, el sonido del agua bajando por el inodoro lo sobresaltó.Tan fuerte que interrumpió el momento.
Marshall giró y se dio cuenta de que había sido Chase. Lo había hecho él. A propósito.
Maldito hijo de perra.
Zuma y Rocky salieron apresurados del baño al oír que alguien más estaba ahí.
—¿Por qué hiciste eso? —le soltó Marshall a Chase, girándose a verlo... y notando que estaban tan cerca que, con solo moverse unos centímetros, sus rostros se tocarían.
Se asustó. Y lo empujó.
Estampó a Chase contra la pared del cubículo. Sonó sordo, aunque este ya estaba contra la pared.
—No me jodas. No quiero esas mariconeras cerca de mí.
Marshall respiraba agitado. Mirándolo con rabia. Una rabia que no entendía, pero que no podía contener.
—Marshall... —Chase lo miraba con una mezcla de sorpresa y comprensión. Había entendido su reacción. —Marshall. —Repitió sin atreverse a moverse de donde había sido estampado.
—Cállate. —Espetó. —No digas ni una puta palabra, Wallas. —Marshall lo miró, notando como Chase solo mantenía la mirada sobre él. Juzgándolo. Analizándolo.Y eso lo irritó más de lo que podía admitir. Otra vez, esas miradas de superioridad ante su persona. Esos ojos mirándolo de manera indescifrable. —¿Qué me ves? ¿Toda esta situación te parece normal?
Chase finalmente se movió y comenzó a arreglar su ropa para después hablar. —No. —Hizo una pausa. Su tono no sonó confrontativo pero sin duda tampoco débil. —No me parece normal que reacciones como un cobarde.
¿Acaso había escuchado mal?
—¿Qué dijiste? —Apretó la mandíbula. Conteniendo las ganas de tirarse a él.
—Lo que escuchaste. Albino. —Chase dio un paso al frente y Marshall se quedó quieto al no poder ir mas atrás por la pared del cubículo evitándolo. —¿Te molesta que tu amigo sea homosexual? No lo creo. Creo que lo que te molesta lo que eso significa para ti. —Su mirada paso a ser fría, intimidante. Mirándolo desde arriba. Atormentando su ser. —Te molesta que tu amigo no sea lo que tu creías que era. Te molesta que se salga de tu molde. Ese que creaste y encerraste su supuesta personalidad.
Su tono de voz tan bajo e intimidante. Tan grave que le hacia temblar. No era nada comparado con el tono de voz que conocía del moreno.
Marshall lo empujó sin tanta fuerza, pero con desesperación ante la cercanía.
—¡Cállate! ¡Tú sabes una mierda de mi!
—¿Entonces porque tiemblas, albino? ¿De verdad es necesario saberlo para notarlo? —Chase seguía bastante tranquilo. Tanto que era inquietante ante los arrebatos tan violentos de Marshall.
—¿Te estás burlando de mí?
Una oración que salió sin pensarlo. En un tono quebradizo. Como si tuviera miedo. Como si... toda su vida hubiera temido eso.
Chase se quedo en blanco tras escucharlo. Su mirada se suavizo sin darse cuenta. Como si hubiera algo más en ese tono. Algo que él logró notar.
Chase no respondió. Pero no apartó la vista.
Y eso fue suficiente para Marshall.
—¡No te burles de mí, maldita sea! —explotó. Y le soltó un puñetazo directo a la mandíbula.
El golpe fue torpe, impulsivo, más desesperado que agresivo.
Chase trastabilló un paso, pero no cayó. Se llevó la mano al rostro y suspiró. No por dolor. Por agotamiento.
—No. No vas a hacer esto —dijo, antes de sujetarlo por los hombros y empujarlo contra la pared. Esta vez no con fuerza para lastimarlo. Solo para detenerlo.
Marshall forcejeó, quiso liberarse. Dio un manotazo, un empujón, pero Chase lo sujetó con más fuerza.Sin golpearlo. Sin agredirlo.
—¡Suéltame! ¡Suéltame, joder! —gritó Marshall. Pero su voz se le quebró a la mitad. No era furia. Era otra cosa. Era algo que se le venía desbordando desde hacía días, semanas... años.
—¡Basta! —le gritó Chase. —¡Mírame! ¡Mírame, Marshall!
Marshall lo miró.
Con los ojos llenos de una rabia que ya no sabía a quién iba dirigida.
Y Chase, todavía sujetándolo, bajó un poco el tono.
—¿A quién le estás gritando en realidad?
Silencio.
Marshall apretó la mandíbula. Sus ojos brillaban, pero no era por lágrimas.
Estaba atrapado. Por Chase. Por sus propias ideas y creencias. Por todo.
Finalmente dejó de forcejear.
Chase lo soltó muy lentamente, dando un paso atrás.
—Pensé que eras más fuerte —dijo con calma, sin arrogancia. Y se dio media vuelta para salir del baño.
Marshall se quedó allí, contra la pared. Respirando como si hubiera corrido kilómetros. Sintiendo cómo todo dentro de él empezaba a resquebrajarse.