VEINTIDOS
12 de septiembre de 2025, 23:26
Marshall no desayunó con sus amigos al día siguiente. Tampoco comió. Ni cenó con ellos.Durante todo el día, y en cada una de sus actividades, se mantuvo distante. Apartado.No podía verlos.No podía hablarles.
No podía hablarle a Zuma.
¿Cómo le explicaría que lo vio la noche anterior besándose con el peligris?¿Cómo le explicaría que eso estaba mal? Que era peligroso, especialmente si Quinn lo tenía en la mira. A él y a todos sus amigos.
Especialmente después de no haber sido golpeado en la emboscada. Porque claro que buscó quién lo hizo.
Y cuando trató de denunciar a Quinn, le dijeron que no había pruebas suficientes para inculparlo.
Claro que no le contó a sus amigos que lo había hecho.Ellos siguen creyendo que fue algo que pasó desapercibido. Pero no fue así. Fue algo que estuvo en boca de los instructores. Y, aun así, no se hizo nada al respecto.A fin de cuentas, eran los cinta roja.Era estúpido que siguieran catalogándolos así después de haber superado ese entrenamiento y estar entre los mejores.
Supuso que se dieron cuenta de su distanciamiento cuando, después del entrenamiento de ese día, fue interceptado por sus amigos en su habitación.
Inesperadamente, hasta Zuma estaba allí.
No pudo verlo a la cara.No se atrevía.No sabía si lo que sentía era disgusto, miedo o vergüenza. Pero algo dentro de él cambiaba.
—Marshall, entiendo que ayer las cosas hayan estado un poco... complicadas —como siempre, la intermediaria fue Skye—. Pero eso no significa que debamos distanciarnos. Las diferencias las tienen todos.
—Además, sé que ustedes no querían pelear. —Rubble movió una pierna con nerviosismo.
Los tres estaban sentados en la cama, menos él. Marshall seguía de pie, con los brazos cruzados.
—Me llamó prejuicioso, Rubb. —Su voz fue seca.
—¿Sabes que estoy aquí, verdad? Sé que no debí decirte esas cosas, Marshall.
Zuma habló en voz baja, moviendo las manos como si intentara mostrar sinceridad.Marshall lo ignoró.No lo miró. No le respondió.Construyó una muralla invisible entre ambos.
—Skye, Rubble... Esto no es tan sencillo de arreglar. No, especialmente cuando... —Se detuvo. Dudó. Tragó saliva—. Cuando las personas no son lo que uno espera que sean.
—¿A qué te refieres, Marshall? —Rubble frunció el ceño, confundido, mirando a ambos.
Finalmente, Marshall lo hizo. Lo miró. Clavó la mirada en Zuma con una intensidad helada. Tan fija que Zuma tuvo que tragar saliva.
—Sí. Ayer me di cuenta de que... muchas veces no puedes confiar en que tus amigos no sean... diferentes.
Zuma abrió los ojos, sorprendido. Abrió la boca, pero no encontró palabras.
—Habla claro, Marshall —dijo Skye, su tono empezando a tensarse.
—No creo que sea necesario, Skye. Creo que quien debería hablar con ustedes es él.
El hecho de que ni siquiera lo nombrara... que no dijera su nombre...Era... desconcertante.Como si Zuma no existiera. Como si intentara borrarlo.
—Rubble, Skye... ¿pueden dejarnos solos a mí y a Marshall? Por favor. —Zuma los miró con incomodidad.
—No. ¿Por qué no les dices? Ya que estamos aquí... ¿Qué tienes que ocultar, eh? —Marshall sonrió con sorna. Con rabia. Con miedo.
—Marshall... no hagas esto...
—Diles lo que vi anoche —escupió.
—¿De qué está hablando Marshall? —Skye se giró hacia Zuma, desconcertada.
—No es... no es nada, chicos.
—¿Qué no es nada? —Marshall se rió, sarcástico—. No me hagas reír. Tú y yo sabemos que no era solo "nada". Tú... tú estás mal. Y lo sabes.
Zuma se veía asustado. También dolido.Estaba viendo en Marshall a todos esos chicos que Marshall decía odiar.Lo miró con repulsión, pero también con una punzada de tristeza.Y entonces miró a sus amigos. Buscando apoyo.Lo encontró.
—Sea lo que sea, Marshall, no tienes por qué actuar así —Skye se puso firme—. Ustedes son amigos.
—¿Amigo? ¿¡Amigo!? ¡No soy amigo de un fenómeno como él...! —Lo apuntó con el dedo, sin darse cuenta de lo que decía.
Y entonces lo vio.
El color de su propia piel.
Su propio dedo, su mano, su brazo.
Su piel era blanca. Muy blanca.
Él también era un fenómeno.
Eso no lo hacía tan distinto de Zuma.
Fue ahí. Justo ahí.Cuando se dio cuenta.Estaba siendo un maldito hipócrita.Se detuvo.
No dijo nada más.
No porque no tuviera palabras, sino porque sabía que cualquier cosa que saliera de su boca solo sería peor.
Y entonces sintió el golpe.Frío.Seco.Brutal.
Contrario a lo que esperaba, no fue Zuma quien lo golpeó.
Fue Rubble.
Soltó un quejido desde el suelo. Sintió el dolor apoderarse de su pómulo y las lágrimas llenando sus ojos.Miró el suelo, viéndolo borroso.
También escuchó la voz de Skye gritándole a Rubble.
Un zumbido llenó sus oídos, y aun así, no podía culparlo. Porque tenía toda la razón para hacerlo.
Especialmente cuando veía con tanta claridad sus manos blancas contrastando con la oscuridad del suelo.
Sintió que llamaban su nombre un par de veces, pero no reaccionó. No hasta que escuchó a Rubble:
—Pensé que eras diferente a Quinn, Marshall... Pensé que eras valiente. No un cobarde en desgracia.
Eso dolió.
Dolió porque era cierto.
Se rió. Al principio fue suave, casi sin querer, pero luego su risa se volvió más frenética. Pesada. Casi amarga.
—¿Valiente...? ¿Creías que yo era valiente...? —preguntó, como si se tratara del mejor chiste que había escuchado en su vida. Lo miró, buscando en su rostro alguna señal de que estaba bromeando. Pero al no encontrarla, su sonrisa se borró.
Rubble sí creía que él era valiente.
Ellos creían en él.
—Marshall... —Skye se acercó al ver su rostro empapado en lágrimas. Lo sostuvo por los hombros para ayudarlo a incorporarse.
Se quedaron en silencio unos segundos, hasta que Zuma finalmente dio un paso al frente.
Marshall volvió a notar esa extraña mirada que le dedicaba.Como si hubiera algo que Zuma entendía... pero que él no.Igual que Chase.
Era la misma mirada. La misma sensación. La misma reacción.
Como si le dijera, sin palabras, que sabía quién era en realidad.
—Con ese golpe que te dio Rubble por mí... estamos a mano si te disculpas. —Le extendió la mano.
El pecho de Marshall se llenó de una calidez inesperada.¿De verdad iba a perdonarlo?
Miró, incrédulo, a sus amigos. Skye lo observaba con cansancio, pero sin enojo. Rubble, aunque molesto, no lo odiaba.
Ninguno lo odiaba.
Solo había aceptación.
—Perdóname, Zuma. Lo siento. Yo... yo solo no sé qué hacer con eso...
—Ya tendremos tiempo para hablarlo. —Zuma sonrió con suavidad—. Mejor descansa.