ID de la obra: 888

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Mezcla
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planificada Mini, escritos 267 páginas, 72.620 palabras, 58 capítulos
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VEINTICINCO

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El sonido de impacto contra el suelo sonó de manera estruendosa. Tan fuerte que pudieron sentirlo como vibración en sus cabezas. No hubo tiempo de procesarlo para cuando Chase arrastró a Marshall a un tronco caído. —Al suelo. —Chase lo jaló por el uniforme para luego subirse encima y cubrir a Marshall con su propio cuerpo. Los aviones hicieron ruido al pasar velozmente sobre sus cabezas y el silbido de las balas al caer y estrellarse en los edificios. —¿Qué esta pasando?... —Su voz era baja. Tratando de no hacer mas incómodo el tener a Chase tan cerca. Chase no respondió de inmediato. Estaba muy concentrado en inspeccionar las rutas y patrones de vuelo de las naves. Tratando de cubrir tanto a él y Marshall entre la maleza del suelo. De camuflarse.Cada movimiento que hacía era medido. Como si hubiera estado preparándose para una situación como esa toda su vida. No seria una sorpresa para Marshall si ese era el caso. —Estamos siendo atacados. Son jets enemigos. —¿Que... que estas viendo? —Están disparando en puntos clave. Quiero saber que tanto conocen. Así sabre que lugar es mas seguro para ir. —Para bien o para mal, Marshall podía sentir el corazón de Chase golpeando con fuerza debajo de su uniforme. Tenía miedo. Así como él. Marshall escondió su rostro cuando un edificio no tan lejano explotó. —Tenemos que irnos. —Chase se levantó y lo arrastró consigo. —Ya no es seguro aquí. —¿A donde? No hay lugar seguro, Chase. —Hay un sótano debajo de la armería. Tenemos que buscar un lugar seguro lo antes posible. Marshall asintió. Sonaba aterrador. Ambos corrieron escondiéndose entre escombros, paredes y... cuerpos. Ya habían cadetes muertos. Marshall no pudo evitar sentirse preocupado por sus amigos. ¿Estarían bien? Ellos estaban en la zona del primer impacto. —Chase... —Quiso hablar una vez estuvieron en el edificio de las barracas. Para ir al sótano de la armería tenían que pasar por el edificio. —Mis amigos... ellos pueden seguir afuera. —No podemos detenernos. Moriremos si regresamos. —Chase no soltó su agarre en Marshall, sino que se intensificó al creerlo capaz de regresar. Marshall forcejeó para liberarse. Chase era más fuerte que él. Su fuerza no era tan distinta, pero aun así le molestaba esa ventaja. —Déjame ir —repitió Marshall, empujando el brazo que Chase tenía firmemente sujeto a su uniforme. —No —Chase ni siquiera dudó—. No vas a salir. —¡Mis amigos están allá afuera! ¡No puedo simplemente...! —¡Y si sales, serás un muerto más! El grito de Chase rebotó en las paredes del pasillo vacío y tembloroso. Por un segundo, el estruendo del exterior pareció apagarse, como si la discusión fuera más fuerte que el ataque. —¡No me importa! ¡Tú no entiendes! ¡Zuma, Skye, Rubble...! ¡Pueden estar heridos! ¡O peor! No puedo dejar que mueran... no puedo... Marshall parecía desmoronarse. Chase no iba a permitirlo. Lo tomó del rostro con fuerza y lo obligó a mirarlo. —Tenemos que irnos al sótano, Marshall. Aquí ya no es seguro. —No puedo simplemente dejarlos... No me he disculpado... —Tomó las muñecas de Chase, intentando soltarse. —Si mueres, no podrás hacer nada por ellos. Si están vivos y logran sobrevivir, necesitarán ayuda. Y si estás muerto, no les servirás de nada. Eso hizo que Marshall se detuviera. Tenía razón. Antes de que pudieran moverse, los vidrios de las ventanas comenzaron a estallar con un sonido seco y violento. Estaban disparando directamente a las barracas. Chase lo empujó justo antes de que una bala lo alcanzara. Marshall escuchó un quejido sordo cuando la espalda de Chase golpeó el suelo con fuerza. Las balas no cesaban. Hacían volar camas, muros, techos. Chase se mantuvo encima de él, protegiéndolo con su cuerpo. Otra vez. ¿Por qué lo salvaba? ¿Por qué hacía todo lo que estaba en su alcance para mantenerlo con vida? ¿Por qué le importaba tanto? El fuego cesó cuando el jet se alejó. Marshall empujó suavemente a Chase para quitárselo de encima. Este se quejó, y fue entonces cuando Marshall sintió la humedad en su uniforme. Miró hacia abajo. Sangre. Giró rápidamente la vista hacia Chase y notó que una bala lo había alcanzado en el brazo. —¡Chase! Se asustó. El moreno lo miraba, con la respiración controlada. —Busca algo para tapar la herida, albino. Ordenó. Marshall echó un vistazo a su alrededor. No debía ser difícil encontrar alguna prenda: estaban en el dormitorio principal. Corrió entre los escombros hasta hallar unas camisas de otros cadetes. Tomó una y se apresuró a volver con Chase para presionar la tela sobre la herida. Tenía que ser rápido. Tenía que recordar su clase de primeros auxilios. Un torniquete. Necesitaba algo metálico, las camisas, presión... Sí. Lo intentó. Al principio fue torpe, inseguro. Pero Chase lo fue guiando pacientemente hasta que lo hizo bien. —Listo. Ahora tenemos que salir de aquí. Chase se incorporó con ayuda de Marshall. —¿Cómo haremos eso si nos están cazando? ¡Lo viste! ¡Nos quieren muertos! Chase asintió, serio. —Hay que cruzar este edificio. Después iré a la armería. No está tan lejos, pero por unos segundos estaremos completamente expuestos. —Es muy arriesgado... —Es eso o quedarnos aquí, en lo más visible, a que nos encuentren y nos maten. Ambos se movían por los pasillos medio agachados. Muchas áreas estaban destruidas, y no descartaban un segundo o tercer ataque. —Chase... —Si vas a decir algo porque vas a llorar, mejor no digas ni una palabra. El tono molesto de Chase hizo que Marshall rodara los ojos. Ese idiota era tan idiota como él. —No iba a decir ninguna mariconada, imbécil. —Ah... veo que ese es mi apodo. Me hubiera gustado algo que engrandeciera mis grandes cualidades. —¿Sabes que no es momento para bromas? —¿Por qué? ¿Por qué tengo una bala en el brazo o porque estamos siendo atacados? La expresión de fingida inocencia en el rostro de Chase hizo que una sonrisa se escapara del rostro del albino. Chase hacía todo eso para aliviarle los nervios. Para hacerlo sentir mejor. No sabía si estar agradecido... o maldecirlo. —Vamos. Hay que apresurarnos.   __________________________   —Siguen ahí... —susurró Marshall. —Están campeando el área. Quieren llevarse a la mayor cantidad posible. —¿Qué hacemos...? Tenemos que llegar al sótano de la armería, pero no podemos si esos malditos siguen sobrevolando cada minuto... Su conversación fue interrumpida por otro estallido de disparos desde los jets. Sonaba lejano, pero era imposible saber si la siguiente ráfaga iría dirigida a ellos. Ambos estaban agazapados en una esquina hecha de escombros, en lo que quedaba del muro más cercano a la armería. Se escondían como animales, conteniendo la respiración, el corazón golpeándoles con fuerza en las sienes. Solo una calle los separaba de su destino. Solo una calle... pero podría ser un campo minado. —¿Cómo sigue tu herida? —Ya me lo preguntaste tres veces, albino. —Ya. Solo respóndeme. —La sangre se detuvo. —Chase rodó los ojos, aunque su mandíbula seguía apretada de dolor. —Bien... yo... yo no escucho nada... —Sí... es raro. —Ambos se quedaron en absoluto silencio, como si al contener el aliento pudieran distinguir mejor el rugido de los jets. Nada. —No... no los escucho. Quizá es ahora. Levántate. Rápido, rápido, rápido. La orden fue como un disparo. Ambos se incorporaron de un salto y miraron al cielo con ansiedad, como si esperaran ver la muerte bajando en picada. Pero no había nada. Corrieron. Como si el aire ardiera detrás de ellos. Como si la calle fuera una trampa a punto de cerrarse. Como si no tuvieran otra oportunidad. Y entonces vieron el edificio de la armería... y a los cadetes afuera. Uno de ellos levantó la mano y lanzó algo. —¡Chase, una bomba! El objeto tocó el suelo y liberó una nube espesa de humo blanco. —Es para cubrirnos. Para que no nos vean. —¡Pero revela nuestra ubicación! Chase tomó la muñeca de Marshall con su mano buena y tiró de él sin vacilar. —Mejor eso a que nos vean claramente y nos acribillen. Solo corre a la maldita puerta. Las balas no tardaron en llegar. Silbaron como mosquitos asesinos, chocando contra concreto y metal. El humo los cubría, pero el terror seguía ahí, detrás de cada paso. Entraron al edificio y, de inmediato, varias manos los agarraron por el uniforme y los empujaron contra el suelo. Los jets seguían disparando en dirección al edificio, pero ya estaban adentro. Ya estaban... ¿a salvo? Los soldados los arrastraban como podían, tirando de sus cinturones para pasarlos de unos a otros, como si fueran sacos de carne que necesitaban salvar. —¡Chase está herido! ¡Ayúdennos, por favor! —gritó Marshall. Sabía que si él no lo decía, el moreno nunca abriría la boca. Finalmente, dejaron de arrastrarlos. Les señalaron una escalera y los empujaron hacia ella. —Bajen. El sótano. Estarán a salvo ahí. Marshall no sintió alivio hasta que cruzó la puerta de metal con Chase a su lado. Pero entonces... La escena le cortó la respiración. Estaba sobrepoblado. Un enjambre de cuerpos, voces, sangre y miedo. Cientos de cadetes heridos, algunos en el suelo gimiendo, otros de pie, temblando, con los ojos vacíos. Algunos intentaban ayudar, presionando heridas abiertas con las manos desnudas. Otros simplemente... lloraban. Había pocas enfermeras. Casi ningún médico. Y demasiadas heridas. Demasiada sangre. Demasiado silencio donde debería haber esperanza. Y luego lo vio. Un chico. Solo uno. Sentado contra la pared, con la cabeza entre las manos. Lloraba como un niño. Su uniforme manchado de rojo, su mirada perdida. A su lado, el cadáver de su mejor amigo. Aún no lo soltaba. Marshall no supo si gritar o vomitar. Esto no era un simulacro. Esto era la guerra. Y miles murieron ese día.
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