TREINTA Y DOS
12 de septiembre de 2025, 23:26
El lavabo estaba en la habitación, a un lado de la puerta del baño compartido. El diseño de Fort Vent era muy diferente al de Fort Jackson. Soltó un bostezo mientras observaba a Chase rasurarse frente al espejo. Se veía muy concentrado.
—¿Eres alguien muy peludo?
La repentina pregunta tomó por sorpresa a Chase, quien se sobresaltó y casi se corta con la navaja del rastrillo. Puso ambas manos a los costados del lavabo para recuperar el equilibrio mientras respiraba.
—Mierda. Me asustaste. Pensé que estabas dormido.
Marshall sonrió de lado. Aún estaba medio dormido, así que no podía reírse con fuerza.
—Quién lo diría... —bostezó—. Creí que te darías cuenta de que ya estaba despierto.
—Sí, eso no pasó. No estoy al pendiente de ti a cada segundo del día. Y contestando tu pregunta... solo un poco. Mi barba suele crecer rápido.
Volvió a rasurarse, más cuidadoso.
Marshall se levantó de la cama y buscó su ropa para cambiarse. Lo más tardado siempre eran las botas. Pasaron uno o dos minutos en silencio hasta que habló:
—¿No te cortaste, verdad?
—¿Por qué? ¿Te importa?
Chase se enjuagó la espuma del rostro con agua. Marshall seguía atando sus agujetas.
—No, pero ya soy responsable de tu brazo. No quiero tener que curar también una herida en tu cara. Por cierto... ¿cambiaste la venda?
—Sí. Lo hice antes de que despertaras.
—¿Aún duele?
—No tanto. Vámonos. ¿Estás listo?
Chase se paró frente a él, observándolo.
—Aún me falta la otra bota.
—... ¿Sabes que ataste mal la otra?
—Está bien. Siempre lo hago así.
Chase se agachó para ayudarlo a atar las agujetas de forma rápida. Marshall odiaba que fueran tan largas.
—Ahora tengo nudos primos. El mío y el tuyo son muy diferentes.
—Es que tú lo haces mal.
—Lo que digas.
La rutina no cambiaba: formación con saludo a la bandera, y luego actividades. Solo quedaba una semana para terminar el entrenamiento táctico. Después, solo tendrían que tomar clases específicas de su profesión y serían libres.
—Ya no hay instructores con nosotros y nos mandan a una misión de reconocimiento como si aún estuviéramos en entrenamiento —se quejó Marshall. Caminaban fuera de la base, ubicada en la cima de una montaña, rodeada de árboles y vegetación—. ¿Cómo es posible que alguien salga y se pierda? Es absurdo.
—Te quejas mucho. Así sucede. Quizá fue otro cadete en entrenamiento que no sabía cómo usar el mapa o la brújula.
—¿Pero por qué nosotros? Esperaba que nos dejaran descansar un poco...
—Ay, ya cállate, que estás insoportable, albino. Amaneciste bien quejumbroso.
Marshall se rió y siguió caminando. Sabía que Chase contaba los pasos y por eso estaba tan estresado.
Él, por su parte, se encargaba de la brújula y el mapa.
—Chase... ¿crees que siga vivo? Dijeron que lleva desaparecido 32 horas.
—No lo sé. Nuestro trabajo es encontrarlo... vivo o muerto.
Siguieron caminando. El terreno se volvía cada vez más difícil. Los árboles estaban más juntos, estrechando el sendero.
Marshall tropezaba a cada rato con las raíces que sobresalían. Era una tortura.
Pasadas tres o cuatro horas de caminar siguiendo el mapa, llegaron finalmente a las coordenadas que les habían dado. Era un perímetro de al menos 15 metros a la redonda, así que tendrían que verificar con detalle dónde y por qué el cadete se había perdido.
Rompieron ramas con sus navajas para tener mayor acceso al terreno, pero Marshall creyó que sería mejor separarse para cubrir más espacio y luego simplemente gritarse o usar las radios para reencontrarse.
En un segundo, el albino ya no estaba detrás de Chase.
—¿Marshall? Oh, jodido idiota...
Chase apretó la mandíbula, tenso. Marshall era un tonto.Corrió en la dirección donde creyó que se había ido.Logró verlo a lo lejos, así que se apresuró para regañarlo por haberse separado... pero justo cuando estuvo a punto de tomarle el hombro, Marshall desapareció de su vista.
—¡Mierda!
Marshall había tropezado con una raíz del suelo, lo que lo hizo caer al frente.
Hubiese sido una caída normal, si no fuera porque no lo era. Era una bajada inclinada que lo hizo girar y rodar por la tierra, hasta estrellarse contra un árbol. Quedó quieto ahí.
Chase se asustó y bajó lo más rápido que pudo, cuidando sus pasos para no rodar igual.
—¡Marshall! Dios mío... Mierda, mierda... ¿estás bien? Eso fue una caída brutal.
Al llegar hasta él, lo tomó del rostro para asegurarse de que siguiera consciente.Marshall lo miró perplejo, sin saber cómo reaccionar ante el contacto.
Sus mejillas se calentaron, y desvió la mirada. No quería ver a Chase, no con su rostro tan cerca del suyo.
Tenía heridas en la cara, y el uniforme estaba cubierto de tierra por la arrastrada que se dio.
—Estoy... estoy bien. No vi la raíz.
—Lo noté. Eres un jodido imbécil. Solo a ti se te ocurre irte y separarte sin conocer el terreno. Pero... ¿puedes moverte? Te diste fuerte contra el árbol.
Marshall se levantó con ayuda de Chase, sujetándolo por las muñecas y jalándolo hacia arriba. Casi volvió a caer por la inclinación, pero Chase lo sostuvo del costado.
—Ya... ya. Suéltame. Estoy bien. —Se sacudió el uniforme, incómodo por la cercanía, y miró alrededor—. Creo que esta área también está dentro del perímetro... ¿No crees que...? —Marshall bajó la vista, escaneando con atención—. ¡Ahí! Mira.
Bajó rápidamente, seguido por Chase. Mientras descendía, la tierra y algunas piedras se movían con él. Casi vuelve a caer, pero logró mantener el equilibrio.
Al llegar, lo vieron.
Tendido en el suelo. Totalmente inconsciente.
Marshall se acercó sin dudar para tomarle el pulso.
—¿Está vivo?
—Sí. Hay que llevarlo de regreso para que reciba atención médica.
Marshall miró a Chase, y Chase lo miró a él. Luego, ambos miraron al hombre herido. Piel blanca. Cabello castaño.
—Démonos prisa.