ID de la obra: 888

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Mezcla
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planificada Mini, escritos 267 páginas, 72.620 palabras, 58 capítulos
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VEINTISIETE

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Marshall decidió que no podía quedarse quieto sin hacer nada, o sin ayudar a los heridos. Se unió a Skye para agilizar el proceso de atención. No sabía mucho de primeros auxilios. Solo lo que les había enseñado su sargento. Pero eso parecía mucho más de lo que sabían los demás cadetes. Ayudó a quitar balas de los cuerpos de algunos cadetes para evitar complicaciones. Cerró y suturó varias heridas abiertas. Entonces recordó que Chase seguía en una esquina del sótano, sin que nadie le hubiera sacado la bala ni lo hubieran atendido. Le dio nervios. Sabía cómo hacerlo en teoría, había visto a Skye hacerlo. Sabía que si él no lo hacía, Chase tardaría en recibir ayuda. Se acercó a él, notando que seguía dormido. Marshall se preocupó al verlo tan sudado. Chase lucía enfermo. —Wallas... —Lo movió un poco, pero no hubo respuesta—. Chase. —Le tomó el hombro para moverlo más bruscamente. Chase despertó de golpe. —Albino... ¿Qué pasó? —Vengo... vengo a sacarte la bala del brazo. Chase frunció el ceño. Él mismo había tenido que guiar a Marshall para hacer un torniquete. ¿Cómo sabría sacar una bala? —Estás de joda —gruñó, con voz forzada—. No sabes hacer eso. Me vas a matar. —Sí sé... solo me pongo nervioso... Chase lo miró perturbado. No quería que Marshall se le acercara con fines médicos. O con bisturí. —¿No le tienes miedo a la sangre? No quisiera tener que cargarte desmayado —dijo, intentando sonar sarcástico. Marshall se sintió ofendido. —Claro que no le tengo miedo. Y en tu estado ni podrías cargarme. Apenas puedes respirar. Le mostró el botiquín de primeros auxilios. —No. No quiero que me cures. —No seas terco. Si no lo hago, se infectará y te cortarán el brazo. —Tú me vas a cortar el brazo. —Confía en mí, Chase. Por favor. El moreno dudó. Sus ojos mostraron su inquietud. Pero asintió. Confiaría. Marshall se arrodilló frente a él, abriendo el botiquín con manos tensas. Buscó pinzas, gasas, alcohol y la jeringa con anestesia. Solo había visto a Skye usarla una vez. Ni siquiera estaba seguro de cuánto debía inyectar. —Esto va a doler —advirtió, sin sonar muy convincente. —Solo no me mates ¿quieres? Alguien como yo no puede morir por culpa de alguien como tú. —bufó Chase, medio agotado. Marshall empapó una gasa con alcohol y limpió la herida como pudo. Chase apretó los dientes al contacto. —¡Podrías avisar, maldición! —¡Pensé que ya sabías que dolería! —replicó Marshall, más nervioso de lo que quería admitir. Y con algo de culpa. Agarró la jeringa con torpeza. —Voy a inyectarte un poco de anestesia local... —Un poco... ¿Sabes la dosis? —No. —Perfecto. —Sarcástico. Marshall lo miró feo y le clavó la aguja con cuidado. Chase no gritó, pero sí soltó un bufido de dolor. —¿Estás bien? —Solo hazlo rápido. Esperó unos segundos a que hiciera efecto. No sabía si era suficiente, pero ya no podía echarse atrás. Tomó las pinzas, tragó saliva, y las hundió en la herida. Su pulso no era el más estable del mundo, y tuvo que meterlas dos veces antes de encontrar algo sólido. —¿Ya lo tienes? —Creo que sí... —tiró con un poco de fuerza. Y Chase gritó. No un grito largo, pero sí fuerte. —¡Ahh! ¡La puta madre! Cabrón hijo de puta... ¡Eso dolió! —¡Ya casi está! ¡No te muevas! Marshall se inclinó más, con el rostro rojo y las manos tensas. La bala salió, finalmente, empapada en sangre. Marshall la sostuvo entre los dedos, jadeando. —¡Listo! —anunció, con una sonrisa algo torpe. Chase lo fulminó con la mirada. —Juraste que sabías lo que hacías. —¡Lo sabía! ¡Solo que tú gritas por todo! —¡Me estabas metiendo las pinzas sin cuidado! Marshall ignoró el comentario y presionó la herida con una gasa nueva. Luego empezó a suturar como recordaba haberlo visto: con hilo, aguja curva y mucho cuidado. Le temblaban los dedos, pero logró pasar el hilo unas cuantas veces sin desmayarse ni ensartarse él mismo. —¿Cuánto falta? —preguntó Chase, ya con voz más cansada que irritada. —Casi termino. Marshall apretó los últimos puntos, cortó el hilo, y le puso un vendaje firme. Se quedó observándolo en silencio. Chase tenía los ojos cerrados, el rostro bañado en sudor, pero ya no temblaba tanto. —Gracias... —murmuró. Marshall no respondió de inmediato. Solo lo miró. Y por primera vez, no se sintió como un estorbo. No se sintió como el idiota que todos señalaban. Se sintió útil. Y eso fue una sensación rara. Le gustaba sentirse así. Como alguien que puede cuidar de los demás.Como alguien que puede cuidar de Chase, el mas grande los imbéciles. _______________________________ —Y luego haces la sutura de esta manera. Skye le explicaba a Marshall todo lo que le habían enseñado ese día sobre cómo curar las heridas de sus compañeros. Marshall observaba mientras ella hacía todo el proceso de sacar la bala de uno de los cadetes que había llegado. A cada hora seguían llegando más. El ataque había cesado hacía media hora. No había avistamientos de ningún jet enemigo y el bombardeo duró un total de dos horas. Aún no sabían con exactitud cuántos cadetes murieron, pero durante los próximos días les tocaría buscar las placas e identificar los cadáveres. Por ahora, habían organizado varias áreas médicas donde, a ese punto, miles de cadetes estaban siendo atendidos. Marshall aprendía más y más sobre cómo curar heridas de bala y mantener con vida a sus compañeros. Cada cierto tiempo iba al sitio donde habían trasladado a Chase para cuidar de él. Seguía en observación. La fiebre había disminuido considerablemente, lo que le ayudaba a descansar en paz. Marshall se sentía culpable. Chase recibió esa bala por su culpa, por protegerlo. Lo mínimo que podía hacer era asegurarse de que no muriera. Tocó su frente una vez más para comprobar que no tuviera fiebre. —Sabes... comienzo a creer que te preocupas por mí. La voz del moreno sonó ronca. Había despertado.Marshall sonrió de lado. —Fuiste mi primer paciente. Si mueres, la culpa sería mía. Eso hizo reír un poco a Chase. —Aun así, es como la quinta vez que vienes, albino. —No te creas tan importante. Solo hago mi deber. —Que yo sepa, no eres enfermero. —... ¿Quién dice? —¿Eres enfermero? Marshall hizo un movimiento con el cuerpo para mostrar su brazo.En este llevaba una bandana con una cruz roja. Oficialmente servía como enfermero en la crisis. —¿Ves esto? —Me compadezco de todos los pacientes que has tenido —Chase fingió miedo, con sarcasmo—. Porque si no murieron por una bala, seguramente el dolor que les has causado los remató. Marshall lo miró mal. —Mejor ya duérmete, presumido.
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