ID de la obra: 888

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Mezcla
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planificada Mini, escritos 267 páginas, 72.620 palabras, 58 capítulos
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TREINTA Y SIETE

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Marshall comenzó a leerla, y mientras más avanzaba, su expresión se tensaba.Seguía en el suelo y nadie lo interrumpía.Se llevaron a los espías y lo único que le importaba era lo que estaba escrito. Al terminar, cerró la carta con lentitud y la guardó en su bolsillo.Finalmente, intentó levantarse. Sus piernas le fallaron al instante, y por la rapidez se mareó.Antes de caer, Chase lo sostuvo. Seguía con él. —Marshall... tenemos que ir a la enfermería. Estás sangrando... —Ujum... La expresión de Chase se tensó.Marshall se separó de él y, con una rápida mirada, vio cómo el área estaba llena de militares.Con rangos mil veces superiores al suyo, claro. Caminó en silencio.Conocía el camino de memoria y su cuerpo lo guiaba. Ya no estaba pensando en nada. Una vez que llegó, fue recibido por una enfermera. Chase se quedó con él en la habitación, otra vez. No apartaba la mirada de él.Sabía que había algo mal. Marshall salió de su trance cuando la enfermera comenzó a desinfectar las quemaduras que tenía en el cuello. —¡Mierda! ¡Carajo, cuidado! Le gritó a la mujer, irritado. —Marshall, tranquilízate. Chase se puso frente a él en un segundo y solo rodó los ojos. —Ni siquiera me avisó esta... —Iba a insultarla, pero se contuvo.— amable enfermera. —Marshall, la enfermera te avisó. ¿No la escuchaste? Estaba siendo sobreanalizado por Chase, y eso empezó a enfadarlo.¿No podía simplemente dejarlo en paz?Y quién sabe... ¿dejar de ser tan protector? —... No. —Tú- Fue interrumpido. —¿Leíste la carta de... ellos? ¿Sabes qué decía? —Hablaremos de eso cuando estemos en la habitación. Mejor dime qué decía la tuya. Te... te veías muy angustiado por recuperarla. —Ah... —Se tensó.— No era nada. Ya sabes. Abuelas sobreprotectoras. Chase asintió, no muy convencido. Luego, se quedó viendo el cuello de Marshall.Se sintió como un recordatorio de lo que pudo haber sido.Marshall casi muere, y por poco no estuvo ahí para evitarlo. —Marshall... perdóname. —¿Por qué? —Frunció el ceño, irritado. —No pude evitar que te lastimaran. —No seas tonto. No podrías haber hecho nada. No cargues con culpas que no te corresponden. —Pero- —Nada de peros. No soy una maldita damisela en apuros para que estés siempre rescatándome. —Su cólera era evidente.— Así que deja de tratarme como una. Fue mi estúpida decisión actuar solo. Y no voy a esperar a que vengas en mi rescate. ¿Entiendes? ¡Mejor vete y busca a una linda chica que quiera que la rescates! Se nota que no tendrías ningún problema en eso. La expresión de Chase fue un poema. Estaba entre confundido, molesto y desconcertado. —¿De qué mierdas estás hablando ahora, imbécil? —Pues sí. Tú no tienes problemas con nada. Mejor, no sé, búscate a un compañero que no necesite tanta ayuda como yo. Su tono de voz había ido en aumento, cargado de fuerza y rabia.Chase no estaba comprendiendo nada.¿Qué tenían que ver una cosa con la otra?¿Por qué Marshall estaba diciendo todo eso?¿Por qué se comportaba así? Chase creía que conocía bien al albino, pero ahora dudaba que eso fuera cierto.A cada momento era más y más indescifrable. —Marshall... ¿acaso estoy escuchando celos? Aunque fue un pensamiento, se le escapó de los labios. Un silencio abrumador e incómodo llenó el ambiente.Tanto, que hasta la enfermera se les quedó viendo, sin saber si moverse o no. —¿Qué? —... Olvídalo. La enfermera decidió que era hora de irse después de colocarle los parches en las quemaduras de Marshall y en la herida abierta de su rostro. —No. Dilo. Ten el maldito coraje de continuar lo que dijiste. ¿Celos? ¿De qué tendría celos, eh? ¡De lo único que podría estar celoso es de tu estupidez! No lo decía en serio y Chase lo sabía. Sabía que no pensaba mientras hablaba. Marshall se estaba desbordando emocionalmente. El cansancio lo estaba empujando a decir cosas incoherentes.Se había puesto de pie para encararlo. Estaban tan cerca uno del otro que Chase tuvo que contener la respiración. No era el momento indicado para pensar cosas raras. Aun así, no pudo evitar perderse en los ojos claros de Marshall. Sí, Marshall lucía horrible, era un desastre andante con todas esas heridas... pero aquello era la prueba de cuánto corazón había puesto en cada una de sus decisiones. Se veía tan imperfecto, tan roto, que Chase no sabía si lo mejor era ayudar en ese momento —y provocar que se quebrara más— o dejarlo para otro de sus tantos desbordes emocionales. —Mejor ya vámonos. —No. Dime a qué te referías. Ay... ese maldito era tan terco. En ese momento no tenía la paciencia para lidiar con la mula. Lo tomó del brazo con algo de fuerza, sin dudar, y lo jaló consigo para salir del área de enfermería e ir a la habitación. Ya era tarde. —¡Chase, detente! ¡Jodido imbécil! —Trató de zafarse varias veces, pero el moreno no lo soltaba. Cuando estuvieron frente a la puerta, finalmente Marshall se animó a confrontarlo otra vez. —Suéltame, maldito. Me estás lastimando. Fue ahí cuando Chase lo soltó, empujándolo con suavidad dentro del cuarto. Estaba harto. —Ahora sí. Suelta todo. ¿Por qué estás siendo un imbécil? —¿¡Yo!? ¡Tú eres quien me arrastró todo el camino! —Se sobó el brazo. Aún le dolía. —¿Qué eran todas esas cosas que dijiste en la enfermería, eh? ¡Dilo! Habló más fuerte. Marshall tragó saliva y evitó mirarlo. —Mejor olvídalo. —¡No! Ahora dime, ¿qué mierda te pasa? ¿¡Qué es eso de damisela en apuros!? ¿¡Qué es eso de conseguir a alguien más!? Lo encaró. Marshall frunció el ceño, pensando. Hubo un silencio entre ellos. Chase iba a volver a gritarle, pero Marshall contestó: —¡No lo sé! ¿¡Bien!? ¡No lo sé! Chase tronó la lengua. —¿Cómo que no sabes? No me vengas con eso. —¡Sí! ¡No lo sé! Solo sé que odio sentirme así. —¿Cómo una damisela en apuros? No seas tonto. —¡Sí! ¿¡Contento!? Cuando me salvaste, me sentí como... —Su tono de voz disminuyó. Entonces Chase fue consciente de cómo Marshall tenía los brazos cruzados, aferrándose los antebrazos con fuerza. Evitaba mirarlo. —Un inútil —continuó por él. Tragó saliva. Marshall asintió. Chase se relamió los labios y empezó a moverse, inquieto. No sabía qué decir.No había algo que pudiera decir. Para él, ese pensamiento era absurdo.¿Marshall, inútil?Bueno, quizás era MUY torpe. Era agresivo, grosero y temperamental. Pero también era amable con las personas. Su torpeza lo había llevado a resolver dos de las misiones más importantes que les asignaron, a obtener información clave.Marshall tenía la capacidad de ver cosas que a él no le gustaría que viera. Marshall era muchas cosas. ¿Pero inútil?No. De hecho. Si le preguntan a él. Marshall era él mas competente de la bola de idiotas de la base. —Estás diciendo pura mierda. Lo sabes, ¿cierto? —dijo con un tono más calmado. Marshall lo miró. Como si las palabras de Chase le hubieran dolido. Y el moreno lo notó. —Me refiero a que... no lo entiendo. Uhm... No eres inútil, Marshall. —¿Entonces por qué siempre que ocurre algo eres tú quien viene a mi rescate, eh? Si para ti eso no es ser un inútil, no sé qué concepto tengas de "inservible". —No eres inútil. Eres torpe e impulsivo. Si pensaras más antes de actuar, no te lastimarías, y yo no tendría que ir a ayudarte. —¡¿Ves?! —No. No lo veo. Los labios de Marshall se fruncieron en una mueca. Su nariz se enrojeció y parpadeó rápido. —Marshall... Hoy salvaste la vida de miles de soldados y cadetes. ¿Cómo vas a ser un inútil? —¿Qué? —su voz se quebró. —Marshall... —Chase se acercó, rompiendo la pared invisible entre ellos—. La carta que evitaste que se llevaran los espías informaba del día exacto en que atacarían esta base. Lo sujetó de los hombros, obligándolo a mirarlo a los ojos. Marshall dejó caer sus brazos a los costados, sin fuerza. —... Yo-yo... —Marshall... eres muchas cosas, sin duda. Eres insoportable, si quieres quedarte con algo negativo. Pero... ¿inútil? Vamos. Tienes muchos defectos, y en vez de elegir uno de verdad, decidiste inventarte uno. Estaba logrando desentrañar todo lo que Marshall había dicho en la enfermería. —Te odio —murmuró Marshall, inhalando con fuerza para no quebrarse del todo. —Lo sé. Pero... aún así, aquí estás, ¿no? —Tú también. —Sí. Pero yo no te odio.Ahora explícame eso que me dijiste de buscarme otro compañero "porque soy bueno en eso" o no sé qué mierda dijiste. Marshall rodó los ojos. —De eso... no lo sé, ¿bien? Solo lo dije. —Sabes que no es verdad. Chase se frustró. Estaban avanzando bien... hasta que Marshall volvió a escudarse en su orgullo. —Ya déjame en paz, maldito idiota. —Vamos. Ya quiero ir a dormir. —¿Entonces? ¡Pues déjame en paz y duérmete! —No puedo. —¿POR QUÉ? —Porque no voy a poder dejar de pensar en a qué te referías. Marshall se sonrojó. Las mejillas se le tiñeron de rojo. Negó con la cabeza y apartó la mirada. —Yo... no lo sé. Creo... creo que hiciste amigos tan rápido hoy que sentí que podrías elegir irte en cualquier momento. Ya sabes. No estás obligado a quedarte conmigo. Y tú mismo dijiste todo lo que soy. —Marshall... —Sé que tengo una actitud de mierda, y mil cosas más, pero no sé... te... me agradas. Chase sonrió de lado ante la confesión. —Tú mismo lo dijiste antes, ¿no? Tenemos una conexión que no se va a repetir con nadie más. Nosotros sobrevivimos juntos al ataque en Fort Jackson. Casi morimos juntos. Y eso nos hizo estar enlazados, lo queramos o no. Los ojos de Marshall brillaron con todo su esplendor. Las mejillas de Chase también se encendieron. Esa imagen... No podía negarlo más.No iba a negarlo más. Marshall le gustaba. No importaba si era... algo que no debía suceder.
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