ID de la obra: 888

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Mezcla
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planificada Mini, escritos 267 páginas, 72.620 palabras, 58 capítulos
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TREINTA Y OCHO

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Chase no podía dormir. La cama le parecía más incómoda que de costumbre. Giraba una y otra vez buscando una mejor posición, y cuando revisaba el reloj, el tiempo pasaba lento. Demasiado lento. Se sentó en la cama, suspirando, y luego miró en dirección a donde Marshall dormía profundamente. Sonrió. Estaba completamente extendido, con los brazos abiertos y la boca ligeramente entreabierta. Se veía gracioso. Entonces, un recuerdo lo golpeó: la enfermera que lo había revisado después de encontrar a Ryder. Marshall estaba rojo como un tomate cuando ella lo atendió. Estaba ahí, siendo inspeccionado por una mujer hermosa, y Chase recordaba lo mal que se había puesto después. Claro. Por eso estaba tan de mal humor al salir de la sala. Porque Marshall nunca podría verlo de esa manera. Él estaba ahí, cumpliendo el sueño de cualquier otro hombre: ser tocado, ser visto por una mujer linda. Eso debió ser para Marshall. Por eso se sonrojó. Porque ella le gustó. Y ahora que Chase finalmente había aceptado que sentía algo por ese idiota... sabía que tenía que reprimirlo. No podía permitirse que Marshall se diera cuenta. Porque, claro, había notado su asco, su odio, su aversión hacia hombres como él. La forma en que actuó cuando vio a su propio amigo... le dijo todo. Y ahí estaba él. Como idiota, fijándose en él. ¡Ni siquiera entendía qué le veía! Bueno... sí. Era bastante atractivo. Tenía unos ojos hermosos, labios bonitos, un buen cuerpo... Maldición. Bien. Marshall era su tipo por completo, al menos físicamente hablando. Lo había sabido desde el principio. Pero, ¡rayos! También era un imbécil. Grosero. Terco. Malhablado. Malhumorado. Homofóbico. Retrógrada. Machista. Machito. Torpe. Impulsivo. Cínico. Orgulloso. Impaciente. Evasivo. Rencoroso. Obstinado. Explosivo. Y autodestructivo. Tenía tantas cosas malas. Demasiadas. Y, aun así... aun así, lograba hacerlo sentir bien. Porque Marshall también era divertido. Relajado. Valiente. Cuidador. Siempre veía por los demás antes que por sí mismo. Leal. Sincero. Generoso. Protector. Apasionado. Perspicaz. Sensible. Auténtico. Disciplinado. Observador. Espontáneo. Ingenioso. Honesto. Compasivo. Tenaz. Y lo más importante de todo: tenía un gran corazón. No era perfecto pero tenía mas características buenas que malas. Y Chase lo sabía. Las veces que lo había visto cuidar a los gatos callejeros de Fort Jackson, dándoles comida antes y después del ataque. Y cuando ocurrió, fue el único que se preocupó por darles sepultura a los que murieron, para que sus cuerpos no terminaran en la basura durante la reconstrucción. Curó a los que estaban heridos. ¿Ese tipo de cosas las hace alguien que es una mala persona? No. Marshall tenía muchas heridas. Estaba algo roto pero no era una mala persona. Y día a día, Chase notaba cuánto había cambiado desde que lo conoció. Por eso no podía evitar que le gustara. Chase dio un largo suspiro, y se tensó al ver que Marshall empezaba a moverse. Se levantó de la cama con la intención de salir. Necesitaba aclarar sus pensamientos. —¿Chase...? La voz de Marshall lo detuvo. Sonó ronca, cargada de sueño. Chase se acercó y le revolvió el cabello con suavidad. —Saldré un rato. Vuelve a dormir. —¿No puedes dormir? —No. —¿Por qué? —Mi cama es incómoda. Marshall no respondió. Chase asumió que se había dormido otra vez. Pero justo cuando estaba por irse, sintió que una mano lo tomaba y lo jalaba con fuerza hacia abajo. Marshall se había movido, haciéndose a un lado para acercarse más a la pared mientras levantaba la cobija. Lo estaba invitando a recostarse a su lado. —¿Ma...Marshall? —Shh... solo duérmete. El corazón de Chase palpitaba con fuerza. No entendía qué estaba pasando, pero no dijo nada. Solo se quedó ahí. Marshall no tardó en volver a dormirse. Y Chase... logró dormir un poco esa noche. __________________________ Chase despertó media hora antes que Marshall para comenzar su rutina matutina.No entendía del todo qué había pasado, pero ahí estaba. Había dormido en la misma cama que Marshall. Sin golpes, sin insultos, sin gritos explosivos enumerando razones de por qué "no es correcto" o "es asqueroso".Nada de eso pasó. Y no lo entendía. Ahí estaba otra vez Marshall, siendo ilegible. Cuando terminó de lavarse el rostro, miró a través del espejo justo cuando Marshall comenzaba a despertar. —¿Qué hora es? Su voz salió ronca. —5:27. —Aún tengo tres minutos para dormir. Se cubrió hasta el cuello con el cobertor y se dio vuelta, dándole la espalda al moreno para volver a dormir.Chase no pudo evitar reír ante esa declaración, pero terminó riéndose más fuerte de lo que pensaba. Marshall giró el rostro y el torso para verlo con el ceño fruncido. —¿De qué te ríes? —De ti, lo siento. Me pareció gracioso que pensaras en dormir tres minutos más. La risa de Chase se volvió contagiosa, y Marshall terminó imitándolo. Cuando las risas cesaron, Marshall tomó aire y se sentó en su cama. —Rayos. Ya se me fue el sueño. Ni modo. A alistarme. Se quitó la camisa de pijama y buscó su uniforme antes de meterse al baño para ducharse. Mientras él se alistaba, Chase solo se arregló el cabello. Ya pronto tendría que cortárselo. —Marshall —lo llamó lo suficientemente fuerte para que lo escuchara desde la ducha. —¿Qué? —Iremos a entregarle al sargento el informe y la carta después del desayuno. —Bien. —Uhm... ¿cómo siguen tus heridas? —Mejor. —Bien... No había mucho más que decir. Tomó sus cosas y, de paso, acomodó las de Marshall para que no batallara en encontrar nada. Tendió las camas, y cuando hacía la de Marshall, una hoja cayó de entre las sábanas. La sujetó y la miró. Fue sin querer. Era la carta que recibió. Sabía que estaba mal leerla. No lo iba a hacer.Pero justo antes de dejarla de nuevo en su lugar, Marshall salió del baño con la toalla sobre los hombros y los pantalones del uniforme puestos. Se miraron. Luego el albino notó lo que tenía en las manos. —¿Por qué tienes mi carta? Se molestó. —Ah. Lo siento. La tomé del suelo cuando se cayó. No la leí, lo prometo —se apresuró a decir. Eso pareció relajar a Marshall, quien extendió la mano para recuperarla. Se veía aliviado de que Chase no la hubiera leído. Su expresión cambió en un segundo. Hizo una mueca. —La carta me la envió mi abuela... Dice que mi madre entró a la siguiente etapa de su enfermedad. Chase asintió. —Lo siento. —No te preocupes. Uh... gracias por hacer mi cama. —No lo menciones. El silencio se volvió incómodo. Decidieron irse apenas Marshall terminó de ponerse el resto del uniforme.
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