ID de la obra: 888

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Mezcla
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planificada Mini, escritos 267 páginas, 72.620 palabras, 58 capítulos
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TREINTA Y TRES

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Marshall y Chase cargaban al cadete, cuyo apellido —Azura— estaba bordado en el uniforme. Lo sujetaban por los brazos. Al estar inconsciente pesaba bastante, pero nada que no pudieran manejar. Al principio fue complicado subir de regreso a la base, pero tras varias horas finalmente llegaron a la entrada de Fort Vent. —Finalmente... Me estaba acalambrando el hombro. Ya no podía más —murmuró Marshall, soltando un suspiro agotado. Aunque habían cambiado de posición un par de veces, casi todo el trayecto lo hicieron en la forma inicial, soportando el peso a medias. —Hay que llevarlo a la enfermería de inmediato. —Hablaré en la caseta. Traerán un auto —dijo Marshall, adelantándose. Aún no habían cruzado las rejas de la base, así que Marshall corrió hasta el puesto de guardia. Le costó, por el dolor que sentía en la pierna, pero lo ignoró. Mostró su identificación militar y el soldado, al notar que tenía el rostro lleno de raspones y sangre seca, dudó un segundo antes de abrir. Marshall le explicó la situación: habían vuelto de una misión y necesitaban transportar a un cadete herido. El guardia llamó por la radio y le aseguró que enviarían a alguien de inmediato. Volvió con Chase, sintiendo un leve mareo y el cuerpo pesado. Pasaron algunos minutos hasta que un vehículo llegó para llevarlos directamente al hospital de la base. Solo les quedó esperar noticias una vez que se llevaron al cadete. —¿Crees que esté bien? —preguntó Marshall, sentado en una de las sillas de la sala de espera. Chase completaba el papeleo de la misión, mientras Marshall llenaba el informe médico correspondiente al cadete. Tendrían que entregar ambos documentos a su superior. —Quizá. Más de treinta horas desaparecido... probablemente sin comer, o inconsciente todo ese tiempo. No es poca cosa. —Me pregunto por qué estaba ahí abajo... —Tal vez es tan torpe como tú y se cayó. Ese pudo haber sido tu destino si no fuera por el árbol que se cruzó en tu camino —soltó Chase, medio en broma. Marshall no respondió. Demasiado silencio. Chase alzó la mirada. —¿Qué? ¿Te mareaste o solo quedaste idiota? Aunque lo dijo en tono burlón, había una clara preocupación detrás. Su sonrisa desapareció al notar los gestos del albino. —Me mareo —admitió al fin. Chase se levantó de golpe y se arrodilló frente a él para mirarlo de cerca. —¿Marshall? —Me duele todo el cuerpo... creo que la adrenalina por fin se me fue por completo. —Eres un jodido imbécil. ¿Por qué no me lo dijiste antes? Habría llamado a una enfermera. Quédate aquí, ya regreso. —No... —intentó detenerlo, pero el moreno ya se había ido—. Estoy bien... No pasó mucho hasta que una enfermera, acompañada del mismo Chase, apareció. Comenzó a hacerle un chequeo rápido. Le pidió que se pusiera de pie para verificar si había alguna lesión que le impidiera caminar. Al dar el segundo paso, un dolor agudo lo hizo jadear. Al parecer, el tobillo se había salvado gracias a la bota, pero había caído directo sobre la rodilla. Tenía una inflamación leve que lo hacía cojear. La enfermera lo ayudó a caminar hacia una de las habitaciones para curarle bien todas las heridas. Chase no se fue. Solo los siguió en silencio. —¿Sabes? Si no te conociera bien, pensaría que estás demasiado protector —dijo Marshall, luego de soltar un quejido más fuerte por el dolor. Chase lo sujetó por el brazo para ayudarlo a caminar. —Me aseguro de que mi compañero de batalla no termine tirado como costal. —Ajá... Al estar dentro, la enfermera le pidió que se quitara la camisa para revisarlo mejor.Lo hizo con lentitud, sintiendo cómo se le encendía el rostro al quedar expuesto. Sentía la mirada de Chase sobre él y cómo la enfermera inspeccionaba su cuerpo sin delicadeza alguna. Tenía raspones considerables en los antebrazos, algunos en las mejillas, las palmas de las manos... y sabía que también en las rodillas.Le ardían solo de pensarlo. —Parece haber signos de hematomas en costillas, espalda baja, hombros y... —La mujer, sin una pizca de tacto, bajó el filo del pantalón lo justo para dejar al descubierto su cadera y parte de la línea en forma de "V" de su abdomen—. También en la cadera. Marshall sintió que su rostro no podía estar más rojo. Se giró para ver a Chase.No esperaba encontrarse con la imagen frente a él. Ahí estaba: parado, brazos cruzados, pero con una mano cubriéndose torpemente la boca y las mejillas. Estaba igual de rojo que él, mirando en dirección contraria, sin saber dónde meterse. Cuando la enfermera anunció que tendría que bajarse los pantalones, Chase abandonó la habitación en silencio. Marshall no recordaba sentirse más avergonzado en su vida. La enfermera limpió sus heridas, colocó vendas y parches donde era necesario y, finalmente, lo dejó retirarse. Al salir, Chase lo esperaba justo al lado de la puerta. Estaba llenando el registro médico.Eso lo desconcertó. Para poder completarlo tenía que conocer sus heridas y parte de su información personal. Por alguna razón, el silencio entre ellos era incómodo. Y Chase... se veía distinto. Serio. Casi molesto. —¿Chase? —¿Mh? —Uhm... ¿Todo bien? Chase no respondió de inmediato. Terminó de escribir antes de contestar. —¿Por qué no lo estaría? —No lo sé... No supo qué más decir. Chase no estaba en un estado muy accesible. Intentó romper el silencio otra vez, pero un doctor se les acercó. —¿Señor Wallas? ¿Señor Byce? —¿Sí? —Dígame. Ambos hablaron casi al unísono, enderezándose de inmediato. —El señor Azura ha despertado. Ha pedido verlos. Tanto Marshall como Chase se miraron brevemente, inseguros.No conocían al cadete más allá del rescate, pero ahora, quisieran o no, era su responsabilidad asegurarse de que estuviera bien. —Bien, gracias —respondió Chase. —Iremos en un segundo —añadió Marshall. El doctor se marchó y ellos comenzaron a caminar. —Uhm... ¿Seguro que no tienes nada? Te ves de mal humor. —Que sí, no fastidies. Marshall se detuvo en seco, obligando a Chase a girar. El moreno vio el enfado en su rostro. —Ya habíamos hablado de esto, imbécil. Si vas a actuar como un soquete, mejor vete. Yo me encargo del cadete que nos está esperando. Chase apretó la mandíbula. Odiaba cuando Marshall lo regañaba.—Perdóname. No sé qué me pasa. —Yo sé que sí sabes por qué actúas así —lo encaró, sin miedo a estar tan cerca. Chase sostuvo la mirada, sin decir nada. Marshall tenía razón. Lo sabía. —No... no lo sé —murmuró al final. Por primera vez, Marshall escuchó la voz de Chase tan vacilante. —Bueno. No me voy a poner a discutir contigo ahora. Tenemos cosas más importantes que atender. Chase solo lo siguió en silencio.
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